lunes, 25 de octubre de 2010

EL ANACORETA Y LA PUERTA ESTRECHA


Ayer, meditando sobre el evangelio, en el error de creernos más que los demás porque hacemos más que ellos, recordé este texto que escribí hace unos dos años o más. El Anacoreta todavía estaba en el desierto. Aquí os lo dejo:

"Durante todas las Vísperas y la cena , el discípulo no paraba de suspirar. Ya durante las completas, unos gruesos lagrimones se delizaron por sus mejillas.
El Anacoreta, aunque ya era momento de silencio, se dirigió a él y le preguntó:
- ¿Qué te ocurre?
El discípulo, entre sollozos, respondió:
- Llevo todo el día meditando la misma frase del Evangelio: ' Pelead para entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos lo intentarán y no podrán.' Tengo miedo de no hacer lo suficiente. ¿Y si después de tanta penitencia en el desierto no me salvo?
El Anacoreta lo miró con ternura. Le pasó amorosamente un brazo por la espalda y lo llevó bajo la palmera, apenas teñida de púrpura por las últimas luces del día, que se escapaban por el horizonte.
Luego, con calma, le dijo:
- Métete esto en la cabeza: no valemos por lo que hacemos, sino por lo que somos. Los hombres nos vamos recubriendo de capas, caretas, apariencias, imágenes...Esto es lo que no nos deja pasar por la puerta.
Guardó unrato de silencio y prosiguió:
- ¿Para qué has venido al desierto? Para hacerte uno con Cristo y con los Hombres. Todo lo demás son capas. Las penitencias, los ayunos, el deseo de santidad, el ánimo de dar buen ejemplo...todo eso, si no nos lleba a unirnos a Cristo y a los Hombres, son disfraces que nos engordan. Para pasar por la puerta hay que desprenderse de todo, hasta SER nosotros. Para unirse a Cristo no hay sino que desnudarse de todo lo que hemos ido añadiendo a nuestra persona.
Quedó otra vez en silencio. Luego, acercándose al oído de su discípulo, como si no quisiera que le oyesen las arenas del desierto, le dijo en un susurro:
- Además, Él mismo es la Puerta. Si confías en Él, cuando vayas a pasar se ensanchará...
Marchó el Anacoreta a su cueva y el discípulo quedó reflexionado bajo las estrellas, la cantidad de cosas inútiles que se le habían ido adheriendo a lo largo de la vida.
Cuando la arena empezó a teñirse de violeta por las primeras luces de la aurora, se retiró a su cueva. Quizá fue una ilusión, pero le pareció que la entrada era más ancha..." 

5 comentarios:

  1. me ha encantado...y es cierto...a veces cuando no tenemos confianza en lo que hacemos nosotros mismos estamos creando impedimentos para obtener frutos con nuestra actitud...pasear mirando de cara a la vida y sin olvidarnos de ser siempre nos ayuda mucho a obtener resultados en nuestras metas sobre todo cuando es hacia los demás....
    un beso joan..

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  2. "no valemos por lo que hacemos, sino por lo que somos."
    Esta frase me ha impactado. Cierto, lo que cuenta es la esencia de uno para poder pasar por la puerta.
    Un gusto haberte leído.

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  3. Joan Josep tus historias del anacoreta, verdaderamente impactan, porque es evangelio: y es en el evangelio en las que tengo las miras una abraçada

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  4. Hola Joan, he escuchado muchas veces hablar de la puerta estrecha, pero nunca lo he comprendido como ahora. Para mí la puerta estrecha siempre ha significado el sacrificio, la constancia, mantenerte firme ante la adversidad...
    Pero tú le has dado otra visión que me gusta mucho: profundizar en tí mismo, respetarte, aceptarte, amarte como eres y ser transparente, sin maquillajes; sabiendo que "si confías en Él cuando vayas a pasar se ensanchará" :)
    Gracias!
    Un saludo!

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  5. !Paz y Bien hermano Joan!

    Al leer, imdiatamente vienieron a mi corazon aquellos humildes versos de Unamuno:

    Agranda la puerta, Padre,
    porque no puedo pasar,
    la hiciste para los niños,
    Yo he crecido a mi pesar.
    agranda la puerta, Padre,
    o achícame, por piedad.

    Un fuerte abrazo fraterno para ti,
    tu hermano Víctor.

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