martes, 30 de abril de 2019

VOLVER A NACER


"No te extrañes si te digo: ‘Tenéis que nacer de nuevo.’ El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son todos los que nacen del Espíritu. 
Nicodemo volvió a preguntarle:
– ¿Cómo puede ser eso?
Jesús le contestó:
– ¿Tú, que eres el maestro de Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que sabemos y somos testigos de lo que hemos visto; pero no creéis lo que os decimos. Si no me creéis cuando os hablo de las cosas de este mundo, ¿cómo vais a creerme si os hablo de las cosas del cielo? 
Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre ha de ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna."
Volver a nacer. No de la carne, sino del Espíritu. Es decir: del Amor y de la Palabra. Hacernos hombres nuevos que siguen a Jesús.
"La continuidad del relato del evangelio de Juan entre Jesús y Nicodemo tiene como horizonte llevar a la comunidad eclesial a una dimensión más profunda, hacia la dimensión espiritual: ese es el sentido de la invitación «a nacer de nuevo». La comunidad de seguidores del Maestro, está llamada, como don y tarea humana, social, política y religiosa a cultivar relaciones auténticas y sostenibles, intensificando su misión, encarnándose solidariamente en el corazón del mundo; allí donde se gestan «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los empobrecidos y las víctimas que anhelan justicia, territorio, reparación y liberación» (GS, 1). Esta experiencia constituye para el creyente una apertura espiritual, psíquica y corporal a Dios y al otro, en quien sembramos en el Espíritu. San Ignacio de Loyola lo vio y experimentó claramente cuando escribió en el libro de los “Ejercicios Espirituales”: “No el mucho saber harta y satisface el ánima, sino el sentir y gustar las cosas internamente”; en otras palabras, «discernir la vida interior para humanizar». ¿Como personas, ciudadanos y creyentes estamos dispuestos a cultivar desde dentro de la comunidad relaciones que humanicen?" (Koinonía) 


lunes, 29 de abril de 2019

JESÚS ES NUESTRA FUERZA


"Por aquel tiempo, Jesús dijo:
- Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido. 
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros."

Seguir a Jesús no es fácil. Pero es la únic forma de conocer al Padre. Y son los sencillos, los humildes, los únicos que son capaces de seguirlo. Porque ellos no confían en sus propias fuerzas, en su poder, sino en el apoyo de Jesús. Él nos ayuda a llevar la cruz. A Él debemos acudir cuando estamos cansados y agobiados. Él es nuestra fuerza.



domingo, 28 de abril de 2019

LAS LLAGAS DE JESÚS


"Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo:
– ¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros. 
Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió:
– Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.
Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Después le dijeron los otros discípulos:
– Hemos visto al Señor.
Tomás les contestó:
– Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo creeré.
Ocho días después se hallaban los discípulos reunidos de nuevo en una casa, y esta vez también estaba Tomás. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, y poniéndose en medio de ellos los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Luego dijo a Tomás:
– Mete aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo, sino cree!
Tomás exclamó entonces:
– ¡Mi Señor y mi Dios! 
Jesús le dijo:
– ¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!
Jesús hizo otras muchas señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en él." 

El evangelio de hoy nos muestra a los apóstoles miedosos. Jesús les transmite la paz y el Espíritu para que recuperen los ánimos.
Tomás no está presente. Cuando llega no cree lo que le dicen sus compañeros. Él quiere "ver". Nosotros también queremos "ver". Como a Tomás Jesús nos muestra sus llagas: los pobres, los enfermos, los perseguidos, los encarcelados, los inmigrantes...Es ahí donde nosotros debemos alimentar nuestra Fe. Con el Amor y la entrega a esas personas, que son Jesús presente ante nosotros.


sábado, 27 de abril de 2019

ANUNCIAR LA BUENA NOTICIA


"Jesús, después de resucitado, al amanecer el primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. Ella fue y lo comunicó a los que habían andado con Jesús, que entonces estaban tristes y llorando. Al oirla decir que Jesús vivía y que ella le había visto, no la creyeron.
Después se apareció Jesús, bajo otra forma, a dos de ellos que caminaban dirigiéndose al campo. Estos fueron y lo comunicaron a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron. 
Más tarde se apareció Jesús a los once discípulos, mientras estaban sentados a la mesa. Los reprendió por su falta de fe y su terquedad, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo:
- Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia."
Para creer en Jesús debemos "encontrarnos" con Él. Entonces el efecto es inmediato. Vamos por todo el mundo anunciando la Buena Nueva. Encontrarnos con Jesús es saber verlo en los pobres, en los perseguidos, en los enfermos, en los inmigrantes...Esto no nos dejará indiferentes. Nos hará actuar. La Fe se muestra con acciones, con la vida, no con palabras.
"El texto de Marcos que leemos hoy muestra que, tras la muerte de Jesús, no hubo ningún tipo de apariciones o visiones “extáticas”. La comunidad discipular llegó a su fe pascual a través de la experiencia. Los acontecimientos que experimentaron no tuvieron nada de extraordinario en sí mismos. En medio de la aflicción descubrieron un nuevo sentido en la muerte del Maestro, pasando de la incredulidad y la ofuscación, al reconociendo en su corazón de la cercanía de Jesús. Por eso, creer en El, tiene que ser para la comunidad eclesial hoy, un acontecimiento que desvele lo que ella es y lo que es capaz de dar de sí, precisamente porque cree, vive y encarna al Resucitado. Creer en él significa comprometerse como comunidad, en unidad diversa y plural, a empujar cotidianamente el acontecer de la Buena Nueva del reino en las entrañas de la humanidad y de los sujetos y contextos socioculturales que la conforman. ¿Vivimos y celebramos el acontecimiento de la resurrección como don y tarea compartida con otros?" (Koinonía) 


viernes, 26 de abril de 2019

VENID A COMER


"Después de esto, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del lago de Tiberias. Sucedió de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que llamaban el Gemelo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeoc y otros dos discípulos de Jesús. Simón Pedro les dijo:
– Me voy a pescar. 
Ellos contestaron:
– Nosotros también vamos contigo.
Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada. Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que fuera él. Jesús les preguntó:
– Muchachos, ¿no habéis pescado nada?
– Nada – le contestaron.
Jesús les dijo:
– Echad la red a la derecha de la barca y pescaréis.
Así lo hicieron, y luego no podían sacar la red por los muchos peces que habían cogido. Entonces aquel discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro:
– ¡Es el Señor!
Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se lanzó al agua. Los otros discípulos llegaron a la playa con la barca, arrastrando la red llena de peces, pues estaban a cien metros escasos de la orilla. Al bajar a tierra encontraron un fuego encendido, con un pez encima, y pan. Jesús les dijo:
– Traed algunos peces de los que acabáis de sacar.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo:
– Venid a comer.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado."
Jesús está junto al lago e invita a los apóstoles a pescar y luego a comer. Él nos hace la misma invitación. Nos envía en misión y quiere que nos alimentemos con su Palabra. Sin Él no pescamos nada. Con Él, nuestra misión siempre dará fruto. Nos invita a la Eucaristía y a alimentarnos con su Palabra.
"El epílogo del cuarto evangelio relata la tercera manifestación del Resucitado a siete discípulos para conseguir una pesca abundante. Atendiendo a las escenas del texto, en un primer momento, el protagonismo de los discípulos es evidente, pero es la figura de Jesús la que se convierte en central (vv. 1-4). En un segundo momento, se va tejiendo la dinámica del re-conocimiento discipular, mediado por la pregunta neurálgica de todo el Evangelio de Juan ¿Quién es este? (vv. 5-11). Una comunidad que se identifica con el Maestro no es la que es capaz de describir lo que éste hizo o se limita a recordar lo que le pasó; no. Una comunidad discipular auténtica es aquella que «encarna» con su praxis misionera, la identidad de Jesús y se transforma continuamente con ella. En un tercer momento, la invitación de Jesús a sus discípulos a transformar sus actitudes y modos de vida, sigue siendo actual para los seguidores y seguidoras de resucitado hoy (vv. 12-14): crear comunidades ecuménicas en las que las relaciones sean sostenibles y humanicen, es decir, trascendentes. ¿Nuestra identidad de cristianos entraña, trasmite y demuestra que está atravesada por el Evangelio?" (Koinonía) 




jueves, 25 de abril de 2019

HACERLO PRESENTE



"Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan. 
Todavía estaban hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:
– Paz a vosotros. 
Ellos, sobresaltados y muy asustados, pensaron que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo:
– ¿Por qué estáis tan asustados y por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tocadme y mirad: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
Al decirles esto, les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó:
– ¿Tenéis aquí algo de comer?
Le dieron un trozo de pescado asado, y él lo tomó y lo comió en su presencia. Luego les dijo:
– A esto me refería cuando, estando aún con vosotros, os anuncié que todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos, tenía que cumplirse. 
Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
– Está escrito que el Mesías tenía que morir y que resucitaría al tercer día; y que en su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas."
Jesús se aparece a sus discípulos cuando están hablando de Él. Los dos de Emaús cuentan su experiencia y esto hace que los demás lo vean ante ellos. No debemos tener miedo a contar a los demás nuestra experiencia de Jesús. Esto lo hará presente en medio de nosotros.
"El evangelio cuenta la aparición de Jesús resucitado mientras los discípulos de Emaús comentaban a la comunidad lo que les ocurrió. El relato es una confesión de fe en el Resucitado. La comunidad comprende que Jesús no está solo en la fracción del pan, sino también en el intercambio sobre las vivencias y experiencias de fe. De hecho, la fe no es una cuestión de adhesión segura que se adquiere y no se pierde más; la fe siempre estará amenazada por los miedos, las dudas y los falsos entusiasmos. Releer la Palabra, la realidad y la vida inspirada por la acción del Espíritu y el proyecto humanizador de Dios; son los criterios desde los cuales nos convertimos en testigos del Resucitado hoy. La «visión» del resucitado aparece como mesa compartida, pero necesitamos volver a la Escritura, estar al acecho del reino y hacernos responsables de la comunidad y de la práctica de la justicia; de lo contrario, la presencia del Evangelio sigue sin ser reconocida y nos cerramos a la reconciliación, el perdón y la humanización." 



miércoles, 24 de abril de 2019

CAMINO DE ESPERANZA


"Dos de los discípulos se dirigían aquel mismo día a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban hablando de todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. Pero, aunque le veían, algo les impedía reconocerle. Jesús les preguntó:
– ¿De qué venís hablando por el camino?
Se detuvieron tristes, y uno de ellos llamado Cleofás contestó:
– Seguramente tú eres el único que, habiendo estado en Jerusalén, no sabe lo que allí ha sucedido estos días. 
Les preguntó:
– ¿Qué ha sucedido?
Le dijeron:
– Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperanza de que él fuese el libertador de la nación de Israel, pero ya han pasado tres días desde entonces. Sin embargo, algunas de las mujeres que están con nosotros nos han asustado, pues fueron de madrugada al sepulcro y no encontraron el cuerpo; y volvieron a casa contando que unos ángeles se les habían aparecido y les habían dicho que Jesús está vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres habían dicho, pero no vieron a Jesús.
Jesús les dijo entonces:
– ¡Qué faltos de comprensión sois y cuánto os cuesta creer todo lo que dijeron los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado? 
Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas. 
Al llegar al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante; pero ellos le obligaron a quedarse, diciendo:
– Quédate con nosotros, porque ya es tarde y se está haciendo de noche.
Entró, pues, Jesús, y se quedó con ellos. Cuando estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero él desapareció. Se dijeron el uno al otro:
– ¿No es cierto que el corazón nos ardía en el pecho mientras nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Sin esperar a más, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos. Estos les dijeron:
– Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. 
Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan."
Los discípulos de Emaús recorren un camino de fracaso, de desesperación, de desencanto. Al encontrarse con Jesús, ese camino se transforma en camino de esperanza. Como discípulos de Jesús debemos salir de nosotros mismos e ir al encuentro de quien está desesperado. Mostrándoles a Jesús, les daremos esperanza, motivos para vivir y seguir luchando.
"El relato de los discípulos de Emaús es una invitación a proponer la vida de la comunidad como «resiliencia y eucaristía». La comunidad está llamada a lamentar pérdidas, a reconciliarse con el pasado y aprender a fracasar como aprendizajes vitales; experiencias que posibilitan el agradecimiento (vv. 13-18). Discernir la presencia del Maestro y su Palabra, exige de la comunidad que se lo escuche y se lo encarne (vv. 19-27). La invitación a constituirse en comensalidad abierta y compartida, hace posible reconocer a Jesús en la vida de los otros, convirtiendo a la comunidad en un espacio de acogida (vv. 28-29). La transformación de lo cotidiano mediante la comunión es otra forma de decir y hacer comunidad; que no se impone por “vías de hecho” sino que acontece en el diálogo, la justicia y la fraternidad (vv. 30-31). En definitiva, ser una «comunidad en salida» es el eje transversal de su quehacer, porque la inserta en el mundo para transformarlo y humanizarlo (vv. 32-35). ¿Como comunidades estamos dispuestas a aceptar esta invitación reivindicando el sentido de pertenencia a una fe y praxis resucitada?" (Koinonía) 


martes, 23 de abril de 2019

EL ENCUENTRO


"María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles le preguntaron:
– Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
– Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él. Jesús le preguntó:
– Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:
– Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo vaya a buscarlo.
Jesús entonces le dijo:
– ¡María!
Ella se volvió y le respondió en hebreo:
– ¡Rabuni! (que quiere decir “Maestro”).
Jesús le dijo:
– Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios.
Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también lo que él le había dicho." 
Juan nos muestra hoy el encuentro entre Marí Magdalena y Jesús. María lo busca. Cree que han robado su cuerpo. Como siempre ocurre, es Jesús el que encuentra a María y la llama por su nombre. Por difíciles que sean los momentos que pasamos, Jesús siempre saldrá a nuestro encuentro y nos llamará por nuestro nombre.
"El evangelio muestra el itinerario espiritual que recorre María Magdalena y, en ella, se traza el caminar de la comunidad. Primero, se experimenta el llanto (v. 11). Las lágrimas denotan un afecto intenso, donde la fe y la incipiente comunidad parecen deshacerse; pero ellas no desmerecen la búsqueda de María, al contrario, la cualifican, porque no se resigna al fracaso, sino que, en el lugar de la pérdida, adquiere una densidad que revela la presencia esperanzadora de Dios. Segundo, acontecen el encuentro y el reconocimiento del Maestro (vv. 14-17). En medio de la ausencia de sentido, toma forma el encuentro con el Resucitado que confiere identidad a la persona-comunidad (v.16) y les muestra a quiénes pertenecen: a su Padre y Dios (v. 17). Tercero, tiene lugar la experiencia del testimonio público del Resucitado (v. 18). La experiencia existencial de María y de la comunidad, son la misma que recorre el creyente cuando decide sentirse enviado a anunciar la buena noticia de la resurrección a los otros. ¿Cómo personas pertenecientes a comunidades creyentes, estamos dispuestos a hacer este camino?" (Koinonía) 


lunes, 22 de abril de 2019

VOLVER A GALILEA


"Las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero, a la vez, con mucha alegría, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En esto, Jesús se presentó ante ellas y las saludó. Ellas, acercándose a Jesús, le abrazaron los pies y le adoraron. Él les dijo:
– No tengáis miedo. Id a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y que allí me verán. 
Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia llegaron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos jefes se reunieron con los ancianos para, de común acuerdo, dar mucho dinero a los soldados y advertirles:
– Decid que durante la noche, mientras dormíais, los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo. Y si el gobernadore se entera de esto, nosotros le convenceremos y os evitaremos dificultades.
Los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había dicho. Y esa es la explicación que hasta el día de hoy circula entre los judíos."
El ángel envía a las mujeres a dar la noticia a sus hermanos los discípulos. "Que se dirijan a Galilea". Volver a Galilea significa volver a los orígenes. Allá donde Jesús curaba a ciegos, paralíticos, endemoniados... Es allí donde está Jesús resucitado; con los pobres, con los sencillos, con los necesitados.

"El evangelio invita a la Comunidad a hacer memoria, a encontrarse y a construir fraternidad. Allí donde el dolor y la muerte intentaron atemorizar la vida, paralizar la fe y apagar la esperanza, las mujeres del evangelio, tejieron el acontecimiento de la resurrección; memoria (v.8), encuentro (v.9) y misión (v.10) el cual se convirtió en la confesión central de la fe cristiana: Jesús, el Cristo, ¡está vivo, ha resucitado! Comunicar la resurrección, hoy, supone luchar contra la corrosiva enfermedad de nuestro tiempo, y que embarga a la sociedad: la “orfandad espiritual”. Esa orfandad que es “experimentada” cuando se va extinguiendo el sentido de pertenencia a un carisma, a una familia, con los pobres de la tierra, con Dios y su proyecto de humanización, y que desvanece la posibilidad que tenemos de poner en práctica la vocación originaria a la que estamos llamados: a la fraternidad universal. Sintámonos, como hombres y mujeres de fe, motivados por el Espíritu del Resucitado a crear con nuevos sentidos y fidelidad creativa, comunidades memoriosas, de encuentro y fraternas: resucitadas." (Koinonía) 



domingo, 21 de abril de 2019

CON JESÚS RESUCITAMOS TODOS



"El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
– ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas, y vio además que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado y creyó. Y es que todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar."

María Magdalena es la primera en anunciar a los apóstoles la Resurrección. Es el Amor el que la hace correr hacia ellos. Jesús ha resucitado y nosotros con Él. Si realmente sabemos ver a Jesús resucitado en los demás, en los pobres, en los inmigrantes, en los enfermos, en los perseguidos... es cuando resucitamos con Jesús. Porque Él murió por ellos y resucita en nosotros para que continuemos su obra.
"El evangelio de Juan nos presenta a María Magdalena madrugando para ir al sepulcro de Jesús. “Todavía estaba oscuro”, subraya el evangelista. Es preciso tener en cuenta ese detalle, porque a Juan le gusta jugar con esos símbolos en contraste: luz-tinieblas, mundo-espíritu, verdad-falsedad, etc. María, pues, permanece todavía a oscuras; no ha experimentado aún la realidad de la Resurrección. Al ver que la piedra con que habían tapado el sepulcro se halla corrida, no entra, como lo hacen las mujeres en el relato lucano, sino que se devuelve para buscar a Pedro y al “otro discípulo”. Ella permanece sometida todavía a la figura masculina; su reacción natural es dejar que sean ellos quienes vean y comprueben, y que luego digan ellos mismos qué fue lo que vieron. Este es otro contraste con el relato lucano. Pero incluso entre Pedro y el otro discípulo al que el Señor “quería mucho”, existe en el relato de Juan un cierto rezago de relación jerárquica: pese a que el “otro discípulo” corrió más, debía ser Pedro, el de mayor edad, quien entrase primero a mirar. Y en efecto, en la tumba sólo están las vendas y el sudario; el cuerpo de
Jesús ha desaparecido. Viendo esto creyeron, entendieron que la Escritura decía que él tenía que resucitar, y partieron a comunicar tan trascendental noticia a los demás discípulos. La estructura simbólica del relato queda perfectamente construida.
La acción transformadora más palpable de la resurrección de Jesús fue a partir de entonces su capacidad de transformar el interior de los discípulos –antes disgregados, egoístas, divididos y atemorizados– para volver a convocarlos o reunirlos en torno a la causa del Evangelio y llenarlos de su espíritu de perdón.
La pequeña comunidad de los discípulos no sólo había sido disuelta por el «ajusticiamiento» de Jesús, sino también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad que deja en un grupo la traición de uno de sus integrantes.
Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores, darles unidad interna en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza interior del «Resucitado» lo logró.
Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y cuando la comunican, es cuando realmente experimentan su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico de los relatos del Resucitado actuante que presentan a la comunidad, revela el proceso renovador que opera el Resucitado en el interior de las personas y del grupo.
Magnífico ejemplo de lo que el efecto de la Resurrección puede producir también hoy entre nosotros, en el ámbito personal y comunitario. La capacidad del perdón; de la reconciliación con nosotros mismos, con Dios y con los demás; la capacidad de reunificación; la de transformarse en proclamadores eficientes de la presencia viva del Resucitado, puede operarse también entre nosotros como en aquel puñado de hombres tristes, cobardes y desperdigados a quienes transformó el milagro de la Resurrección." (Koinonía)



sábado, 20 de abril de 2019

VIGILIA PASCUAL


"El primer día de la semana volvieron al sepulcro muy temprano, llevando los perfumes que habían preparado. Al llegar, encontraron que la piedra que tapaba el sepulcro no se hallaba en su lugar; y entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Estaban asustadas, sin saber qué hacer, cuando de pronto vieron a dos hombres de pie junto a ellas, vestidos con ropas brillantes. Llenas de miedo se inclinaron hasta el suelo, pero aquellos hombres les dijeron:
– ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí. Ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo cuando aún se hallaba en Galilea: que el Hijo del hombre había de ser entregado en manos de pecadores, que lo crucificarían y que al tercer día resucitaría. 
Entonces recordaron ellas las palabras de Jesús, y al regresar del sepulcro contaron todo esto a los once apóstoles y a los demás. Las que llevaron la noticia a los apóstoles fueron María Magdalena, Juana, María madre de Santiago, y las otras mujeres. Pero a los apóstoles les parecía una locura lo que ellas contaban, y no las creían.
Sin embargo, Pedro fue corriendo al sepulcro. Miró dentro, pero no vio más que las sábanas. Entonces volvió a casa admirado de lo que había sucedido."


El Sábado Santo no hay misa. Es el dia del silencio de Dios. De la ausencia. Será en la noche, en la celebración de la Vigilia, cuando encontraremos la ceremonia más rica de toda la liturgia. En el vídeo de las monjas de San Benet de Montserrat, encontraréis comentarios a todas las lecturas. Aquí nos centramos en el evangelio.
"Las mujeres son las que madrugan para ir al sepulcro, con los aromas, símbolos del amor que sienten por Jesús; deseaban ofrecerle el perfume de sus corazones.
Vienen para conservar lo único que queda de Aquel por quien lo dejaron todo desde Galilea. Las mujeres son guiadas al sepulcro por el amor, representado en los aromas que portan, es el amor quien las guía hasta la puerta del sepulcro. Encontraron “corrida la piedra del sepulcro”. El sepulcro está vacío. Que abandonemos también nuestros sepulcros vacíos en esta noche.
Estas mujeres “encuentran corrida la piedra del sepulcro”. Entran y no hallan el cuerpo de Jesús... Se encuentran con “dos hombres, con vestidos refulgentes”, que les preguntan “¿por qué buscan entre los muertos al que vive?”. Los mensajeros, por medio de una pregunta, las invitan a buscar al Resucitado en el lugar adecuado. Ellas buscan al difunto, y no al viviente que es Jesús, puesto que todavía no han tenido la experiencia del Resucitado.
“¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”. A Jesús, al Resucitado hay que buscarlo en la vida, donde hay vida. No en lo que ya está muerto. Y muchas cosas están ya muertas. Ya no nos sirven. No tenemos que buscarlo ya en los sepulcros vacíos de sentido. Hay muchas formas de vivir y de funcionar que están muertas, que no llevan a la vida. Al Resucitado no tenemos que buscarlo en una fe rutinaria, vacía de experiencia. Jesús no es un muerto, está vivo, y nos hace vivir. ¿Podemos hacer esta noche una opción por la Vida y por el bien?
¿Por qué buscamos entre los muertos al que vive? ¿Por qué entonces, nos encerramos en un sentimiento de decepción, de fracaso y de desesperanza ante la vida, si el Señor vive, y no estamos solos ni perdidos? ¿Por qué nos instalamos en la tristeza frente al futuro si la Vida ha vencido la muerte?
No está aquí. Ha resucitado. Ésta es la palabra central de la historia, para todos los cristianos; la palabra que nosotros queremos cantar con alegría.
Jesús Resucitado está ahí siempre como una luz en medio de la oscuridad del mundo. Está como un fuego en nuestra noche que da luz y calor. Celebrar la Pascua es creer que ningún ser humano vive olvidado, que ninguna queja cae en el vacío, que ningún grito deja de ser escuchado y que ya no tenemos que “devorar” el tiempo como si no hubiera nada más. Podemos vivir en la confianza. Nuestra vida tiene sentido y es posible la alegría.
Por eso, hoy es la Fiesta de la Vida, la Fiesta de la esperanza, de una esperanza que no defrauda y que llena de sentido nuestra vida. Nuestro corazón está lleno de alegría en esta noche al descubrir que la muerte ha sido derrotada por su Resurrección. Que se ponga fin, con la fuerza de Jesús Resucitado, a los conflictos que siguen provocando destrucción y sufrimiento, y se alcance la paz y la reconciliación imprescindibles para el desarrollo.
Que la Luz Pascual ahuyente las tinieblas del miedo y de la tristeza y que rompa las cadenas de la violencia y del odio, que la alegría se imponga sobre la tristeza, que la solidaridad prevalezca sobre la injusticia, que la esperanza pueda al desencanto. Este mundo nuestro puede cambiar: es posible la vida y la esperanza: desde que tu tumba, Cristo, fue encontrada vacía y te vieron resucitado, ha comenzado el tiempo en que toda la creación canta tu nombre... Sostennos en el compromiso de construir un mundo más humano y solidario. “Un mundo donde brille tu Justicia y tu Paz empape la Tierra”.
Cristo Resucitado, tú haces posible que todas las noches, incluso las noches de nuestro corazón, estén llenas de claridad. Por eso, podemos decir: ¡Oh noche más clara que el día! ¡Oh noche más luminosa que el sol! ¡Oh noche que no conoce las tinieblas! ¡Oh Cristo, luz del mundo, enciende nuestras lámparas apagadas, rompe nuestras cadenas y alienta en nosotros tu Vida Nueva! ¡Renueva en nosotros el deseo de seguirte siempre!" (Koinonía)