No se trata de ¿cómo murió?, sino de ¿cómo vivivió?
No se trata de ¿cuanto ganó?, sino de ¿cuánto dió?
Estas son las unidades para medir el valor de todos los seres humanos,
y no su nacimiento.
No se trata de ¿tenía dinero?, sino de ¿tenía corazón?
¿cómo representó el papel que Dios le dió?
¿tuvo siempre una palabra amable, una sonrisa?
¿supo enjugar una lágrima?
No importa cual fue su templo
ni cual fue su credo.
Lo que importa es si ayudó a los necesitados.
No importan los elogios que, al morir, le hizo la prensa.
Lo que importa es cuántos lloraron su muerte.
(Anónimo)
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