jueves, 31 de octubre de 2019

¿MATAMOS A LOS PROFETAS?


"También entonces llegaron algunos fariseos, a decirle a Jesús:
– Vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
Él les contestó:
– Id y decidle a ese zorro: ‘Mira, hoy y mañana expulso a los demonios y sano a los enfermos, y pasado mañana termino.’  Pero tengo que seguir mi camino hoy, mañana y al día siguiente, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén. 
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos bajo las alas, pero no quisisteis! Pues mirad, vuestro hogar va a quedar desierto. Y os digo que no volveréis a verme hasta que llegue el tiempo en que digáis:
- ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!’"

En nuestros días seguimos "matando" a los profetas. No aceptamos a aquellos que denuncian la injusticia, que luchan por la libertad y la igualdad entre todos los hombres. Estamos lejos de Dios si no los recibimos. Un Dios que nos quiere bajo sus alas, bajo su protección; pero nosotros lo rechazamos, preferimos "andar" solos. Así vamos al fracaso.
 "Indudablemente que la predicación y la acción de Jesús resulta sospechosa y peligrosa para las esferas del poder. Históricamente sabemos que la familia herodiana se caracterizó por su soberbia, ambición de poder y crueldad. Unos más que otros, pero apegados al poder como su dios y señor. Por eso Jesús que no pertenece a los círculos de poder político, económico, ni siquiera religioso pero que actúa con plena libertad, desenmascarando la maldad y la injusticia revestida de falsa religiosidad tenía que fastidiar a quienes se consideran los dueños del mundo y de las personas. Pero Jesús continúa su camino, nada le detiene, sabe cuál es su misión y no piensa abandonarla a pesar de las amenazas de Herodes y los de su grupo. Jesús se pone en la línea de los profetas. Porque el auténtico profeta cumple su misión a cabalidad aunque le cueste la vida. Como muchos hermanos y hermanas en nuestro tiempo. Perseguidos y martirizados pero firmes y fieles hasta el final. ¿Cómo vives tu vocación profética en tu contexto social y religioso?" (Koinonía) 

miércoles, 30 de octubre de 2019

LA PUERTA DEL REINO


"En su camino a Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por donde pasaba. Alguien le preguntó:
– Señor, ¿son pocos los que se salvan?
Él contestó:
– Procurad entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos querrán entrar y no podrán. Después que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, vosotros, los que estáis fuera, llamaréis y diréis: ‘¡Señor, ábrenos!’ Pero él os contestará: ‘No sé de dónde sois.’ Entonces comenzaréis a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras calles.’ Pero él os contestará: ‘Ya os digo que no sé de dónde sois. ¡Apartaos de mí, malhechores!’ Allí lloraréis y os rechinarán los dientes al ver que Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas están en el reino de Dios, y que vosotros sois echados fuera. Porque vendrá gente del norte, del sur, del este y del oeste, y se sentará a la mesa en el reino de Dios. Y mirad, algunos de los que ahora son los últimos serán los primeros; y algunos que ahora son los primeros serán los últimos."


Lo que Jesús nos dice, es que seguirle requiere esfuerzo y entrega. No se trata de seguirle con palabras, sino con hechos. Y muchos que creen y que nosotros creemos que están lejos, están muy cerca de Él, porque saben amar a su prójimo y luchan contra las injusticias. 
"¡Qué admirable la actividad misionera de Jesús! va por todas partes hablando del reino de Dios, invitando a la conversión y al seguimiento. Alguien le plantea una cuestión de fondo sobre el asunto de la salvación. Gran preocupación de la humanidad a lo largo de la historia. Tiene sentido nuestra vida? qué final nos espera? cuáles son las condiciones para alcanzar la meta? pero Jesús no desliga el tema de la “salvación” de la vida de la gente. No se trata de buscar privilegios y honores en esta vida (puerta ancha) o de vivir pegados a prácticas y tradiciones religiosas. La salvación no se desprende porque se pertenece a esta o aquella denominación religiosa o corriente espiritual. Depende de la apertura al plan de Dios anunciado y testimoniado por Jesús. Si nos disponemos a participar activamente en su proyecto salvífico, ya estamos participando de la salvación en nuestra historia. La salvación es semilla y fermento que va creciendo en el corazón humano hasta llegar a su madurez en el encuentro definitivo con el Señor." (Koinonia) 

martes, 29 de octubre de 2019

CRECER DESDE DENTRO


"Jesús decía:
- ¿A qué se parece el reino de Dios y a qué podré compararlo? Es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo, y que crece hasta llegar a ser como un árbol tan grande que las aves anidan entre sus ramas.
También dijo Jesús:
- ¿A qué podré comparar el reino de Dios? Es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para que toda la masa fermente."


El Reino no se basa en grandes cosas, concentraciones tumultuosas, grandes actos de propaganda. El Reino, como el pequeño grano de mostaza y la levadura, crece desde dentro. Es ese trabajo cotidiano, en el anonimato, el que es realmente efectivo. Primero debemos hacerlo crecer en nuestro interior. De ahí se repartirá a nuestro alrededor y se hará grande.
 "Semilla diminuta y pequeña porción de levadura. Jesús sorprende con su manera de explicar la naturaleza del Reinado de Dios. La semilla y la levadura son elementos muy utilizados en el ambiente rural de su época. La mayoría de sus oyentes son campesinos, labriegos que se ganan el sustento diario cultivando la tierra, regando la semilla. También las mujeres escuchan a Jesús y ellas sí que saben de amasar, de harinas y de levaduras. Así es el reinado de Dios. Una semilla que se siembra en el corazón humano y va creciendo poco a poco, sin demasiado ruido, hasta convertirse en un árbol frondoso, cargado de frutos de caridad, solidaridad, equidad, misericordia… Lo mismo la levadura que va transformando desde dentro la masa, de una manera casi imperceptible a los ojos humanos y la va haciendo crecer. La fuerza del reino también transforma desde dentro y hace crecer la totalidad de la persona humana hasta convertirla en pan de paz y justicia para todos. ¿Sientes en tu vida la fuerza dinámica del reino de Dios?" (Koinonía) 


lunes, 28 de octubre de 2019

LLAMADOS...


"Por aquellos días, Jesús se fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, reunió a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales llamó apóstoles. Estos fueron: Simón, a quien puso también el nombre de Pedro; Andrés, hermano de Simón; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago hijo de Alfeo; Simón el celote, Judas, hijo de Santiago,n y Judas Iscariote, que traicionó a Jesús. 
Jesús bajó del cerro con ellos, y se detuvo en un llano. Se habían reunido allí muchos de sus seguidores y mucha gente de toda la región de Judea, y de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón.o Habían venido para oir a Jesús y para que los curase de sus enfermedades. Los que sufrían a causa de espíritus impuros, también quedaban sanados. Así que toda la gente quería tocar a Jesús, porque los sanaba a todos con el poder que de él salía." 

Jesús podía haber llamado a seguirle a fariseos, sacerdotes, maestros de la ley...,pero llama a pescadores, a gente humilde. Él no quería sabios, ni gente con influencia. Quería gente capaz de amar, de compadecerse del débil. Jesús nos sigue llamando hoy. Y nos llama a amar, a compartir, a compadecernos, a dar nuestra vida por los demás.
"Hoy la Iglesia celebra la fiesta de Simón y Judas Tadeo, apóstoles del Señor. Cuando hacemos memoria de los apóstoles se nos viene a la mente las imágenes de unos personajes serios, que respiran santidad por todos los poros. Pero no podemos olvidar que ellos eran en su mayoría pescadores, es decir, trabajadores del mar como cualquiera de los pescadores de las costas marítimas o fluviales de nuestros países. Hombres toscos, bruscos y fuertes que le arrancan al mar su diario vivir. Así eran Simón, Andrés, Judas y los otros. Aquellos a quienes Jesús llamó luego de “consultarlo con su Padre” en una noche de vigilia y oración. Y los llamó para formarlos y enviarlos a continuar su obra. Los llamó para iniciarlos en un largo camino de conversión y de configuración con Él. También nosotros hemos sido llamados por nuestros nombres en el bautismo y en la confirmación para que pongamos nuestros talentos al servicio del Reino. ¿Cómo vives tu vocación de llamado/a a seguir al Señor en nuestro “aquí y ahora”?" (Koinonía) 

domingo, 27 de octubre de 2019

EL PODER DE LAHUMILDAD


"Jesús contó esta otra parábola para algunos que se consideraban a sí mismos justos y despreciaban a los demás:
- Dos hombres fueron al templo a orar:e el uno era fariseo, y el otro era uno de esos que cobran impuestos para Roma. El fariseo, de pie, oraba así: ‘Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, malvados y adúlteros. Ni tampoco soy como ese cobrador de impuestos. Ayuno dos veces por semana y te doy la décima parte de todo lo que gano.’ A cierta distancia, el cobrador de impuestos ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘¡Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador!’ Os digo que este cobrador de impuestos volvió a su casa perdonado por Dios; pero no el fariseo. Porque el que a sí mismo se engrandece será humillado, y el que se humilla será engrandecido."



El fariseo se equivoca en dos cosas. Cree que la bondad reside en el cumplimiento de normas y ritos. Se cree superior y mejor que el recaudador de impuestos. Sin embargo es este último el que es perdonado. Porque para Dios lo importante es reconocerse pecador, saber pedir perdón y convertirse. Es la sencillez, la humildad, la que nos hace ser grandes a los ojos de Dios.
"La mayor parte de las parábolas de Jesús tienen como telón de fondo la vida de las aldeas de Galilea y reflejan distintas experiencias de vida del campesinado. Solamente unas pocas se salen de este marco. Y una de éstas es la del fariseo y el recaudador, que se sitúa en contexto urbano y, más en concreto, en la ciudad de Jerusalén, en el recinto del templo, el lugar propicio para obtener la purificación de los pecados.

La influencia y atracción del Templo para los judíos se extendía incluso más allá de las fronteras de Palestina, como lo muestra claramente la obligación del pago del impuesto al Templo por parte de los judíos que no vivían en Palestina. Pagar ese impuesto se había convertido en tiempos de Jesús en un acto de devoción hacia el Templo, porque éste hacía posible que los judíos mantuviesen su relación con Dios.

En tiempos de Jesús, el cobro de impuestos no lo hacían los romanos directamente, sino indirectamente, adjudicando puestos de arbitrios y aduanas a los mejores postores, que solían ser gente de las élites urbanas, de la aristocracia. Estas élites, sin embargo, no regentaban las aduanas, sino que, a su vez, dejaban la gestión de las mismas a gente sencilla, que recibía a cambio un salario de subsistencia. Los recaudadores de impuestos practicaban sistemáticamente el pillaje y la extorsión de los campesinos. Debido a esto, el pueblo tenía hacia estos cobradores de impuestos la más fuerte hostilidad, por ser colaboracionistas con el poder romano. La población los odiaba y los consideraba ladrones. Tan desprestigiados estaban que se pensaba que ni siquiera podían obtener el arrepentimiento de sus pecados, pues para ello tendrían que restituir todos los bienes extorsionados, más una quinta parte, tarea prácticamente imposible al trabajar siempre con público diferente. Esto hace pensar que el recaudador de la parábola era un blanco fácil de los ataques del fariseo, pues era pobre, socialmente vulnerable, virtualmente sin pudor y sin honor, o lo que es igual, un paria considerado extorsionador y estafador.

En su oración, el fariseo aparece centrado en sí mismo, en lo que hace. Sabe lo que no es: ladrón, injusto o adúltero; ni tampoco es como ese recaudador, pero no sabe quién es en realidad. La parábola lo llevará a reconocer quién es, precisamente no por lo que hace (ayunar, dar el diezmo...), sino por lo que deja de hacer (relacionarse bien con los demás).

El fariseo decimos que ayuna dos veces por semana y paga el diezmo de todo lo que gana. Hace incluso más de lo que está mandado en la Torá. Pero su oración no es tan inocente. Lo que parecen tres clases diferentes de pecadores a las que él alude (ladrón, injusto, pecador) se puede entender como tres modos de describir al recaudador. El recaudador, sin embargo, reconoce con gestos y palabras que es pecador y en eso consiste su oración.
El mensaje de la parábola es sorprendente, pues subvierte el orden establecido por el sistema religioso judío: hay quien, como el fariseo, cree estar dentro, y resulta que está fuera; y hay quien se cree excluido, y sin embargo está dentro.
En el relato se ha presentado al fariseo como un justo y ahora se dice que este justo no es reconocido; debe haber algo en él que resulte inaceptable a los ojos de Dios. Sin embargo, el recaudador, al que se nombra con un despectivo “ése”, no es en modo alguno despreciable. ¿Qué pecado ha cometido el fariseo? Tal vez solamente uno: mirar despectivamente al recaudador y a los pecadores que él representa. El fariseo se separa del recaudador y lo excluye del favor de Dios.
Dios, justificando al pecador sin condiciones, adopta un comportamiento diametralmente opuesto al que el fariseo le atribuía con tanta seguridad. El error del fariseo es el de ser “un justo que no es bueno con los demás”, mientras que Dios acoge graciosamente incluso al pecador. Esta parábola proclama, por tanto, la misericordia como valor fundamental del reinado de Dios. Con su comportamiento, el recaudador rompe todas las expectativas y esquemas, desafía la pretensión del fariseo y del Templo con sus medios redentores, y reclama ser oído por Dios, ya que no lo era por el sistema del Templo y por la teología oficial, representada por el fariseo.
Si la interpretación de la parábola es ésta, entonces se puede vislumbrar por qué Jesús fue estigmatizado como «amigo de recaudadores y de pecadores», y por qué fue crucificado finalmente por las élites de Jerusalén con la ayuda de los romanos y el pueblo." (Koinonía)



sábado, 26 de octubre de 2019

FRUTOS DE JUSTICIA


"Por aquel mismo tiempo fueron unos a ver a Jesús, y le contaron lo que Pilato había hecho: sus soldados mataron a unos galileos cuando estaban ofreciendo sacrificios, y la sangre de esos galileos se mezcló con la sangre de los animales que sacrificaban. 
Jesús les dijo:
- ¿Pensáis que aquellos galileos murieron así por ser más pecadores que los demás galileos? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis. ¿O creéis que aquellos dieciocho que murieron cuando la torre de Siloé les cayó encima, eran más culpables que los demás que vivían en Jerusalén? Os digo que no, y que si vosotros no os volvéis a Dios, también moriréis. 
Jesús les contó esta parábola:
- Un hombre había plantado una higuera en su viña, pero cuando fue a ver si tenía higos no encontró ninguno. Así que dijo al hombre que cuidaba la viña: ‘Mira, hace tres años que vengo a esta higuera en busca de fruto, pero nunca lo encuentro. Córtala. ¿Para qué ha de ocupar terreno inútilmente?’ Pero el que cuidaba la viña le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año. Cavaré la tierra a su alrededor y le echaré abono. Con eso, tal vez dé fruto; y si no, ya la cortarás.’"

Si no damos frutos, somos estériles como la higuera. Frutos de justicia y solidaridad. Frutos de amor a los más necesitados, a los olvidados, a los perseguidos. Todo los demás es hojarasca. Jesús nos abona y cava a nuestro alrededor. Debemos escuchar su Palabra y ponerla en práctica.
"Todo el recorrido que hicimos esta semana con la Palabra de Dios culmina hoy con la proclamación del triunfo definitivo de la vida sobre la muerte en Cristo Jesús, obrando en la vida del creyente que ha renunciado al señorío del mal y del egoísmo en su vida. San Pablo llama a esta nueva realidad la ley del Espíritu que habita en aquellos que creen en Jesús y le siguen. Y seguirle es ante todo ir al encuentro del hermano necesitado, donde Dios está presente. Se trata nada menos que de la fuerza que levantó al Resucitado del sepulcro y que ahora habita en nosotros, confirmándonos en un estilo de vida que se plasma en relaciones humanas al servicio de la justicia en el mundo. El creyente que ha optado por la justicia de Dios es como la higuera plantada en la viña del Señor y que su fe se manifiesta en frutos de justicia. ¿En qué obras de justicia puedo reconocer la ley del Espíritu obrando a través de mí?" (Koinonía) 

viernes, 25 de octubre de 2019

CONOCER EL PRESENTE


"Jesús dijo también a la gente:
- Cuando veis que las nubes aparecen por occidente, decís que va a llover, y así sucede. Y cuando el viento sopla del sur, decís que va a hacer calor, y lo hace. ¡Hipócritas!, si sabéis interpretar tan bien el aspecto del cielo y de la tierra, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo en que vivís? ¿Por qué no juzgas por ti mismo lo que es justo? Si alguien te demanda ante las autoridades, procura llegar a un acuerdo con él mientras aún estés a tiempo, para que no te lleve ante el juez; porque si no, el juez te entregará a los guardias y los guardias te meterán en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo."

A nuestra sociedad nos ocurre como a los contemporáneos de Jesús: predecimos el futuro, hacemos encuestas que nos dicen lo que ocurrirá. Sabemos ver los síntomas de los cambios económicos...pero no sabemos ver el presente. Cerramos nuestros ojos ante el que sufre, el que es perseguido injustamente, el que muere de hambre, el desahuciado, el inmigrante. No sabemos ver el egoísmo, la injusticia que nos atenaza. Preferimos ignorar lo que ocurre a nuestro alrededor; porque esto cambiaría nuestras vidas egoístas, centradas en la búsqueda del placer, aunque sea a costa de la desgracia ajena.
"Hoy, la Palabra de Dios habla de la necesidad de conocernos en profundidad, para trabajar en nuestro interior, reconociendo nuestras fragilidades y nuestras fortalezas. San Pablo describe dramáticamente el misterio del poder del mal en nuestros corazones, que aprovechando la fragilidad de nuestra naturaleza nos arrastra a cometer el mal que no elegimos. Trabajar en estas tensiones de nuestro corazón nos hace humildes, totalmente necesitados de la misericordia de Dios. Una profunda gratitud brota de quien sabiéndose lleno de carencias tiene en Dios su refugio, su fortaleza y su consuelo. Esta realidad también nos hace conscientes de la necesidad que tenemos de luchar contra toda tendencia a dominar y someter al hermano, porque la ofensa contra Dios significa siempre y previamente un acto de dominación contra el hermano. Un corazón creyente, que se conoce a sí mismo y conoce el infinito amor de Dios todos los días tiene que hacerse una pregunta fundamental que lo libra de su fuerza egoísta: ¿dónde está tu hermano?" (Koinonía) 

jueves, 24 de octubre de 2019

LA PAZ DE JESÚS


"He venido a encender fuego en el mundo, ¡y cómo querría que ya estuviera ardiendo! Tengo que pasar por una terrible prueba, ¡y cómo he de sufrir hasta que haya terminado! ¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? Pues os digo que no, sino división. Porque, de ahora en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres. El padre estará contra su hijo y el hijo contra su padre; la madre contra su hija y la hija contra su madre; la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra."

No es que Jesús no quiera la paz; para Él la paz no es cerrar los ojos ante los problemas, ante las injusticias. La paz de Jesús se conseguirá el día que nuestra sociedad sea fraterna, en que todo el mundo sepa compartir y nadie oprima a nadie. Esto se consigue haciendo arder el mundo con el fuego del Amor. Conseguirlo implica, por desgracia, incomprensión; incluso persecución. Per es con el fuego del Amor que el Reino se hará presente entre nosotros.
"En palabras de suma intimidad, Jesús comparte con sus discípulos la profundidad de su corazón: lo que intensamente anhela y la angustia que le genera la urgencia de su cumplimiento. Compara estos sentimientos con un fuego que arde y que quiere contagiar por donde va pasando, sabiendo que el tiempo ha llegado y que queda poco. Ciertamente, los apóstoles son contagiados de ese fuego del corazón de Jesús y especialmente confirmados en la misma misión que su Maestro en el día de Pentecostés. Es el celo que mueve al misionero apostólico que se sabe llamado y enviado para una misión que no permite esperas. Las contradicciones muchas veces son un signo de ese fuego que el Espíritu hace arder en los corazones de aquellos que han optado por ser misioneros. La memoria de san Antonio María Claret se sintetiza en este mismo fuego y nos presenta el Corazón de María como la fragua ardiente donde nos forjamos para seguir haciendo crecer este fuego en el corazón del mundo. ¿Cómo cuidamos el fuego de nuestro corazón misionero?" (Koinonía) 


miércoles, 23 de octubre de 2019

SE NOS HA CONFIADO MUCHO


"Y pensad que si el dueño de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría que se la abrieran para robarle. Estad también vosotros preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperéis.
Pedro le preguntó:
– Señor, ¿has contado esta parábola sólo para nosotros, o para todos?
Dijo el Señor:
- ¿Quién es el mayordomo fiel y atento, a quien su amo deja al cargo de la servidumbre para repartirles la comida a su debido tiempo? ¡Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, encuentra cumpliendo con su deber! De verdad os digo que el amo le pondrá al cargo de todos sus bienes. Pero si ese criado, pensando que su amo va a tardar en volver, comienza a maltratar a los demás criados y a las criadas, y se pone a comer, beber y emborracharse, el día que menos lo espera y a una hora que no sabe llegará su amo y lo castigará. Le condenará a correr la misma suerte que los infieles.
El criado que sabe lo que quiere su amo, pero no está preparado ni le obedece, será castigado con muchos golpes. Pero el criado que por ignorancia hace cosas que merecen castigo, será castigado con menos golpes. A quien mucho se le da, también se le pedirá mucho; a quien mucho se le confía, se le exigirá mucho más." 


Este evangelio es la continuación del de ayer. Se nos sigue pidiendo que estemos apunto, preparados, atentos. Se nos ha dado mucho. Se nos ha confiado hacer una sociedad fraterna. Todo es gracia y debemos responder con nuestra entrega.
"Jesús, nuevamente, reflexiona usando la imagen de un servidor que queda a cargo de una casa en ausencia de su dueño. A través de ella nos llama a vivir según un modelo ético de autonomía que se describe con palabras como libertad, gracia, espíritu, vida y fe, superando otro modelo opuesto, de heteronomía, que se describe con palabras como esclavitud, pecado, carne, muerte, ley. Jesús invita a sus discípulos a identificarse con el administrador fiel y prudente que asume su responsabilidad independientemente de la presencia del dueño de casa. Porque para él el sentido de cumplir con sus obligaciones le viene dado principalmente del vínculo personal con el dueño de la casa y no tan solo con las normas. Superar la dimensión del mero cumplimiento de la ley significa crecer en autonomía, en libertad interior, allí donde se fundamenta el sentido último de nuestras responsabilidades. Para Pablo es en esa autonomía donde obra la gracia del Espíritu y desde donde se edifica la justicia de Dios. ¿Qué sentido damos al cumplimiento de nuestras obligaciones?" (Koinonía) 


martes, 22 de octubre de 2019

SIEMPRE A PUNTO


"Estad preparados y mantened vuestras lámparas encendidas. Sed como criados que esperan que su amo regreser de una boda, para abrirle la puerta tan pronto como llegue y llame. ¡Dichosos los criados a quienes su amo, al llegar, encuentre despiertos! Os aseguro que los hará sentar a la mesa y se dispondrá a servirles la comida. Dichosos ellos, si los encuentra despiertos aunque llegue a medianoche o de madrugada."


Jesús nos pide que estemos siempre apunto. Es decir, siempre preparados para servir, para amar. La lámpara encendida es una imagen del Amor. La rutina, es uno de los defectos que nos apartan de la entrega. Creemos, que porque rezamos unas oraciones, tenemos una ligera cultura religiosa, ya somos hombres de Fe. Es el día a día, el saber amar en cada momento, el que nos hace ser verdaderos discípulos. Hay que estar siempre a punto para servir.
"Tened las "lámparas encendidas” es una bella imagen que nos habla de la necesidad de salir de sí mismo al encuentro del otro, de estar atentos aún cuando todos duermen. Estar despiertos y dispuestos para recibir al que está llegando significa que la misión se completa tan solo cuando atiendo la llamada del que toca mi puerta. La Palabra insiste en que nuestra salvación es junto a otros, porque el proyecto de Dios es salvación en solidaridad de todos los miembros de su pueblo. En esto se manifiesta la solidaridad real, tanto en la fragilidad como en la fortaleza, de la humanidad entera construyendo una justicia incluyente. Cuando comprendemos que necesitamos del otro para nuestra salvación no podemos quedar tranquilos en la comodidad de nuestro propio bienestar. Porque si el otro aún sufre injusticia no ha llegado la salvación tampoco para mí. ¿Quiénes están llamando a mi puerta? ¿Está dispuesto y atento mi corazón a esta oportunidad de hacer efectiva la justicia que se me ofrece?" (Koinonía) 

lunes, 21 de octubre de 2019

DINERO Y JUSTICIA


"Uno de entre la gente dijo a Jesús:
– Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia. 
Jesús le contestó:
– Amigo, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?
También dijo:
– Guardaos de toda avaricia, porque la vida no depende delj poseer muchas cosas.
Entonces les contó esta parábola:
- Había un hombre rico, cuyas tierras dieron una gran cosecha. El rico se puso a pensar: ‘¿Qué haré? ¡No tengo donde guardar mi cosecha!’ Y se dijo: ‘Ya sé qué voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes en los que guardar toda mi cosecha y mis bienes. Luego me diré: Amigo, ya tienes muchos bienes guardados para muchos años; descansa, come, bebe y goza de la vida.’ Pero Dios le dijo: ‘Necio, vas a morir esta misma noche: ¿para quién será lo que tienes guardado?’ Eso le pasa al hombre que acumula riquezas para sí mismo, pero no es rico delante de Dios."

El dinero es para compartir, no para acumular. Pero nuestra sociedad sigue sin entenderlo. El dinero se acumula en unas pocas personas, mientras que mucha gente carece de lo necesario para vivir. La justicia exige solidaridad. 
"En el texto evangélico, una persona anónima pide a Jesús su intervención, le pide que haga de juez en un caso particular. Qué es la justicia, nos podemos preguntar. La eficacia de la justicia de Dios se verifica en la transformación de la realidad para bien de la comunidad. Por eso crecer en la fe desde la acción y la oración nos hace justos tan solo si nuestro horizonte no se agota en el nivel personal, en decir, cuando lo trasciende y plenifica en el amor al prójimo. La perfección del obrar cristiano se realiza junto a los demás, por eso es necesario el discernimiento personal y también el comunitario. Una sociedad justa es aquella que toma en cuenta al sujeto en la complejidad de sus relaciones y condiciones personales y sociales. Y lo toma en cuenta no como medio, sino como fin: en eso se manifiesta el justo respeto a uno mismo y al otro como prójimo. ¿Cómo ejercitamos nuestra búsqueda de justicia desde el discernimiento personal y comunitario?" (Koinonía) 

domingo, 20 de octubre de 2019

ORAR SIN CESAR


"Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar siempre y no desanimarse. Les dijo:
- Había en un pueblo un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Y en el mismo pueblo vivía también una viuda, que tenía planteado un pleito y que fue al juez a pedirle justicia contra su adversario. Durante mucho tiempo el juez no quiso atenderla, pero finalmente pensó: ‘Yo no temo a Dios ni respeto a los hombres. Sin embargo, como esta viuda no deja de molestarme, le haré justicia, para que no siga viniendo y acabe con mi paciencia.’ 
El Señor añadió:
- Pues bien, si esto es lo que dijo aquel mal juez, ¿Cómo Dios no va a hacer justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Los hará esperar? Os digo que les hará justicia sin demora. Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará todavía fe en la tierra?"

No se trata de estar todo el día pidiendo. Lo que Jesús quiere que pidamos lo hacemos en el Padrenuestro: venga a nosotros tu Reino.
Jesús quiere que transformemos nuestra vida en oración. Y esto se hace haciendo de nuestro día a día, una entrega constante a Dios presente en los hombres mis hermanos.
"Jesús propuso esta parábola para invitar a sus discípulos a no desanimarse en su intento de implantar el reinado de Dios en el mundo. Para implantarlo, además de trabajar duro, deberán ser constantes en la oración, como la viuda lo fue en pedir justicia hasta ser escuchada por aquél juez que hacía oídos sordos a su súplica. Su constancia, rayana en la pesadez, llevó al juez a hacer justicia a la viuda, liberándose de este modo de ser importunado por ella.
Esta parábola del evangelio tiene un final feliz, como tantas otras, aunque no siempre suele suceder así en la vida. Porque, ¿cuánta gente muere sin que se le haga justicia, a pesar de haber estado de por vida suplicando al Dios del cielo? ¿Cuántos mártires esperaron en vano la intervención divina en el momento de su ajusticiamiento? ¿Cuántos pobres luchan por sobrevivir sin que nadie les haga justicia? ¿Cuántos creyentes se preguntan hasta cuándo va a durar el silencio de Dios, cuándo va a intervenir en este mundo de desorden e injusticias «legales»? ¿Cómo permite el Dios de la paz y el amor esas guerras tan sangrientas y crueles, el demencial armamento militar, el derroche de recursos que destruyen el medio ambiente, el hambre, la desigualdad creciente entre países y entre ciudadanos?
En medio de tanto sufrimiento, al creyente le resulta cada vez más difícil orar, entrar en diálogo con ese Dios a quien Jesús llama “padre”, para pedirle que “venga a nosotros tu reinado”. Desde la noche oscura de ese mundo, desde la injusticia estructural, resulta cada día más duro creer en ese Dios presentado como omnipresente y omnipotente, justiciero y vengador del opresor.
O tal vez haya que cancelar para siempre esa imagen de Dios, a la que dan poca base las páginas evangélicas. Porque, leyéndolas, da la impresión de que Dios no es ni omnipotente ni impasible –o al menos no ejerce como tal-, sino débil, sufriente, “padeciente”. El Dios cristiano se revela más dando la vida que imponiendo una determinada conducta a los humanos. Marcha en la lucha reprimida y frustrada de sus pobres, y no está a la cabeza de los poderosos.
El cristiano, consciente de la compañía de Dios en su camino hacia la justicia y la fraternidad, no debe desfallecer, sino insistir en la oración, pidiendo fuerza para perseverar hasta implantar su reinado en un mundo donde dominan otros señores. Sólo la oración lo mantendrá en esperanza.
No andamos dejados de la mano de Dios. Por la oración sabemos que Dios está con nosotros. Y esto nos debe bastar para seguir insistiendo sin desfallecer. Lo importante es la constancia, la tenacidad. Moisés tuvo esa experiencia. Mientras oraba, con las manos elevadas en lo alto del monte, Josué ganaba en la batalla; cuando las bajaba, esto es, cuando dejaba de orar, los amalecitas, sus adversarios, vencían. Los compañeros de Moisés, conscientes de la eficacia de la oración, le ayudaron a no desfallecer, sosteniéndole los
brazos para que no dejase de orar. Y así estuvo –con los brazos alzados, esto es, orando insistentemente-, hasta que Josué venció a los amalecitas. De modo ingenuo, un tanto «escenificado», se resalta en este texto la importancia de permanecer en oración, de insistir ante Dios." (Koinonía)