miércoles, 31 de julio de 2024

¿DÓNDE ESTÁ NUESTRO TESORO?

 


El reino de los cielos se puede comparar a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y vuelve a esconderlo allí mismo; lleno de alegría, va, vende todo lo que posee y compra aquel campo
También se puede comparar el reino de los cielos a un comerciante que anda buscando perlas finas; cuando encuentra una de gran valor, va, vende todo lo que posee y compra la perla.

Este texto de hoy nos dice claramente que el Reino no es algo evidente, hay que buscarlo. El hombre lo encuentra en el campo por casualidad. El comerciante encuentra la perla porque la busca; pero en ambos casos, su alegría es tan grande que lo venden todo para obtener el tesoro y la perla.
Si no lo hemos dejado todo, si nuestra vida no está totalmente enfocada a obtener el Reino, es que no es nuestro tesoro. Por eso deberíamos preguntarnos ¿Dónde está nuestro tesoro? Quizá, lo más probable, es que no sabemos qué es el Reino. Pensamos en el otro mundo, en el Cielo...pero Jesús nos pide que instauremos el Reino aquí. Quiere que transformemos nuestra sociedad en el Reino del Amor. El Reino de Dios, un Dios que vive en el otro, que sufre en el pobre y perseguido. Si realmente hemos descubierto este Reino, debemos dejarlo todo, entregarnos toralmente para obtenerlo. ¡Qué triste es ver a personas que se declaran cristianas y que están llenas de racismo, que no abren sus brazos al necesitado, que se encierran en ellas mismas para no "contaminarse"!
Él nos mostró el camino entregándose hasta la muerte. Mostrándonos el camino del perdón, de la misericordia, del Amor.

martes, 30 de julio de 2024

SOMOS LA SEMILLA

 


Jesús despidió a la gente y entró en la casa. Sus discípulos se acercaron a él y le pidieron que les explicase la parábola de la mala hierba en el campo. Él les respondió: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre, y el campo es el mundo. La buena semilla representa a los que son del reino; la mala hierba, a los que son del maligno; y el enemigo que sembró la mala hierba es el diablo. La siega representa el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Así como se recoge la mala hierba y se la quema en una hoguera, así sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre mandará sus ángeles a recoger de su reino a todos los que hacen pecar a otros y a los que practican el mal. Los arrojarán al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes. Entonces, aquellos que cumplen lo ordenado por Dios brillarán como el sols en el reino de su Padre. Los que tienen oídos, oigan.

Hay dos aspectos a señalar en el texto de hoy. Primero, Jesús busca la tranquilidad de la casa para explicar el significado de la parábola. Si queremos encontrar el significado de la Palabra, debemos buscar el retiro, la tranquilidad de la meditación. Es en el silencio de la oración, cuando encontraremos en nuestro interior el sentido, el significado de la Palabra.
El segundo punto es, que Jesús nos dice que "nosotros" somos la semilla. Los que pertenecemos al Reino, sus seguidores. Jesús quiere que demos fruto en este mundo. ¿Que fruto? El fruto del Amor. Esta es nuestra misión. Es amando que atraeremos a los demás hacia Dios. Este es el fruto que debemos dar.






lunes, 29 de julio de 2024

VOLVER A VIVIR

   

Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirle; pero María se quedó en la casa. Marta dijo a Jesús:
– Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aun ahora yo sé que Dios te dará cuanto le pidas.
Jesús le contestó:
– Tu hermano volverá a vivir.
Marta le dijo:
– Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último.
Jesús le dijo entonces:
– Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y ninguno que esté vivo y crea en mí morirá jamás. ¿Crees esto?
Ella le dijo:
– Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Jesús nos hace revivir cada día. Cada vez que caemos Él nos levanta. No nos abandona nunca. Siempre está junto a nosotros. Él es nuestra verdadera fuente de Vida. Sólo debemos creer en Él.

" (...) Hoy celebramos sencillamente la santidad de tres hermanos, dos mujeres y un varón, en cuya casa, quizá repetidas veces (cf. Lc 10,38-42), se hospedó Jesús. Al parecer son solteros, cosa rara en el judaísmo de la época (¿pertenecerían a algún grupo integrista, tal vez esenio?). El evangelio destaca la actitud de Jesús para con ellos: “amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Jn 11,5), y este es calificado como “amigo” (Jn 11,11) de Jesús y de sus seguidores: “nuestro amigo”. El evangelista tenido por más tendente a la espiritualización es el que repara en los sentimientos humanos de Jesús, que “se conmovió y se turbó en su interior” (11,33), y “derramó lágrimas” (11,35) por la muerte de Lázaro.
Se nos ofrece una gran lección de humanidad, o insistencia en la verdadera encarnación, al mismo tiempo que la confesión de fe en el mesianismo, omnipotencia y divinidad de Jesús: “el Cristo, el Hijo de Dios, el esperado del mundo” (Jn 11,27). Lázaro cultiva la amistad, María escucha a Jesús sentada a sus pies, Marta procura que en la casa no falte nada en las atenciones al singular visitante. Previamente ha confesado que, donde está Jesús, la muerte no tiene poder: “no hubiera muerto mi hermano” (11,32).
Sobra toda reivindicación feminista barata o malsana, pero quizá convenga observar que, en el cuarto evangelio, la confesión de fe de Marta está en paralelo con la de Pedro: “nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios” (Jn 6,69). Seamos varones o mujeres, jóvenes o mayores, sanos o enfermos… estamos llamados a cultivar la amistad con Jesús, a escuchar su palabra y atender a los detalles de su causa, sobre todo a confesar y proclamar que él es la vida y el único que tiene palabras de vida eterna."
(Severiano Blanco cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 28 de julio de 2024

COMPARTIR MULTIPLICA

 


Después de esto, Jesús se fue a la otra orilla del lago de Galilea (también llamado de Tiberíades). Mucha gente le seguía porque habían visto las señales milagrosas que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a un monte y se sentó con sus discípulos. Ya estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar la vista y ver la mucha gente que le seguía, Jesús dijo a Felipe:
– ¿Dónde vamos a comprar comida para toda esta gente?
Pero lo dijo por ver qué contestaría Felipe, porque Jesús mismo sabía bien lo que había de hacer. Felipe le respondió:
– Ni siquiera doscientos denarios de pan bastarían para que cada uno recibiese un poco.
Entonces otro de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo:
– Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebadad y dos peces, pero ¿qué es esto para tanta gente?
Jesús respondió:
– Haced que todos se sienten.
Había mucha hierba en aquel lugar, y se sentaron. Eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó en sus manos los panes, y después de dar gracias a Dios los repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los peces, dándoles todo lo que querían. Cuando estuvieron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos:
– Recoged los trozos sobrantes, para que no se desperdicie nada.
Ellos los recogieron, y llenaron doce canastas con los trozos que habían sobrado de los cinco panes de cebada. La gente, al ver esta señal milagrosa hecha por Jesús, decía:
– Verdaderamente este es el profeta que había de venir al mundo.
Pero como Jesús se dio cuenta de que querían llevárselo a la fuerza para hacerle rey, se retiró otra vez a lo alto del monte, para estar solo.

El mensaje de hoy es muy claro: compartir multiplica. Los cinco panes y dos peces de aquel muchacho alimentaron a toda la multitud. ¿Cuándo aprenderemos la lección? Si queremos una humanidad feliz, debemos compartir. Todos los problemas se pueden solucionar compartiendo. pero nosotros seguimos pensando únicamente en nuestro provecho...

"Empezamos este domingo un camino con Jesús, en torno al pan, el de cada día, y el Pan de Vida. Hay unas cuantas semanas para reflexionar sobre este producto, tan necesario para la vida, física y espiritual. Cada domingo habrá un motivo para la reflexión. Porque la Palabra nos da el alimento que necesitamos para esa vida.
Hasta hoy, a lo largo de los domingos de este año (fuera de Cuaresma y Pascua) hemos ido leyendo el evangelio de san Marcos. Es el más breve de todos, y se considera que fue el primero en ser escrito. Pero hoy, y los cuatro domingos siguientes, la liturgia nos propone el capitulo sexto del evangelio de san Juan. Juan ofrece una presentación original del episodio de los panes y los peces, que en el evangelio de Marcos se narra de forma algo más breve y sin el complemento del discurso de Jesús que ofrece el cuarto evangelio. Luego, tras la lectura de este capítulo de Juan (a lo largo de cinco domingos), a principios de septiembre reanudaremos la proclamación del evangelio de Marcos.
Tanto en la primera lectura como en el Evangelio asistimos a lo que podríamos llamar “milagros de la fe”. Aparece en primer lugar el profeta Eliseo que, en tiempos de hambre, ayuda a su gente en varios momentos. Después de solucionar un problema con una olla “envenenada”, echando harina para que pudieran comer (2 Reyes 4, 38-41), surge la oportunidad de dar de comer a cien personas. Una situación desesperada, difícil de solucionar. Cuando le traen veinte panes de cebada, le pide a su criado que los reparta entre la gente. Poco le pareció al criado, pero para el Señor nada es imposible. Comieron y sobró. Una historia que recuerda a la del Evangelio de Juan.
Una primera conexión con el Evangelio es que Eliseo no se guarda los panes que le han dado a él, como tampoco lo hizo el muchacho. Un gesto generoso de una persona, un hombre anónimo de Baal – Salisá, que continúa Eliseo, es preciso para que se produzca el milagro. “Como había dicho el Señor”. Comieron y sobró. Cuando nos parezca que un pequeño donativo a una ONG no sirve de nada, por ejemplo, recordemos esta escena del Antiguo Testamento. Contra la lógica del hombre, está la fe en la Palabra de Dios. Como Pedro en el lago: “ya que lo dices, echaremos las redes…” (Lc 5,5)
Las palabras de Pablo en la segunda lectura (“un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo”) las uso a menudo en mi parroquia, cuando algún ortodoxo despistado me pregunta que si puede entrar a rezar. Y cualquier cristiano, ante el drama de la separación de las Iglesias, debería repetirlas a menudo. Porque el Ecumenismo y la oración por la unidad de los cristianos no es cosa sólo de la semana del 18 al 25 de enero, una vez al año.
Ayuda bastante, para dar testimonio de armonía, el vivir como sugiere Pablo en los primeros versículos de este fragmento: “sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz”. Con ese espíritu, es más fácil conseguir la unión de todos los cristianos. Para compartir todo lo que hemos heredado.
Esa unidad no puede depender de si alguien me cae bien o mal, o si conviene o no a mis intereses egoístas. Según esos criterios humanos, habría más de mil motivos para estar separados. Porque cada uno tiene su historia, su educación, su carácter, sus circunstancias económicas y sociales… Incluso entre los cristianos, a veces, la religión es motivo de disputa. Pero si algo nos está enseñando el mundo actual en que vivimos, global e intercultural, es que la diversidad es una riqueza, que contribuye a que todos aprendamos, y puede servir para ayudarnos unos a otros, completando lo que nos falta con la experiencia de los demás.
Para muestra, un botón. Con lo que tenía un muchacho, que compartió lo que tenía, se pudo dar de comer a toda esa gente. Se acercaba la Pascua, un gran grupo de personas estaban a la espera de lo que Jesús pudiera decirles, y el Maestro, que siempre vivía pendiente de todo, sintió compasión por ese rebaño. Alimentarlos no era tarea fácil, ya lo dijo Felipe. Pero para Dios no hay nada imposible. Con lo poco que les dio a los Discípulos, cinco panes y dos peces, comieron todos y hasta sobró. Esa idea de compartir lo que tenemos, sea mucho o poco, debería calar en nosotros. Para eso compartimos la Eucaristía (el texto describe cómo Jesús tomo los panes, los bendijo y los repartió, así como los peces, con una clara referencia a lo que hacemos en nuestros templos), para que todos se sacien del Pan de vida.
Otro momento interesante es la orden que da, cuando todos se han saciado: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.» Vivimos en un mundo, por lo menos en Occidente, donde muchas cosas nos sobran. Antes se tiraba todo, ahora, el reciclaje está imponiéndose, poco a poco, porque el mundo no da más de sí, y los recursos son los que son. No hay que dejar que se pierda nada de lo creado por el hombre, porque todo ha sido creado por Dios. El ejemplo de Cristo nos recuerda que nada – ni nadie – sobra en este mundo.
Desde otro punto de vista, ahora, como nunca, hay sobre abundancia de bienes en nuestro mundo. El problema no es la falta de bienes, lo que pasa es que están mal repartidos. Habrá que pensar de qué modo dejen de morir de hambre tantas personas por todo el mundo. ¿Cómo podremos reducir la “geografía del hambre”? ¿Cómo lograr que todos participen del banquete de la vida? ¿Qué puedo hacer yo para contribuir a que todos participen de esa vida?
Para terminar la jornada, Jesús se retiró a la montaña, sólo. Podemos creer que se lo hizo para poder estar con su Padre, en oración, buscando iluminación para seguir con la tarea que Aquél le había encomendado. Antes de las decisiones importantes, orar para buscar la luz. Después de las cosas, grandes o pequeñas, de la vida, orar para dar gracias. Una vez más, el ejemplo de Jesús nos puede orientar en nuestra vida.
Valorar lo que tenemos, ponerlo a disposición de los demás y no olvidar agradecer a Dios por todo ello, pueden ser algunas de las enseñanzas de este domingo. Que sepamos llevarlo a la práctica en nuestra vida."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 27 de julio de 2024

SABER ESPERAR

  

Jesús les contó esta otra parábola: El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos estaban durmiendo, llegó un enemigo que sembró mala hierba entre el trigo, y se fue. Cuando creció el trigo y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. Entonces los labradores fueron a decirle al dueño: ‘Señor, si la semilla que sembraste en el campo era buena, ¿cómo es que ha salido mala hierba?’ El dueño les dijo: ‘Un enemigo ha hecho esto.’ Los labradores le preguntaron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancar la mala hierba?’ Pero él les dijo: ‘No, porque al arrancar la mala hierba podéis arrancar también el trigo. Es mejor dejarlos crecer juntos, hasta la siega; entonces mandaré a los segadores a recoger primero la mala hierba y atarla en manojos, para quemarla, y que luego guarden el trigo en mi granero.’ 

Lo que Jesús nos pide aquí es que no juzguemos. No somos nadie para decir lo que es trigo y lo que es cizaña. Las apariencias engañan. Además, Dios espera. Confía en que cambiemos, en que nos convirtamos. En otro lugar Jesús nos pidió que no juzgáramos para no ser juzgados. Que se nos juzgaría con la misma medida que nosotros utilizamos para juzgar a los demás. Debemos aceptar a los demás, aunque nos parezcan inaceptables. Nuestra paciencia, nuestra comprensión, puede ser una ayuda a su conversión. Dios espera hasta el último momento. Dios nos espera también a nosotros.

"Nos preguntamos a veces como es posible que el mal, relativo o absoluto, se extienda y crezca en todo el mundo. ¿Señor cómo permites tanto crimen, tanta violencia, tanta injusticia, tanta corrupción? Somos como los que, en la parábola del trigo y la cizaña, reclaman al dueño que haga arrancar la mala yerba y limpie el campo. Y nos desconcierta la respuesta: no vaya a ser que con la cizaña arranquéis también las espigas que empiezan a brotar. Claro que juzgando así nos situamos en el lugar “de los buenos”. Buenos con certezas: creemos saber, claramente, lo que es trigo y lo que es cizaña.
Hay actos, ideas y criterios malos sin paliativos. Pero, en bastantes ocasiones, especialmente cuando consideramos los propios comportamientos y actitudes, las cosas no están tan claras. Es difícil conocerse a sí mismo… ¿Y si lo que creo una mala inclinación es un rasgo de temperamento que puede resultar positivo si, con la gracia de Dios, aprendo a manejarlo? Los “hijos del trueno” impulsivos, apasionados, después de ser tocados por el Espíritu en Pentecostés, dedicaron su vida a testimoniar, hasta el martirio en el caso de Santiago, que Cristo nos ha redimido y salvado. (...)"
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

viernes, 26 de julio de 2024

SER BUENA TIERRA

 


Oíd, pues, lo que significa la parábola del sembrador: Los que oyen el mensaje del reino y no lo entienden, son como la semilla que cayó en el camino; viene el maligno y les quita el mensaje sembrado en su corazón. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y al pronto lo reciben con gusto, pero, como no tienen raíces, no pueden permanecer firmes: cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, fracasan en su fe. La semilla sembrada entre espinos representa a los que oyen el mensaje, pero los negocios de este mundo les preocupan demasiado y el amor a las riquezas los engaña: todo eso ahoga el mensaje y no le deja dar fruto en ellos. Pero la semilla sembrada en buena tierra representa a los que oyen el mensaje y lo entienden, y dan una buena cosecha: son como las espigas que dieron cien, sesenta o treinta granos por semilla.

Cuando leemos este texto, tenemos tendencia a clasificar a las personas. Las que son camino, pedregal, terreno de malas hierbas o la tierra buena y productiva. Pero quizá nos iría bien pensar que todos somos, un momento u otro, cada una de estas tierras.
Somos camino y dejamos que pisoteen las semillas o se las coman los pájaros. Somos terreno pedregoso, que aceptamos la Palabra, pero no la regamos, no la meditamos y no puede crecer. Somos tierra de malas hierbas, llenos de defectos, porque nadie es perfecto, y nuestros vicios ahogan la semilla. 
Creo, que, si somos conscientes de ello, lograremos, poco a poco, transformarnos en tierra fértil. Este es el trabajo de nuestra vida espiritual: quitar las piedras, espantar a los pájaros, limpiarnos de malas hierbas...Él está junto a nosotros y nos acompañará en nuestro camino. 





jueves, 25 de julio de 2024

LA GRANDEZA DE SERVIR

 


La madre de los hijos de Zebedeo se acercó con ellos a Jesús, y se arrodilló para pedirle un favor. Jesús le preguntó:
– ¿Qué quieres?
Ella le dijo:
– Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu reino uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Jesús contestó:
– No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa amarga que voy a beber yo?
Le dijeron:
– Podemos.
Jesús les respondió:
– Vosotros beberéis esa copa de amargura, pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo. Será para quienes mi Padre lo ha preparado.
Cuando los otros diez discípulos oyeron todo esto, se enojaron con los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:
– Sabéis que, entre los paganos, los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos y los grandes descargan sobre ellos el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que entre vosotros quiera ser grande, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.

 La madre quería lo mejor para sus hijos, pero no se había enterado de nada. Los otros apóstoles se enfadaron porque tampoco habían entendido nada. La grandeza no está en el poder, en estar a la derecha o a la izquierda. La grandeza es tener a Jesús en nosotros y vivir como Él vivió. La grandeza está en servir.
 
   "Hoy es la fiesta del Patrón de España, Santiago. Él y su hermano Juan, hijos de Zebedeo que, en Betania, iniciaro su camino con Jesús “a eso de las cuatro de la tarde”, según relata Juan, su hermano (Jn 1, 39).
Hay un Santiago rodeado de leyenda y ligado a España desde los comienzos de la predicación de los apóstoles. El de la batalla de Clavijo, el que fue alentado por Santa María a orillas del Ebro, el del sepulcro señalado por una luz misteriosa en Compostela… La historia resulta medio disparatada e inverosímil, sin embargo una tradición que data del II s. está asentada en indicios arqueológicos e históricos que podrían confirmar, al menos, la realidad de que ciertamente su cuerpo y su cabeza están sepultados en donde se venera al apóstol, es decir, en Santiago de Compostela, el tercer lugar, después de Jerusalén y Roma, meta de peregrinos de la Cristiandad y de todo el mundo, aún hoy.
Pero hay otro -quien sabe si el mismo- del que sabemos algo con certeza y es el Santiago de los relatos del Nuevo Testamento, el primero de los apóstoles mártir, decapitado por Herodes en Jerusalén. A él y a su hermano, Jesús les puso el apodo de “hijos del trueno” por su vehemencia y, tal vez, arrogancia. Recordamos como pedían que fuego bajado de lo alto aniquilara a las aldeas donde el Maestro no fuera bien recibido…
Santiago, con su hermano y con Pedro y Andrés formaba parte de un pequeño grupo, un tanto especial entre los doce. Santiago es citado expresamente en la Transfiguración, en la resurreción de la hija de Jairo y en el huerto de los olivos. El pasaje de la Lectura de hoy es un expresivo retrato de los impulsivos hermanos cuando responden al unísono: “podemos”. ¿Y si hoy el Señor nos preguntase si podemos beber el cáliz que Él bebió? ¿Nos atreveríamos a decir que podemos? Creo que solo con una humildad verdadera y con un gran amor. Y solo sabiendo que es Él quien puede hacerlo en nosotros."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)



miércoles, 24 de julio de 2024

ACOGER LA SEMILLA

 


Aquel mismo día salió Jesús de casa y fue a sentarse a la orilla del lago. Como se reunió mucha gente, subió Jesús en una barca y se sentó, mientras la gente se quedaba en la orilla. Y se puso a hablarles de muchas cosas por medio de parábolas. Les dijo: Un sembrador salió a sembrar. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y llegaron las aves y se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, donde no había mucha tierra; aquella semilla brotó pronto, porque la tierra no era profunda; pero el sol, al salir, la quemó, y como no tenía raíz, se secó. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra y dio una buena cosecha: unas espigas dieron cien granos por semilla, otras dieron sesenta y otras treinta. Los que tienen oídos, oigan.

El sembrador es Dios y nosotros somos los diferentes terrenos, los que debemos acoger su Palabra. Unos camino pisoteado, tierra llena de espinas y malas hierbas, pedregal árido, o tierra buena... Pero Jesús quiere que todos seamos sembradores. En La Missa de cada Dia de Ed. Claret, leía este comentario: "Para sembrar debe primero llevarse semilla. Antes de anunciar el evangelio debemos acogerlo en nosotros"
Los religiosos estamos cerrando Comunidades por falta de vocaciones, por falta de relevo. Ante este problema tendemos a culpar al terreno. Los jóvenes de hoy no son buena tierra...La sociedad es terreno árido para la espiritualidad. Los jóvenes han perdido los valores. Parte de esto es cierto. Pero...¿no será que no tenemos semilla?¿No será que hemos perdido nosotros la  espiritualidad que debemos comunicar?¿No será que ni siquiera salimos ya a sembrar?¿No será que no estamos acogiendo la Palabra en nuestro interior? Para cosechar hay que sembrar...y sembrar con ilusión y esmero. Si no cuidamos nuestra propia tierra, no podemos exigir productividad a la de los demás. 

martes, 23 de julio de 2024

ESTAR UNIDOS A JESÚS

 


Yo soy la vida verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos.

La unión hace la fuerza. Las personas solitarias, sufren mucho. Todos necesitamos estar unidos a alguien: una familia, una Congregación, un grupo de amigos...
Jesús nos muestra con las palabras de hoy cómo hemos de estar unidos sus seguidores. Utiliza la imagen de la vid. Esa planta que el viñador debe cuidar todo el año para dar mucho fruto a su tiempo.
Debemos estar unidos entre nosotros y con Él. Formar una sola planta, una vid, para dar fruto. Todos los frutos. 
Los hombres no somos felices porque no estamos unidos. Buscamos nuestro bien sin pensar en los demás. El día que estemos unidos a Jesús y formemos una unidad todos, obtendremos el fruto de la felicidad, de la alegría, de la paz....el fruto del Amor.

lunes, 22 de julio de 2024

APOSTOL DE LOS APOSTOLES

 


El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
– ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles le preguntaron:
– Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
– Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él. Jesús le preguntó:
– Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:
– Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo vaya a buscarlo.
Jesús entonces le dijo:
– ¡María!
Ella se volvió y le respondió en hebreo:
– ¡Rabuni! (que quiere decir “Maestro”).
Jesús le dijo:
– Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios.
Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también lo que él le había dicho.

Cuando queremos reducir a la mujer, a la que sirve a los sacerdotes, limpia la iglesia y poca cosa más, deberíamos fijarnos en María Magdalena. Porque es ella la que tras la Resurrección anuncia Jesús a los apóstoles. Ella va a decirles que ya no está en la tumba, pero vuelve otra vez a buscarlo. Como nos pasa a todos, lo tiene a su lado pero no lo reconoce. Nosotros tampoco sabemos verlo en el otro, y menos, en el necesitado. ¿Si viésemos a Jesús en el inmigrante que se acerca a nuestras costas, los convertiríamos en un meros objetos políticos?
Jesús la llama por su nombre y entonces lo reconoce. Y María se siente enviada a hablar a los apóstoles en nombre de Jesús. Como dijo Santo Tomás de Aquino, se convirtió en apóstol de los apóstoles. 
Como María, muchas mujeres reconocen a Jesús y son enviadas a anunciarlo. ¿Cuando reconoceremos el gran papel de la mujer en la Iglesia?

domingo, 21 de julio de 2024

COMO OVEJAS SIN PASTOR

  


Después de esto, los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo:
– Venid, vosotros solos, a descansar un poco a un lugar apartado.
Porque iba y venía tanta gente que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer. Así que Jesús y sus apóstoles se fueron en una barca a un lugar apartado. Pero muchos los vieron ir y los reconocieron; entonces, de todos los pueblos, corrieron allá y se les adelantaron. Al bajar Jesús de la barca vio la multitud, y sintió compasión de ellos porque estaban como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.

Jesús invita a sus discípulos a descansar. Pero no siempre es posible. Cuando llegan al lugar de descanso ya les esperaban. Jesús ve las necesidades de esas personas y siente compasión por ellos. El texto de hoy no nos dice que no debemos descansar, sino que debemos estar siempre atentos a las necesidades de los demás. La humanidad está desorientada. Como ovejas sin pastor. En la medida de nuestras posibilidades debemos ayudar a orientarse a los demás. Estar a su lado para darles ánimos y ayudarles a encontrar su camino. Y no olvidemos que Jesús siempre está a nuestro lado para sostenernos.

"La Palabra de Dios siempre tiene algo que ver con nuestra vida. Conmigo en concreto. Pero ante lecturas como el Evangelio de hoy, tendemos a pensar que esto va por otros: por los misioneros, los catequistas, los religiosos o las autoridades religiosas que se dedican al anuncio del Evangelio. Y esto no es muy acertado, porque entonces tendríamos que ser consecuentes y deducir que todo el Evangelio es para ellos, que son quienes reciben las enseñanzas de Jesús y le acompañan durante toda su vida. Esto sería un gran reduccionismo.
Para colocar cada cosa en su sitio, debiéramos mirar a los apóstoles como aquellos que encarnan lo que también nosotros estamos llamados a vivir. Es decir: ver en los apóstoles el modelo de cristianos que nosotros debemos ser. Con esta introducción, quizá ya podamos acercarnos al Evangelio.
El evangelista Marcos, unos capítulos más atrás, nos decía que Jesús eligió a doce apóstoles «para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar, con poder de expulsar demonios». Tendríamos aquí dos elementos que definirían el «ser cristiano»: estar con él y ser enviados. Y enviados fueron los Discípulos.
Después de la expedición misionera de los Apóstoles, su “bautismo”, por así decirlo, vuelven al calor del hogar, al lado de Jesús. Seguro que llegaron cargados de historias, con ganas de compartir todo lo vivido. Se pisarían los unos a los otros, hablarían todos a la vez… Lo que suele pasar cuando se juntan familiares o amigos que hace tiempo que no se ven.
Pero Jesús, que siempre sabe lo que nos conviene, antes de nada, los calma y los invita a reposar, a asimilar todo lo vivido con la perspectiva que da saberse siervos inútiles, y no superhéroes.
Siervo inútil se consideraba Pablo. Haciendo lo que debía hacer. A tiempo y a destiempo. Este domingo, hemos escuchado cómo les recuerda a los cristianos de Éfeso, paganos en su mayoría, que ya se han convertido a Cristo – gracias a Pablo y a su predicación – y pueden vivir de otra manera, cerca de Dios. De este modo, consiguieron la vida y la paz los que eran “hijos de las tinieblas”.
“Ahora estáis en Cristo Jesús”. Se lo dice Pablo a los de Éfeso, y a cada uno de nosotros, también. Vivir cerca de Dios implica ser consecuente, sentir su mirada bondadosa y serena, optimistas y alegres, por un lado, y vigilantes y temerosos, por otro lado. Todo porque estamos siempre cerca de Dios. Y podemos vivir guiados y protegidos por Cristo.
Él, Jesús, es el “pontífice”, el que derribó el muro que cortaba el paso, el abismo sin fondo, que separaba a los judíos de los paganos. Los hijos de Abrahán que iban a heredar el cielo, el pueblo sagrado, y, del otro lado del muro, los demás, los que no tenían esperanzas, los sin Dios. Sólo la muerte de Cristo en la cruz posibilitó el fin de la separación y la unión de todos los pueblos. La familia de Dios ya no depende de la sangre, únicamente de la fe. Una fe viva, llena de amor y esperanza, es lo que permite convertirse en hijo de Dios. Todos, con el mismo Espíritu.
Volviendo al Evangelio, hablamos del descanso de Jesús y los discípulos. Es un Buen Pastor, que se preocupa por sus ovejas. Por todas. Por los cercanos y por los desconocidos. También en verano podemos comprobar cómo va nuestra compasión ante el dolor ajeno. Que, a menudo, se nos desajusta, porque nos acostumbramos a ver todo tipo de desgracias en directo, y cambiamos de canal.
Modelo de empatía fue Jesús, que encarna la figura de la que nos habla la profecía de Jeremías. Ése que es capaz de dar la vida por las ovejas. Que está siempre atento, contando el rebaño, saliendo a buscar a las perdidas, para traerlas de vuelta. Es un pastor según la voluntad de Dios. Sabe ser cercano, manso, humilde de corazón, pero firme, derribando los muros, abriendo un paso seguro a sus ovejas. De Él todas reciben vida. En nuestro caso, esa vida es el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Un pastor que imite a Jesús debe, pues, ser humilde. Porque en todos está la gracia de Dios, y hay que saber descubrirla. Además, debe saber reunir en torno a sí al rebaño, agrupar, y no disgregar ni separar. Escuchando a todos, con talante sinodal. Incluso, si es preciso, deberá renunciar a lo suyo, como Jesús cambió su descanso y el de los discípulos por la predicación a las masas… Capaz de cambiar sus planes, sobre la marcha. Planificador y estratega. Y siempre con amor y con calma, sin prisas, sin favoritismos, haciendo que todos se sientan importantes. Para esas multitudes que vemos a nuestro alrededor debemos tener la mirada y el amor que mostró Jesús.
¿Por qué son tan importantes los pastores? Porque marcan el camino. Y la forma de vivir. Si el pastor es malo, las ovejas irán por “mal camino” y, quizá, acaben siendo malas. Si el pastor es bueno, las ovejas, los fieles, serán buenas personas. Por eso es importante el pastor. Que sepa vivir para las ovejas. Siempre, en todo momento y lugar.
No sólo los pastores, sino todos debemos ser conscientes del tiempo que vivimos. El verano, si tenemos más tiempo libre, es un período para hacer otras cosas, estar con la familia y los amigos y, por qué no, también para dedicarle más tiempo a nuestra vida interior y a Dios. Él nos ha regalado la vida, y no sabemos cuánto más viviremos, así que debemos aprovechar cada día. Es que el ser hijos de Dios y portarnos como tales no admite vacaciones. Es decir, para ser honrados y honestos, no hay interrupción ni descanso. Nuestra condición de cristianos ha de ser algo permanente e inherente en nosotros mismos.
Así pues, recordar siempre que estamos cerca de Cristo, vivir en sintonía con los pastores, rezar por ellos y ser sensibles a las necesidades de los demás, como Jesús. Algunas de las enseñanzas que podemos sacar de las lecturas de este domingo de verano. Que las sepamos aplicar en nuestras vidas. Repitiendo a menudo eso de que “el Señor es mi pastor, nada me falta”."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 20 de julio de 2024

NO QUEBRARÁ LA CAÑA CASCADA

  


Sin embargo, los fariseos, al salir, comenzaron a hacer planes para matar a Jesús.
Jesús, al saberlo, se marchó de allí; mucha gente le seguía, y él sanaba a todos los enfermos, pero les ordenaba que no hablaran de él públicamente. Esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el profeta Isaías:
“Este es mi siervo, a quien he escogido;
mi amado, en quien me deleito.
Pondré sobre él mi Espíritu
y proclamará justicia a las naciones.
No disputará ni gritará;
nadie oirá su voz en las calles.
No romperá la caña quebrada
ni apagará el pábilo que humea,
hasta que haga triunfar la justicia.
Y las naciones pondrán en él su esperanza.”

Jesús no nos destruye. Intenta salvarnos hasta el final. Espera nuestra conversión, porque Él es Amor. Nosotros utilizamos la justicia para condenar. Él, como veíamos ayer, la utiliza en beneficio de la persona, para salvar. Siempre espera que cambiemos, que dirijamos nuestros ojos a Él. Lo mismo debemos hacer nosotros con nuestro prójimo. No destruirlo, sino intentar salvarlo.

"Mientras que los fariseos buscan a Jesús para matarlo, la gente, “muchos”, lo buscan para que les dé vida. Estas dos reacciones tan opuestas son las respuestas a un mismo hecho: Jesús, contraviniendo la ley del sábado, ha curado en la sinagoga a un hombre con la mano atrofiada. A propósito de este caso, Mateo presenta de un modo muy gráfico el enorme contraste entre dos concepciones religiosas: la que usa la ley para condenar, perseguir, incluso matar (recordemos las palabras de los sumos sacerdotes durante el proceso de Jesús: “Nosotros tenemos una ley, y según esta ley este hombre debe morir” – Jn 19, 7); y, por el otro lado, la que, llevando la ley a su perfección, hace presente el amor de Dios Padre, creador de la vida, y que, en consecuencia, acoge, perdona, cura, restaura lo que está caído.
Miqueas levanta la voz contra los que traman maldades y anuncia castigos para ellos. Pero Jesús, víctima de esas maquinaciones, lejos de amenazar o usar su poder para castigar, se retira y usa su poder para dar vida. Como indica Mateo, en él se cumple la profecía del Siervo de Yahvé, que no elige el camino de la violencia para combatir el mal, sino el de la entrega de la propia vida para restaurar lo que está a punto de morir: “la caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará”.
También nosotros nos sentimos con frecuencia confrontados con la necesidad de elegir entre dos caminos contrapuestos: el camino de la violencia y la destrucción de lo que consideramos malo (combatir el mal con el mal), o el del servicio, la paciencia y la restauración de lo que está a punto de morir: es el camino elegido por Cristo, el camino de la cruz, de la entrega generosa de la propia vida."
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 19 de julio de 2024

LA PERSONA ES LO PRIMERO PARA DIOS

 

Por aquel tiempo, Jesús caminaba un sábado entre los sembrados. Sus discípulos sintieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comer los granos. Los fariseos, al verlo, dijeron a Jesús:
– Mira, tus discípulos hacen algo que no está permitido en sábado. Él les contestó:
– ¿No habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y comió los panes consagrados, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes. ¿O no habéis leído en la ley de Moisés que los sacerdotes en el templo no cometen pecado por trabajar los sábados? Pues os digo que aquí hay algo más importante que el templo. Vosotros no habéis entendido qué significan estas palabras de la Escritura: ‘Quiero que seáis compasivos, y no que me ofrezcáis sacrificios.’ Si lo hubierais entendido, no condenaríais a quienes no han cometido falta alguna. Pues bien, el Hijo del hombre tiene autoridad sobre el sábado.


"Jesús no ha venido a abolir la ley ni los profetas, sino a darles cumplimiento (cf. Mt 5, 17-18). Pero ese cumplimiento no consiste en añadir nuevos preceptos, o en eliminar o atemperar otros. La plenitud de la ley consiste en llegar a sus raíces, a su corazón, a su núcleo esencial, el que da sentido a todos los preceptos concretos. Ese corazón es el mandamiento del amor: a su luz los mandamientos y las prohibiciones adquieren sentido o, según las circunstancias, carecen de él, como en el caso del evangelio de hoy. El amor, que es la sustancia de Dios, da vida, no la quita. Por eso, cuando la ley se utiliza de manera rígida, inmisericorde, despiadada, y sirve para condenar y no para dar vida, o es que se la está malinterpretando, o es que se ha corrompido.
En realidad, Jesús no ha venido a reinterpretar la ley (en un sentido más rígido o más laxo), sino que él mismo, en persona, se convierte para nosotros en ley. Él es el Señor del Sábado, porque es el Señor del tiempo, y el Señor de la vida y de la muerte. Pero no porque nos dé vida o muerte a su antojo, sino porque con su muerte en la cruz nos ha dado a todos la vida eterna."
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)