En aquel tiempo dijo Jesús a sus apóstoles: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo; ya le basta al discípulo con ser como su maestro, y al esclavo como su amo. Si al dueño de la casa lo han llamado Belzebú, ¡cuanto más a los criados! No les tengáis miedo, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche, decidlo en pleno día, y lo que os digo al oído, pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que pueda destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo no cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros, hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones.
Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo".
Jesús continúa indicándonos las dificultades que tendremos por ser sus discípulos. Pero también insiste en que el Padre no nos abandonará. Somos muy valiosos para Él. Las dificultades no deben impedir que sigamos proclamando la Palabra.
"Continúa el discurso de Jesús con diversas instrucciones y palabras motivadoras para abrazar con espíritu discipular las consecuencias de anunciar del Evangelio. La misión no es solo sinónimo de gloria, éxito o momentos satisfactorios; la persecución y el sufrimiento también son parte de ella. ¡La cruz siempre será camino obligado para resucitar! Así Jesús asumió las cruces de su vida en las tensiones, angustias y miedos; pero también desde la fe, el consuelo, la esperanza y la fuerza del Padre que lo sostuvo en los momentos de prueba. En tres ocasiones exhorta a la comunidad a no tener miedo. Porque el miedo es sinónimo de timidez, cobardía y mediocridad. Por tanto, el miedo no puede ser un obstáculo ni una excusa para dejar de anunciar el Evangelio ni para reconocer a Jesús vivo y presente en nuestra historia. Dar testimonio de Jesús es sentirnos parte de su vida, causa y sacrificios. ¡Que su Palabra nunca nos deje cómodos ni indiferentes porque pueda ser signo de que no la escuchamos! " (Koinonía)
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