El discípulo comentaba ante el Anacoreta, que no entendía por qué, obras apostólicas importantes, acababan en nada o desaparecían cuando el promotor moría.
El Anacoreta miró sonriendo al joven y le dijo:
- El problema está en que nos empeñamos en hacer "nuestra" obra, en vez de hacer la obra de Dios. Fíjate en la vida de los grandes Fundadores. Se esforzaron en hacer la obra de Dios, no "su" obra. Algunos eran de familia rica; pero no emplearon el dinero para crear su Congregación. Dieron su dinero a los pobres y empezaron de cero.
Reflexionó unos instantes y añadió:
- Fíjate en el Evangelio. Cuando Jesús manda a sus discípulos de misión, lo hace enviándolos de dos en dos. La misión siempre es comunitaria. No es obra de una persona sola. Y los manda sin dinero. Nosotros nos centramos en planificar, buscar fondos...Esto nos hace caer en la tentación de hacer "nuestra obra". Y lo que debemos hacer es la obra de Dios. Lo que debemos hacer es buscar cumplir, seguir, su Voluntad. Esa es la verdadera misión...
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