lunes, 31 de diciembre de 2018

OCTAVA DE NAVIDAD


"En el principio ya existía la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él.  En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla. 
Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyesen por medio de él. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz. La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo.  Aquel que es la Palabra estaba en el mundo, y aunque Dios había hecho el mundo por medio de él, los que son del mundo no le reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no le recibieron. Pero a quienes le recibieron y creyeron en él les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado. 
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad. Y hemos visto su gloria, la gloria que como Hijo único recibió del Padre. Juan dio testimonio de él diciendo: “A este me refería yo cuando dije que el que viene después de mí es más importante que yo, porque existía antes que yo.” 
De sus grandes riquezas, todos hemos recibido bendición tras bendición. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer."

Hoy, último día del año, también hoy  acaba la octava de Navidad. La liturgia nos ofrece el mismo evangelio de aquel día. Un evangelio que nos presenta a Jesús como Palabra que Ilumina el mundo.
"Cuando he tenido la oportunidad de compartir con familias y comunidades en la misión se recuerda con nostalgia cómo hace algunos años la palabra tenía un valor absoluto. No se necesitaban documentos, ni firmas, ni autenticaciones para convenir un negocio entre personas. Bastaba con la palabra. Lamentablemente hoy no sucede lo mismo. La palabra ha perdido su valor. Como dice algún personaje de la televisión “así como digo una cosa… también digo la otra”. Da lo mismo blanco que negro. La Palabra de Dios es sabiduría, verdad y vida. Es creadora de armonía, justicia y paz. Sana, reconcilia, libera y humaniza. Por eso Juan dice que la Palabra es origen de todo, estaba con Dios y era Dios. Esa Palabra se hizo humanidad, historia, cultura en la misma persona de Jesús. Él es la Palabra de Dios. Dejarnos impregnar por Ella es hacernos, también, portadores de esperanza, amor y dignificación para todos los seres humanos. ¿De que manera la Palabra de Dios alimenta tu palabra cotidiana y se hace salvífica? ¡Feliz Año Nuevo!"(Koinonía) 



domingo, 30 de diciembre de 2018

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA


"Los padres de Jesús iban cada año a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Y así, cuando Jesús cumplió doce años, fueron todos allá, como era costumbre en esa fiesta. Pero pasados aquellos días, cuando volvían a casa, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres se dieran cuenta. Pensando que Jesús iba entre la gente hicieron un día de camino; pero luego, al buscarlo entre los parientes y conocidos, no lo encontraron. Así que regresaron a Jerusalén para buscarlo allí.
Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que le oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando sus padres le vieron, se sorprendieron. Y su madre le dijo:
– Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia.
Jesús les contestó:
– ¿Por qué me buscabais? ¿No sabéis que tengo que ocuparme en las cosas de mi Padre? 
Pero ellos no entendieron lo que les decía.
Jesús volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndolos en todo. Su madre guardaba todo esto en el corazón. Y Jesús seguía creciendo en cuerpo y mente, y gozaba del favor de Dios y de los hombres." 

"El evangelio de Lucas en el que se nos cuenta la pérdida del niño Jesús en el Templo, fue escrito probablemente unos cincuenta años después de este suceso. Doce años es, aproximadamente, la época en que los niños comienzan a sentirse independientes. Para Lucas, esta primera subida de Jesús a Jerusalén es el presagio de su subida pascual y por ello, estos acontecimientos hay que leerlos a la luz de la muerte y resurrección del Señor.
La sabiduría de Cristo ha consistido para Lc en entregarse desde su joven edad “a su Padre”, sin que esto quiera decir que supiera ya adónde le llevaría esa entrega. Pero en ella va incluida ciertamente la decisión de anteponer su cumplimiento a toda otra consideración. Sus padres no tienen aún esa sabiduría. María parece que llega a presentirla. Pero, de todas formas, respetan ya en su hijo una vocación que trasciende el medio familiar. Y esto es algo muy valioso para cada una de nuestras familias. La educación de los hijos tiene que comenzar por una actitud de sincero respeto. Si no, es imposible que surja la compresión y el amor.
Lucas nos presenta a la familia de Jesús cumpliendo sus deberes religiosos (vv. 41-42). El niño desconcierta a sus padres quedándose por su cuenta en la ciudad de Jerusalén. A los tres días, un lapso de tiempo cargado de significación simbólica, lo encuentran. Sigue un diálogo difícil, suena a desencuentro; comienza con un reproche: “¿Por qué nos has hecho esto?”. La pregunta surge de la angustia experimentada (v. 48). La respuesta sorprende: “¿Por qué me buscaban?” (v. 49), sorprende porque la razón parece obvia. Pero el segundo interrogante apunta lejos: “¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?”. María y José no comprendieron estas palabras de inmediato, estaban aprendiendo (v. 50).
La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario. En cuanto creyentes, María y José maduran su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos. Las cosas se harán paulatinamente más claras. Lucas hace notar que María “conservaba todas las cosas en su corazón” (v. 51). La meditación de María le permite profundizar en el sentido de la misión de Jesús. Su particular cercanía a él no la exime del proceso, por momentos difícil, que lleva a la comprensión de los designios de Dios. Ella es como primera discípula, la primera evangelizada por Jesús.
No es fácil entender los planes de Dios. Ni siquiera María “entiende”. Pero hay tres exigencias fundamentales para entrar en comunión con Dios: 1) Buscarlo (José y María “se pusieron a buscarlo”); 2) Creer en Él (María es “la que ha creído”); y 3) Meditar la Palabra de Dios (“María conservaba esto en su corazón”)."(Koinonía)







sábado, 29 de diciembre de 2018

SIGNO DE CONTRADICCIÓN


"Cuando se cumplieron los días en que ellos debían purificarse según manda la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Lo hicieron así porque en la ley del Señor está escrito: “Todo primer hijo varón será consagrado al Señor.” Fueron, pues, a ofrecer en sacrificio lo que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones. 
En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo, que adoraba a Dios y esperaba la restauración de Israel. El Espíritu Santo estaba con él y le había hecho saber que no moriría sin ver antes al Mesías, a quien el Señor había de enviar. Guiado por el Espíritu Santo, Simeón fue al templo. Y cuando los padres del niño Jesús entraban para cumplir con lo dispuesto por la ley, Simeón lo tomó en brazos, y alabó a Dios diciendo:
- Ahora, Señor, tu promesa está cumplida:
ya puedes dejar que tu siervo muera en paz .
Porque he visto la salvación
que has comenzado a realizar
ante los ojos de todas las naciones, 
la luz que alumbrará a los paganos 
y que será la honra de tu pueblo Israel. 
El padre y la madre de Jesús estaban admirados de lo que Simeón decía acerca del niño. Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la madre de Jesús:
– Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en Israel caigan y muchos se levanten. Será un signo de contradicción que pondrá al descubierto las intenciones de muchos corazones. Pero todo esto va a ser para ti como una espada que te atraviese el alma."

Jesús, signo de contradicción. Jesús pone al descubierto las intenciones de nuestros corazones.

"Solo quien ama de verdad, con lealtad y entrega total vive en la luz. Quien no ama su corazón está lleno de tinieblas. El fundamento de la religión cristiana no es la doctrina. La esencia de la propuesta de Jesús es el amor. La experiencia de Dios pasa por la experiencia del amor a los hermanos. Amar a los hermanos es servir, perdonar, acoger, acompañar y levantar. Quien acoge a un hermano, acoge a Dios. La experiencia de Dios es experiencia de amor al hermano. El amor a Dios y a los hermanos no son dos amores sino un solo en dos dimensiones. Por eso Jesús será signo de contradicción para aquellos que se dejan conducir por el egoísmo, la prepotencia, la arrogancia, la ambición, la codicia, la discriminación de todo género. Jesús es el amor de Dios con rostro humano. De tal manera que toda persona humana es rostro, presencia, sacramento de Dios. Puede ser que muchos rostros estén ocultados por el pecado, por la presencia del mal. ¿Cómo vives en tu comunidad la experiencia del amor compasivo y misericordioso?" (Koinonía) 


viernes, 28 de diciembre de 2018

INOCENTES DE HOY


"Cuando ya los sabios se habían ido, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: 
- Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. 
 José se levantó, tomó al niño y a su madre y salió de noche con ellos camino de Egipto, donde estuvieron hasta que murió Herodes. Esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había dicho por medio del profeta: “De Egipto llamé a mi hijo.”
Al darse cuenta Herodes de que aquellos sabios de Oriente le habían burlado, se enfureció; y calculando el tiempo por lo que ellos habían dicho, mandó matar a todos los niños menores de dos años que vivían en Belén y sus alrededores. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías:
Se oyó una voz en Ramá,
llantos y grandes lamentos.
Era Raquel, que lloraba a sus hijos
y no quería ser consolada
porque ya estaban muertos."


Jesús se salvó gracias a José. No era su hora. Debía cumplir su misión. Pero hoy día, también hay muchos inocentes que están esperando un José que los salve. Ese José debemos ser nosotros.
"Hay imágenes que taladran el corazón. Niños muertos por desnutrición. Noticias de abortos. Infantes que no disfrutan de su edad porque trabajar en ladrilleras o vendiendo legumbres en los mercados, o quienes no van a la escuela porque ofrecen en los semáforos caramelos, cigarrillos o limpiando vidrios en los autos. Niños y niñas maltratados por sus progenitores, abusados por parientes adultos. Niños involucrados en las guerras absurdas que causaron los adultos. Son las víctimas que hoy son traspasadas por las espadas del aborto, la indiferencia, la pobreza, el maltrato. Ojalá surjan muchos José que iluminados en su conciencia por Dios protejan y cuiden a la niñez de nuestra tierra. Organizaciones que defiendan los derechos de la infancia, la adolescencia y la juventud. Proyectos que velen por proteger y reconstruir la familia amenazada de destrucción y desintegración, pero tan urgente para brindar espacios de cuidado y protección a nuestros niños y jóvenes. ¿Qué haces para proteger la vida de niños y jóvenes de tu comunidad?" (Koinonía) 


jueves, 27 de diciembre de 2018

VIÓ Y CREYÓ


"Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
– ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto! 
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas,  y vio además que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado y creyó."



Tras el primer mártir, celebramos hoy San Juan Evangelista. Su evangelio es el más profundo, el más teológico. No intenta tanto ser biográfico, como transmitirnos en profundidad el mensaje de Jesús. Pudo hacerlo, porque como acaba el texto de hoy, vió y creyó. Él, el discípulo amado. El que recostó su cabeza en el pecho de Jesús la Última Cena.
"La tradición dice que Juan era el discípulo amado del Señor y probablemente el autor del cuarto evangelio, las tres cartas y el Apocalipsis. Los especialistas en Sagrada Escritura cuentan que probablemente los autores de los escritos joánicos fueron varios. Eso sí, surgieron de las comunidades evangelizadas por el discípulo Juan o alguno de sus seguidores. A nosotros nos interesa el mensaje que ha llegado hasta hoy. Juan se caracteriza por su profundidad espiritual. Sus escritos no son anecdóticos, ni biográficos. Lo que pretende es ayudarnos a descubrir la profundidad y densidad del mensaje de Jesús. Sus temas preferidos son la Palabra, la vida, la luz, la verdad, la unidad, la comunión trinitaria y el testimonio del Resucitado. El primer versículo de la primera Carta de Juan es muy ilustrativo al respecto. Habla de la fuerte y honda experiencia vivida por los seguidores de Jesús. Experiencia que transformó sus vidas y les convirtió en testigos idóneos del Resucitado. Llama poderosamente la atención que la primera testigo haya sido una mujer: la Magdalena. ¿Cómo vives tu experiencia del Resucitado en tu vida cotidiana?" (Koinonía) 



miércoles, 26 de diciembre de 2018

EL PRIMER MARTIR


"Tened cuidado, porque os entregarán a las autoridades, os golpearán en las sinagogas  y hasta os conducirán ante gobernadores y reyes por causa mía; así podréis dar testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero cuando os entreguen a las autoridades, no os preocupéis por lo que habéis de decir o por cómo decirlo, porque en aquel momento os dará Dios las palabras. No seréis vosotros quienes habléis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. 
Los hermanos entregarán a la muerte a sus hermanos, y los padres a sus hijos; y los hijos se levantarán contra sus padres, y los matarán. Todo el mundo os odiará por causa mía, pero el que permanezca firme hasta el fin, será salvo."

Ser discípulo del Niño que celebrábamos ayer su nacimiento, no es fácil. Comporta incomprensión, problemas, persecución. Pero debemos confiar. Él y su Espíritu están con nosotros.
"Ayer gozábamos celebrando la natividad del Señor. Hoy despertamos con la memoria del primer testigo de sangre del Señor: el protomártir Esteban. Llama la atención que desde el principio se señale cuál es el destino del discípulo de Jesús. Si se es coherente, fiel y radical en el seguimiento, el premio es el martirio. En los Hechos de los Apóstoles se coloca un paralelo entre la muerte de Jesús y el martirio de Esteban indicando que el discípulo pasa por la misma experiencia del Maestro. Por supuesto que Mateo subraya las consecuencias de seguir a Jesús coherentemente. El último versículo es significativo “el que resista hasta el final participará del plan de salvación”. A lo largo de la historia han sido muchos hombres y mujeres que han sellado con su sangre su experiencia de fe. En la historia de América Latina hay rostros que corroboran este don del martirio. Entre ellos sobresale Oscar Arnulfo Romero quien dio su vida por la justicia, la paz y la verdad para su Pueblo Salvadoreño. ¿Qué te dice el testimonio de los mártires a tu vida de fe?" (Koinonía) 



martes, 25 de diciembre de 2018

ES PALABRA Y ES LUZ


"En el principio ya existía la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él, Dios hizo todas las cosas; nada de lo que existe fue hecho sin él. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido apagarla. 
Hubo un hombre llamado Juan, a quien Dios envió como testigo, para que diera testimonio de la luz y para que todos creyesen por medio de él. Juan no era la luz, sino uno enviado a dar testimonio de la luz. La luz verdadera que alumbra a toda la humanidad venía a este mundo. 
Aquel que es la Palabra estaba en el mundo, y aunque Dios había hecho el mundo por medio de él, los que son del mundo no le reconocieron. Vino a su propio mundo, pero los suyos no le recibieron. Pero a quienes le recibieron y creyeron en él les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios, no por la naturaleza ni los deseos humanos, sino porque Dios los ha engendrado. 
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad. Y hemos visto su gloria, la gloria que como Hijo único recibió del Padre. Juan dio testimonio de él diciendo: “A este me refería yo cuando dije que el que viene después de mí es más importante que yo, porque existía antes que yo.” 
De sus grandes riquezas, todos hemos recibido bendición tras bendición. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer."



Jesús nació en un establo porque nadie quiso recibirlo. Él era la Luz y la Palabra, pero no quisieron verlo ni escucharlo. Lo mismo sucede en nuestros días. Seguimos sin dejarnos iluminar por su Luz ni escuchar su Palabra

"Este evangelio de Navidad nos presenta dos elementos importantes para la vida del cristiano: la Palabra y la Luz. La Palabra que nos viene de Dios se encarnó en Jesús hace más de dos mil años y vino a traernos un mensaje esperanzador. Sus palabras de vida eterna, como las describió Pedro, promueven vida digna para todos los seres humanos. Esa Palabra que existía desde la eternidad se manifestó humanamente en la persona de Jesús, quien habitó entre nosotros y vive hoy presente en medio de la humanidad sufriente y necesitada. Por medio de la Palabra somos iluminados y enviados a anunciar el Evangelio a todos los pueblos del planeta. Jesús es esa Luz verdadera que ilumina a toda persona. El vino al mundo, pero fue rechazado por los suyos y sigue siendo rechazado hoy por los que no comparten su proyecto de vida. Nuestra misión como seguidores de Cristo es la de ser testigos de esa Palabra y luz del mundo. Por eso, acoger la Navidad que hoy celebramos con gozo y esperanza requiere acoger de verdad el mensaje que vino a traernos el Redentor: “ámense unos a otros como los he amado Yo”.

Celebramos el misterio de la encarnación. Dios asume la condición humana en Jesús de Nazaret. Los evangelios subrayan la condición humilde de su nacimiento y señalan como condición para ese nacimiento la aceptación profunda y consciente por parte de José y de María, la lógica del actuar de Dios sucediendo en un pueblo pobre y sencillo.
Hermanos y hermanas, ser seguidor de Jesús es asumir su mismo camino, el camino de la encarnación en los retos y desafíos de una cultura y de una época; una obediencia incondicional a Dios hasta la muerte. Por eso celebrar la Navidad no es solo un recuerdo, es luchar dentro de nuestros pueblos y nuestras circunstancias para que la dignidad de hombres y mujeres sea respetada, para que tengamos condiciones dignas de vida, y por hacer de nuestros países lugares más acordes al sueño de Dios, el Reino.

En este espíritu, esencia del cristianismo, ¡Feliz Navidad para todos!"(Koinonía






lunes, 24 de diciembre de 2018

EL PROFETA DEL ALTÍSIMO


"Zacarías, el padre del niño, lleno del Espíritu Santo y hablando en profecía, dijo:
- ¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, 
porque ha venido a rescatar a su pueblo! 
Nos ha enviado un poderoso salvador, 
un descendiente de David, su siervo. 
Esto es lo que había prometido en el pasado
por medio de sus santos profetas:
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de todos los que nos odian,
que tendría compasión de nuestros antepasados
y que no se olvidaría de su santo pacto. 
Y este es el juramento que había hecho
a nuestro padre Abraham: 
que nos libraría de nuestros enemigos,
para servirle sin temor 
con santidad y justicia,
y estar en su presencia
todos los días de nuestra vida.
En cuanto a ti, hijito mío,
serás llamado profeta del Dios altísimo,
porque irás delante del Señor
preparando sus caminos, 
para hacer saber a su pueblo
que Dios les perdona sus pecados
y les da la salvación. 
Porque nuestro Dios, en su gran misericordia,
nos trae de lo alto el sol de un nuevo día, 
para iluminar a los que viven
en la más profunda oscuridad, 
para dirigir nuestros pasos
por un camino de paz." 

Juan es el encargado de anunciarnos y mostrarnos al Hijo. Él será el precursor. Allanará los caminos y nos iluminará para que podamos encontrarlo. Es el profeta del Altísimo. La última voz del Antiguo Testamento.
"¡Caramba! Al viejo Zacarías se le soltó la lengua cuando constató que Dios cumple su promesa. Nos podríamos imaginar la algarabía de las gentes de aquel pueblo de las montañas de Judea. Cuántos comentarios de admiración por las maravillas que contemplaban con el nacimiento del niño Juan. Y el padre, inspirado por el Espíritu Santo, anuncia gozoso la misión del niño que preparará el camino para la irrupción plena de Dios en la historia por medio de su Hijo Jesucristo. Se adivina un nuevo amanecer para el pueblo que anda en tinieblas de injusticia y opresión y sombras de muerte. Cuánta vigencia tiene este cántico que clérigos y religiosos recitamos de memoria por las mañanas en la oración de laudes. Es todo un proyecto de vida para hacer realidad el Reino de paz y justicia que trae Jesús. Les invitamos para que en un momento de meditación, contemplación y oración profundicemos en el mensaje de este hermoso cántico de Zacarías. ¿Qué signos de la misericordia de Dios podemos identificar y constatar en nuestro contexto vital?" (Koinonía) 


domingo, 23 de diciembre de 2018

MARÍA NOS TRAE A JESÚS


"Por aquellos días, María se dirigió de prisa a un pueblo de la región montañosa de Judea, y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se movió en su vientre, y ella quedó llena del Espíritu Santo. Entonces, con voz muy fuerte, dijo Isabel:
– ¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Tan pronto como he oído tu saludo, mi hijo se ha movido de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!"


María visita a Isabel, y nos visita a nosotros trayéndonos a Jesús. Jesús nos trae la alegría que comunica Jesús.
"Acercarnos a celebrar el nacimiento de Jesús conlleva recordar la condición de mujer y la fe de María. El episodio llamado de la visitación, del evangelio de Lucas nos relata el encuentro de dos mujeres madres. María, la galilea, va a Judá, la región en la que un día el hijo que lleva dentro de ella será rechazado y condenado a muerte (Lc 1,39). Ante el saludo de la joven, el niño que Isabel está a punto de dar a luz “salta de gozo” (vv. 41 y 44). La madre alude poco después a lo que siente dentro de sí; se trata de la alegría del niño –el futuro Juan Bautista– alrededor de quien habían girado hasta el momento los acontecimientos narrados en este primer capítulo de Lucas. Juan cede ahora el paso a Jesús. El gozo es la primera respuesta a la venida del Mesías. Experimentar alegría porque nos sabemos amados por Dios es prepararnos para la navidad.
Isabel pronuncia entonces una doble bendición. Como ocurre siempre en manifestaciones importantes, Lucas subraya que lo hace “llena del Espíritu Santo” (v. 41). María es declarada “Bendita entre las mujeres” (v. 42), su condición de mujer es destacada; en tanto que tal es considerada amada y privilegiada por Dios. Esto es ratificado por el segundo motivo del elogio: “Bendito el fruto de tu vientre” (v. 42). Este fruto es Jesús, pero el texto subraya el hecho de que por ahora está en el cuerpo de una mujer, en sus
entrañas, tejido de su tejido. El cuerpo de María deviene así el arca santa donde se alberga el Espíritu y manifiesta la grandeza de su condición femenina. En su visitante, Isabel reconoce a la “madre del Señor” (v. 43), aquella que dará a luz a quien debe liberar a su pueblo, según lo anunciaba el profeta Miqueas (5,2-5).
Bendecir (bene-dícere) significa decir el bien, ensalzar, glorificar. Con anterioridad al nacimiento de Jesús, aparecen en los evangelios bendiciones por parte de Zacarías, Simeón, Isabel y María. Todos bendicen a Dios por lo que hace. Pero, al mismo tiempo, Jesús bendice a los niños, a los enfermos, a los discípulos, al Padre. Toda bendición va dirigida a Dios. La oración de bendición es, sobre todo, alabanza de acción de gracias. De este modo celebramos la Eucaristía. Pero también la bendición se extiende a todas las criaturas incluso a las inanimadas: ramos, ceniza, pan y vino. Son bienaventurados los santos y especialmente “bendita” es María, la madre de Jesús.
El Espíritu Santo ayuda a Isabel a pronunciar una bendición: “¡Bendita eres entre todas las mujeres y bendito sea el fruto de tu vientre!”. Desde entonces, millones de veces lo hemos dicho todos los cristianos en el “Ave María”. Son benditos, bienaventurados o dichosos los que creen en Dios, los que practican la Palabra, los que dan frutos, los pobres con los que se identifica Jesús.
María creyó. Ésta fue su grandeza y el fundamento de su felicidad: su fe. María se convierte en maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios, aunque ella no se pudiera explicar el modo como se realizaría aquel plan. Toda la vida de María se fundamenta en su fe, en la adhesión que ha prestado desde el primer momento a la revelación que llegó hasta ella."



sábado, 22 de diciembre de 2018

DEL CORAZÓN DE MARÍA


"María dijo:
- Mi alma alaba la grandeza del Señor. 
Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador, 
porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, 
y desde ahora me llamarán dichosa;
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas.
¡Santo es su nombre!
Dios tiene siempre misericordia
de quienes le honran. 
Actuó con todo su poder:
deshizo los planes de los orgullosos,
derribó a los reyes de sus tronos 
y puso en alto a los humildes.
Llenó de bienes a los hambrientos
y despidió a los ricos con las manos vacías. 
Ayudó al pueblo de Israel, su siervo,
y no se olvidó de tratarlo con misericordia. 
Así lo había prometido a nuestros antepasados,
a Abraham y a sus futuros descendientes. 
María se quedó con Isabel unos tres meses, y después regresó a su casa."


El Magníficat, el cántico de Maria. Sencillo y revolucionario a la vez. Un canto a la pobreza, a la humildad, a la justicia. Un canto que brota de los profundo del corazón de María.
"A veces escucho las plegarias de personas humildes dando gracias por las bendiciones recibidas de Dios. Son muchas las personas, particularmente mujeres, que reconocen el actuar maravilloso y misericordioso de Dios en el acontecer diario. Sin mayores portentos, sin estruendos. Son plegarias que salen del corazón con gratitud desbordante desde la simplicidad de la vida. “Proclama mi alma la grandeza del Señor porque ha visto la pequeñez, la humildad y pobreza de su sierva” es el cántico que brota de la joven María. Ella no se engrandece a sí misma, no se llena de prepotencia y soberbia. Al contrario, confiesa su pequeñez para resaltar la grandeza del amor y misericordia de Dios. Realiza una mirada a la historia humana desde la mirada de Dios. Hace proezas, enaltece a lo humildes, da pan a los hambrientos, derriba a poderosos, opulentos, codiciosos y soberbios que han cerrado su corazón para impedir que el Dios del amor y la paz penetre en ellos y les transforme su vida. ¿Reconoces las obras grandes que el Señor ha hecho en tu vida y en la comunidad?"