domingo, 10 de diciembre de 2023

PREPARAR SU LLEGADA


Principio de la buena noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios.
 El profeta Isaías había escrito:
“Envío mi mensajero delante de ti
para que te prepare el camino.
 Una voz grita en el desierto:
‘¡Preparad el camino del Señor,
abridle un camino recto!’ ”
 Sucedió que Juan el Bautista se presentó en el desierto bautizando a la gente. Les decía que debían convertirse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonase sus pecados. De toda la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén salían a oirle. Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.
 Juan iba vestido de ropa hecha de pelo de camello, que se sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; y comía langostas y miel del monte. En su proclamación decía:       Después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo.

"En el camino del Adviento, cada año, nos acompañan varias figuras importantes en la Historia de la Salvación. Hoy aparece la primera, Juan el Bautista. El mayor de entre los nacidos de mujer (Lc 7, 28), según dijo el mismo Jesús. Le llegará su turno a la Virgen María, a san José, pero hoy hablamos del Bautista.
Hay un dicho en español, “el que avisa no es traidor”. Me parece que viene bien para empezar el comentario de esta semana. El Señor, nuestro Dios, no juega a «policías y ladrones», ni pretende sorprender a nadie para pillarlo por sorpresa. Por eso no ha dejado nunca de enviar avisos, señales o personas, para que el último día no nos sorprenda desprevenidos. Hasta a su Hijo único nos envió, cuando se cumplió el tiempo. Para “consolar a su pueblo”, que sufría mucho, y sigue sufriendo hoy en día.
De pequeños siempre nos preguntan qué queremos ser de mayores. Si uno quiere ser algo, hay que esforzarse, prepararse, elegir el camino, los estudios… Cuando hay un objetivo, una meta clara, es más fácil entregarse en cuerpo y alma, al cien por cien. Sé lo que quiero y sé lo que debo hacer para conseguirlo. En el estudio, en el trabajo, incluso en el amor… En todos los ámbitos de la vida.
Nosotros, los cristianos, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia, como nos recuerda hoy san Pedro. Esta es nuestra meta. En nuestro mundo, no hace falta ser un genio para verlo, falta mucha justicia. Esta “tierra vieja” necesita muchos retoques. Es necesario cambiar muchas cosas. Y, para eso, necesitamos gente que sea capaz de hacer algo. Cambiar el mundo, no sé, pero sí cambiar un poco cada uno. A mejor, se supone. Si queremos ese mundo mejor, tenemos que hacer algo para arrimar el hombro. Y ayudar a otros a que cambien también.
El Señor es fiel y cumple siempre sus promesas. Lo que pasa es que si ritmo no es nuestro ritmo. Es un ritmo de amor. Quien ama es paciente y sabe esperar. El tiempo avanza de otra manera. También el Señor espera a que el hombre le abra las puertas de su corazón, nos da tiempo para aceptarle y, sabemos, para el Señor, “un día es como mil años y mil años como un día” (2 Pe 3,8).
Además, la venida del Señor no será un regreso glorioso para eliminar a sus enemigos – como anuncian algunas sectas – porque implicaría reconocer que la primera venida, humilde, en el pesebre de Belén, y su sacrificio del Calvario, fueron un fracaso y que, por eso debe volver para, por la fuerza, terminar lo que con dulzura y amor no pudo realizar. No. Todas sus venidas nos hablan de su bondad, de su justicia, de su deseo de no perder a ninguna de sus criaturas. Por eso, “procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables” (2 Pe 3,14).
Hablar del cambio era la misión de los profetas. Como hizo Juan el Bautista. Su lengua era como espada de dos filos, hiriente y provocativa: "raza de víboras" que matan con veneno mortal y a traición, decía a los componentes de una sociedad de clases enfrentadas; "que los valles se levanten, que los montes y colinas se abajen"; su mensaje, como el de Isaías en la primera lectura, era de igualdad. Todos iguales ante Dios. Porque Dios es el único pastor de todo el rebaño. Del único rebaño.
El Bautista testimoniaba con su vida, con su dieta, incluso con su vestimenta. Recordaba a la del gran profeta Elías, no es extraño que le confundieran con él. Llamaba la atención, la gente se interesaba, se acercaba a él para saber cuál era su mensaje. Y cuando le preguntaban al Bautista: "¿qué tenemos que hacer?, aconsejaba realizar obras como ésta: "El que tenga dos túnicas – símbolo de riqueza entonces – que dé una a quien no tiene, y el que tenga de comer, que haga lo mismo". ¡Qué mensaje! ¡Ay si practicáramos hoy esto...! Nos iría a todos mucho mejor. A nosotros, y también a todos los que tiene menos que nosotros. Que son muchos. A unos recaudadores que fueron a bautizarse les dijo: "No exijáis más de lo que tenéis establecido", y a unos soldados que se le acercaron les recomendó: "No hagáis violencia a nadie ni saquéis dinero; conformaos con vuestra paga". Consejos dignos de ser tenidos en cuenta también veinte siglos después. Por todos. Cada uno en lo que pueda.
Compartir, hacer justicia y la no violencia, fue el resumen de su mensaje. Casi nada. En todo caso, una clara invitación a cambiar. Juan fue para su tiempo un rayo de luz, una lluvia de justicia, una llamada a la conversión. Si su doctrina se pusiera en práctica hoy, «otro gallo cantaría» a nuestra sociedad que ha tomado la injusticia y el desorden como ley y norma de vida. Nos hemos acostumbrado. A muchos les parece adecuado, incluso. Porque les va bien en este mundo injusto.
Surge entonces la pregunta: ¿quién será el Elías, o el Juan Bautista, que hoy clame y grite a los grandes que este mundo ha de cambiar, que ya basta de dividir la sociedad mundial entre los pocos que tienen cada vez más y los muchos que tienen cada vez menos? Quizá hoy también podemos decir que «tiene que volver Elías», como esperaban los judíos, o que hace falta un nuevo «precursor» que prepare el camino al Evangelio. Tú puedes ser ese mensajero.
El Adviento va avanzando. Como siempre, cuatro semanas parecen mucho, pero pasan rápido. Esperamos la venida del Salvador. Sabemos que la próxima venida será permanente. Pero Él está viniendo, y llegando sin cesar. Y no es ya el Señor solo, sino el Señor en su Reino. El Reino es el que viene, y viene cada día, ayudado por cada uno de nuestros pequeños gestos, por los latidos de nuestra esperanza comprometida con el Reino."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 9 de diciembre de 2023

EL VERDADERO AMOR

 

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor».
Entonces dice a sus discípulos:
«La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies».
Llamó a sus doce discípulos y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y toda dolencia.
A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones:
- Id a las ovejas descarriadas de Israel. Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis.

Ayer, en el diario Regió7 de la Calatalunya Central, leía un artículo que nos decía que el amor no es suficiente para cambiar nuestro mundo. La pregunta es: ¿qué entendemos por amor? Evidentemente si el amor lo reducimos a un sentimiento, no es suficiente para cambiar nada. Jesús, al ver la muchedumbre sóla, perdida desorientada, se compadece de ellos. Y como los ama, busca, nos llama a cada uno de nosotros, para ayudar, para cambiar nuestro mundo. Y nos dice qué es el verdadero amor. No sólo sentir, sino actuar. Un sentimiento que nos lleva a la acción: curar, "resucitar", limpiar, apartarlos del mal. En una palabra: ENTREGARNOS. Este es el verdadero Amor.

"Jesús itinerante, el que no tiene dónde reposar la cabeza, ni madriguera a la que volver. Jesús en su esencia de camino y de movimiento que busca, que no se conforma con lo dado. Una vida que sale al encuentro de la de muchos y muchas que nunca irían a otros lugares considerados sagrados porque ni siquiera podrían acercarse.
En su deambular Jesús se cruzaba con “muchedumbres extenuadas y abandonadas”, como “ovejas sin pastor”. Personas y grupos cansadas de tanta injusticia o de tanto dolor. Abandono relacionado con su invisibilidad, con su irrelevancia social, con su pecado público, por su condición sexual… Abandonos y agotamientos que también se dan en la actualidad en todas las sociedades y en nuestro mismo Planeta.
Y Jesús descubre que sólo no puede. Una vez más busca a la comunidad, a los hombres y mujeres con los que comparte vida itinerante y que también son enviados a los caminos, a los cruces, a “extramuros”. Jesús con su misión de cuidar a los demás, a los que no cuentan o a los que se han agotado cuidando a otros. Curar, cuidar, acompañar… Comunitariamente y sin olvidarnos de seguir pidiendo porque solos no podemos, porque la mies se sique perdiendo más allá de nuestros horizontes y porque seguimos siendo pocos en esta misión hermosa.
Y lo más importante viene al final: “Gratis lo habéis recibido, dadlo gratis”. Ni faja, ni alforja, sin cobrar favores, sin controlar conciencias, sin buscar primeros puestos y reverencias… Gratis, como Dios."
(Miguel Tombilla cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 8 de diciembre de 2023

ALÉGRATE, NO TENGAS MIEDO, SÍ

 

A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró donde ella estaba, y le dijo:
– ¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está contigo.
 Cuando vio al ángel, se sorprendió de sus palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo:
– María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo: y Dios el Señor lo hará rey, como a su antepasado David, y reinará por siempre en la nación de Israel. Su reinado no tendrá fin.
 María preguntó al ángel:
– ¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?
 El ángel le contestó:
– El Espíritu Santo se posará sobre tiu y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel, a pesar de ser anciana, va a tener un hijo; la que decían que no podía tener hijos está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible.
 Entonces María dijo:
– Soy la esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!
Con esto, el ángel se fue.

El comentario que nos hace Miguel en Ciudad Redonda se puede resumir en estas tres ideas, alégrate, no tengas miedo, sí. María, siempre modelo nuestro, la primera discípula, nos indica lo que debemos hacer nosotros si queremos seguir  su Hijo. Alegrarnos. Ya lo decía santa Teresa: un santo triste es un triste santo. No tener miedo, aunque la vida nos presente situaciones difíciles y dolorosas. Y decir siempre Sí a Dios.

"En este día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María celebramos que el pecado y sus consecuencias no tienen la última palabra y que Dios sigue haciendo presencia misericordiosa en medio de la humanidad.
Con en el relato de la anunciación a María se escenifica el poder de la misericordia que preserva y que capacita para decir sí con la vida. El ángel comienza con el saludo que es el del mismo Dios: “Alégrate María”. La palabra que a veces olvidamos o desechamos otras veces. La historia de la carne de Dios comienza con esta invitación: alégrate. Y nos alegramos en la alegría de esa media niña todavía que casi no entiende lo que está pasando ni lo que va a pasar (ya tendrá tiempo de ir viviéndolo poco a poco, de ir guardándolo en su corazón que entiende desde lo profundo).
Después, casi inmediatamente, la llamada a no tener miedo, cuando lo normal es tenerlo. Pero parece que Gabriel casi le susurra estas palabras para que la tranquilidad se vaya posando: no tengas miedo… María me imagino que seguiría temiendo debido a la descripción de su hijo que el mensajero le hacía… Y por no saber muy bien qué significaba aquello de la sombra del Altísimo que la cubriría o lo de su prima Isabel (de eso se alegra mucho). Pero, quizás, lo que más convenza a su corazón agitado pero esperanzado es la frase final de Gabriel: “Para Dios no hay nada imposible”. En ese instante el “sí” se fue abriendo paso del estómago, pasando por el corazón hasta llegar a los labios: SÍ, así en mayúsculas y negrita, aunque lo pronunciase casi como un susurro. 
Y el ángel, alegrándose como en el anuncio a esa chiquilla, salió casi de puntillas para no romper la hermosura de esas dos letras: SÍ."
(Miguel Tombilla cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 7 de diciembre de 2023

EDIFICAR SOBRE ROCA

 

No todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el reino de los cielos, sino solo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.
Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!

Edificar sobre roca es edificar sobre Jesús. Es enraizar nuestras acciones en su Amor. Hacer lo que Él hizo: amar, entregarse, perdonar...No son nuestras palabras las que nos salvarán, sino nuestras obras hechas en su nombre, hechas con Amor.

"“No todo el que me dice Señor, Señor”, es el aviso a navegantes que hoy nos lanza el Nazareno. No solo lo dice en esta ocasión, el evangelio está salpicado de este tipo de advertencias. Como si las palabras no fuesen suficientemente claras, Jesús pone ejemplos de la vida real que aun los hace más sencillos y accesibles.
Incluso pone dos ejemplos opuestos para hacerlo más evidente. Dos hombres, uno prudente y otro necio, que construyen cada uno su casa, los dos sufren las mismas inclemencias climáticas, pero con distintos resultados. La diferencia es la cimentación de la casa: uno elije la roca y el otro la arena.
Roca o arena en nuestras vidas; apoyarnos en lo que perdura o en lo que nos va llevando de un lado a otro centrándonos en nosotros mismos. Roca no quiere decir rigidez moral, sino buscar cada día afianzarse en el amor que nos asegura la vida que se hace plena entregándose. No se trata de buscar seguridades inmovilistas sino salir de uno mismo, de nuestros intereses diminutos para llevarnos hacia el Evangelio de entrega y de servicio. La arena es más bien arena movediza, nos hunde en ese yo (aunque sea disfrazado de nosotros pequeño) de intereses cortoplacistas y de las antípodas del servicio que se acaban convirtiendo en abusos de distinto tipo. Lo prudente es optar por la imprudencia del amor de jofaina y de toalla, aunque muchas veces no nos resulte beneficioso y, mucho menos, cómodo."
(Miguel Tombilla cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 6 de diciembre de 2023

CURAR Y ALIMENTAR

 

Jesús, saliendo de allí, se fue a la orilla del lago de Galilea; luego subió al monte y se sentó. Mucha gente se reunió donde él estaba. Llevaban cojos, ciegos, mancos, mudos y otros muchos enfermos; los ponían a los pies de Jesús y él los sanaba. De modo que la gente estaba asombrada al ver que los mudos hablaban, los mancos quedaban sanos, los cojos andaban y los ciegos veían. Y todos alababan al Dios de Israel.
 Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. No quiero enviarlos en ayunas a sus casas, no sea que desfallezcan por el camino.
 Sus discípulos le dijeron:
– Pero ¿cómo encontrar comida para tanta gente en un lugar como este, donde no vive nadie?
 Jesús les preguntó:
– ¿Cuántos panes tenéis?
– Siete y unos pocos peces –le contestaron.
 Mandó que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y los peces y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, se los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y todavía llenaron siete canastas con los trozos sobrantes.


Jesús curaba y alimentaba. Es decir, se preocupaba por los demás, se preocupa por nosotros. Y si queremos seguirlo, también nosotros debemos hacer lo mismo. La espiritualidad nos debe llevar a Dios a través de los demás. Es amando al prójimo que amamos a Dios.

"Jesús una vez más dónde se siente a gusto, en su Galilea de mar abierto, de aires de libertad y fraternidad. Galilea de bienaventuranzas, de curaciones… Allí se encuentra con los últimos que pasan a los primeros puestos, a los del Reino: “tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros”. Todos excluidos por una sociedad que descubría el pecado en muchas de las fragilidades de esa lista de personas y de otras muchas personas que no están en ella. Pureza-impureza, sagrado-profano son los opuestos que limitan la vida de muchos seres humanos y que identifican enfermedad con pecado y pecado con exclusión. Una dinámica perversa que hoy sigue estando algo presente en la actualidad. Jesús cura y reintegra en una nueva realidad que es el Reino y, por eso, la “gente se admiraba”.
Pero por si toda esta actividad fuese poca Jesús aun da un paso más y siente más compasión. Se preocupa por algo que parece que a todo el mundo le pasa desapercibido: esas personas tienen hambre. Y la solución no quiere que sea solo de él, por eso involucra a los discípulos para que dejen de ser meros espectadores. Ellos aportan panes y peces, solo unos pocos, pero todo lo que tienen (como la viuda de Sarepta, como S. Francisco, como tantos otros). Con poco se hace mucho, pero ese poco hay que ponerlo y muchas veces nos cuesta.
Con los panes y los peces se hace eucaristía, alimento que se parte, se reparte y que sacia. Aún más, se desborda hasta tener que recoger las sobras, porque nada se desperdicia en la dinámica del Reino."
(Miguel Tombilla cmf, Ciudad Redonda)

martes, 5 de diciembre de 2023

LOS PEQUEÑOS

  


En aquel momento, Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer.
Volviéndose a los discípulos les dijo aparte: Dichosos quienes vean lo que estáis viendo vosotros, porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon oir lo que vosotros oís, y no lo oyeron.

Es una constante en las enseñanzas de Jesús. Son los sencillos los que realmente captan la realidad de Dios. El orgullo, la prepotencia, nos alejan de Dios, porque también nos alejan de los demás. Sólo el sencillo es capaz de amar. Y a Dios solamente se llega por el Amor.

"Este evangelio lo podríamos considerar como la piedra Rosetta de los demás textos. En él se detalla quienes son los que entienden el mensaje: “los pequeños”. El mensaje llega a muchos, como la semilla que se lanza a boleo sin prever dónde va a caer.
La revelación, el conocimiento profundo (no solo la escucha superficial) la decide el Padre, él es quien toma la iniciativa. Pero no solo la de comunicar, sino también la de “esconder”. Los “sabios y los entendidos” no pueden entender correctamente la Buena Noticia. Y no porque sean incapaces de hacerlo por ellos mismos, sino porque el mensaje les llega codificado por parte del Padre.
De este modo los sabios y entendidos quedan enfrentados a los sencillos. Son dos maneras de vivir y de entender lo que se está viviendo. Dos maneras de acercarse a una imagen u otra de Dios, la Iglesia, a la comunidad y a la sociedad.
Son preciosas las últimas líneas de la narración, la bienaventuranza que también está dirigida a cada uno de nosotros. Vemos y oímos lo que muchos profetas y reyes quisieron ver y oír y no lo consiguieron. Somos bienaventurados, somos profetas y reyes y sacerdotes, todos. Pero todos iguales, esencialmente hermanos y hermanas. Somos lo que Dios quiere que seamos y lo que nosotros queramos aceptar de Dios. Somos o el Padre quiere que seamos sencillos, por lo menos que nos abramos a este regalo."
(Miguel Tombilla cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 4 de diciembre de 2023

NO SOMOS DIGNOS

  


Al entrar en Cafarnaún, un centurión romano se le acercó para hacerle un ruego. Le dijo:
– Señor, mi asistente está en casa enfermo, paralítico, sufriendo terribles dolores.
 Jesús le respondió:
– Iré a sanarlo.
– Señor – le contestó el centurión –, yo no merezco que entres en mi casa. Basta que des la orden y mi asistente quedará sanado. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene; y cuando ordeno a mi criado que haga algo, lo hace.
 Al oir esto, Jesús se quedó admirado y dijo a los que le seguían:
– Os aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe como este hombre. Y os digo que muchos vendrán de oriente y de occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.

El centurión nos da varias lecciones. La mayor es la de la humildad. Ante Jesús todos somos indignos. Nosotros alardeamos de nuestras buenas acciones, pero estas no valen nada si falta el Amor. Y cuando están llenas de Amor no vamos proclamándolas por ahí. 
Y Jesús nos dice claramente que la salvación es para todos. Nadie tiene privilegios. Lo que se necesita es Fe.

"Comenzamos el Adviento y lo hacemos con un personaje que queda en la memoria de los cristianos y cristianas de muchas generaciones.  Jesús dijo de él: “En verdad os digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe”. Un centurión era alguien importante, no por su relevancia moral sino por su poder y su capacidad de generar miedo a su alrededor en nombre del Imperio. Cien soldados estaban a su cargo, sabía lo que era mandar y la debida obediencia, por ello se relaciona con Jesús desde estos parámetros.
Sorprenden varias cosas. Lo primero que su petición de curación es para un criado. En principio, alguien que no tiene por qué tener un lazo afectivo. Pero parece que había algo especial entre ellos, aunque no sepamos qué.
Otra cosa que llama la atención es que el centurión recurre a Jesús, un pagano a un judío. Distintos religiosamente, culturalmente, a nivel de estatus social… A pesar de todo lo busca y, lo más sorprendente, no solo se encuentran, sino que se entienden profundamente.
Y lo último, aunque habría mas detalles, es la frase que queda en el recuerdo de cada uno de nosotros: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para “sanarme”. La salvación que no depende de la dignidad de nadie, La salvación que entra en nuestras casas con la Palabra y en la Palabra. Salvación nunca merecida, pero sí regalada por Jesús que la abre a la Creación entera, a la toda la Casa común: “Vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos”"
(Miguel Tombilla cmf, Ciudad Redonda)