En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: Por qué les hablas en parábolas?"
Él les contestó: A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías:
"Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo les cure."
¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron."
"Muchas veces asistimos a “malentendidos”: gente que al oír un mensaje, lo interpreta mal, o lo tergiversa, o simplemente no lo entiende. Puede ser que el que emitió el mensaje lo haya hecho de manera confusa. Pero en otras ocasiones, ocurre que otras personas, oyendo el mismo mensaje, sí lleguen a entenderlo correctamente, con lo cual hay un problema en el receptor…
¿Qué es lo que ha pasado? Pues que la comunicación humana depende de muchas más cosas que de las palabras. Qué distinto es cuando hay “sintonía” o concordia entre dos personas que cuando no la hay. En el primer caso, se intuyen muchas cosas y se suele interpretar bien lo que la persona quiere comunicar. En cambio, cuando no hay buen ambiente, es frecuente que las palabras se malinterpreten, reavivando el conflicto.
Algo así nos dice hoy Jesús en el evangelio: “porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos”. Cuando el corazón está lleno de odio, o cerrado a la escucha, ya podemos intentar explicarnos, que lo más normal es que no seamos entendidos; ya podemos intentar aclarar las cosas, que no va a ser fácil. ¿Quién no ha vivido esto alguna vez? ¿Y quién no ha tenido, alguna vez, el corazón endurecido, de forma que no ha llegado a entender lo que otro le quería decir, por muy buena intención que pusiera?
Esto, que nos pasa entre las personas, nos puede pasar también con Dios. Por eso ante Él, como ante los demás, viene bien ser conscientes de cómo nos presentamos: si con un corazón abierto, transparente, o bien con un corazón endurecido, por el motivo que sea.
Dicen que sólo desde el amor se conoce de verdad. Porque el amor es capaz de ver más allá, más adentro, más verdaderamente. Dios nos mira con amor infinito, por eso nos conoce mejor que nosotros mismos. Ojalá que nosotros podamos mirar a Dios y a las personas con amor, porque será como podamos conocerLe y conocerlas de verdad." (Luis Manuel Suarez CMF, Ciudad Redonda)
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