domingo, 31 de marzo de 2019

¿QUÉ IMÁGEN TENEMOS DE DIOS?


"Todos los que cobraban impuestos para Roma, y otras gentes de mala fama, se acercaban a escuchar a Jesús. Y los fariseos y maestros de la ley le criticaban diciendo:
– Este recibe a los pecadoresb y come con ellos. 
Entonces Jesús les contó esta parábola:

- Un hombre tenía dos hijos. El más joven le dijo: ‘Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.’ Y el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después, el hijo menor vendió su parte y se marchó lejos, a otro país, donde todo lo derrochó viviendo de manera desenfrenada. Cuando ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible y él comenzó a pasar necesidad. Fue a pedirle trabajo a uno del lugar, que le mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y él deseaba llenar el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: ‘¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras que aquí yo me muero de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo: trátame como a uno de tus trabajadores.’ Así que se puso en camino y regresó a casa de su padre.
Todavía estaba lejos, cuando su padre le vio; y sintiendo compasión de él corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo.’ Pero el padre ordenó a sus criados: ‘Sacad en seguida las mejores ropas y vestidlo; ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traed el becerro cebado y matadlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y le hemos encontrado!’ Y comenzaron, pues, a hacer fiesta.
Entre tanto, el hijo mayor se hallaba en el campo. Al regresar, llegando ya cerca de la casa, oyó la música y el baile. Llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba, y el criado le contestó: ‘Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha mandado matar el becerro cebado, porque ha venido sano y salvo.’ Tanto irritó esto al hermano mayor, que no quería entrar; así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciese. Él respondió a su padre: ‘Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. En cambio, llega ahora este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro cebado.’
El padre le contestó: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado.’"

Jesús nos muestra al verdadero Dios. Un Dios Padre-Madre. Un Dios que nos ama a todos y nos considera a todos iguales. Un Dios que nos entregó a su Hijo.
"En nuestra vida cristiana solemos movernos con caricaturas de Dios; sea por lo que creemos, por lo que mostramos, o por lo que nos enseñaron. Sea un Dios bonachón, un cascarrabias eterno que espera nuestra equivocación para quebrarnos, un distraído y olvidado de las cosas de los humanos a los que creó “hace tanto tiempo", un "padre" autoritario y caprichoso que decide arbitrariamente y no permite discusiones en la realización de su voluntad... ¿Cómo es nuestro Dios?

Es importante saber cómo es el Dios en el que creemos, pero más importante es saber cómo es el Dios en el que creyó Jesús, cómo es el Dios que Él nos reveló. Como siempre, Jesús nos hablaba de Dios no sólo con palabras, sino también con lo que hacía. Haciendo, Jesús nos mostraba al Padre Dios, ¡al verdadero! Hoy Jesús nos cuenta una parábola, una parábola que nos habla de Dios, pero una parábola que nace de una actitud de Jesús, y él nos dice que, frente a los hermanos despreciados, podemos obrar de dos maneras diferentes, como Dios -que es también como obra Jesús- o también como los judíos religiosos, los “separados” del resto, los puros.

El Jesús que ama y prefiere a los pecadores, y come con ellos, no hace otra cosa que conocer la voluntad del Padre y realizarla concretamente, sus mesas compartidas y sus comidas nos hablan de Dios, ¡claramente! En el comportamiento de Jesús se manifiesta el comportamiento de Dios, Jesús mismo es parábola viviente de Dios: su acción es entonces una revelación. ¿Qué Dios, qué Iglesia, qué ser humano revelamos con nuestra vida? Con frecuencia, como hermanos mayores estamos tan orgullosos de no haber abandonado la casa del padre, que creemos saber más que Él mismo: “Dios es injusto”, para nuestras justicias; Dios es "de poco carácter" para nuestra inmensa sabiduría. Quizá, Dios ya esté viejo, para dedicarse a su tarea y debería jubilarse y dejarnos a nosotros...
Frente a tanta gente que rechaza la Iglesia ("creo en Dios, no en la Iglesia"), a veces decimos "pero Dios sí quiere la Iglesia". ¿No debemos preguntarnos constantemente qué Iglesia es la que Él quiere? ¿No debemos preguntarnos, en nuestras actitudes, qué Iglesia mostramos? Esta Iglesia, la que yo-nosotros mostramos, ¿es como Dios la quiere? Jesús, con su vida, y hasta con sus comidas, muestra el rostro verdadero de Dios, muestra la comunidad de mesa en la que él participa; hasta comiendo Él revela al verdadero Dios. Quizá debamos, de una vez, dejar nuestra actitud de hijo mayor, y ya que nos sale tan mal el papel de Dios, debamos asumir el papel de hijo menor; debemos volver a Dios para llenarlo de alegría, para participar de su fiesta; y, participando de su alegría, empecemos a mostrar el rostro de la misericordia de este Dios de puertas abiertas.

La misma cena eucarística es expresión de la universalidad del amor de Dios: es comida para el perdón de los pecados. El Dios de la misericordia, no quiere excluir a nadie de su mesa; es más, quiere invitar especialmente a todos aquellos que son excluidos de las mesas de los hombres por su situación social, por su pobreza, por su sexo o por cualquier otro motivo; y va más allá, no ve con buenos ojos que crean participar de su cena quienes no esperan a sus hermanos excluidos de la mesa por ser pobres. El Dios que no hace distinción de personas, ama dilectamente a los menos amados. Sin embargo, muchas veces tomamos la actitud del hermano mayor. ¿Cuándo nos sentaremos en la mesa de los pobres, y abandonaremos nuestra tradicional postura soberbia y sectaria de "buenos cristianos"? ¿Cuándo nos decidiremos a participar de la fiesta de Dios reconociéndonos hermanos de los rechazados y despreciados? Jesús nos invita a su comida, una comida en la que mostramos, como en una parábola, cómo es el Dios, como es la fraternidad en la que creemos. Y nos mostraremos cómo somos hermanos, cómo somos hijos en la medida de participar de la alegría del padre y del reencuentro de los hermanos." (Koinonía)



sábado, 30 de marzo de 2019

DESNUDARNOS ANTE DIOS


"Jesús contó esta otra parábola para algunos que se consideraban a sí mismos justos y despreciaban a los demás:
- Dos hombres fueron al templo a orar: el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: ‘Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, malvados y adúlteros. Ni tampoco soy como ese cobrador de impuestos. Ayuno dos veces por semana y te doy la décima parte de todo lo que gano.’ A cierta distancia, el cobrador de impuestos ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘¡Oh Dios, ten compasión de míl que soy pecador!’ Os digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa perdonado por Dios; pero no el fariseo. Porque el que a sí mismo se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido."

Ante Dios debemos desnudarnos y vernos tal cual somos. Una oración que no es sincera, no es oración. Nos cuesta ver nuestros defectos y tendemos a creernos mejores que los demás. Vemos los defectos ajenos y no sabemos ver los nuestros. Esto nos lleva a una oración prepotente y falsa. El cobrador de impuestos supo presentarse ante Dios sin tapujos, sin disfraces, sin hipocresía. Por eso salió justificado.
"Nos encontramos frente a dos personajes que intentan relacionarse con Dios. Es una parábola a la que estamos llamados a leer desde nuestra propia vida. ¿Cuál de los dos papeles interpretamos en la experiencia cristiana? Jesús hace un contraste de dos figuras: Uno el hombre que se cree creyente y seguro de sí mismo. Siente que Dios tiene que agradecerle por tanta religiosidad con la que vive. La otra figura es la de un pecador; la de un marginado religiosamente hablando, que no siente seguridad de nada; lo único que hace es confiar en el amor misericordioso del Padre. Solo espera que Dios lo acoja y salve. No olvidemos que en medio de estos dos polos de relación con Dios hay muchísimas más opciones. Este tiempo de cuaresma es el momento propicio para saber discernir en qué lugar estamos y si estamos mal ubicados, hacia donde tendríamos que hacer el éxodo. Que Dios nos regale la gracia de sentirnos como el recaudador de impuestos. Que nunca sintamos mérito delante de Dios." (Koinonía) 



viernes, 29 de marzo de 2019

LO PRIMERO ES AMAR


"Al ver lo bien que Jesús había contestado a los saduceos, uno de los maestros de la ley, que les había oído discutir, se acercó a él y le preguntó:
– ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? 
Jesús le contestó:
– El primer mandamiento de todos es: ‘Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’ Y el segundo es: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ Ningún mandamiento es más importante que estos.
El maestro de la ley dijo:
– Muy bien, Maestro. Es verdad lo que dices: Dios es uno solo y no hay otro fuera de él. Y amar a Dios con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y que todos los sacrificios que se queman en el altar. 
Al ver Jesús que el maestro de la ley había contestado con buen sentido, le dijo:
– No estás lejos del reino de Dios.
Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas." 

Desgraciadamente, seguimos prefiriendo los sacrificios al Amor. Porque amar a Dios y al prójimo es mucho más difícil. Compromete toda nuestra persona. Ritos y oraciones sin amor, son palabras y actos que se lleva el viento.
"Si algo tiene que dejarle la experiencia cuaresmal a un cristiano es la claridad del mandamiento más importante. Jesús coloca en el mismo plano el amor a Dios y a los hermanos. Esta propuesta se convierte en un verdadero acto de revolución que supera todas las lógicas religiosas conocidas hasta hoy. No podemos tener una experiencia con Dios sin tener claridad que dicha experiencia se basa en una relacionalidad efectiva y afectiva con los hombres y mujeres que se constituyen en mis hermanos. Ser cristiano significa ser una persona que vive y actúa según la manera de vivir y de actuar de Jesús. La relación con Dios en el cristianismo se mide por la relación con el prójimo. Esto hemos de reafirmarlo y asumirlo con sincero corazón. La cuaresma nos ayuda a redimensionar el amor a Dios y los hermanos. Que la experiencia cuaresmal que nos prepara para la Pascua de Jesús vuelva a colocar en el centro de nuestra vida a Dios al que solo lo podemos amar, amando a los hombres y mujeres con los que caminamos en la historia." (Koinonía) 


jueves, 28 de marzo de 2019

JESÚS QUIERE QUE HABLEMOS


"Jesús estaba expulsando un demonio que había dejado mudo a un hombre. Cuando el demonio salió, el mudo comenzó a hablar. La gente se quedó asombrada, aunque algunos dijeron:
– Beelzebú, el jefe de los demonios, es quien ha dado a este hombre poder para expulsarlos. 
Otros, para tenderle una trampa, le pidieron una señal milagrosa del cielo. Pero él, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:
– Todo país dividido en bandos enemigos se destruye a sí mismo, y sus casas se derrumban una tras otra. Así también, si Satanás se divide contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su poder? Digo esto porque afirmáis que yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú. Pues si yo expulso a los demonios por el poder de Beelzebú, ¿quién da a vuestros seguidores el poder para expulsarlos. Por eso, ellos mismos demuestran que estáis equivocados. Pero si yo expulso a los demonios por el poder de Dios, es que el reino de Dios ya ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado cuida de su casa, lo que guarda en ella está seguro. Pero si otro más fuerte que él llega y le vence, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes como botín. 
El que no está conmigo está contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama."

Hay demonios que nos dejan mudos. Ante las injusticias, los problemas de los demás, la mentira...no reaccionamos. Jesús nos libera la lengua y hace que seamos la voz de los sin voz. Hablar nos creará dificultades. Nosotros seremos los "malos". Pero Jesús quiere que hablemos.
"Encontramos un relato que presenta a un endemoniado bien caracterizado: era mudo. Este endemoniado representa a la parte del pueblo que se encontraba sometida a la institución oficial poseída por su ideología. Este endemoniado es símbolo de todos los hombres y mujeres del pueblo que se han adherido sin espíritu crítico y sin lógica de sospecha a la doctrina oficial proclamada por los letrados y doctores de la ley. La liberación del mudo desencadena un enfrentamiento abierto. El bien y la liberación que Jesús trae colocan a todos en crisis. Hasta el punto que muchos ven la acción de Jesús como inspiradas por el príncipe de los demonios. Eso suele suceder con mucha frecuencia en nuestros pueblos y en la Iglesia. Al bien lo terminamos llamando mal y viceversa. La obra realizada por Jesús fue caracterizada como maligna por los detentadores del poder. Hoy, en nuestros países, los sistemas políticos y religiosos muchas veces nos conducen a esta misma confusión. Por lo general a las peores propuestas las terminamos asumiendo como queridas por Dios y a la humanización, como propuestas malignas." (Koinonía) 



miércoles, 27 de marzo de 2019

LA LEY DE JESÚS


"No penséis que yo he venido a poner fin a la ley de Moisés y a las enseñanzas de los profetas. No he venido a ponerles fin, sino a darles su verdadero sentido. Porque os aseguro que mientras existan el cielo y la tierra no se le quitará a la ley ni un punto ni una coma, hasta que suceda lo que tenga que suceder. Por eso, el que quebrante uno de los mandamientos de la ley, aunque sea el más pequeño, y no enseñe a la gente a obedecerlos, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedezca y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos."


Jesús nos da el verdadero sentido de la ley, su profundidad: el Amor. Ama a Dios y amar al prójimo. Esto es la ley y los profetas. Toda la vida de Jesús es el cumplimiento de esta ley. Si nosotros nos consideramos sus seguidores, ese es el camino que debemos tomar. Su camino.
"Jesús es la palabra definitiva de Dios. Él es la norma que todo creyente debe asumir con sincero corazón. No podemos seguir desplazando a Jesús por devociones privadas, o por profecías de última hora que van ganando adeptos. Es muy importante que volvamos a Jesús. Que regresemos los ojos, el corazón, la conciencia y toda la vida hacia él. Este es el trabajo permanente que debemos hacer durante la cuaresma, a fin de ir cristificando la vida y ser en el mundo testimonio real y creíble del amor de Dios. Lo más esencial de toda la ley y lo fundamental de los profetas Jesús lo testifica con su vida. No es Jesús quien tiene que acomodarse a la Ley y a la profecía de Israel, sino al contrario es la Ley y la profecía que tienen a Jesús por norma. Lo que esté de acuerdo con Jesús vale y lo que no esté de acuerdo con Jesús no vale. Que mientras avanzamos en la cuaresma, avancemos también en obedecerle a Dios con sincero corazón." (Koinonía) 

martes, 26 de marzo de 2019

PERDONAR SIEMPRE


"Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús:
– Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, si me ofende? ¿Hasta siete?
Jesús le contestó:
– No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 
Por eso, el reino de los cielos se puede comparar a un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. Había comenzado a hacerlas, cuando le llevaron a uno que le debía muchos millones. Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, a fin de saldar la deuda. El funcionario cayó de rodillas delante del rey, rogándole: ‘Señor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ El rey tuvo compasión de él, le perdonó la deuda y lo dejó ir en libertad.
Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y lo ahogaba, diciendo: ‘¡Págame lo que me debes!’ El compañero se echó a sus pies, rogándole: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.’ Pero el otro no quiso, sino que le hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Esto disgustó mucho a los demás compañeros, que fueron a contar al rey todo lo sucedido. El rey entonces le mandó llamar y le dijo: ‘¡Malvado!, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues también tú debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti.’ Tanto se indignó el rey, que ordenó castigarle hasta que pagara toda la deuda. 
Jesús añadió:
– Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón."

Casi siempre, como el funcionario, utilizamos la ley del embudo. La parte ancha para nosotros y la estrecha para los demás. Jesús nos dice sin paliativos, que debemos perdonar siempre. Es más, que Dios nos perdonará en la medida que nosotros perdonemos. Pensemos, que como más tiempo pasa entre la ofensa y el perdón, más grande se hace la herida. 
"La vida cristiana es una vida de exigencia y de compromiso serio. Adherirse a Jesús y asumir su propuesta, tiene requerimientos concretos y fuertes. Dichas exigencias son tan complejas, que el mismo cristianismo ha enseñado desde siempre que el asumir la tarea cristiana, es un regalo-don del Espíritu de Dios, no es una cuestión de altruismo, ni de capacidad personal innata. El perdón es una exigencia cristiana dura y compleja. Para asumir esa tarea hay que doblegar la estructura personal, el egoísmo que está enquistado en el propio ser de la persona. Perdonar no es, en el cristianismo, un consejo que acojo o no según la conveniencia, sino un imperativo, una cuestión de obligatorio cumplimiento. Pero la dimensión cristiana siempre exige mucho más. Jesús de Nazaret, con su ejemplo de vida y con su palabra, sigue interpelando a cada bautizado a vivir de manera coherente la adhesión a su proyecto. Dios pide a los seguidores de Jesús, el compromiso sincero de entrar por la lógica del Evangelio, renunciando a la lógica del egoísmo y del poder de dominio." (Koinonía) 

lunes, 25 de marzo de 2019

EL PRINCIPIO DE TODO


"A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a visitar a una joven virgen llamada María que estaba comprometida para casarse con un hombre llamado José, descendiente del rey David. El ángel entró donde ella estaba, y le dijo:
– ¡Te saludo, favorecida de Dios! El Señor está contigo.
Cuando vio al ángel, se sorprendió de sus palabras, y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo:
– María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo: y Dios el Señor lo hará rey, como a su antepasado David, y reinará por siempre en la nación de Israel. Su reinado no tendrá fin. 
María preguntó al ángel:
– ¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre? 
El ángel le contestó:
– El Espíritu Santo se posará sobre ti y el poder del Dios altísimo se posará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios. También tu parienta Isabel, a pesar de ser anciana, va a tener un hijo; la que decían que no podía tener hijos está encinta desde hace seis meses. Para Dios no hay nada imposible. 
Entonces María dijo:
– Soy la esclava del Señor. ¡Que Dios haga conmigo como me has dicho!
Con esto, el ángel se fue."

Nos encontramos ante una joven que da su sí. Posiblemente no tiene claro a lo que está diciendo sí, pero se fía de Dios. Así empieza nuestra Salvación. Y es que las cosas importantes empiezan sin hacer ruido. Es nuestro sí diario a los pequeños detalles, a las exigencias de cada día, el que hace que nuestra vida tenga un gran sentido. Cada día se nos acercan "ángeles" pidiendo nuestro sí ¿Sabemos reconocerlos? 
"La fiesta de la Anunciación del Señor que la Iglesia propone nos recuerda que Dios cumple su palabra. Dios se dirige a una muchacha de pueblo, a una desconocida en el ambiente social, a una cualquiera para la institución religiosa y con ella comienza una nueva historia. María recibe un anuncio y en ella ese anuncio lo recibe toda la humanidad. El Ángel, símbolo de la presencia de Dios llega hasta donde María, entra en su casa, llega hasta su lugar vital y la saluda como la favorecida, invitándola a la alegría. El saludo llega mucho más allá. El Ángel le dice que el Señor está con ella. Esta visita del Ángel, es el inicio de una gran revolución. Dios transgrede las leyes religiosas y se acerca a una mujer, para hacerla partícipe del plan de la salvación de toda la humanidad. María es símbolo de la solicitud de Dios por las víctimas, por los excluidos, por los que no cuentan para los sistemas sociales y religiosos de nuestro mundo." (Koinonía) 



domingo, 24 de marzo de 2019

TIEMPO DE CONVERSIÓN


"Por aquel mismo tiempo fueron unos a ver a Jesús, y le contaron lo que Pilato había hecho: sus soldados mataron a unos galileos cuando estaban ofreciendo sacrificios, y la sangre de esos galileos se mezcló con la sangre de los animales que sacrificaban. 
Jesús les dijo:
- ¿Pensáis que aquellos galileos murieron así por ser más pecadores que los demás galileos? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis. ¿O creéis que aquellos dieciocho que murieron cuando la torre de Siloé les cayó encima, eran más culpables que los demás que vivían en Jerusalén? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis. 
Jesús les contó esta parábola:
- Un hombre había plantado una higuera en su viña, pero cuando fue a ver si tenía higos no encontró ninguno. Así que dijo al hombre que cuidaba la viña: ‘Mira, hace tres años que vengo a esta higuera en busca de fruto, pero nunca lo encuentro. Córtala. ¿Para qué ha de ocupar terreno inútilmente?’ Pero el que cuidaba la viña le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año. Cavaré la tierra a su alrededor y le echaré abono. Con eso, tal vez dé fruto; y si no, ya la cortarás.'"

La Cuaresma es tiempo de conversión. Y convertirse es poner el Amor por encima de todo. Entregarse totalmente a los demás. Dar frutos. Si nuestra vida no cambia, por más religiosos que nos creamos, no nos hemos convertido. Si nuestra vida no es entrega y amor, debemos convertirnos. Dios regresa cada Cuaresma a ver si nos hemos convertido. Que este año, nuestra conversión sea una realidad,
"Jesús nos enseña, en el texto de hoy a aprender a escuchar la voz de Dios en los acontecimientos de la historia. De hecho sus interlocutores también lo hacían, y por eso
van a contarle los hechos, pero escuchaban mal, Dios no decía lo que ellos entendían. Es verdad que Dios habla, pero hay que aprender a escucharlo. Dios no nos dice que los muertos de esos acontecimientos drásticos eran pecadores, de hecho todos lo son. Lo que Dios nos dice es que por serlo, debemos convertirnos y dar frutos de conversión. Los frutos son una palabra de Dios para esta etapa de la historia.
Vivimos en sociedades llamadas cristianas. "Occidental y cristiana" se decía, y los frutos fueron torturas, desapariciones, asesinatos, delaciones, miedo, desesperanza... y más todavía: hambre, desocupación, analfabetismo, falta de salud y vivienda, desesperanza... y "por los frutos se conoce el árbol". Hoy, muchos llamados cristianos siguen viviendo su fe muy lejos de los frutos de amor y justicia que nos pide el Evangelio: participan de mesas de dinero, de la tiranía del mercado, pagan sueldos "estrictamente «justos»” y precisamente bajos, están afiliados a partidos que nada tienen que ver con la Doctrina Social de la Iglesia (¿se puede -por ejemplo- ser cristiano y neo-liberal? ¡ciertamente no!). ¿Y los frutos? Individualismo, hambre, pobreza... Así, por ejemplo, vemos que uno de los problemas que tenemos en América Latina para el reconocimiento “oficial” de nuestros mártires es que quienes los han matado “¡se llaman ellos mismos cristianos!”.
No bastan las palabras. De nada sirve una higuera estéril. Una higuera debe dar higos ya que para eso ha sido plantada. Un pueblo redimido por Cristo, debe edificar, con su vida (y con su muerte si fuera necesario) un Reino que dé frutos de verdad, de justicia y de paz, de libertad, de vida y de esperanza.... Estamos lejos, ¡muy lejos! de lograrlo. Es verdad que en decenas de comunidades hay también frutos muy vivos de solidaridad, de paz, de oración, de justicia y de vida, de celebración y de esperanza... y podríamos multiplicar los frutos que vemos en las comunidades; pero todo lo anterior también es cierto. Faltan muchos frutos que dar, falta mucha vida que cosechar y alegría que festejar. El continente de la violencia, de la injusticia y el hambre reclama frutos de los cristianos. Y esos frutos deben darse en la historia. Los acontecimientos cotidianos, de dolor y de muerte, que tan frecuentes vivimos en América Latina nos dan una palabra de Dios, una palabra que debemos aprender a escuchar, que debemos comprender para no creer que Dios dice lo que no está diciendo. Jesús nos enseña la “dinámica del fruto” para aprender a reconocer allí un Dios que sigue hablando y que nos sigue llamando a la conversión. no para una conversión individual y personal, sino que dé frutos para los hermanos, para la historia y para la vida. Y la Cuaresma es tiempo oportuno para empezar a darlos..." (Koinonía)



sábado, 23 de marzo de 2019

UN PADRE QUE ES AMOR



"Todos los que cobraban impuestos para Roma, y otras gentes de mala fama, se acercaban a escuchar a Jesús. Y los fariseos y maestros de la ley le criticaban diciendo:
– Este recibe a los pecadores y come con ellos. 
Entonces Jesús les contó esta parábola:

Un hombre tenía dos hijos. El más joven le dijo:
- Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde. 
Y el padre repartió los bienes entre ellos. Pocos días después, el hijo menor vendió su parte y se marchó lejos, a otro país, donde todo lo derrochó viviendo de manera desenfrenada. Cuando ya no le quedaba nada, vino sobre aquella tierra una época de hambre terrible y él comenzó a pasar necesidad. Fue a pedirle trabajo a uno del lugar, que le mandó a sus campos a cuidar cerdos. Y él deseaba llenar el estómago de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Al fin se puso a pensar: ‘¡Cuántos trabajadores en la casa de mi padre tienen comida de sobra, mientras que aquí yo me muero de hambre! Volveré a la casa de mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo: trátame como a uno de tus trabajadores.’ Así que se puso en camino y regresó a casa de su padre.
Todavía estaba lejos, cuando su padre le vio; y sintiendo compasión de él corrió a su encuentro y le recibió con abrazos y besos. El hijo le dijo:
- Padre, he pecado contra Dios y contra ti, y ya no merezco llamarme tu hijo.
- Pero el padre ordenó a sus criados: Sacad en seguida las mejores ropas y vestidlo; ponedle también un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traed el becerro cebado y matadlo. ¡Vamos a comer y a hacer fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a vivir; se había perdido y le hemos encontrado!
 Y comenzaron, pues, a hacer fiesta.
Entre tanto, el hijo mayor se hallaba en el campo. Al regresar, llegando ya cerca de la casa, oyó la música y el baile. Llamó a uno de los criados y le preguntó qué pasaba, y el criado le contestó:
- Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha mandado matar el becerro cebado, porque ha venido sano y salvo. Tanto irritó esto al hermano mayor, que no quería entrar; así que su padre tuvo que salir a rogarle que lo hiciese. Él respondió a su padre:
- Tú sabes cuántos años te he servido, sin desobedecerte nunca, y jamás me has dado ni siquiera un cabrito para hacer fiesta con mis amigos. En cambio, llega ahora este hijo tuyo, que ha malgastado tu dinero con prostitutas, y matas para él el becerro cebado. 
El padre le contestó:
- Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero ahora debemos hacer fiesta y alegrarnos, porque tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir; se había perdido y lo hemos encontrado."
La parábola del Hijo Pródigo, hoy la llamamos la del Padre Bueno. Porque el protagonista es el Padre. Un Padre que es amor y perdón. La verdadera imagen de Dios. Los fariseos no entendían la atracción que tenía Jesús sobre los que ellos llamaban "mala gente, pecadores". Y es que el amor atrae más que todas las leyes, las normas, las ceremonias juntas. Dios es un Padre que busca a la oveja perdida. Que se alegra ante el que recupera la Vida.
"Nos encontramos con una parábola propia de Lucas, muy conocida en los ambientes eclesiales. Esta parábola es clave para entender el nuevo rostro o imagen que de Dios tiene Jesús. Todos los grupos religiosos tienen por costumbre mostrar a Dios como “el castigador”, “el vengador”, “el que se irrita por todo” Dios ha terminado deformado por las predicaciones patológicas de muchos cristianos que no han experimentado en sus propias vidas, la inclusión, el perdón y el amor sin límites. Dios es exclusivamente amor, misericordia, perdón infinito. Eso es lo que Jesús dice de su Padre. El Hijo mayor no entiende eso. No puede comprender a Dios sino desde el prototipo del hombre religioso y observante, que solo vive de normas y de cánones, impidiéndole vivir la alegría y la fiesta del perdón que regresa la vida a su otro hermano, que estaba muerto. El hijo menor es ejemplo de los marginados, de los pecadores, de los que no cuentan para el sistema religioso. Éste que ha pecado, tiene más capacidad para vivir la fiesta del amor y del perdón." (Koinonía) 

viernes, 22 de marzo de 2019

LA VIÑA DEL PADRE


"Escuchad otra parábola: 
- El dueño de una finca plantó una viña, le puso una cerca, construyó un lagar y levantó una torre para vigilarla. Luego la arrendó a unos labradores y se fue de viaje. Llegado el tiempo de la vendimia, mandó unos criados a recibir de los labradores la parte de la cosecha que le correspondía. Pero los labradores echaron mano a los criados: golpearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. El dueño envió otros criados, en mayor número que al principio; pero los labradores los trataron a todos del mismo modo.
Por último mandó a su propio hijo, pensando: ‘Sin duda, respetarán a mi hijo.’ Pero cuando vieron al hijo, los labradores se dijeron unos a otros: ‘Este es el heredero; matémoslo y nos quedaremos con la viña.’ Así que le echaron mano, lo sacaron de la viña y lo mataron. 
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué creéis que hará con aquellos labradores? 
Le contestaron:
– Matará sin compasión a esos malvados y dará la viña a otros labradores que le entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que le corresponde.
Jesús les dijo:
– ¿Nunca habéis leído lo que dicen las Escrituras?:
‘La piedra que despreciaron los constructores
es ahora la piedra principal.
Esto lo ha hecho el Señor
y nosotros estamos maravillados.’ 
Por eso os digo que a vosotros se os quitará el reino, y se le dará a un pueblo que produzca los frutos debidos.
Los jefes de los sacerdotes y los fariseos, al oir las parábolas que contaba Jesús, comprendieron que se refería a ellos. Quisieron entonces apresarle, pero no se atrevían, porque la gente tenía a Jesús por profeta." 

Lo peor que nos puede ocurrir es creernos dueños de la Iglesia. Tan dueños que vamos apartando de ella a la gente, e incluso, eliminamos de ella a Jesús. La humildad es una virtud que olvidamos muchas veces. Con nuestro orgullo, seguimos matando a Jesús cada día. Debemos hacer una Iglesia acogedora, de puertas abiertas, en la que el Padre pueda enviar a sus obreros a recoger los frutos.
"Jesús narra otra parábola a los jefes de los sacerdotes y ancianos de Israel: la viña y los viñadores. En ella, Jesús recoge toda la historia de la humanidad, plantada por Dios con tanto amor y con la esperanza que diera buenos y hermosos frutos de mayor humanidad. Pero la humanidad, en vez de dar los frutos esperados absolutizó el egoísmo y la capacidad acaparadora, haciendo de la historia un escenario de muerte y de violencia. La humanidad ha parcelado egoístamente la viña y han buscado la eliminación de todos aquellos que se ponen del lado de la vida, de la justica y la verdad. Esta misma experiencia de la humanidad la ha vivido Israel. Jesús no asume posturas diplomáticas. Él acusa a Israel por la forma vulgar como se ha comportado. Jesús denuncia que ellos, no solo mataron a los profetas, sino que también matarán al heredero, a él mismo, para apoderarse de la herencia, de manera mezquina y sucia. Con esta parábola el evangelista Mateo nos indica la manera cómo Jesús será despreciado y vilmente asesinado por el egoísmo de los suyos." (Koinonía) 



jueves, 21 de marzo de 2019

DIFERENCIAS SOCIALES


“Había una vez un hombre rico, que vestía ropas espléndidas y todos los días celebraba brillantes fiestas. Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual, lleno de llagas, se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este mendigo deseaba llenar su estómago de lo que caía de la mesa del rico; y los perros se acercaban a lamerle las llagas. Un día murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron junto a Abraham, al paraíso. Y el rico también murió, y lo enterraron.
El rico, padeciendo en el lugar al que van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro con él. Entonces gritó: ‘¡Padre Abraham, ten compasión de mí! Envía a Lázaro, a que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho entre estas llamas.’ Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que a ti te fue muy bien en la vida y que a Lázaro le fue muy mal. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú en cambio estás sufriendo. Pero además hay un gran abismo abierto entre nosotros y vosotros; de modo que los que quieren pasar de aquí ahí, no pueden, ni los de ahí tampoco pueden pasar aquí.’
El rico dijo: ‘Te suplico entonces, padre Abraham, que envíes a Lázaro a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos. Que les hable, para que no vengan también ellos a este lugar de tormento.’ Abraham respondió: ‘Ellos ya tienen lo que escribieron Moisés y los profetas: ¡que les hagan caso!’ El rico contestó: ‘No se lo harán, padre Abraham. En cambio, sí que se convertirán si se les aparece alguno de los que ya han muerto.’ Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite.’ ”

Esta parábola es imagen de nuestro mundo. Unos pocos Epulones acaparamos las riquezas y la mayoría vive en la miseria o con lo mínimo. Nosotros seguimos hablando de estado del bienestar, mientras otros se siguen ahogando al cruzar con pateras el Mediterráneo. Se rescata a los bancos y se desahucia las familias pobres de sus casas. ¿Cuándo nos daremos cuenta?
 "El relato de la parábola del rico y el pobre Lázaro, tan conocida por la comunidad cristiana, ha sido mal interpretado en algunos espacios de la comunidad eclesial. El común de los creyentes se queda leyendo los símbolos del relato como si se hablara de cielo, infierno y purgatorio, haciendo decir al texto lo que este ni siquiera presupone. El tema de fondo de ésta porción del evangelio es muy fuerte: el dinero, la riqueza, el poder y la desigualdad entre los hermanos. Es esto es lo que el Evangelio combate y quiere cortar de raíz. Algunos se aferran a Moisés al que podríamos llamar “el pedagogo de los inmaduros”, de los que viven según los criterios de la heteronomía, según su propia seguridad; aquellos que no arriesgan nada. El rico es símbolo de ese modelo. Jesús, por su parte, propone cambios profundos: asumir criterios de autonomía que redunden en una vida de entrega y de servicio a los hermanos. Lázaro nos convoca a vivir solidariamente, dando la vida por los demás. Esto es lo que debe producir en nosotros la cuaresma." (Koinonía) 



miércoles, 20 de marzo de 2019

DESTINADOS A SERVIR


"Yendo camino de Jerusalén llamó Jesús aparte a sus doce discípulos y les dijo:
– Como veis, ahora vamos a Jerusalén. Allí el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjerosi para que se burlen de él, le golpeen y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará. 
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó con ellos a Jesús, y se arrodilló para pedirle un favor. Jesús le preguntó:
– ¿Qué quieres?
Ella le dijo:
– Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu reino uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. 
Jesús contestó:
– No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa amarga que voy a beber yo?
Le dijeron:
– Podemos.
Jesús les respondió:
– Vosotros beberéis esa copa de amargura, pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo. Será para quienes mi Padre lo ha preparado. 
Cuando los otros diez discípulos oyeron todo esto, se enojaron con los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:
– Sabéis que, entre los paganos, los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos y los grandes descargan sobre ellos el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que entre vosotros quiera ser grande, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos." 


Tras tantos siglos, seguimos, como los hijos de Zebedeo, que la Iglesia es para medrar, para obtener poder. Jesús nos sigue pidiendo si somos capaces de beber el cáliz que Él bebió. Si somos capaces de entregarnos totalmente. No se trata de subir al podio, sino de subir a la cruz. Este es el camino. Estamos destinados a servir.
  "Hoy como ayer, Jesús, así como lo hizo con sus discípulos, vuelve a tomarnos parte, para educarnos y ayudarnos a comprender que el Plan de Dios y el proyecto que él quiere vivir es contrario a las ansias de poder y de tener de los seres humanos. A nosotros nos sigue costando, así como a los discípulos, que Jesús manifieste la acción de Dios en la debilidad, en el no-poder. El Cristianismo, a lo largo de la historia fue revistiendo a Dios y a Cristo en una imagen de poder y se fue perdiendo la visión alternativa, que de Dios tenía Jesús. Volver a Jesús en su originalidad es una de las tareas concretas de la cuaresma. Si volvemos al rostro auténtico de Jesús, renovaremos la idea experiencial que tenemos de Dios. De esa manera la manera de creer y de actuar será acorde a la definición que él mismo Jesús hizo de sí: “el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir” Esta es la lógica que hemos de adoptar para ser fieles a Jesús y a su propuesta de humanidad que ofreció." (Koinonía)