lunes, 18 de julio de 2022

EL SIGNO: SU ENTREGA



En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: Maestro, queremos ver un signo tuyo."
Él les contestó: -Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará mas signo que el de Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.
Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón."

"En el Evangelio de hoy, Jesús se molesta de que algunos escribas y fariseos le pidan un signo. Quizá no se hubiera molestado tanto si esa petición hubiera venido de la gente sencilla… o más bien es que la gente sencilla confía sin más, y no pide tantos signos. Quizá vio en aquellos fariseos un afán de controlar lo incontrolable, o de asegurar lo que no es real si no hay confianza.
Nuestra fe en Jesús se apoya en la confianza: la confianza en su Palabra, reflejo de su Vida, transmitida a través de los testigos de la primera hora, que vivieron con Él, y que se nos ha transmitido en la tradición viva de la Iglesia, vivificada por el Espíritu Santo. Desde ahí, es verdad que también podemos hacer “experiencia” de su presencia… aquí y ahora, porque gracias a ese Espíritu, Jesucristo es contemporáneo a toda época y a toda persona.
El gran “signo” de Jesús es su vida entregada, a lo largo de sus días entre nosotros, que se significa de modo pleno en la Pascua: la cruz y la resurrección, como los tres días y las tres noches de Jonás en la ballena, que le hicieron nacer de nuevo.
Unidos a él, también nosotros podemos nacer de nuevo, siempre que no le pidamos más pruebas que las que Él nos da: su vida entregada y la presencia del Espíritu en nosotros, a través de la comunidad de la Iglesia, en su Palabra, en su Eucaristía y demás sacramentos, en los más necesitados…
Ojalá que Jesús no encuentre en nosotros individuos exigentes, sino personas sencillas, de las que pueda decir: “te doy gracias, Padre (…) porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has enseñado a la gente sencilla” (Mateo 11, 25). " ( José Manuel Suarez CMF, Ciudad Redonda)

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