martes, 21 de mayo de 2024

SER PEQUEÑO PARA SER GRANDE

 

Cuando se fueron de allí, pasaron por Galilea. Pero Jesús no quiso que nadie lo supiera, porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía:
– El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero tres días después resucitará.
Ellos no entendían estas palabras, pero tenían miedo de hacerle preguntas.
Llegaron a la ciudad de Cafarnaún. Estando ya en casa, Jesús les preguntó:
– ¿Qué veníais discutiendo por el camino?
Pero se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre cuál de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo:
– El que quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y servir a todos.
Luego puso un niño en medio de ellos, y tomándolo en brazos les dijo:
– El que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no solo me recibe a mí, sino también a aquel que me envió.

La humildad no está de moda. De hecho no lo ha estado nunca. Alos hombres nos gusta figurar, que nos alaven...Y Jesús quiere que seamos servidores. Seremos más importantes para Dios, cuanto más nos entreguemos a los demás. Ayudar sin vanagloriarnos de ello; porque podemos caer en la trampa de la falsa humildad; hacer como que servimos para que nos alaben. Jesús nos dijo en otro lugar, que la mano izquierda no de be saber lo que hace la derecha. El servicio debe ser algo natural en nosotros y que no busque respuesta. No es fácil. 

El Evangelio nos recuerda quién es el más importante para Jesús. Los Discípulos no lo acababan de entender, porque les costaba conectar con la onda del Maestro. No se trata de ser el más listo, o el más fuerte, o el más rápido. Consiste en ser el más humilde, el servidor de todos, pequeño como un niño que, confiado, se deja llevar por sus padres.
Era mucho lo que no entendían los Apóstoles. Es mucho lo que no entendemos nosotros. Nos cuesta comprender, en muchas ocasiones, lo que nos pasa y por qué nos pasa. Puede que también nos dé miedo preguntarle al Señor sobre todo lo que no entendemos. Quizá convenga ser un poco como los niños, que preguntan a tiempo y a destiempo. Hablar con Dios de aquello que nos preocupa, y que deberíamos poner más en sus manos. No sentirnos los dueños absolutos de nuestra vida, sino los administradores de aquello que nuestro Dios nos ha legado.
Es verdad que Jesús sufrió, y murió, Pero, lo más importante, resucitó, como había dicho. Con su estilo de vida, en obediencia a la voluntad del Padre, nos marcó el camino. Que seamos capaces de acogerlo y seguirlo, con la confianza de un niño. Porque acogiendo a Jesús, acogemos al Padre, que lo ha enviado.
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 20 de mayo de 2024

NUESTRA MADRE, MARÍA

  


Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre y junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, dijo a su madre:

– Mujer, ahí tienes a tu hijo.
Luego dijo al discípulo:
– Ahí tienes a tu madre.
Desde entonces, aquel discípulo la recibió en su casa.
Después de esto, como Jesús sabía que ya todo se había cumplido, y para que se cumpliera la Escritura, dijo:
– Tengo sed.
Había allí una jarra llena de vino agrio. Empaparon una esponja en el vino, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús bebió el vino agrio y dijo:
– Todo está cumplido.
Luego inclinó la cabeza y murió.
Era el día de la preparación de la Pascua. Los judíos no querían que los cuerpos quedasen en las cruces durante el sábado, pues precisamente aquel sábado era muy solemne. Por eso pidieron a Pilato que ordenara quebrar las piernas a los crucificados y quitar de allí los cuerpos. Fueron entonces los soldados y quebraron las piernas primero a uno y luego al otro de los crucificados junto a Jesús. Pero al acercarse a Jesús vieron que ya había muerto. Por eso no le quebraron las piernas.
Sin embargo, uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza, y al momento salió sangre y agua.

Juan nos representa a todos al pie de la Cruz. Allí recibe a María como madre. Allí la recibimos todos los miembros de la Iglesia. Ella nunca nos abandona y nos dirige hacia su Hijo. Ella, aceptando su destino, haciéndose esclava de Dios, nos sirve de modelo para aceptar lo que el Padre quiere de nosotros. 

"Una buena forma de reanudar el tiempo ordinario, después de la Cuaresma, la Semana Santa y la Pascua. Después de recibir el Espíritu Santo, impulsados por ese fuego abrasador, se nos presenta para la reflexión a Santa María, Madre de la Iglesia.
Desde 2018, el Papa Francisco fijó la memoria de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, en el lunes siguiente a la solemnidad de Pentecostés, el día en que nace la Iglesia. Se nos recuerda que la maternidad divina de María se extiende, por voluntad del mismo Jesús, a todos los hombres, así como a la Iglesia.
Es lo que el Evangelio de Juan hoy nos narra. Al pie de la cruz, varias mujeres, y el Discípulo amado.  De alguna manera, vemos a María fiel desde el principio hasta el final. Aquel “sí” que dio un día, ya lejano, en Galilea, aceptando la voluntad de Dios, se confirma especialmente en esos momentos tan duros, cuando la profecía de Simeón – una espada de dolor te atravesará el corazón – se hace realidad.
Lo que las lecturas de hoy nos recuerdan es la unión entre la madre de la humanidad y la Madre de la Iglesia. De la primera Eva, que nos trae la calamidad al mundo, a la nueva Eva, madre de la Iglesia.
El caso es que todo lo bueno, todo lo que Dios hizo bien, muy bien, comienza a estropearse por culpa del desordenado deseo de ser como Dios.  Por ese deseo, la espiral de la mentira no deja de crecer. Nadie quiere reconocer su error, y, cual Poncio Pilatos cualquiera, se lavan las manos y echan la culpa a otro. Es algo que nos suena, quizá. Cuesta aceptar la propia limitación, reconocer que no todo lo hacemos bien y que en ocasiones nos equivocamos o, en términos religiosos, pecamos. Se rompe el vínculo entre el hombre y Dios. La deuda originada por este “pecado original” es tan grande, que sólo la intervención del mismo Dios puede reparar la situación.
La muerte en la cruz del Dios – hombre es la manera de pagar por esa deuda infinita. La crucifixión de Jesús permite rellenar el abismo que separaba al hombre de Dios. Desde ese momento, volvió la esperanza a la humanidad. Y, como no podía ser de otra manera, la Virgen María está en el centro de los acontecimientos. Antes de morir, Jesús confía a su Madre al Apóstol amado, y, por extensión, a toda la Iglesia. La Madre de Cristo se convierte en la Madre de la Iglesia. En nuestra Madre. Eso es otro motivo para la esperanza, porque no hay mejor abogado que una madre amorosa.
En todo caso, la Liturgia nos recuerda, con periodicidad que, incluso en los peores momentos, de alguna manera, Dios se ocupa de nosotros. A través de la comunidad, de los sacramentos, de la oración, de la intercesión de la Virgen María, de los méritos del mismo Jesús, siempre escucha nuestras súplicas, incluso las que no nos atrevemos a formular, e intenta que nuestra voluntad acepte y encaje en sus planes. Que son siempre para nuestro bien."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 19 de mayo de 2024

LA FUERZA DEL ESPÍRITU

 


Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo:
– ¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros.
Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió:
– Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.

Hoy recordamos que hemos recibido el Espíritu Santo. El que hace que perdonemos y seamos perdonados. El que nos impulsa a ayudar, a hacer el bien, a entregarnos a los demás: porque el Espíritu Santo es el Amor. Las llamas de fuego, son las del fuego del Amor. 

Ha llegado. El soplo del Espíritu que inspiró a la Iglesia primitiva, que es el mismo que se derramó sobre cada uno de nosotros el día de nuestro Bautismo. Ya está aquí. Hemos vivido la Pascua. Hoy, cincuenta días después de la Pascua de Resurrección, coronamos este tiempo: la Pascua de Resurrección culmina en esta Pascua de Pentecostés. El Señor Resucitado entrega a los discípulos su Espíritu; el Señor resucitado y ascendido envía su Espíritu a la primera comunidad cristia­na. El Espíritu es, pues, el fruto maduro de la Pascua de Jesús.
En el Antiguo Testamento, en la aparición de Dios a los hebreos en el Sinaí, Moisés recibió los Mandamientos en medio de truenos, relámpagos y llamas de fuego. El evangelista Lucas, para que todos lo entendieran, usa el mismo modelo. Se cierra el círculo. Lo que en Babel provocó la dispersión de todos los pueblos de la tierra, la división de la humanidad con las distintas lenguas (Gn 11, 1-9), se supera ahora por la obra y gracia del Espíritu, en el día de Pentecostés. Todos entienden a todos. Se vuelve a formar una sola familia. Y el nexo de unión, el pegamento es el amor que Dios nos tiene.
Se nos aclaran varias cosas en esta solemnidad. Sabemos que, sin el Espíritu de Dios, no podemos conocer a Dios. Per te sciamus da Patrem,        noscamus atque Filium, teque utriusque Spiritum, credamus omni tempore(Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti, que eres el Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo) dice el texto del Veni Creator Spiritus, Es por su gracia que llegamos a entrar en la profundidad de la vida de Dios.
También caemos en la cuenta de que, sin el Espíritu de Dios no podemos amar a Dios: «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu que se nos ha dado» (Rom 5,5). Cuanto más abiertos estemos a la acción de ese Espíritu, más capaces seremos de poder amar, como Dios nos ha amado.
Sin el Espíritu de Dios no podemos tomar parte en las cosas de Dios Participar en los misterios o sacramentos: agua y Espíritu; dones eucarísticos y Espíritu. Participamos en la vida diaria, en ese culto o liturgia existencial que es la vida diaria de los movidos por el Espíritu de Dios que son, así, gratos a Dios: éstos son mis hijos amados en quienes tengo mis complacencias. Lo que se escuchó en el Bautismo de Jesús. Lo que se escucho en el Bautismo de cada uno de nosotros.
Sin el Espíritu de Dios no podemos orar a Dios. Uno de los dones del Espíritu es justamente el don de piedad, por el que nos podemos sentir hijos de Dios y se crea sintonía y suavidad para escuchar a Dios y acogerlo y para volvernos a Él y hablarle a semejanza del modo confiado en que Jesús hablaba al Padre. «Y la prueba de que sois hijos es que Dios envió a vuestro interior el Espíritu de su Hijo, que grita: ¡Abba! ¡Padre!» (Gal 4,6).
Sin el Espíritu de Dios no podemos desear a Dios. Son muchos los salmos que hablan de la sed de Dios. Estaría bien releerlos en esta clave pentecostal, v.gr. el salmo 42 o el salmo 63. Que tengamos siempre deseo de esa agua viva.
Sin el Espíritu de Dios no podemos dar testimonio de Dios. Es el Espíritu el que nos ayuda a cumplir con la misión que Dios nos ha encomendado. Gracias a Él, podemos ser referencia para los demás, para que, al vernos, sepan que somos creyentes. En lo que decimos y en lo que hacemos.
El apóstol Pablo recurre a la imagen del cuerpo para hablar de la Iglesia. Porque también en el cuerpo cada miembro tiene su función. Y todos dependen los unos de los otros. Y, si nos duele un pie, o una muela, todo el cuerpo está incómodo. En esta Iglesia nuestra, santa y pecadora, es el Espíritu el que nos mantiene unidos. Los diversos carismas, las gracias recibidas de Dios, nos ayudan a formar un solo cuerpo. Somos diferentes. Pero somos iguales.
El Evangelio vuelve a presentarnos a Jesús con sus discípulos, el primer día de la semana. Ya vimos en la primera semana de Pascua que es en la comunidad donde se encuentra al Resucitado, cuando están todos juntos. Es lo que celebramos cuando nos reunimos en el nombre del Señor. Porque fuera de la comunidad hace frío, y no se reconoce a Cristo, como les pasó a los discípulos de Emaús.
El Maestro se presenta en medio de sus discípulos, deseándoles la paz. La paz de Cristo lleva la alegría, e invita a salir, a unirse a la misión, para compartirla. En la comunidad se siente la paz de Dios, y se puede sentir el perdón. Estando en paz, se puede luchar contra el mal, en todos los sentidos, contra el pecado, para que el mundo sea un lugar mejor. Hay que crear las condiciones, primero en el corazón de cada uno, y luego en nuestros grupos, para que ese regalo que es el perdón de Dios no sea algo sólo nuestro, sino que llegue a todo el mundo. Esa paz, esa alegría, debe ser universal. Como nuestra Iglesia.
Termina, pues, con esta solemnidad el tiempo pascual. Se reanuda el tiempo ordinario (que no aburrido) con lo que tiene de vuelta a la rutina, que es donde nos movemos la mayor parte del tiempo. No estamos solos, nos va llevando el Espíritu. Déjate llevar. Siempre será para tu bien.
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 18 de mayo de 2024

TERMINA EL TIEMPO DE PASCUA

 


Pedro se volvió y vio que detrás de él venía el discípulo a quien Jesús quería mucho, el mismo que en la cena había estado junto a él y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?” Cuando Pedro le vio, preguntó a Jesús:
– Señor, ¿y qué hay de este?
Jesús le contestó:
– Si yo quiero que permanezca hasta mi regreso, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme.
Por esto corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho que no moriría, sino: “Si yo quiero que permanezca hasta mi regreso, ¿qué te importa a ti?”
Este es el mismo discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito. Y sabemos que dice la verdad.
Jesús hizo otras muchas cosas. Tantas que, si se escribieran una por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse.

Pero quiere saber qué será de Juan. Jesús le dice que no se preocupe, que lo que ha de hacer es seguirle. Lo mismo nos dice a nosotros. No debe preocuparnos la voluntad de Dios sobre los otros. Seguro que es lo mejor para ellos. Nosotros sólo debemos tener una preocupación: seguirle.

"Termina el tiempo de Pascua. Mañana ya es Pentecostés. Y empieza otra historia. O continúa. Porque la historia del compromiso de Dios con los hombres comenzó hace mucho. Comenzó cuando todavía no existía ni el primer hombre ni la primera mujer. Comenzó cuando el amor de Dios se materializó en nosotros, cuando nos creó y nos trajo a la vida. Desde entonces Dios ha estado de nuestra parte. A pesar de los pesares, a pesar de todas las que hemos liado. En todo este tiempo, Dios no ha dejado de confiar en nosotros, de apostar por nosotros. Y, por tanto, de abrirnos un futuro de esperanza. No es una ilusión. ¡Quién puede ser más realista sobre lo que somos las personas que el mismo Dios que conoce de primera mano de lo que somos capaces. Lo experimentó en su hijo, asesinado en la cruz precisamente por los que decían ser los representantes suyos, de Dios, en la tierra. Y a pesar de eso sigue creyendo en nosotros. Levantó a la vida a su hijo, lo resucitó. Y en su resurrección nos abrió el camino y la esperanza a todos los demás.
Hoy termina una parte de la historia. Los discípulos, los apóstoles, nos han dado testimonio de primera mano. Ellos vieron y tocaron al que es la fuente de la vida. Fueron Juan o Pablo o Marcos o Mateo o Lucas o Santiago o tantos otros de los que no conocemos el nombre.
Pero su testimonio no se dirige solo a que estemos informados de unos hechos históricos. Ellos nos dan testimonio para que creamos que en esos hechos sobre Jesús descubramos la presencia del Hijo de Dios. Los Evangelios no son libros históricos sino libros de fe. Están escritos para que creamos.
Han sido siete semanas celebrando la Pascua, la Resurrección de Jesús. Y en ella nuestra propia resurrección. Hemos entrado en una nueva vida. Ahora somos conscientes, creemos, que Dios está de nuestro lado, que está comprometido con nosotros. Y que a pesar de ese mal que sabemos que está dentro de nosotros y que de vez en cuando nos domina, Dios está de nuestro lado. Dios cree en nosotros. Y su amor y su misericordia llenan nuestro corazón. Realistas pero llenos de esperanza. Así terminamos de celebrar la Pascua por este año."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 17 de mayo de 2024

AMARLO DE VERDAD


 
Cuando ya habían comido, Jesús preguntó a Simón Pedro:
– Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?
Pedro le contestó:
– Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
– Apacienta mis corderos.
Volvió a preguntarle:
– Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Pedro le contestó:
– Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
– Apacienta mis ovejas.
Por tercera vez le preguntó:
– Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro, entristecido porque Jesús le preguntaba por tercera vez si le quería, le contestó:
– Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
– Apacienta mis ovejas. Te aseguro que cuando eras más joven te vestías para ir a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá y te llevará a donde no quieras ir.
Al decir esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro había de morir, y cómo iba a glorificar a Dios con su muerte. Después le dijo:
– ¡Sígueme!

Como a Pedro, Jesús nos pregunta si le amamos. Si le amamos que los demás. No se trata de un amor cualquiera. Él nos pide el Amor. Sólo si le amamos así, podremos apacentar sus ovejas.
A Pedro se lo pregunta tres veces, porque le había negado tres veces. A nosotros nos lo pide cada día, porque siempre le negamos olvidándonos de Él. Pero sólo con nuestra entrega, con nuestro Amor total, podremos seguirlo. Es así que podremos compartir su Palabra con todos los demás.

Me atrevo a decir que lo más importante de este Evangelio es el final: “Dicho esto, añadió: ‘Sígueme’.” En esta palabra de Jesús se manifiesta lo más auténtico de la actitud de Dios con el hombre. No solo con Pedro sino con cada uno de nosotros. Es una actitud llena de confianza y de fe en nuestras posibilidades. Es una fe que va mucho más allá de lo que se podría esperar humanamente de una persona, de sus posibilidades reales. Mucho más allá de la experiencia vivida. Es verdaderamente una fe capaz de recrear a la persona y de abrirnos un futuro nuevo. Es una fe que no desfallece. Es una fe más fuerte que la muerte.
Me hace pensar que tendríamos que dar la vuelta al discurso sobre la fe. Siempre estamos poniéndonos nosotros como sujeto. Yo creo en Dios, es lo que solemos pensar. Una vez más nos colocamos nosotros en el centro de universo. Diría que la fe es, ante todo y en primer lugar, exactamente lo contrario: Dios cree en mí. Dios cree en cada uno de nosotros. Y, como decía un profesor mío jugando con las palabras: porque Dios cree en nosotros, nos crea, nos transforma, nos convierte en algo nuevo, capaz de salir de los laberintos, en los que andamos usualmente perdidos. Es Dios el que cree en nosotros. Y por eso existimos. Y por eso somos. Y por eso tenemos futuro. El futuro de Dios es nuestro. Y lo más importante, Dios cree en nosotros a pesar de todos los pesares, a pesar del desastre que somos. Dios sigue creyendo en nosotros y creándonos, tozudo, obstinado, porfiado, terco.
Eso es lo que me dice este texto del evangelio de hoy y, sobre todo, su final. Jesús podía haber mandado a Pedro al último puesto. Lo podía haber condenado a la gehena. Sabía que era un bocazas inveterado (recordemos sus negaciones en el momento de la pasión y sus promesas previas de no abandonar nunca a Jesús), que era miedoso y cobarde. Lo sabía perfectamente. Pero Jesús, ya el Resucitado, sigue creyendo y confiando en él. Le confirma como el que tiene que cuidar a los demás. Y al final, le vuelve a repetir aquella invitación que hacía tiempo le había hecho al borde del lago: “Sígueme.”
Así nos cree y nos crea Dios. ¡Cuánta ternura! ¡Cuánta capacidad de perdonar y de confiar! ¿Nos vamos pareciendo a él en nuestra vida?
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 16 de mayo de 2024

JESÚS ORA POR NOSOTROS

 

No te ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí al oir el mensaje de ellos. Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa como tú y yo somos una sola cosa: yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno y así el mundo sepa que tú me enviaste y que los amas como me amas a mí. Padre, tú me los confiaste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la creación del mundo. Padre justo, los que son del mundo no te conocen; pero yo te conozco, y estos también saben que tú me enviaste. Les he dado a conocer quién eres, y seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y yo mismo esté en ellos.

Jesús ora al Padre por nosotros. Nunca debemos perder la esperanza por grandes que sean nuestros problemas. Él pide por nosotros y nos revela quién es el Padre: Amor. Por eso todos debemos estar unidos en el Amor.

"El texto evangélico de hoy es uno de esos que me hace sonreír, me hace sentirme consolado y mirar al presente y al futuro del mundo, de la iglesia y de mi propia vida con esperanza. ¡Hemos estado presentes en la oración de Jesús!
Cuántas veces hemos orado y… hemos desesperado casi al mismo tiempo. Cuántas veces nos ponemos a pensar en nuestro mundo, en la realidad del hambre y la injusticia, en los políticos que parece que no hacen nada para solucionarlo más allá de buscar su propio interés, en el deseo de poder y riquezas que llenan el corazón de tantos, en las escenas de insolidaridad que vemos a nuestro alrededor. Y, si somos sinceros, basta también con ser honestos con nosotros mismos y mirarnos al espejo (habiéndonos quitado previamente la coraza protectora en que nos solemos envolver para quedar bien antes los demás y ante nosotros mismos, claro), para darnos cuenta de que tampoco en nosotros es oro todo lo que reluce. Ni mucho menos. Lo natural sería caer en el pesimismo y la desesperanza absoluta. No hay salida. No hay futuro.
Pero es que ha sido el mismo Jesús el que ha orado por nosotros al Padre: “Padre Santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos.” Y luego Jesús pide para que nos insertemos en esa corriente de vida, de amor, de unidad, de fraternidad que nace de su Padre y de él mismo. Quizá no sean estas exactamente las palabras que pronunció Jesús –no creo que hubiese un escriba al lado de Jesús anotando sus palabras una por una–. Pero me basta pensar que cada uno de nosotros ha estado presente en el corazón de Jesús, en su amor. Me basta pensar que cada de nosotros somos importantes para él.
Ese pensamiento ya me hace levantarme de la postración y mirar mi presente y mi futuro con esperanza. Y descubrir en cada uno de los que me rodean un hermano o una hermana amado por Jesús. Me hace sentir que este mundo tiene un futuro mejor por delante y que ese futuro es el Reino. Y me hace sentirme comprometido en trabajar por la justicia, por la fraternidad, por la reconciliación, aunque no termine de ver los resultados en el día a día. Porque en nosotros, en cada uno, está presente el amor que es Dios, aunque no lo veamos ni sintamos."

(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 15 de mayo de 2024

TODOS UNIDOS

 

Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo. Cuando estaba con ellos en este mundo, los cuidaba y los protegía con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado. Y ninguno de ellos se perdió, sino aquel que ya estaba perdido, para que se cumpliera lo que dice la Escritura.
Ahora voy a ti; pero digo estas cosas mientras estoy en el mundo, para que ellos se llenen de la misma perfecta alegría que yo tengo. Yo les he comunicado tu palabra; pero el mundo los odia porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del mal. Así como yo no soy del mundo, tampoco ellos son del mundo. Conságralos a ti por medio de la verdad: tu palabra es la verdad. Como me enviaste a mí al mundo, así yo los envío. Y por causa de ellos me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados por medio de la verdad.

Jesús, antes de partir, no nos quiere dejar solos y abandonados. Pide al Padre que nos proteja. Quiere que estemos unidos. Estar unidos no significa ser todos iguales, pensar lo mismo...Permanecer unidos es amarnos, respetarnos, considerarnos hijos del mismo Padre.
Jesús no quiere que nos saquen del mundo. El cristiano no debe ser alguien aislado, formando un gueto. Todo lo contrario, debemos participar en la sociedad para hacer de este mundo un mundo mejor. Cuando nos dice que no pertenecemos a este mundo, se refiere a que no podemos integrarnos con un mundo egoísta, que va tras el dinero y el poder. Nosotros no somos de este mundo, pero estamos en él para transformarlo; para que el mundo se transforme en el Reino. Para ello debemos consagrarnos con la Verdad, es decir con su Palabra. Allí encontramos la fuente para seguir unidos entre nosotros y unidos con Dios.

martes, 14 de mayo de 2024

NOS HAN DE CONOCER POR EL AMOR

  

Yo os amo como el Padre me ama a mí; permaneced, pues, en el amor que os tengo.  Si obedecéis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo obedezco los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
 Os hablo así para que os alegréis conmigo y vuestra alegría sea completa. Mi mandamiento es este: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No hay amor más grande que el que a uno le lleva a dar la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que mi Padre me ha dicho. Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os he escogido a vosotros y os he encargado que vayáis y deis mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Esto es, pues, lo que os mando: Que os améis unos a otros.

El centro del evangelio de Juan es el Amor. El texto de hoy insiste en su importancia. Nos pide que permanezcamos en su Amor y que nos amemos los unos a los otros. Este debe ser el signo distintivo de sus discípulos, de los cristianos. Los primeros seguidores de Jesús hacían exclamar a sus conciudadanos: ¡mirad cómo se ama!
El Amor nos lleva a la verdadera alegría. El Amor nos lleva a la entrega total. Sólo así cambiaremos la sociedad. Sólo así anunciaremos la Buena Nueva a todos. Sólo así daremos mucho fruto. 
Y no olvidemos que Él nos escogió a nosotros. Que Él nos ama con el Amor total. Nosotros lo que debemos hacer es compartir este Amor con todos.




lunes, 13 de mayo de 2024

VENCER AL MUNDO

  

Entonces dijeron sus discípulos:
– Ahora estás hablando con claridad, sin usar comparaciones. Ahora vemos que sabes todas las cosas y que no es necesario que nadie te haga preguntas. Por esto creemos que has venido de Dios.
Jesús les contestó:
– ¿Así que ahora creéis? Pues llega la hora, y ya es ahora mismo, cuando os dispersaréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo. Aunque no estoy solo, puesto que el Padre está conmigo. Os digo todo esto para que encontréis paz en vuestra unión conmigo. En el mundo habréis de sufrir, pero tened valor, yo he vencido al mundo.

Vencer al mundo es vencer al mal. Jesús ha vencido al mal, por eso no debemos temer. Como los discípulos, nos dispersaremos, le abandonaremos...pero Él seguirá amándonos y no nos abandonará nunca. Esta es la esperanza que nos ha de dar fuerza para seguir anunciando la Buena Nueva como se nos pedía en el evangelio de ayer. Aunque las cosas no nos salgan bien, suframos y pensemos que estamos solos, Él siempre está junto a nosotros. Él es nuestra fuerza.

"Los discípulos le dicen a Jesús en el texto evangélico de hoy que “Ahora sí que hablas claro: por ello creemos que saliste de Dios”. Da la impresión de que han recorrido un largo camino desde que se encontraron por primera vez con Jesús a la orilla del lago, dejaron las redes y se fueron con él por los caminos de Galilea. Pero, si seguimos leyendo el texto evangélico, vemos que no han llegado a la meta. Dice Jesús que llegará la hora en que se van a dispersar y le van a dejar solo. Conclusión: no ha terminado su aprendizaje.
Es que eso de ser discípulo de Jesús no es como hacer una carrera. En la carrera se estudian unas asignaturas, se hacen unas prácticas, se presenta el trabajo final y ya. La carrera está concluida. Se ha llegado a la meta. Y el que era estudiante se puede colocar de maestro. El discipulado no se parece a eso. Es algo muy distinto. Porque no se trata de aprender ideas (como si fuese la carrera de teología, por ejemplo) sino de seguir a Jesús, de ir aprendiendo paso a paso de sus actitudes, de su estilo de vida, de su forma de relacionarse con los demás, de su preferencia por los pobres y marginados más allá de todo criterio de prudencia, de su trabajo incesante por crear fraternidad y justicia, que no otra cosa es el Reino de Dios.
El discipulado es convivencia con Jesús. Es hacer de él el compañero nuestro de cada día. Es ir haciendo de sus caminos nuestros caminos, de sus preferencias de vida nuestras preferencias de vida. Es ir haciendo camino con él y, si es implica llegar a la cruz, llegar con él. Es ir aprendiendo a confiar en el Padre como él confió hasta en los momentos más negros, el momento de la cruz, el momento en que se sintió abandonado por todos, hasta por su Padre. Y creer, teniendo muy presentes las palabras con que termina el texto evangélico de hoy: “Os he hablado de esto para que encontréis la paz en mí… Tened valor: yo he vencido al mundo”."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 12 de mayo de 2024

ANUNCIAR LA BUENA NUEVA

 

Y les dijo: Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea será condenado. Y estas señales acompañarán a los que creen: en mi nombre expulsarán demonios; hablarán nuevas lenguas; cogerán serpientes con las manos; si beben algún veneno, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos, y los sanará.
Después de hablarles, el Señor Jesús fue elevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Los discípulos salieron por todas partes a anunciar el mensaje, y el Señor los ayudaba, y confirmaba el mensaje acompañándolo con señales milagrosas.

Jesús nos invita a ir por todo el mundo anunciando la buena noticia. Anunciando que Dios es Amor. Que a Dios lo encontramos al otro y es mando y entregándonos a ellos que amamos de verdad a Dios.
Los discípulos le obedecieron, animados por la fuerza del Espíritu que recibieron el día de Pentecostés, y anunciaron la Buena Nueva a todos. Si realmente nos creemos discípulos de Jesús, es lo que debemos hacer todos nosotros. No avergonzarnos de Él y actuar en su nombre.

"Cuando vivimos por primera vez la experiencia personal del encuentro con Cristo, cuando lo conocemos muy de cerca, no queremos que nos deje, queremos sentir la presencia de Jesús siempre. Pero así estaremos con el Señor sólo en el Reino de los Cielos. Aquí en la tierra, habiendo conocido al Señor, debemos aprender a amar por nosotros mismos. Y sólo podemos aprender el amor verdadero a través de las pruebas. Habiendo pasado por nuestro propio sufrimiento, como sufrió Jesús, aprendemos a ser misericordiosos y compasivos con nuestro prójimo.
En ocasiones, tendremos que pasar por la sequedad de la oración, el estado de “desierto” y abandono de Dios. Es la experiencia que tuvieron incluso los místicos más conocidos. La noche oscura” de san Juan de la Cruz, por ejemplo. Es la manera de aprender el amor verdadero, desinteresado, sin condiciones, como el que Dios nos tiene. Querer a Dios sólo por Dios mismo. Confiar y orar. Y así crecemos en fe, esperanza y amor.
Pero incluso si superamos esas pruebas, seguimos siendo criaturas débiles y, por eso, el Señor nos acompaña hasta el final. Habiendo ascendido al cielo, el Señor envía a los Apóstoles el Espíritu Santo, que está presente en nuestra vida como un “soplo apacible” (cf. 1 Re 19,12). No vemos al Espíritu Santo, pero Él permanece con nosotros, nos fortalece y nos guía. Siempre. Basta que creamos en ello y vivamos de tal manera que ese Espíritu Santo pueda habitar en nosotros.
Queridos hermanos, como los Apóstoles, convencidos de la verdad de nuestra fe, llevemos por la vida la antorcha encendida del amor de Dios, para que esta luz nos ilumine el camino no sólo a nosotros, sino también a nuestros vecinos, hermanos, a todos los que se crucen en nuestro camino. Que se note que somos creyentes. ¡No tengamos miedo, crezcamos en el amor, entregando nuestro corazón a Dios!"
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 11 de mayo de 2024

EL AMOR DEL PADRE

   

   Os aseguro que el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre: pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa.
Os he dicho estas cosas por medio de comparaciones, pero viene la hora en que ya no usaré comparaciones, sino que os hablaré claramente acerca del Padre. Aquel día le pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré por vosotros al Padre, porque el Padre mismo os ama. Os ama porque vosotros me amáis a mí y habéis creído que he venido de Dios. Salí del Padre para venir a este mundo, y ahora dejo el mundo para volver al Padre.

Jesús nos ha enseñado quién es el Padre. Aquél Dios que para los judíos dirigía ejércitos, aniquilaba enemigos...para Jesús es alguien que nos ama, a nosotros y a todo el mundo. Cuando le pedimos algo y no nos lo concede, es como aquél buen Padre que busca lo mejor para su hijo y no, satisfacer sus caprichos.
Debemos volver cada día a meditar la Palabra de Jesús, para comprender plenamente quién es Dios. 

"Mañana celebramos la Ascensión del Señor. Jesús se despide de sus discípulos, es necesario que se vaya para que pueda enviar al Espíritu Santo. Nos vuelve a recordar que no estamos solos, que podemos “pedir aquello que necesitemos para que nuestra alegría sea completa”. Bien es cierto que el Padre sabe lo que necesitamos e incluso sabe, mejor que nosotros, lo que más nos conviene. Entonces, ¿para qué pedir? La oración de petición es una verbalización, una forma de expresar al “Padre que nos quiere” -como nos recuerda Jesús en el evangelio-, que estamos en sus manos, que contamos con Él, que queremos que tenga una palabra sobre nuestra vida. La oración de petición nos ayuda a nosotros a tener conciencia de que tenemos un Padre que nos ama y que le podemos confiar hasta lo más íntimo de nuestro corazón. (...)
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 10 de mayo de 2024

MADIE NOS QUITARÁ LA ALEGRÍA

 

Os aseguro que vosotros lloraréis y estaréis tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo, aunque estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en alegría. Cuando una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero cuando ya ha nacido la criatura, la madre se olvida del dolor a causa de la alegría de que un niño haya venido al mundo. Así también, vosotros os angustiáis ahora, pero yo volveré a veros y entonces vuestro corazón se llenará de alegría, de una alegría que nadie os podrá quitar. Aquel día ya no me preguntaréis nada.

Seguimos con el tema de ayer, Un sufrimiento que se transforma en alegría y una alegría que nadie nos quitará. Jesús nos pone como ejemplo el de la madre que da a luz. Al hacerlo, olvida todos los sufrimientos anteriores. Fijémonos que no se trata de un sufrimiento cualquiera. Es un sufrimiento para dar a luz, para dar Vida. Todas las dificultades y problemas que tengamos, si son causados por nuestra entrega, por la búsqueda del bien, por ayudar al otro...se transformarán en alegría, la verdadera alegría. Si en nuestros sufrimientos buscamos a Jesús, al encontrarlo llegará el gozo, la alegría.

"Nadie os quitará vuestra alegría”. ¡Qué preciosa promesa del Señor! ¡Cuánto nos cuesta acabar de creerla! ¡Con qué facilidad la olvidamos! La fe en Cristo resucitado no conoce la palabra “adiós” porque no existen las despedidas definitivas; utiliza las palabras “hasta luego” o “hasta la vista”. Es lo que intenta explicarnos hoy Jesús en el evangelio de Juan cuando se despide provisionalmente de sus discípulos. No se va para siempre, no abandona a los suyos, por ello la tristeza debe ser pasajera, porque su ausencia es provisional.
Es verdad que a veces vivimos tristes, como si el Señor no estuviera a nuestro lado, como si fuéramos huérfanos. No es cierto. El Señor le recuerda hoy a Pablo en la primera lectura: “No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo, y nadie se atreverá a hacerte daño…” El incansable misionero se encuentra en Corinto, una ciudad muy variada y cosmopolita, de grandes diferencias sociales e inmoralidades; la ciudad de sus amores que tantos quebraderos de cabeza le trajo y en la que dedicó año y medio de su vida a anunciar la Buena Noticia. Ciudad en la que nació, después de varios rechazos, una de las comunidades más importantes e influyentes de la Iglesia primitiva. Si Pablo se hubiera rendido, su trabajo no hubiera dado su fruto. Pero no se dio por vencido porque creyó y sintió que el Señor estaba con él."
También lo sintió el santo patrono del clero que hoy recordamos, san Juan de Ávila, apóstol de Andalucía y escritor, de profunda fe y oración. Testigos que nos recuerdan que estas promesas del Señor son verdaderas.
No permitamos que nada ni nadie nos robe la alegría de sentirnos amados por Dios. Para ello hemos de grabar a fuego en nuestro corazón esta sentencia del Señor para evitar que la tristeza inunde nuestro ser. Ora hoy con ella: “nada ni nadie me quitará la alegría de saberme amado por Dios”. No hay mayor gozo.
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 9 de mayo de 2024

TRANSFORMAR LA TRISTEZA EN ALEGRÍA


Dentro de poco ya no me veréis, pero un poco más tarde volveréis a verme.
Algunos de los discípulos de Jesús se preguntaban unos a otros
– ¿Qué quiere decir con eso? Nos dice que dentro de poco no le veremos, y que un poco más tarde le volveremos a ver, y que es porque va al Padre. ¿Qué significa ‘dentro de poco’? No entendemos de qué está hablando.
Jesús, dándose cuenta de que querían hacerle preguntas, les dijo:
– Os he dicho que dentro de poco no me veréis, y que un poco más tarde me volveréis a ver: ¿es eso lo que os estáis preguntando? Os aseguro que vosotros lloraréis y estaréis tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará. Sin embargo, aunque estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en alegría.

La vida puede traernos dificultades, problemas...y puede sumirnos en la tristeza. Jesús anima a sus discípulos ante las dificultades que se les avecinaban. Les dice que su tristeza se convertirá en alegría.
Nosotros, ante las tristezas que nos reporta la vida, nunca debemos olvidar estas palabras: "vuestra tristeza se convertirá en alegría". Porque, aunque parezca que Jesús no está, el siempre vuelve, siempre está a nuestro lado y nos da la verdadera alegría.

"“Permanecer” es un verbo que parece difícil conjugar con el estilo de vida contemporáneo. ¿Se puede permanecer en un trabajo durante mucho tiempo? ¿Permanece contra viento y marea una relación de amistad? ¿Puede permanecer una promesa dada frente a las adversidades? ¿Permanecen los compromisos políticos con el electorado sobre los intereses partidistas? ¿Permanece el “si, te quiero” para siempre? ¿O todo depende? Necesitamos “permanecer” en medio del viaje de nuestra existencia, porque la permanencia nos da estabilidad, seguridad y confianza.
(...) La confianza, la insistencia, la permanencia son las claves para conseguir, como nos dice Jesús en el Evangelio de hoy que “nuestra tristeza se convierta en alegría”. No nos dejemos llevar por las primeras impresiones o resultados si no son satisfactorios, permanece en tus mejores objetivos y empeños, pues es la clave para cosechar los buenos resultados.
Por qué no rezar hoy con esta petición a modo de mantra, “que nada me separe de tu amor Señor; quiero permanecer en Ti para que mi tristeza se transforme en gozo”."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 8 de mayo de 2024

EL ESPÍRITU NOS GUÍA


 Tengo mucho más que deciros, pero en este momento sería demasiado para vosotros. Cuando venga el Espíritu de la verdad, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oye y os hará saber las cosas que van a suceder. Él me honrará, porque recibirá de lo que es mío y os lo dará a conocer. Todo lo que tiene el Padre, también es mío; por eso os he dicho que el Espíritu recibirá de lo que es mío y os lo dará a conocer.

El Espíritu nos defiende, el Espíritu nos lleva hasta la Verdad. Todos queremos conocerla, pero muchas veces la buscamos en lugar equivocado. Es el Espíritu quien nos guía y es a Él, a quien debemos escuchar. A través de la Oración y de la meditación es donde llegaremos a ella.
Meditar cada día la Palabra encomendándonos al Espíritu, nos llevará a la Verdad.
Mirar las cosas, los acontecimientos con los ojos del Espíritu, nos llevará a entenderlos, a interpretarlos correctamente...a encontrar a Dios en ellos.


martes, 7 de mayo de 2024

ÉL NOS ENVÍA AL ESPÍRITU

 


Pero ahora me voy para estar con el que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta a dónde voy; al contrario, os habéis puesto muy tristes porque os he dicho estas cosas. Pero os digo la verdad: es mejor para vosotros que me vaya. Porque si no me voy, el defensor no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Cuando él venga, mostrará claramente a la gente del mundo dónde está la culpa, dónde la inocencia y dónde el juicio. La culpa la mostrará en ellos, porque no creen en mí; la inocencia, en mí, porque voy al Padre y ya no me veréis; y el juicio, en el que manda en este mundo, porque ya ha sido condenado.

Los discípulos se entristecen. No entiende que Jesús debe partir para deja al Espíritu, aquel que nos ayuda, nos defiende, nos elimina, quedarse con nosotros. No olvidemos que ese Espíritu es el Amor que debe reinar en nuestras vidas. El Amor que deja con claridad cada uno en su sitio mostrando quién hace el mal, dónde debemos buscar la inocencia y que juzga al jefe del mal en este mundo.

"(...) A menudo topamos con dificultades en nuestro caminar diario: no salen los planes tal y cómo habíamos previsto, no encontramos la comprensión merecida entre los que nos rodean, tenemos la sensación de que al otro lado del túnel no hay ninguna luz porque no vemos un futuro esperanzador… En momentos así por los que todos atravesamos de vez en cuando, no podemos olvidar lo que el Espíritu Santo, el “Defensor”, es capaz de hacer si lo dejamos habitar en nosotros: fuerte como un temblor de tierra que hace temblar los cimientos, capaz de romper las cadenas más robustas. Miremos a aquellos que como Pablo y Silas han confiado en medio de las adversidades en la promesa que Jesús nos recuerda hoy en el Evangelio: “vendrá a vosotros el Defensor”. Espíritu que juzgará con verdad, que pondrá todo a la luz. Esa confianza y esa paz interior les permitía cantar con gozo himnos a Dios dentro de la prisión después de haber recibido un duro castigo.
Claro que tenemos derecho a protestar y a desahogarnos, pero un creyente no puede derrumbarse porque no está solo. Tenemos que creer siempre en la asistencia amorosa de Dios a través de su Espíritu, porque incluso en medio de las oscuridades y cárceles de nuestra vida, aunque no la veamos, la acción del Defensor está actuado, no se detiene. “¿Qué tengo que hacer para salvarme?”, preguntó el carcelero a Pablo y Silas, “cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia”, le contestaron. Está todo dicho: cree, también en la oscuridad de tus momentos de cárcel."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)