No se supo de dónde venía, pero un día llegó junto a la cueva una cabra escuálida, que apenas podía caminar. Se acercó a la fuente. Bebió un poco y luego se alejó algo y se dejó caer. Al poco tiempo había muerto. No tardaron demasiado en llegar los buitres. El Anacoreta y su joven seguidor contemplaban cómo despedazaban al animal; cómo cada uno intentaba quedarse con la mejor parte, se empujaban, se picoteaban...El anciano dijo:
- Nuestra sociedad cada día se parece más a estas aves carroñeras. Somos individualistas, sólo pensamos en nosotros. Educamos a nuestros niños a competir en vez de a compartir.
Guardó un momento de silencio y luego prosiguió:
- La pandemia ha hecho que nos olvidemos de los que mueren en el mar intentando llegar a Europa. Nos hemos olvidado de los que mueren de hambre. No pensamos en los campos de refugiados...Sólo pensamos en nosotros.
Miró a los ojos a su discípulo y concluyó:
- ¿Crees que las prisas por obtener una vacuna son para salvar a las personas? No. Son por conseguir las patentes. Son para tener a las demás naciones a su merced...Son por el maldito dinero.
Y se fueron a rezar Vísperas...
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