Estaban desgranando unas judías que habían recogido de su pequeño huerto. El Anacoreta dijo:
- El crecimiento en la vida espiritual, es como una escalada.
El joven discípulo no dijo nada y esperó que el anciano prosiguiera.
- A medida que se va subiendo el paisaje es cada vez más espectacular. Está bien observarlo, pero no nos debemos detener. Nuestro objetivo es llegar a la cima.
Guardó unos momentos de silencio y mirando a los ojos del joven añadió:
- Pero también, en medio de la escalada, muchas veces nos encontramos rodeados de niebla. No vemos nada. Debemos continuar. En la vida espiritual nos pasa lo mismo. Tras momentos plenos que recordamos como esos bellos pasajes, nos llegan momentos en que no vemos nada. Parece que Dios ha desaparecido; pero debemos continuar.
Se levantó, fue a la fuente a llenar un caldero para dejar las judías en remojo.
- Cuando llegamos a la cima el espectáculo es maravilloso; pero ¡ojo! A veces también vuelve la niebla. Porque, ¿sabes? la vida espiritual no se mide por los momentos maravillosos, sino por los momentos en que creemos a pesar de todo, a pesar del silencio de Dios.
Y se levantó para entrar en su cueva...
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