jueves, 28 de febrero de 2019

PEQUEÑOS


"El que os dé aunque solo sea un vaso de agua por ser vosotros de Cristo, os aseguro que tendrá su recompensa. Al que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que lo arrojaran al mar con una gran piedra de molino atada al cuello. Si tu mano te hace caer en pecado, córtala; es mejor para ti entrar manco en la vida. que con las dos manos ir a parar al infierno, donde el fuego no se puede apagar. Y si tu pie te hace caer en pecado, córtalo; es mejor para ti entrar cojo en la vida, que con los dos pies ser arrojado al infierno. Y si tu ojo te hace caer en pecado, sácalo; es mejor para ti entrar con un solo ojo en el reino de Dios, que con los dos ojos ser arrojado al infierno, donde los gusanos no mueren y el fuego no se apaga. 
Porque todos serán salados con fuego. La sal es buena, pero si deja de ser salada, ¿cómo volveréis a hacerla útil? Tened sal en vosotros y vivid en paz unos con otros."



Este texto nos resuena con fuerza ante los casos de pederastia que se van destapando. Pero cuando Jesús habla de  "pequeños", no se refiere únicamente a los niños. Para Jesús los pequeños a los que no hay que escandalizar, son la gente sencilla, humilde, pobre. Nuestra actuación no puede apartarlos de Dios. Debemos ser sal para ellos.
"Seguir a Jesús implica total coherencia con su palabra y su proyecto. Ese es el mensaje central del texto de hoy, el Maestro enseña que escandalizar, oprimir o excluir a uno de los más pequeños es una falta grave contra el evangelio, pues de los pobres es el Reino de Dios. Las sentencias de Jesús sobre la mano, pie u ojo no deben ser tomadas de forma literal, su sentido es la radicalidad y la coherencia de vida y testimonio que implican a quienes optan por el proyecto de Jesús. En esta perspectiva, a Jesús no se le puede seguir a medias tintas, siempre implica riesgos y consecuencias. Si el discípulo no quiere arder en el fuego, debe ser salado con otro fuego, es decir, con el espíritu. Debe estar entregado a la causa del reino, su vida debe ser pasión por reino. En definitiva, vivir en sintonía la utopía de la paz y de la justicia para todos. Pero, ¿nuestra vida es coherente con ese proyecto de Jesús, nuestra vida refleja paz?" (Koinonía) 



miércoles, 27 de febrero de 2019

GENTE BUENA


"Juan le dijo:
– Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre; pero se lo hemos prohibido, porque no es de los nuestros.
Jesús contestó:
– No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre podrá luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a nuestro favor." 
Hay gente buena en todas partes. Nadie tiene la exclusividad de la bondad. Y todos estamos llamados a luchar contra el mal, contra la injustícia.
"En el Reinado de Dios no hay otra opción que la unión. En el texto de hoy, leída en el evangelista Marcos, Jesús con sus palabras declara que no hay que tener un título, ser parte de un grupo o ser socio y pertenecer a un club con el objetivo de hacer el bien. Jesús sabe que no es él el único que hace frente al mal del mundo, que hay otros que han decidido valientemente emprender esa misma tarea. Hoy, el llamado del evangelio es a superar ese espíritu clásico de la religión que la convierte en un instrumento de reconocimiento dentro de la sociedad, para ver más allá, y aprender que en el reino de Dios todos pueden participar sin exclusión. Así entonces, para enfrentar el mal de este mundo representado en las injusticias, el odio, la miseria es necesario abonar el esfuerzo de todo el género humano. Se necesitan de muchas manos para luchar por el reino en la historia: ¿Estás dispuesto hacer con otros lo que no puedes hacer solo?" (Koinonía) 



martes, 26 de febrero de 2019

PRIMEROS Y ÚLTIMOS


"Cuando se fueron de allí, pasaron por Galilea. Pero Jesús no quiso que nadie lo supiera, porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía:
– El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero tres días después resucitará. 
Ellos no entendían estas palabras, pero tenían miedo de hacerle preguntas. Llegaron a la ciudad de Cafarnaún. Estando ya en casa, Jesús les preguntó:
– ¿Qué veníais discutiendo por el camino?
Pero se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre cuál de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo:
– El que quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y servir a todos. 
Luego puso un niño en medio de ellos, y tomándolo en brazos les dijo:
– El que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no solo me recibe a mí, sino también a aquel que me envió."

Seguimos, como los apóstoles, pensando en honores, triunfos, poder. Jesús nos sigue repitiendo que para ser el primero hay que ser el último. Que lo importante es la entrega total, el servicio. El dedicarse a los más humildes y sencillos. Ahí encontramos a Dios.
 "Es usual que en los comics o historietas el héroe esté dotado de ciertas cualidades, en efecto, estos personajes con ciertas características dejan de ser comunes para volverse seres extraordinarios en los imaginarios de sus lectores. En la escena de hoy, los discípulos no han entendido aún a Jesús y su mensaje, lo han dotado de ciertos imaginarios que no tienen nada que ver con su proyecto, desde luego, ponen de reflejo que todo lo aprendido junto con él por el camino de nada ha servido hasta ahora. Ciertamente, siguen consolidando un mesianismo cargado de un tinte nacionalista que desdibuja el proyecto del reino de Dios. El que acoge a un niño como signo del reino, significa reiterar que la clave de la buena nueva de Jesús no está relacionada con el poder o el dominio, sino en el servicio, la humildad y en la capacidad de amar. Hoy más que nunca todo discípulo debe seguir haciendo estos principios presentes en su vida, sobre todo, el de acoger al más débil e indefenso." (Koinonía) 


lunes, 25 de febrero de 2019

AUMENTA MI FE


"Cuando regresaron a donde estaban los discípulos, los encontraron rodeados de una gran multitud, y algunos maestros de la ley discutían con ellos. Al ver a Jesús, todos corrieron a saludarle llenos de admiración. Él les preguntó:
– ¿Qué estáis discutiendo con ellos?
Uno de los presentes contestó:
– Maestro, te he traído aquí a mi hijo, porque tiene un espíritu que le ha dejado mudo. Dondequiera que se encuentre, el espíritu se apodera de él y lo arroja al suelo; entonces echa espuma por la boca, le rechinan los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que expulsen ese espíritu, pero no han podido.
Jesús contestó:
– ¡Oh, gente sin fe!, ¿hasta cuándo habré de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traedme aquí al muchacho!
Entonces llevaron al muchacho ante Jesús. Pero en cuanto el espíritu vio a Jesús, hizo que le diera un ataque al muchacho, que cayó al suelo revolcándose y echando espuma por la boca. Jesús preguntó al padre:
– ¿Desde cuándo le pasa esto?
– Desde niño – contestó el padre – Y muchas veces ese espíritu lo ha arrojado al fuego y al agua, para matarlo. Así que, si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos.
Jesús le dijo:
– ¿Cómo que ‘si puedes’? ¡Para el que cree, todo es posible! 
Entonces el padre del muchacho gritó:
– Yo creo. ¡Ayúdame a creer más!
Al ver Jesús que se estaba reuniendo mucha gente, reprendió al espíritu impuro diciéndole:
– Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas de este muchacho y no vuelvas a entrar en él.
El espíritu gritó e hizo que al muchacho le diera otro ataque. Luego salió de él dejándolo como muerto, de modo que muchos decían que, en efecto, estaba muerto. Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó; y el muchacho se puso en pie.
Luego Jesús entró en una casa, y sus discípulos le preguntaron aparte:
– ¿Por qué nosotros no pudimos expulsar ese espíritu?
Jesús les contestó:
– A esta clase de demonios solamente se la puede expulsar por medio de la oración."


Fe y oración. A veces, ante las dificultades, somos conscientes de que nos falta Fe. Es a través de la oración que la fortaleceremos. Una oración auténtica, que es unión con Dios, no mera repetición de palabras.
"La narración de este milagro se encuentra de manera inmediata a la trasfiguración de Jesús. En esta, un padre pide a los discípulos que expulse un espíritu que se ha apoderado de su hijo dejándolo mudo. Pero, ellos no pueden hacerlo. Jesús; quien estaba ausente, ha llegado en medio de la circunstancia y se impacienta y pide que le traigan aquel muchacho. De hecho, esta impotencia sigue siendo la falta de fe de sus discípulos. De esta manera, se debe comprender que la fe es capaz de cambiar los contextos de muerte, por realidades de vida. Por eso, el centro del relato está precisamente no en el milagro, sino en la respuesta sincera de fe de este padre: “creo, pero aumenta mi fe” Es decir, para Marcos todo discípulo debe permanecer fiel a pesar de las dificultades y las dudas. El cristiano frente al mal es impotente y debe encontrar en la fe y en la oración su apoyo incondicional en Dios. ¿Nuestra fe está puesta en el Dios de Jesús o vacilamos aún?" (Koinonía) 


domingo, 24 de febrero de 2019

AMAR AL DIFERENTE


"Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os insultan. Al que te pegue en una mejilla ofrécele también la otra, y al que te quite la capa déjale que se lleve también tu túnica. Al que te pida algo dáselo, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. Haced con los demás como queréis que los demás hagan con vosotros. Si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los pecadores se portan así! Y si hacéis bien solamente a quienes os hacen bien a vosotros, ¿qué tiene de extraordinario? ¡También los pecadores se portan así! Y si dais prestado sólo a aquellos de quienes pensáis recibir algo, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡También los pecadores se prestan entre sí esperando recibir unos de otros! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y dad prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos. Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo. 
No juzguéis a nadie y Dios no os juzgará a vosotros. No condenéis a nadie y Dios no os condenará. Perdonad y Dios os perdonará. Dad a otros y Dios os dará a vosotros: llenará vuestra bolsa con una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Dios os medirá con la misma medida con que vosotros midáis a los demás."   


Jesús nos invita a amar al diferente. Nuestra sociedad nos divide por muchas causas: raza, religión, estatus económico, ideas políticas...Jesús nos invita al amor universal. A devolver bien por mal. A amar gratuitamente.
"Seguimos con el “sermón del llano”. Después de una primera parte de bienaventuranzas y “Ayes”, Jesús inicia la segunda parte invitando a todos los que lo escuchan a cultivar un amor misericordioso y universal para llegar a ser como el Padre que está en los cielos. Si a los pobres los había llamado bienaventurados sin exigirles ningún comportamiento ético previo, ahora, si quieren seguir siéndolo deben llenarse del modo de ser cristiano. Para esto, se necesita según Jesús, algunos principios fundamentales.
En primer lugar, el amor a los enemigos. El AT ve en el odio a los enemigos algo natural (Sal 35), Jesús en cambio une el amor a los enemigos con el amor al prójimo. Los padres de la Iglesia, vieron en el perdón a los enemigos, la gran novedad de la ética cristiana. El filósofo judío del siglo XX P. Lapide (citado por Francois Bovon) escribió: “alegrarse de la desgracia del otro, odiar a los enemigos, devolver mal por mal, son actos prohibidos, mientras que se exige la magnanimidad y el socorro ofrecido al enemigo necesitado. Pero el judaísmo ignora el amor a los enemigos como principio moral.
Este imperativo es el único en los tres capítulos del sermón de la montaña, que no tiene ni un paralelismo claro ni una analogía con la literatura rabínica. Constituye, en términos teológicos, una propiedad jesuánica”. La novedad de Jesús supera por tanto la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente”, que rigió por siglos la justicia de Israel. También supera la fórmula veterotestamentaria y neotestamentaria de “amarás al prójimo como a ti mismo” pues ya incluye a los enemigos. Esto no significa que estamos exentos de tener enemigos, menos aún, los que al estilo de Jesús luchamos contra la injusticia, la intolerancia, la corrupción, la violencia, etc. De lo que se trata es de no asumir actitudes condenatorias, sino de abrir los espacios y posibilidades para que los “enemigos” encuentren el camino de la conversión y reconciliación. Que vean en nosotros el amor del Padre y el testimonio vivo de lo agradable que es vivir como hermanos.
Un segundo principio es “al que te golpee en una mejilla preséntale también la otra. Al que te arrebate el manto, entrégale también el vestido. Da al que te pide, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames” (vv. 29-30). Jesús no intenta reducirnos a la pasividad, el conformismo o la resignación (se trata de ser mansos, pero no “mensos”, tontos). ¿Por cuánto tiempo utilizaron los poderosos la “resignación cristiana” para acallar las voces que exigía sus derechos? No se trata de renunciar a nuestros derechos ni de callarnos frente a las injusticias, sino de renunciar a la violencia como medio absoluto para resolver las diferencias y los conflictos, también, renunciar a nuestras comodidades o a nuestras prendas más preciadas para darla a los que más las necesitan. En este sentido, Jesús supera el concepto de compartir que se tenía hasta el momento, pues ya no basta solo compartir el “pan con el hambriento...” sino entregarlo todo, incluso hasta la propia vida.
En 6,31 encontramos lo que suele llamarse la regla de oro de la convivencia humana. Esta regla era ya conocida en el mundo judío. La novedad de Jesús es cambiar su sentido de reciprocidad por la búsqueda sincera e inagotable de “tratar bien al otro, como quisiéramos que nos trataran a nosotros. La prueba mayor de “tratar bien” es hacerlo con los enemigos, que significa el amor por todos aquellos que con sus obras hacen del mundo un caos, la tolerancia por lo que piensan diferente, la comprensión por los que escogen caminos diferentes, etc. Esto hay que concretizarlo religiosamente rezando por los que nos persiguen y bendiciendo a los que nos maldicen. Amar, bendecir, orar por los “enemigos” no significa perder el sentido de la crítica, de la denuncia o de la reprensión. Lo que pide Jesús es que la iniciativa del amor, del perdón, de la bendición la llevemos los cristianos. Es el testimonio lo que más rápida y eficazmente puede cambiar a los que odian, hacen el mal y maldicen. Bien dice Mt 5,16: “hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los cielos”. El v. 35 es un precioso resumen de todo lo dicho hasta el momento. En el v. 36 encontramos un tercer principio para vivir al modo cristiano: “Sean misericordiosos como es misericordioso
el Padre de ustedes”. Mientras Lucas habla de misericordia Mateo de perfección. La misericordia se presenta como un elemento constitutivo del ser cristiano, por que lo es también de Dios.
¿Nos hemos preguntando alguna vez cuán misericordiosos somos? Muchas veces confundimos la misericordia o la compasión con la lástima y eso no es cristiano, por que el que tiene lástima inconscientemente se presenta como superior al otro, en cambio el que tiene misericordia establece una relación de hermanos para encontrar juntos el camino del Señor.
En cuarto lugar, tenemos tres exhortaciones que concretan la actitud misericordiosa de todo cristiano. La primera “No juzguen y no serán juzgados” (v. 37). Esto no significa perder la capacidad de opinar sobre lo bueno o lo malo, sino destruir al hermano a través de la crítica, el chisme y la calumnia. Si esta primera exhortación se dice en negativo, la segunda será en positivo: “perdonen y serán perdonados. La misericordia no se entiende sin la capacidad de perdonar, por que es en este momento cuando las comunidades llegan a vivir realmente como hermanos. La última exhortación, también en positivo es “Den y se les dará”. La misericordia encuentra su punto más alto en el dar y darse. El testimonio de Jesús fue de entrega total por la causa de Dios. Dios lo entregó todo, hasta su propio Hijo. ¿Y nosotros? Entregamos lo que nos sobra o solo lo menos importante. Dar hasta la propia vida por el hermano es la manera más auténtica de vivir el cristianismo." (Koinonía) 





sábado, 23 de febrero de 2019

HIJO AMADO


"Seis días después, Jesús se fue a un monte alto, llevando con él solamente a Pedro, Santiago y Juan. Allí, en presencia de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Sus ropas se volvieron brillantes y blancas, como nadie podría dejarlas por mucho que las lavara. Y vieron a Elías y Moisés, que conversaban con Jesús. Pedro le dijo a Jesús:
– Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Es que los discípulos estaban asustados y Pedro no sabía qué decir. En esto vino una nube que los envolvió en su sombra. Y de la nube salió una voz:
– Este es mi Hijo amado. Escuchadle. 
Al momento, al mirar a su alrededor, ya no vieron a nadie con ellos, sino sólo a Jesús.
Mientras bajaban del monte les encargó Jesús que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado. Así que guardaron el secreto entre ellos, aunque se preguntaban qué sería eso de resucitar. Preguntaron a Jesús:
– ¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero?
Él les contestó:
– Es cierto que Elías ha de venir primero y ha de poner todas las cosas en orden. Pero ¿por qué dicen las Escrituras que el Hijo del hombre ha de sufrir y ser despreciado? En cuanto a Elías, yo os digo que ya vino, y que le hicieron todo lo que quisieron, como dicen las Escrituras que le había de suceder."

El Padre presenta a Jesús como su Hijo amado y nos invita a escucharlo. No sólo en el "tabor", en los momentos de oración íntima, sino en cada momento de la vida. En nuestro día a día.
"La escena de la transfiguración en Marcos pretende conducir al creyente hacia una comprensión más profunda sobre Jesús. En esta ocasión, el maestro toma aparte tres discípulos; aún torpes e inseguros, y reciben la gracia de ver lo que se manifiesta en Jesús trasfigurado: la comunión entre Dios y su hijo. Esta manifestación sorprendente es revelada por una voz clara que indica que Jesús es el Hijo de Dios. Desde luego, la transfiguración de Cristo no es otra cosa que su propia humanidad, es el mismo Jesús que ha sido rechazado, humillado y crucificado. Este Cristo manifestado revela su propia naturaleza glorificada ante el Padre. Quienes han recibido este mensaje están llamados a guardarlo y seguir decididamente a Jesús en su último trayecto hacía Jerusalén. La trasfiguración es la actualización de la alianza que Dios tiene para con los oprimidos de la historia. Para seguir reflexionando, preguntémonos: ¿nuestra vida permite ser reflejo de esta trasfiguración de Jesús? ¿nuestras acciones trasparentan la misma voluntad de Dios?" (Koinonía) 



viernes, 22 de febrero de 2019

LAS LLAVES DE PEDRO


"Cuando Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? 
Ellos contestaron:
– Unos dicen que Juan el Bautista; otros, que Elías, y otros, que Jeremías o algún profeta. 
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Simón Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente. 
Entonces Jesús le dijo:
– Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque ningún hombre te ha revelado esto, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a edificar mi iglesia; y el poder de la muerte no la vencerá. Te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en este mundo, también quedará atado en el cielo; y lo que desates en este mundo, también quedará desatado en el cielo." 

Ayer leíamos este pasaje en Marcos. Hoy en Mateo, porque celebramos la festividad de la Cátedra de San Pedro. Por su respuesta revelada por el Padre, Jesús le confiere las llaves del Reino. Esta llaves, al contrario de como muchas veces lo hemos interpretado, no son las llaves del poder. El Reino, es el Reino del Amor. Estas llaves son las llaves para abrir los corazones. Las llaves del servicio a los demás. Las llaves del perdón.
 "En contraste con el evangelio de Marcos, el de Mateo presenta la confesión de Pedro en una clave diferente. Desde luego, el texto menciona que Jesús se encuentra en la región de Cesarea de Filipo, y pregunta: ¿quién dice la gente que es el hijo del hombre? Este último título tiene su relación con el título del siervo de Yahvé del profeta Isaías. Así mismo, Mateo señala que Jesús es reconocido como un profeta, es decir, alguien que viene de parte de Dios. Luego, la pregunta es lanzada a los discípulos y Simón Pedro, como portavoz de ellos, declara a Jesús como el Mesías, el hijo de Dios vivo. Esta confesión es reconocida por el maestro con una bienaventuranza. En efecto, Jesús indica que dicha respuesta ha sido revelada por el Padre, por eso, la asignación del nuevo nombre Pedro, que le confiere una nueva vocación, una nueva misión: comprender y hacer propias las exigencias del Reino de Dios. Ahora bien, si preguntáramos a nuestros paisanos: ¿qué dicen ellos de nuestra vida cristiana? ¿Qué responderían?" (Koinonía) 

jueves, 21 de febrero de 2019

SER EL MESÍAS


"Después de esto, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
– Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías, y otros, que eres uno de los profetas.
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías. 
Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie. 
Comenzó Jesús a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días. Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderle. Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro diciéndole:
–¡ Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres."

Aquí Jesús nos explica el verdadero significado de ser el Mesías: entregarse hasta la muerte. ¿Lo entendemos así  o, como Pedro, seguimos pensando en grandeza y dominio?

"Como se ha venido leyendo en cada uno de los relatos anteriores, la señal del pan fue el hilo conductor que condujo a todas las preguntas por Jesús y la comprensión de los discípulos de su persona. En este nuevo relato, deja entrever de manera sintética lo que la gente entendía sobre Jesús y su ministerio. En este sentido, el evangelio de Marcos explica que muchos tenían la esperanza que Dios enviara personas con ciertos atributos reservados sólo para el mesías esperado. Jesús, al parecer, llenaba las expectativas del pueblo, al punto que la gente lo identifica como un profeta y luego Pedro es quien declarará Mesías. No obstante, Jesús resignifica el sentido de su mesianismo a través de la cruz. Jesús se opone a la declaración nacionalista del mesianismo entendido por Pedro. Por eso es satanás, porque comprende un mesianismo cargado de poder y no de servicio que pasa por la cruz y la resurrección. Y nosotros, ¿quién decimos que es Jesús? ¿Cómo confesamos en nuestra vida y espiritualidad a este Jesús, crucificado-resucitado?" 



miércoles, 20 de febrero de 2019

ABRIR LOS OJOS


"Llegaron a Betsaida, y llevaron un ciego a Jesús y le rogaron que lo tocara. Jesús tomó de la mano al ciego y lo sacó fuera del pueblo. Le mojó los ojos con saliva, puso las manos sobre él y le preguntó si veía algo. El ciego comenzó a ver y dijo:
– Veo gente. Me parecen árboles que andan.
Jesús le puso otra vez las manos sobre los ojos, y el hombre miró con atención y quedó sanado: ya todo lo veía claramente. Entonces lo mandó a su casa y le dijo:
– No vuelvas al pueblo." 

Ayer veíamos que somos ciegos. Hoy Jesús nos da la solución para recuperar la vista: la Fe. Una Fe que hace que nos olvidemos de nuestro yo, de nosotros mismos y empecemos a ver a los otros. Una visión que se recupera con las gafas del Amor. Porque Fe y Amor van unidos. Una Fe que no nos lleva a amar a todos, no lo és. Es credulidad, o ideología o...cualquier cosa menos Fe.
"La ceguera de los discípulos en los anteriores pasajes es contrastada ahora en este nuevo pasaje en el cual Jesús le da la vista a un ciego. Por supuesto, este ciego curado por Jesús indica en el evangelio, el paso de la ceguera a la iluminación que Jesús va realizando en los discípulos para que lo reconozcan como el Mesías, el Hijo de Dios. De este modo, la fe en la persona de Jesús tiene todo un proceso. Como el ciego, a veces todo es impreciso y no se ve nada con claridad. La fe también suele ser confusa, al extremo de confundir a hombres con árboles como le pasó al ciego. Por esta razón, el gesto de volver a imponer las manos sobre el ciego es señal que se trata de algo gradual. Así pues, quien se hace discípulo de Jesús habrá de necesitar de la luz del evangelio para alcanzar la fe. Habrá de abrir los ojos para reconocer a Jesús y su mensaje de salvación a través de la historia en la comunidad." (Koinonía) 


martes, 19 de febrero de 2019

SOMOS CIEGOS Y SORDOS


"Se habían olvidado de llevar algo de comer y solamente tenían un pan en la barca. Jesús les advirtió:
– Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes. 
Los discípulos comentaban entre sí que no tenían pan. Jesús se dio cuenta de ello y les dijo:
– ¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿Todavía no comprendéis ni entendéis nada? ¿Tan embotada tenéis la mente? ¿Tenéis ojos y no veis, y oídos y no oís? ¿Ya no recordáis, cuando repartí los cinco panes entre cinco mil hombres, cuántas canastas llenas de trozos recogisteis?
Ellos contestaron:
– Doce. 
– Y cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántos cestos llenos recogisteis?
Contestaron:
– Siete. 
Entonces les dijo:
– ¿Todavía no entendéis?"

Ayer Jesús se encontraba con que los fariseos pedían una señal. No veían lo que tenían delante de ellos. Hoy son los discípulos los que ni ven ni oyen. Y nosotros, seguimos sin ver ni oir. Seguimos preocupado por lo externo y lo material y no sabemos ver a Jesús en nuestro corazón y en los demás.
"Los discípulos se encuentran en la barca con Jesús y, al parecer, todavía no han entendido el significado del milagro del pan. Por eso, ante la preocupación de quedarse sin provisiones, Jesús pone a los suyos en alerta por la levadura de los fariseos y de Herodes. La intención de Jesús es la de advertir a los discípulos de lo perjudicial que puede ser dejarse contagiar por aquella levadura; símbolo de la incredulidad y dureza del corazón. En este sentido, para Marcos cuando retoma las palabras del profeta Jeremías, atribuye la falta de fe por la cerrazón de no comprender del misterio de Dios. Por este motivo, les recuerda la escena de la multiplicación del pan para hacerles caer en la cuenta que algo nuevo está frente a sus ojos y es necesario cambiar de perspectiva para reconocer en Jesús al pastor, el portador de la salvación. De este modo, solo queda por preguntar: ¿qué es lo que cierra mi corazón y no me permite comprender el misterio del Reino acontecido en Jesús de Nazaret?" (Koinonía) 


lunes, 18 de febrero de 2019

LA ÚNICA SEÑAL


"Llegaron los fariseos y comenzaron a discutir con Jesús. Para tenderle una trampa, le pidieron alguna señal milagrosa que probara que él venía de parte de Dios. Jesús suspiró profundamente y dijo:
– ¿Por qué pide esta gente una señal milagrosa? Os aseguro que no se les dará ninguna señal.
Entonces los dejó, y volviendo a entrar en la barca se fue a la otra orilla del lago."
Pedimos señales de que Jesús es el Hijo de Dios. Queremos pruebas. Aquellas fariseos acababan de ver cómo habían comido la multitud, la prueba del compartir. La única señal es la vida de Jesús y su Palabra. La señal, el milagro, lo hace el Amor. Aquellas personas que entregan su vida a los demás, que luchan por la justícia, que saben compartir en nombre de Jesús, son la señal de que Él es el Hijo de Dios.
"Luego de la multiplicación de los panes, aparecen los fariseos pidiendo una señal a Jesús. En efecto, el tema central de este pasaje es la incredulidad. Los fariseos desean ver signos externos que les permita confirmar la identidad de Jesús y se dirigen hacia él con esa intención, de ponerle a prueba. El proceso de la fe en Jesús no debe pasar necesariamente por actos extraordinarios. Los fariseos quieren saciarse de prodigios y señales que les ayuden a resolver sus problemas desde el cielo. Quieren amarrar a Dios bajo sus imaginarios, quieren ver si Jesús puede manifestar por señales el poder de Dios. En Latinoamérica, muchas iglesias caen en esta tentación, promueven un tipo de religiosidad de milagrería sin un contenido de fe en la persona de Jesús y su proyecto salvador. Desean poner de manifiesto la presencia de Dios en una dimensión celestial. Hoy Jesús se niega este tipo de situaciones, de realizar signos delante de persona incrédulas y con mala intención. ¿Necesitamos aún señales milagrosas para apoyar nuestra fe en la persona de Jesús?" (Koinonía) 



domingo, 17 de febrero de 2019

¿DÓNDE ESTÁ LA FELICIDAD?


"Jesús bajó del cerro con ellos, y se detuvo en un llano. Se habían reunido allí muchos de sus seguidores y mucha gente de toda la región de Judea, y de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Habían venido para oir a Jesús y para que los curase de sus enfermedades.

Jesús miró a sus discípulos y les dijo:
Dichosos vosotros los pobres, porque el reino de Dios os pertenece.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis satisfechos. 
Dichosos los que ahora lloráis, porque después reiréis.
Dichosos vosotros cuando la gente os odie, cuando os expulsen, cuando os insulten y cuando desprecien vuestro nombre como cosa mala, por causa del Hijo del hombre. Alegraos mucho, llenaos de gozo en aquel día, porque recibiréis un gran premio en el cielo; pues también maltrataron así sus antepasados a los profetas.
Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis tenido vuestra alegría! 
¡Ay de vosotros los que ahora estáis satisfechos, porque tendréis hambre!
¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque vais a llorar de tristeza!
¡Ay de vosotros cuando todos os alaben, porque así hacían los antepasados de esta gente con los falsos profetas!" 


El comentario de Koinonía es tan completo, que no os pongo nada más.
"Las Bienaventuranzas con los pobres de protagonistas y las malaventuranzas (los ayes) con los ricos como destinatarios, continúan el plan programático de Jesús en el evangelio de Lucas.
Las Bienaventuranzas son una forma literaria conocida desde antiguo en Egipto, Mesopotamia, Grecia, etc. En Israel tenemos varios testimonios en la Biblia, especialmente en la literatura sapiencial y profética. En los salmos y en la literatura sapiencial en general, se considera bienaventurada a una persona que cumple fielmente la ley: “Bienaventurado el
hombre que no va a reuniones de malvados ni sigue el camino de los pecadores... mas le agrada la ley del Señor y medita su ley de día y de noche” (Sal 1,1); “Bienaventurados los que sin yerro andan el camino y caminan según la ley del Señor” (119,1).
Las malaventuranzas o los “ayes” son más comunes en los profetas, en momentos donde se quiere expresar dolor, desesperación luto o lamento por alguna situación que conduce a la muerte: “Ay de los que disimulan sus planes y creen que se esconden de Yahvé” (Is 29,15); “ay de estos hijos rebeldes, dice Yahvé, que traman unos proyectos que no son los míos...” (Is 30,1). También para llamar la atención de los que acaparan: “¡ay de los que juntáis casa con casa, y añadís campo a campo hasta que no queda sitio alguno, para habitar vosotros solos en medio de la tierra!” (Is 5,8); “¡Ay de los que decretan estatutos inicuos, y de los que constantemente escriben decisiones injustas!” (Is 10,1). Las Bienaventuranzas y maldiciones de Jesús con relación a las del AT tienen diferencias fundamentales. En la literatura sapiencial del AT se insiste en un comportamiento acorde con la ley para poder ser bienaventurado, en el evangelio en cambio, Jesús no exige ningún comportamiento ético determinado, como condición para ser declarado bienaventurado. Simplemente los pobres (anawin), los que lloran, los perseguidos... son bienaventurados.
Comparando las bienaventuranzas de Lucas con las de Mateo encontramos algunos datos interesantes. El lugar del discurso según Mateo es la montaña, con la intención de releer la figura de Jesús a la luz de la de Moisés en el Sinaí. Según Lucas es en un llano. Muchos incluso los diferencian llamándolos “sermón de la montaña” o “sermón del llano”. En las primeras bienaventuranza Mateo tiene una de más: “bienaventurados los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia” (Mt 5,5). En total, Lucas tiene cuatro que son equivalentes a las nueve de Mateo. En Mateo hay una inversión con relación a Lucas, pues aparecen los “hambrientos” detrás de los “afligidos”. En Mateo están redactadas en tercera persona mientras en Lucas todas están en segunda persona. Mateo subraya actitudes interiores con las cuales se debe acoger el Reino, por ejemplo, la misericordia, la justicia, la pureza de corazón, en cambio Lucas se preocupa por mostrar la situación real y concreta de pobreza, hambre, tristeza.
La bienaventuranza clave es la de los pobres, ya que las otras se entienden en relación a ésta. Son los pobres los que tienen hambre, los que lloran o son perseguidos. Lucas recuerda la promesa del AT de un Dios que venía a actuar a favor de los oprimidos (Is 49,9.13), los que tienen a Dios como único defensor (Is 58,6-7) que claman constantemente a Dios (Sal 72; 107,41; 113,7-8). Todas estas promesas van a ser cumplidas en Jesús, quien ha definido desde el principio su programa misionero en favor de los pobres y oprimidos (Lc 4,16-21. Cf. Is 61,1-3).
La última bienaventuranza (vv. 22-23) tiene como destinatarios a los cristianos que son perseguidos y excluidos a causa de su fe. Su felicidad no consiste en padecer sino en la conciencia de estar llamados a poseer una “recompensa grande en el cielo”. ¿Dios, entonces, nos quiere pobres?, y ¿qué tipo de pobres? Los pobres no son bienaventurados por ser pobres, sino porque asumiendo tal condición, por situación o solidaridad, buscan dejar de serlo.
La pobreza cristiana va ligada a la promesa del reino de Dios, es decir a tener a Dios como rey. Este reinado se convierte en la mayor riqueza, porque es tener a Dios de nuestro lado, es tener la certeza de que Dios está aquí, en esta tierra de injusticias y desigualdades, encarnado en el rostro de cada pobre, invitándonos a asumir su causa. La causa es también la causa del Reino. Y disfrutaremos el Reino cuando no haya empobrecidos carentes de sus necesidades básicas, sino «pobres en el Señor» que son todos los que mantienen la riqueza de un pueblo basada en el amor, la justicia, la fraternidad y la paz. En otras palabras, “Pobres no son los miserables sino los que libremente renuncian a considerar el dinero como valor supremo -un ídolo- y optan por construir una sociedad justa, eliminando la
causa de la injusticia, la riqueza. Son los que se dan cuenta de que aquello que ellos consideraban un valor -éxito, dinero, eficacia, posición social, poder- de hecho va contra el ser humano. El reino de Dios es la sociedad alternativa que Jesús se propone llevar a término. La proclama del reino no la efectúa desde la cima del monte, sino desde el «llano», en el mismo plano en que se halla la sociedad construida a partir de los falsos valores de la riqueza y el poder.
En Lucas las bienaventuranzas van seguidas de cuatro “ayes” o maldiciones contra los ricos. Las dos primeras van directamente contra los ricos y satisfechos por su indiferencia ante la situación de los pobres. Las dos últimas se dirigen a los que ríen y a los que tienen buena fama. La contraposición entre pobres y ricos está claramente planteada en el Magníficat: “A los hambrientos ha colmado de bienes y ha despedido a los ricos con las manos vacías” (Lc 1,53). Y en la parábola del pobre Lázaro (Lc 16,19-31). Es claro para Lucas que toda confianza puesta en la riqueza es engañosa (Lc 12,19)." (Koinonía)