"La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él diciendo:
– Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido!
Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban a él y le daban a beber vino agrio, diciéndole:
– ¡Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!
Y sobre su cabeza había un letrero que decía: “Este es el Rey de los judíos.”
Uno de los malhechores allí colgados le insultaba, diciéndole:
– ¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!
Pero el otro reprendió a su compañero diciendo:
– ¿No temes a Dios, tú que estás sufriendo el mismo castigo? Nosotros padecemos con toda razón, pues recibimos el justo pago de nuestros actos; pero este no ha hecho nada malo.
Luego añadió:
– Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.
Jesús le contestó:
– Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso."
El día en que celebramos la festividad de Cristo Rey, leemos el evangelio que nos presenta a Jesús crucificado. Un Jesús del que se burlan todos y que sólo es aceptado por un delincuente compañero de suplicio. Vemos a Jesús sufriendo la muerte más ignominiosa de su tiempo: la crucifixión. Esto nos indica claramente, que el título de Rey de Jesús no tiene nada que ver con la realeza de este mundo. Jesús es un rey cuyo trono es la cruz. Un Jesús que no domina, sino que salva. Un Jesús que acoge a todo el que se acerca a él, aunque sea un delincuente.
Esta festividad marca el último domingo del Tiempo Ordinario. El próximo domingo iniciamos el Adviento. Y acabamos este año litúrgico señalando claramente cuál es el camino que debemos seguir. El camino de la entrega total a todos. El camino de la acogida. El camino de la ternura. Ese es el camino que nos abre las puertas del Reino. Ese fue el camino de Jesús.
En nuestros tiempos nos sobran privilegios, honores, coronas y vestidos de seda, y nos falta la entrega, alinearnos con los pobres, vivir con sencillez, fraternalmente.
El Reino de Jesús es el Reino de los Pobres. ¿Qué esperamos a seguirle?
El día en que celebramos la festividad de Cristo Rey, leemos el evangelio que nos presenta a Jesús crucificado. Un Jesús del que se burlan todos y que sólo es aceptado por un delincuente compañero de suplicio. Vemos a Jesús sufriendo la muerte más ignominiosa de su tiempo: la crucifixión. Esto nos indica claramente, que el título de Rey de Jesús no tiene nada que ver con la realeza de este mundo. Jesús es un rey cuyo trono es la cruz. Un Jesús que no domina, sino que salva. Un Jesús que acoge a todo el que se acerca a él, aunque sea un delincuente.
Esta festividad marca el último domingo del Tiempo Ordinario. El próximo domingo iniciamos el Adviento. Y acabamos este año litúrgico señalando claramente cuál es el camino que debemos seguir. El camino de la entrega total a todos. El camino de la acogida. El camino de la ternura. Ese es el camino que nos abre las puertas del Reino. Ese fue el camino de Jesús.
En nuestros tiempos nos sobran privilegios, honores, coronas y vestidos de seda, y nos falta la entrega, alinearnos con los pobres, vivir con sencillez, fraternalmente.
El Reino de Jesús es el Reino de los Pobres. ¿Qué esperamos a seguirle?
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