sábado, 12 de septiembre de 2020

EL ANACORETA Y EL DISCÍPULO IMPACIENTE



Hacía unos días que el el discípulo se mostraba inquieto y nervioso. El Anacoreta, aprovechando un momento después de la frugal cena, mientras contemplaban cómo el sol se ocultaba tras el horizonte, le preguntó:
- Hace unos días que te veo inquieto. ¿Qué es lo que te ocurre?
El joven bajó la mirada y respondió: 
- Estoy desanimado. No avanzo en mi camino espiritual. Me parece que estoy perdiendo el tiempo.
El anciano guardó silencio. Siguió mirando la puesta de sol que ya llegaba a su fin. Luego le dijo:
- Para progresar  en el camino espiritual no hay que tener prisa. No se trata de correr. Cuando era joven, asistí a unos Ejercicios Espirituales en que el predicador nos presentó una meditación en tres puntos: Primer punto, San Antonio penetra en el desierto. Segundo punto, San Antonio sigue penetrando en el desierto. Tercer punto, San Antonio penetra tanto en el desierto que se sale por el otro lado.
Soltó una carcajada el joven seguidor y el Anacoreta se explicó:
- Sí, hace reír; pero eso es lo que puede ocurrirnos si tenemos demasiada prisa, si no tenemos paciencia y queremos avanzar demasiado.
Miró a los ojos del joven y concluyó:
- Debemos caminar con firmeza, pero sin prisa. Se trata de ir paso a paso. Y si hemos de detenernos, pues nos detenemos. El camino espiritual no es una carrera.
Y se fueron a rezar Completas...

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