viernes, 18 de julio de 2025

¿MISERICORDIA O LEY?

 


Por aquel tiempo, Jesús caminaba un sábado entre los sembrados. Sus discípulos sintieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer los granos. Los fariseos, al verlo, dijeron a Jesús:
– Mira, tus discípulos hacen algo que no está permitido en sábado. Él les contestó:
– ¿No habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y comió los panes consagrados, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes. ¿O no habéis leído en la ley de Moisés que los sacerdotes en el templo no cometen pecado por trabajar los sábados? Pues os digo que aquí hay algo más importante que el templo. Vosotros no habéis entendido qué significan estas palabras de la Escritura: ‘Quiero que seáis compasivos, y no que me ofrezcáis sacrificios.’ Si lo hubierais entendido, no condenaríais a quienes no han cometido falta alguna. Pues bien, el Hijo del hombre tiene autoridad sobre el sábado.
(Mt 12,1-8)

La verdadera Fe va acompañada de la misericordia. Las necesidades básicas del hombre están por encima de la Ley. Los fariseos ponían la Ley por delante de la misericordia. Por eso Jesús les recuerda las palabras de las Escrituras: "misericordia quiero y no sacrificios". ¡Cuántas veces nuestra sociedad hace pasar la ley por encima de la misericordia hacia las personas! Fijémonos, por ejemplo, en la actitud de muchas personas ante los inmigrantes. Todo lo reducimos a si tienen unos papeles o no. A si son legales o ilegales. No nos importan sus necesidades, la causa por la que han emigrado. ¡Cuánto Amor nos falta!

"Cuando somos niños, solemos decir a todo que “sí” (por convencimiento o por obligación). Cuando entramos en la adolescencia, solemos decir a todo que “no” (por afán de oposición, para distinguirnos de los demás). Ser adulto significa decir “sí” o “no”, según corresponda a la verdad y al bien. Ese es el camino de la auténtica libertad.
Jesús fue un hombre libre. Su vida continúa la tradición de Israel en muchos aspectos, a la vez que rompe con otros cuando es necesario. Ese es el secreto de su libertad.
En muchos pasajes aparece Jesús haciendo lo que hacían muchos judíos de su tiempo. Y a la vez, en ocasiones, dice y hace cosas nuevas, desde el querer auténtico de Dios. Así lo muestra el pasaje de hoy.
Las tradiciones son buenas mientras ayuden a vivir. En ocasiones hay que cambiarlas, para favorecer precisamente esa vida.
Tan malo es querer aferrarse a lo establecido cuando eso no ayuda a la vida, como querer cambiarlo todo sin ninguna razón. La libertad adulta consiste en saber decir “sí” o “no”, según corresponda a la verdad y al bien.

Señor Jesús,
enséñame la verdadera libertad.
Ayúdame a discernir lo que viene de Dios
de aquello que procede del mal espíritu.
Y que en mi vida se haga la voluntad del Padre."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)




jueves, 17 de julio de 2025

IR A JESÚS

 


Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.
(Mt 11,28-30)

Mucha gente está cansada y agobiada. Todos pasamos por momentos duros, de desánimo...Jesús nos pide que vayamos a Él, allí encontraremos descanso. A ir a Él e imitarlo. Ser pacientes y humildes a su imagen nos harán ver que los problemas no son tan grandes como creíamos. Y su Amor siempre nos reconfortará.

"¿Cuándo ha sido la última vez que has estado cansado?Quizá la vida, que a veces trae demasiadas cosas a la vez, ante las que responder.
Puede ser por alguna contrariedad, porque esperabas que algo sucediera, y no pasó, o bien ocurrió algo que no entraba en tus planes. Y te quedaste desconcertado.
Tal vez por algún cambio por el que habías trabajado duro, y finalmente no llegó a producirse, ni hay perspectivas de que se dé.
Quizá el desgaste de toda una temporada… o la desilusión por alguna persona.
En cualquiera de esas situaciones, el Señor viene a nuestro encuentro y nos dices: “Venid a mí”. Venid los cansados, los deprimidos, los olvidados, los que están de vuelta, los agobiados, los que no pueden más, los que sufren, los resentidos por el pasado, los angustiados en el presente, los que no ven el futuro… “Y yo os aliviaré”.
Jesús no hace el truco de evitar nuestros males, pero nos da la magia de sobrellevarlos. Su sola presencia conforta, anima, alienta. Uno se contagia de la humildad de su corazón y con ello todo se sobrelleva mejor, a la espera de que, cuando Dios quiera, se abra la puerta a una nueva situación.
Gracias, Señor,
por tu presencia que es aliento.
Esa presencia resucitada,
que ha pasado por la cruz,
es capaz de traspasar todas las noches.
Confío en Ti."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 16 de julio de 2025

SER PEQUEÑOS PARA CONOCER AL PADRE

 


Por aquel tiempo, Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer.
(Mt 11,25-27)

Jesús alaba al Padre porque revela las cosas a los pequeños. Otra vez nos encontramos con Jesús alegrándose por los pequeños, los sencillos. Por otro lado nos dice, que si queremos conocer al Padre debemos escucharle a Él, seguirle a Él. Esto es hacerse pequeños. Confiar en Jesús. 

"Hay quien, desde el mucho saber, desprecia lo pequeño. O desde los grandes planes, se olvida de los detalles. O quien, intentando controlarlo todo, no es capaz de confiar…
El Evangelio pide la actitud de los niños. No en cuanto a su inmadurez o el ser caprichosos. Sino en cuanto a su apertura a lo nuevo, su capacidad de sorpresa, su ilusión por comenzar.
La cuestión no está en saber mucho o poco, sino en cómo te sitúas ante la vida. Hay quien, sabiendo poco, cree saberlo todo. Y hay quien, teniendo mucha ciencia, no es capaz de abrirse a la fe. En realidad, cuanto más sabemos, más podemos admirarnos de todas las maravillas que nos rodean y más podemos comprometernos a continuar la tarea de aportar algo valioso al mundo. La admiración y el compromiso son dos puertas para la fe.
Creer en Jesús como el Hijo de Dios. Y confiar que Él nos da a conocer al Padre y, con ello, el secreto de la vida. Para esto hace falta la actitud de un niño, de alguien sencillo. La fe siempre supone un salto que solo con mucha humildad somos capaces de dar."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

martes, 15 de julio de 2025

RECONOCER NUESTRA DEBILIDAD



 Entonces comenzó Jesús a reprender a los pueblos donde había hecho la mayor parte de sus milagros, porque la gente no se había convertido a Dios. Decía Jesús: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre vosotras, ya hace tiempo que su gente se habría convertido a Dios, cubierta de ropas ásperas y de ceniza. Por eso os digo que, en el día del juicio, vuestro castigo será más duro que el de la gente de Tiro y Sidón. Y tú, Cafarnaún, ¿crees que van a levantarte hasta el cielo? ¡Hasta lo más hondo del abismo serás arrojada! Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ti, esa ciudad habría permanecido hasta el día de hoy. Por eso te digo que, en el día del juicio, tu castigo será más duro que el de los habitantes de la región de Sodoma.

Este evangelio de hoy, debemos meditarlo profundamente, los que venimos de familias cristianas, hemos sido educados en la Fe e incluso nos hemos hecho religiosos o sacerdotes. ¿Verdaderamente escuchamos la Palabra y la seguimos? Quizá nos creemos más que los que no son cristianos. Hemos de ser humildes y reconocer que muchos no cristianos se entregan y aman a los demás más que nosotros. Debemos pedir cada día perdón por no ser verdaderamente fieles. No creernos mejores que los demás y tener la humildad de reconocer que, seguir a Jesús es un trabajo de cada día. Y que, aunque creamos seguir a Jesús, es Él quien este siempre a nuestro lado.


"A lo largo del Evangelio, Jesús suele tener palabras de consuelo y apoyo con casi todos. Sólo hay algunas excepciones, curiosamente con los que podríamos considerar más “cercanos”. A los más religiosos, les recrimina su manera de vivir la religión. Y a la gente de su región, les echa en cara su falta de fe.
A éstos últimos se refiere la Palabra de hoy. Corazaín, Betsaida y Cafarnaún eran pueblos a la orilla del Lago de Galilea, donde Jesús había estado predicando y haciendo el bien durante un tiempo. Y, sin embargo, sus gentes mayoritariamente no daban muestras de confiar en Jesús.
Algo así como cuando uno conoce mucho a una persona, y no la valora. O lleva mucho tiempo viviendo en una ciudad, y no es capaz de descubrir sus rincones más valiosos. Algo así nos puede pasar con la fe: acostumbrarnos a la Palabra y a los Signos del Maestro, que ya no nos interpelen, ni nos fortalezcan, vividos en una rutina en la que otras cosas van ganando el corazón.

Señor Jesús,
hoy me reconozco entre aquellos
que habiendo recibido mucho,
pueden despreciarlo todo.
Despiértame para reconocerte
en los signos y las palabras
en los que Tú quieres hacerte presente."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 14 de julio de 2025

LUCHAR CONTRA EL MAL Y LA INJUSTÍCIA

 


No penséis que yo he venido a traer paz al mundo: no he venido a traer paz, sino guerra. He venido a causar discordia: a poner al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra; de modo que los enemigos de uno serán sus propios familiares.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que trate de salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la salvará.
El que os recibe a vosotros, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá la recompensa que merece un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo, recibirá la recompensa que merece un justo. Y cualquiera que dé aunque solo sea un vaso de agua fresca al más humilde de mis discípulos por ser mi discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa.
Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y anunciar el mensaje en los pueblos de aquella región.

Este texto nos puede parecer extraño. ¿No es Jesús todo Amor, misericordia, sencillez?¿Por qué nos dice que ha venido a traer la guerra, no la paz? La guerra a la que se refiere Jesús no es la de las armas. Es la lucha contra el mal, contra la injusticia. Y esto genera incomprensión. Quiso que los apóstoles y nosotros, comprendiéramos, que al igual que Él murió incomprendido y crucificado, a nosotros nos puede pasar lo mismo si seguimos su vida de entrega y de lucha.

"La Palabra de hoy nos ofrece una serie de sentencias de Jesús, con las que pretende instruir a sus amigos más cercanos. No siempre estará con ellos. Por ello, deberán aprender, para cuando él no esté, permanecer en su vida y en su misión.
Jesús nace como príncipe de la paz. Pero ser fiel a su Palabra puede traer el conflicto. Le pasó a Él mismo, cuando sus parientes no le entendían. Y les pasará, tarde o temprano a sus seguidores.
Jesús viene a dar vida. Pero para ello ha de dar su vida. Y a sus seguidores nos deja esa paradoja: “El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará”. Toda un programa de vida.
Jesús se irá. Pero se queda en varias presencias: la Eucaristía, la Palabra… También en los que hablan en su nombre y aman en su nombre. Porque, donde hay amor, allí está Dios.

Señor Jesús, aquí me tienes.
Dos mil años después,
necesito que me recuerdes tu Palabra,
para vivir centrado en lo importante,
sin perderme en lo urgente.
Dame un oído dócil y un corazón despierto. Amén."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 13 de julio de 2025

HACER LO MISMO

  


Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerle a prueba le preguntó:
– Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le contestó:
– ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?
El maestro de la ley respondió:
– ‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y ama a tu prójimo como a ti mismo.’
Jesús le dijo:
– Bien contestado. Haz eso y tendrás la vida.
Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús:
– ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le respondió:
– Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos bandidos. Le quitaron hasta la ropa que llevaba puesta, le golpearon y se fueron dejándolo medio muerto. Casualmente pasó un sacerdote por aquel mismo camino, pero al ver al herido dio un rodeo y siguió adelante. Luego pasó por allí un levita, que al verlo dio también un rodeo y siguió adelante. Finalmente, un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, le vio y sintió compasión de él. Se le acercó, le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó. Luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y cuidó de él.
 Al día siguiente, el samaritano sacó dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: ‘Cuida a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi regreso.’  Pues bien, ¿cuál de aquellos tres te parece que fue el prójimo del hombre asaltado por los bandidos?
El maestro de la ley contestó:
– El que tuvo compasión de él.
Jesús le dijo:
– Ve, pues, y haz tú lo mismo.

La última línea del Evangelio de hoy la dbemos tener siempre presente: "Haz tú lo mismo".
Si queremos seguir a Jesús, debemos hacer lo mismo que hizo Él. Vivir para los demás. Entregarnos totalmente. AMAR.

"La vida eterna. Una pregunta que siempre ha preocupado a los buenos creyentes. Porque de la respuesta a esa pregunta depende la felicidad (o la desgracia) eterna. Merece la pena planteársela, porque no es cosa de broma. Es para siempre.
Además, hay un peligro muy grande, cuando encontramos textos tan conocidos como la parábola del buen samaritano: el de no prestar atención a los detalles, y creer que ya lo sabemos todo. Porque aquí hay muchos detalles.
Por ejemplo, el principio. Empieza fuerte el letrado. La vida eterna. ¡No pide nada este letrado! ¿Es que se puede hacer algo para heredarla? ¿No es un don de Dios que no podemos conseguir, por mucho que nos esforcemos?
Es, además, una pregunta que también nosotros nos podemos plantear. ¿Qué tengo yo hoy que hacer para heredar la vida eterna? ¿Qué le estaba diciendo Jesús a la gente de su tiempo, y cómo traducirlo aquí y ahora? Porque algo está claro, también hoy hay mucha gente tirada en la cuneta.
Para encontrar la respuesta a la pregunta del letrado, sólo hay que amar. Es algo teóricamente muy sencillo, porque a todos nos gusta ser amados, y reaccionamos mejor al amor que a los gritos. Eso lo sabemos. Pero es difícil. Y si a alguno se le ocurre decir que no puede, escuchamos de nuevo la primera lectura. El precepto que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas. Es curioso.
La historia se repite. También los primeros judíos sintieron que seguir al Señor era difícil. Que no podían. No corrían buenos tiempos para los creyentes. Como quizá tampoco corran hoy para nosotros. Pero hay una cosa básica: querer volverse al Señor con todo tu corazón y toda tu alma. Basta querer. También hoy hay siempre posibilidad de volverse al Señor. Siempre hay cobertura, para llamar al teléfono de Dios. La pregunta es: ¿quieres heredar la vida eterna o no? ¿te lo quieres plantear, por lo menos?
Se trata, en el fondo, de ser un poco como Dios. De amar como Dios nos ha amado. Volvernos conscientes de este don de Dios, de que él nos ha amado primero. Y nos ha mostrado su amor en Jesús, porque Jesús, como también dice la carta a los Colosenses, es el rostro de Dios. Es, si queréis, el documento de identidad de Dios, sus huellas digitales en nuestra historia humana. Así vistas las cosas, amar a Dios es antes un don que un mandamiento. Es un mandamiento porque es un don. «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti», decía san Agustín.
Jesús es el primogénito. Nosotros somos hijos en el Hijo. Y si somos hijos, somos también herederos. Herederos de Dios y coherederos con Cristo. Y, sin embargo… Sin embargo, lo que has heredado de tus padres, conquístalo para que te pertenezca. Hay que poner algo de nuestra parte, no se puede vivir de las rentas.
No se nos pide nada del otro mundo. Para conquistar la vida eterna, haz esta vida posible a los otros, particularmente a los que están tirados en la cuneta. Y se nos pide que nos mostremos agradecidos a nuestro prójimo, a todo el que nos ha visto más o menos tirados en la cuneta y nos ha hecho de nuevo la vida posible. Lo fundamental, lo más importante de todo, es volvernos más conscientes del amor de Dios, el primero que nos ha hecho la vida posible; de la manifes¬tación de este amor en Jesús, y de la necesidad de amar a los demás, en la medida de lo posible, de la misma manera.
Otro detalle. El doctor de la ley, al responder a Jesús, no dice la palabra “samaritano”. Habla de “el que lo trató con misericordia”. Ese pagano supo hacerse el prójimo. Porque el que sabe convertirse en prójimo, el que se acerca y es capaz de amar, ése demuestra haber asimilado el comportamiento del mismo Dios. A veces nos da miedo pronunciar ciertas palabras, porque podemos hacer realidad aquello que significan y que no queremos ver.
Quizá el final del texto, otro de los detalles que a lo mejor se nos escapa, porque ya nos lo sabemos, nos dé una pista. Vete y haz tú lo mismo. No dice entiéndelo o estás de acuerdo. No se trata de saber muchas cosas teóricamente, o de estudiar muchos libros, o de cumplir las normas sin más. Se trata de amar a Dios y de amar al prójimo. Lo dice san Pablo, si no tengo amor, nada soy. De nada valen los rezos del sacerdote que bajaba por el camino, pero no atendió al herido (aunque la profesión quede un poco perjudicada), o la oración del levita, que tampoco hizo nada. Lo dice la carta de Santiago, muéstrame tu fe sin obras, que yo por mis obras te mostraré mi fe. Vale más el gesto del samaritano, porque demuestra amor.
Hazte prójimo de quien está en necesidad y heredarás la vida. La parábola lleva un mensaje explosivo: quien ama al prójimo ama ciertamente también a Dios (cf. 1 Jn 4,7). Quizás lo rechace de palabra, pero en realidad no está rechazando a Dios sino solamente a una falsa imagen suya. Los “samaritanos” que aman al hermano, quizás sin saberlo, están adorando a Dios.
Y que no se nos olvide: El precepto que hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas. Basta querer. Pero quererlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas nuestras fuerzas, y pedírselo a Dios. ¿Quieres heredar la vida eterna?"
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)


sábado, 12 de julio de 2025

DIOS NOS CUIDA

 


Ningún discípulo es más que su maestro y ningún criado es más que su amo. El discípulo debe conformarse con llegar a ser como su maestro, y el criado, como su amo. Si al jefe de la casa llaman Beelzebú, ¿cómo llamarán a los miembros de su familia?
No tengáis, pues, miedo a la gente. Porque nada hay secreto que no llegue a descubrirse ni nada oculto que no llegue a conocerse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz del día; lo que os digo en secreto, proclamadlo desde las azoteas de las casas. No tengáis miedo a quienes pueden matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede destruir el cuerpo y el alma en el infierno.
¿No se venden dos pajarillos por una pequeña moneda? Sin embargo, ni uno de ellos cae a tierra sin que vuestro Padre lo permita. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de la cabeza los tenéis contados uno por uno. Así que no tengáis miedo: vosotros valéis más que muchos pajarillos.
Si alguien se declara a favor mío delante de los hombres, también yo me declararé a favor suyo delante de mi Padre que está en el cielo; pero al que me niegue delante de los hombres, también yo le negaré delante de mi Padre que está en el cielo.

Dios nos cuida; por eso en el Evangelio, Jesús nos dice muchas veces: "no tengáis miedo..." Debemos enraizar nuestra vida en Dios. Debemos confiar; porque incluso aquello que puede parecernos una desgracia en nuestra vida, puede, más tarde, ser positivo. Las dificultades nos ayudan a crecer. Confiemos en Él. Dios nunca nos abandonará.
  
" (...) El Evangelio sigue el discurso misionero de Jesús a sus discípulos. Tres veces repite Jesús la expresión “no tengáis miedo”. Es la recomendación de nuestro Señor, pues bien sabe Él lo que el miedo es capaz de hacer cuando se instala en nuestro corazón: paraliza, acobarda, desanima, cansa… Nos hace vernos de manera disminuida; agiganta y exagera la realidad haciéndola ver como el monstruo que no es; nos impide mirar hacia adelante, con perspectiva; nos hace creer que no somos capaces de afrontar nuestros retos más complejos. Si nos dejamos arrastrar por el miedo, quedamos anulados.
Qué bonita esta expresión que dice: “el miedo llamó a mi puerta, salió a abrir la fe, y no había nadie”.
Que la Virgen María, a la que recordamos hoy, como todos los sábados, interceda por nosotros en el combate contra nuestros miedos. Ella, la Madre de la fe y la esperanza."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)