lunes, 16 de septiembre de 2024

NO SOMOS DIGNOS

 


Cuando Jesús terminó de hablar a la gente, se fue a Cafarnaún. Vivía allí un centurión romano, cuyo criado, al que quería mucho, se encontraba a punto de morir. Habiendo oído hablar de Jesús, el centurión envió a unos ancianos de los judíos a rogarle que fuera a sanar a su criado. Ellos se presentaron a Jesús y le rogaron mucho, diciendo:
– Este centurión merece que le ayudes, porque ama a nuestra nación. Él mismo hizo construir nuestra sinagoga.
Jesús fue con ellos, pero cuando ya estaban cerca de la casa el centurión le envió unos amigos a decirle:
– Señor, no te molestes, porque yo no merezco que entres en mi casa. Por eso, ni siquiera me atreví a ir en persona a buscarte. Solamente da la orden y mi criado se curará. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando a uno de ellos le digo que vaya, va; cuando a otro le digo que venga, viene; y cuando ordeno a mi criado que haga algo, lo hace.
Al oir esto, Jesús se quedó admirado, y mirando a la gente que le seguía dijo:
– Os aseguro que ni aun en Israel he encontrado tanta fe como en este hombre.
Al regresar a la casa, los enviados encontraron que el criado ya estaba sano.

Como el centurión nosotros tampoco somos dignos de que Jesús entre en nuestra casa; pero Él entra porque nos ama. 
Aquel centurión, a pesar de ser alguien de mando, es humilde y sencillo. Primeramente se ocupa de un esclavo. Alguien que no era nadie en su tiempo. Confía totalmente en Jesús. Por eso lo alaba y reconoce su gran Fe. Alguien que ni siquiera era judío. A nuestro alrededor hay personas que no son cristianas, pero por su humildad y ayuda a los sencillos, Jesús también alabaría su Fe.

"Lucas nos presenta hoy la figura de un centurión romano especial, porque se preocupa mucho por su criado; un centurión a quien le interesa mucho la situación de los menos afortunados. Un centurión que manifiesta dos actitudes humana necesarias para que Dios actúe en nosotros: la humildad y la fe.
Así como un foco necesita de la electricidad para encender y un motor de combustión necesita de la gasolina para funcionar, así la gracia de Dios necesita ser alimentada por nuestra fe para poder obrar milagros y maravillas.
Humildad: “No soy digno de que entres bajo mi techo”. El centurión habría sido un oficial de alto rango en el ejército romano, muy consciente del poder. Pero este poder no le había corrompido, al contrario le había aportado una conciencia de los demás y una humildad para servirles. Humildad, porque siendo centurión y romano, que tenían en ese tiempo al pueblo judío dominado, no le ordenó a Jesús como si fuera un igual o una persona de menor rango. Todo lo contrario. Se humilló delante de Él y despojándose de su condición de dominador de las gentes, reconoció su condición de hombre necesitado de Él.
Fe: “Dilo de palabra y mi criado quedará sano”. El centurión expresa una fe sincera, una confianza y una seguridad de que sucederá. Una fe que no solo se compadece, sino que va a buscar una solución; una fe que es un empeño decidido en ayudar al pobre criado, de forma que el mismo Señor se maravilla de su fe. El centurión confía plenamente en Jesús. Fe, porque el centurión creyó con todo su corazón que Jesús podía curar a su siervo. No dudó del poder de Jesús en su corazón. Porque de otra manera no hubiera podido arrancar de su Divina misericordia esta gracia.
Por eso la fe y la humildad es la combinación perfecta para que Dios otorgue sus más hermosas gracias a la gente que se las pide.
En la Eucaristía decimos la oración del centurión antes de recibir la Comunión: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, mas di una palabra y mi alma quedará sana”. Esta oración expresa la imperfección ante Jesús y la fe, la humildad y la confianza en la gracia sanadora de Jesús que en cada Comunión nos cura –nos sana- como curó al criado del centurión. ¡Qué importante esta conciencia de que solo Jesús nos sana, nos libera, nos purifica, nos santifica! Ya decía Pablo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”. Y San Juan: “Sin Mí no podéis hacer nada”."
(José Luis Latorre cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 15 de septiembre de 2024

¿QUIÉN ES JESÚS?

 


Después de esto, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de la región de Cesarea de Filipo. En el camino preguntó a sus discípulos:
– ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
– Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías, y otros, que eres uno de los profetas.
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Pedro le respondió:
– Tú eres el Mesías.
Pero Jesús les ordenó que no hablaran de él a nadie.
Comenzó Jesús a enseñarles que el Hijo del hombre tenía que sufrir mucho, y que sería rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Les dijo que lo iban a matar, pero que resucitaría a los tres días. Esto se lo advirtió claramente. Entonces Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderle. Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a Pedro diciéndole:
– ¡Apártate de mí, Satanás! Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres.
Luego llamó Jesús a sus discípulos y a la gente, y dijo:
– El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía y del evangelio, la salvará.

"Al mirar a Jesús, vemos que está siempre en movimiento. Y los Discípulos moviéndose con Él. Podríamos decir que, dentro de ese camino, estamos a la mitad del programa de formación de sus Discípulos. Como si de un examen se tratara, primero les pregunta sobre lo que la gente piensa de Él. Es una forma suave de entrar en materia, antes de llegar a la pregunta importante: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Repetir lo que otros piensan no compromete demasiado. A los Apóstoles, tampoco. Juan Bautista, Elías, alguno de los profetas… Citar es fácil, pero lo principal es llegar a aclarar quién es Jesús para mí. Y no solo lo que hemos leído en algún libro, lo que hemos visto en una película o en otro lugar. Pero en el tú a tú con el Señor no vale más que la verdad, y la verdad compromete. Pedro le definió y negó. La idea que tenía en su cabeza era la de un Reino de Dios en la tierra, instaurado en poco tiempo y por la fuerza. Tomás dijo “Muramos por Él… Por eso estamos sólo a mitad del Evangelio, a mitad de la formación. Todavía quedan muchas cosas por aprender. Por ajustar.
Para responder personalmente a la pregunta de Jesús, podemos plantearnos algunas cuestiones. Sería bueno intentar responder desde el corazón, sin tópicos, siendo sinceros con Él, porque al engañarle, en realidad nos engañamos a nosotros mismos.
Por ejemplo, ¿cuenta mucho Cristo en mi vida diaria? ¿O le tengo “encerrado” en el templo? ¿Entra en mi comedor, en mi oficina, en mi aula…? ¿Se nota que soy creyente en mi entorno habitual?
¿Lo siento cercano, como a un miembro de mi familia o a un amigo? ¿Me esfuerzo en hablar con Él, por la mañana, por la tarde, por la noche? ¿Siento que me acompaña en mi caminar por la vida?
¿Me pongo en su presencia antes de tomar alguna decisión, personal, familiar, parroquial? ¿Dejo que Él juegue algún rol en esa toma de decisiones? ¿Me pregunto qué haría Jesús, antes de decidir lo que debo hacer?
Leyendo los Evangelios, encontramos muchos “quienes”. La gente se pregunta “¿quién es éste que doma la tempestad?”; “¿quién es éste para perdonar los pecados?”; “¿quién es éste que derrota a los demonios?”; “¿quién es éste que habla con esa autoridad?” Hay muchos, sí, pero el más importante es “¿quién es el Señor para mí?”
Él es el Mesías. Ojalá podamos personalizar, concretar esa respuesta, diciendo que es la persona sin la que no puedo vivir, o la persona por la que podría dar mi vida, lo más importante para mí… Esa es la respuesta que Cristo espera de mí. ¿Qué contestación le voy a dar?"
(Alejandro Carvajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 14 de septiembre de 2024

LA GLORIA DE LA CRUZ

 


Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así también el Hijo del hombre ha de ser levantado, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.

La cruz no es un instrumento de tortura. Para Jesús, la cruz, es tomar sobre Él todos nuestros pecados, males, desgracias, sufrimientos...Cuando nos pide que carguemos con nuestra cruz, nos pide que tomemos como nuestro el sufrimiento de todos. En vez de ser ciegos y sordos a la desgracia de los demás, es asumirla como nuestra. Es entregarse y ser dolidario.

"¿Exaltación de la cruz? ¿Qué significa esto? ¿Exaltamos un potro de tortura de origen persa que durante el imperio romano se aplicaba como escarmiento a los subversivos y revolucionarios? ¿Un instrumento que causaba la más brutal de las muertes y agonías es venerada por los cristianos? ¿Qué tiene de gloria una cruz?
Si, la exaltamos porque en ella aconteció el gesto más grande de amor: el Hijo de Dios entrega su vida por nosotros. ¿Qué significa esto? ¿Por qué tiene que morir Jesús de esta manera? Significa que en su encarnación el Padre quiso que Jesús atravesara lo más duro de la condición humana. Jesús muere de esta manera para que todo ser humano que experimente la limitación humana: dolor físico o psicológico, es decir, abandono, sufrimiento, soledad en su máxima expresión, enfermedad, impotencia, agonía, burla, violencia física, acoso…, pueda encontrar en estas duras experiencias de la vida a Jesús que está con él, que le acompaña y le conforta en estos túneles de la vida. Es decir, en lo peor que me puede pasar también me puedo encontrar con Jesucristo y sentir su fuerza y su consuelo porque Él pasó por estas experiencias para llenarlas con su presencia. Pues si el encuentro con Jesús sólo aconteciera -que acontece- en las experiencias humanas de amor, belleza, unidad, paz…, en las más bonitas de la vida, el Hijo del Hombre nada tendría que decir ante el problema del mal y del sufrimiento. Y en la cruz Jesús nos dice: no estás solo, yo estoy contigo y te ayudo a llevar tus sufrimientos. Y esto acontece a través de muchas mediaciones y lenguajes por los que el Espíritu Santo actúa, como suele hacer. ¿Acaso no conoces a personas que ante una situación de cruz como un cáncer, una pérdida, etc., lo han afrontado con una fuerza y paz sobrenaturales gracias a su fe?
Qué bien recoge la liturgia de la Palabra de hoy este gesto de amor de Jesús en la carta a los Filipenses: … se despojó de su rango… se rebajó hasta someterse incluso a la muerte… por eso Dios lo levantó sobre todo… de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble… Y este gesto de amor del Padre en el evangelio de Juan que hoy es proclamado: …tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna.
Jesús no nos libra de la cruz, pero nos ayuda a llevarla. Y, qué queréis que os diga, yo prefiero sentirme muy querido y acompañado en las cruces de mi vida, porque lo peor que nos puede pasar es vivirlas en soledad. Por eso los cristianos estamos llamados a practicar la solidaridad y la misericordia, para que nadie en su experiencia de dolor se sienta sólo. Estamos llamados a ser «Cristos» para los otros porque los otros son «Cristo» para mí. En definitiva, exaltamos la cruz porque en ella también nos encontramos con Jesús. O, en otras palabras, parafraseando a San Pablo, nada nos separará del amor de Dios, ni siquiera las experiencias más duras de la vida.
En tu oración de Dios pídele al Señor la gracia de encontrarte con Él en las situaciones de la vida qué más te quiten la paz interior."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 13 de septiembre de 2024

VER PARA PODER SER GUÍAS

 


Jesús les puso esta comparación: ¿Acaso puede un ciego servir de guía a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo? El discípulo no es más que su maestro: solo cuando termine su aprendizaje llegará a ser como su maestro.
¿Por qué miras la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si no te das cuenta del tronco que tienes en tu ojo, ¿cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en el ojo'? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu ojo y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.

Si queremos ser guías, ayudar a los otros a encontrar a Dios, no podemos ser ciegos. Debemos seguir a Jesús, imitarle. pedirle que nos de la vista, para poder ser como Él. Debo empezar por mirarme a mi mismo, ver mis defectos, corregirlos, antes de pretender enseñar a los demás.

"“Un ciego no puede guiar a otro ciego”, nos dice Jesús hoy. Qué bien trabajan los perros guía que conducen a los invidentes por nuestras ciudades ayudándoles a subir al autobús, a cruzar un semáforo…; algunos de estos invidentes que conozco me dicen que no podrían hacer casi nada de lo que hacen sin estos fieles e incondicionales acompañantes.
Necesitamos guías en la fe, ser guiados. Necesitamos guiar a otros en la fe. No estamos solos. Todos tenemos que aprender y todos tenemos algo que enseñar. Interactuemos unos con otros."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 12 de septiembre de 2024

EL CAMINO DEL AMOR

 


Pero a vosotros que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os insultan. Al que te pegue en una mejilla ofrécele también la otra, y al que te quite la capa déjale que se lleve también tu túnica. Al que te pida algo dáselo, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. Haced con los demás como queréis que los demás hagan con vosotros. Si amáis solamente a quienes os aman, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡Hasta los pecadores se portan así! Y si hacéis bien solamente a quienes os hacen bien a vosotros, ¿qué tiene de extraordinario? ¡También los pecadores se portan así! Y si dais prestado sólo a aquellos de quienes pensáis recibir algo, ¿qué hacéis de extraordinario? ¡También los pecadores se prestan entre sí esperando recibir unos de otros! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y dad prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande vuestra recompensa y seréis hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos. Sed compasivos, como también vuestro Padre es compasivo.
No juzguéis a nadie y Dios no os juzgará a vosotros. No condenéis a nadie y Dios no os condenará. Perdonad y Dios os perdonará. Dad a otros y Dios os dará a vosotros: llenará vuestra bolsa con una medida buena, apretada, sacudida y repleta. Dios os medirá con la misma medida con que vosotros midáis a los demás.

No podemos impedir tener enemigos; pero Jesús nos pide que no seamos enemigos de nadie. Es más, nos dice que hemos de amar a todo el mundo, devolver bien por mal. Es lo que Él nos dirá que es su mandamiento: amar a todo el mundo como Él nos ama.
Vivimos en un mundo lleno de odio, de guerras, luchas, críticas...Hacer un mundo mejor no se logra con más luchas, guerras, odio. Sólo lograremos un mundo mejor amando. El Amor es el camino que nos señala Jesús. El Amor es el camino que nos lleva a Dios. 

"Sin embargo, aunque también nosotros hoy caemos en la adoración de algunos ídolos, comulgando a veces con sus ideologías y mentalidades, el Evangelio, después de las Bienaventuranzas de ayer, nos recuerda lo esencial de nuestra fe para que no se nos olvide: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian, al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra, al que te quite la capa, déjale también la túnica…” Total nada, vaya programita de vida para comenzar el curso.
Entre todas las frases de Jesús que hoy meditamos, hay una que me llega muy dentro: “Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?” Qué razón tiene, pero qué difícil es. Por eso se me ocurre rezar con la última estrofa del salmo 138 de hoy para que el Señor nos ayude a llevarlo a la práctica: “Señor, sondéame y conoce mi corazón, ponme a prueba y conoce mis sentimientos, mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno”."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 11 de septiembre de 2024

LOS PREFERIDOS DE DIOS

 



 Jesús miró a sus discípulos y les dijo:
Dichosos vosotros los pobres, porque el reino de Dios os pertenece.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis satisfechos.
Dichosos los que ahora lloráis, porque después reiréis.
Dichosos vosotros cuando la gente os odie, cuando os expulsen, cuando os insulten y cuando desprecien vuestro nombre como cosa mala, por causa del Hijo del hombre. Alegraos mucho, llenaos de gozo en aquel día, porque recibiréis un gran premio en el cielo; pues también maltrataron así sus antepasados a los profetas.
Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya habéis tenido vuestra alegría!
¡Ay de vosotros los que ahora estáis satisfechos, porque tendréis hambre!
¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque vais a llorar de tristeza!
¡Ay de vosotros cuando todos os alaben, porque así hacían los antepasados de esta gente con los falsos profetas!

Aquí se nos dicen quienes son los preferidos de Dios. Los pobres, los hambrientos, los que lloran, los perseguidos. Aquellos cuyo último recurso es confiar en Él. En la vida de Jesús lo vemos siempre cerca del necesitado, del sencillo. Jesús nos muestra al Padre. Y lo hace, no tanto con palabras, sino con obras. Por eso lo vemos curando, perdonando, consolando y siendo perseguido hasta la muerte. 

"Estas bienaventuranzas de Lucas, a diferencia de las de Mateo, son distintas. En Mateo eran ocho, mientras que aquí son cuatro bienaventuranzas y otras cuatro que podemos llamar malaventuranzas o lamentaciones. En las primeras Jesús llama «felices y dichosos» a cuatro clases de personas: los pobres, los que pasan hambre, los que lloran y los que son perseguidos por causa de su fe. En las segundas, las malaventuranzas, se lamenta y dedica su «ay» a otras cuatro clases de personas: los ricos, los que están saciados, los que ríen y los que son adulados por el mundo. Jesús indica así que los primeros son prioritarios para Dios, precisamente por ser los más necesitados y que nadie atiende. Y lo malaventurados son los que están a la cola en las preferidos de Dios por olvidarse de los anteriores."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

martes, 10 de septiembre de 2024

SEGUIDORES DE JESÚS

 


Por aquellos días, Jesús se fue a un cerro a orar, y pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, reunió a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a los cuales llamó apóstoles. Estos fueron: Simón, a quien puso también el nombre de Pedro; Andrés, hermano de Simón; Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago hijo de Alfeo; Simón el celote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que traicionó a Jesús.
Jesús bajó del cerro con ellos, y se detuvo en un llano. Se habían reunido allí muchos de sus seguidores y mucha gente de toda la región de Judea, y de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Habían venido para oir a Jesús y para que los curase de sus enfermedades. Los que sufrían a causa de espíritus impuros, también quedaban sanados. Así que toda la gente quería tocar a Jesús, porque los sanaba a todos con el poder que de él salía.

Hoy Jesús escoge a sus seguidores, que es el significado de la palabra apóstol. Seguirlo supone dejarlo todo por Él e imitarlo. Es decir, curar, luchar contra el mal. Acoger a todo el mundo. En una palabra: Amar.

"En el Evangelio de hoy, Jesús llama a doce apóstoles muy diferentes entre sí, con psicologías muy dispares. No llamó a doce personas del mismo rango social, mismo oficio, misma edad… eran muy distintos. Por eso tuvieron problemas y discusiones entre ellos, lo vamos observando en los Evangelios. Pero a la vez, vamos observando como el Señor les iba enseñando a resolver esos problemas no a modo como lo hace el mundo, sino como Dios quiere que se solucionen las cosas en ese nuevo modo de vida que Jesús llama Reino de Dios y que hay que construir entre todos aquí y ahora. Para eso llamó Jesús a los Doce y para eso no ha llamado también a nosotros, no lo olvidemos."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 9 de septiembre de 2024

FUERZA PARA ACTUAR

 


Sucedió que otro sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había en ella un hombre que tenía la mano derecha tullida; y los maestros de la ley y los fariseos espiaban a Jesús, por ver si lo sanaría en sábado y tener así algún pretexto para acusarle. Pero él, sabiendo lo que estaban pensando, dijo al hombre de la mano tullida:
– Levántate y ponte ahí en medio.
El hombre se levantó y se puso de pie, y Jesús dijo a los demás:
– Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?
Luego miró a todos los que le rodeaban y dijo a aquel hombre:
– Extiende la mano.
El hombre la extendió y su mano quedó sana. Pero los demás se llenaron de ira y comenzaron a discutir lo que podrían hacer contra Jesús.

Ayer era un sordomudo. Hoy alguien con la mano paralizada. Ayer nos veíamos reflejados cuando no escuchamos los lamentos de los necesitados, de los demás. Hoy somos aquellos que ven, escuchan las necesidades y no hacemos nada por solucionarlas. Jesús se acerca  a nosotros y hace que nuestra mano se mueva, que podamos actuar en favor de los demás.
También Jesús nos enseña, haciéndolo en sábado, que el hombre, que el Amor, está por encima de la ley. Que es el Amor el que da sentido a la ley. Si no, es sólo letra muerta.

"En el Evangelio de hoy, Jesús realiza un pequeño gesto, pero lleno de vida: cura el brazo de un hombre paralítico. Lo que no son capaces de ver la mayoría de los testigos que están en la sinagoga es que, aparte de curar el brazo, Jesús ha curado a la persona entera pues ha perdonado sus pecados junto a su curación física, y esto le permite ser concebido como un no pecador. Tenemos que recordar que en la mentalidad judía si una persona padecía una enfermedad era consecuencia de un pecado cometido por la propia persona o por sus padres, por lo que la enfermedad era el castigo de Dios por dicho pecado. Por tanto, esa persona curada íntegramente deja de ser vista como un ser proscrito, es reintegrado a la sociedad como una persona digna de crédito.
Pequeños gestos, hacen mucho, sólo hace falta creer en la fuerza de la gracia de Dios que nos acompaña en todas las acciones que hagamos con buena voluntad. No nos rindamos antes de tiempo, tenemos en nuestras manos mucha levadura que repartir."
(Juan Lozano cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 8 de septiembre de 2024

SORDOS Y MUDOS

 


Jesús volvió a salir de la región de Tiro y, pasando por Sidón y los pueblos de la región de Decápolis, llegó al lago de Galilea. Allí le llevaron un sordo y tartamudo, y le pidieron que pusiera su mano sobre él. Jesús se lo llevó a un lado, aparte de la gente, le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua. Luego, mirando al cielo, suspiró y dijo al hombre:
– ¡Efatá! (es decir, “¡Ábrete!”).
Al momento se abrieron los oídos del sordo, su lengua quedó libre de trabas y hablaba correctamente. Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, tanto más lo contaban ellos. Llenos de asombro, decían:
– Todo lo hace bien. ¡Hasta hace oir a los sordos y hablar a los mudos!

Estamos sordos y mudos. No oímos el clamor de los que sufren la guerra, de los que mueren en el mar, de los que junto a nosotros no tienen casa o mueren de hambre. Vemos a los niños de Gaza o de Ucrania por la televisión y no decimos nada, no protestamos no exigimos. Hoy hemos de pedir a Jesús que nos devuelva el oído, que nos haga hablar. El día que todos clamemos contra las injusticias, los poderosos se morirán de vergüenza. Pero por desgracia, seguiremos sin oir y sin hablar.  Nos distrae nuestro ego, nuestra cobardía.

"Hay pobres materiales, y hay otra clase de pobres, que no lo son sólo por no tener dinero, sino por encontrarse en una situación de desventaja en el mundo. Por no tener cultura, por no disponer de un trabajo digno, por no tener los papeles en regla, por ejemplo. A esas personas, la comunidad debe prestar más atención, para diferenciarse de los que no son creyentes. Que no se queden tendidos al borde del camino, como aquél al que los bandidos robaron y apalearon. Seamos buenos samaritanos, pues.
Toda enfermedad en la Biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento, era un castigo del Señor. Pero, especialmente, la sordera era imagen del rechazo a la Palabra. Representa la condición del hombre que escucha otras voces, voces seductoras, pero que no dan vida. No poder escuchar la palabra de Dios es un problema serio, pero el Señor ha prometido poner remedio. Porque el sordo no puede oír la Buena Nueva, y no puede reaccionar. Vive aislado, encerrado en su propio mundo. No ha podido conocer a Jesús ni escuchar su Evangelio. Y, que no se nos olvide, hay sordos de nacimiento, y sordos que lo son porque no quieren oír. Viven bien sin Dios.
Nosotros no somos así, en principio, aunque a veces nos cuesta escuchar la voz de Dios. ¿Qué hacer? ¿De qué modo podemos combatir nuestra sordera espiritual?
Lo primero, quizá, sería luchar contra nuestros egoísmos personales. Dejar de pensar sólo en nosotros, no escuchar la voz que dice que me ocupe únicamente de mí y abrirnos. Abrirnos nos permite salir al encuentro de los hermanos, de forma que nuestras palabras y nuestras obras, nuestra fe y nuestra vida sean consecuentes. Decir y hacer. ¿Cómo me encuentro frente a mis hermanos y frente al Señor? ¿Cómo son mis palabras y cuáles son mis obras? ¿Creo en lo que hago, y hago lo que creo?
Además, para que el Señor pueda sanar nuestra sordera, hay que buscarlo. No podemos permitir que el Señor sea siempre el que salga a nuestro encuentro. Tenemos que colocarnos cerca. ¿Estamos a tiro del Señor? ¿Nos ponemos en disposición de cambio? ¿Estamos dispuestos a ello? Medios hay muchos. Sacramentos, la Palabra, la oración…
Por otra parte, el sordomudo “se deja hacer”. Es dócil. Podemos pedir también que, cuando nos presentemos ante el Señor, lo hagamos con docilidad. Que no nos dejemos mundanizar, que seamos fieles al Dios. Que Él abra nuestros oídos, despierte nuestra sensibilidad para sentir su presencia (como el ciego al borde del camino), para que Él nos dé consuelo, salud y esperanza.
Hoy en día hay muchos medios e intereses empeñados en producir sordera ante todo lo que suena a Iglesia, a espiritual. Para poder enfrentarnos a ellos, hay que limpiarse a menudo el oído, de modo que nos llegue el auténtico mensaje de Jesús. De ese modo, podremos también decir, como los contemporáneos de Jesús, que todo lo ha hecho bien, también en nuestras vidas. Es posible. Basta con estar atento, y dejar actuar a Dios."
(Alejandro Aguinaco cmf. Ciudad Redonda)

sábado, 7 de septiembre de 2024

EL AMOR POR ENCIMA DE TODO

 


Un sábado pasaba Jesús entre los sembrados. Sus discípulos arrancaban espigas de trigo, las desgranaban entre las manos y se comían los granos. Entonces algunos fariseos les preguntaron:
– ¿Por qué hacéis algo que no está permitido en sábado?
Jesús les contestó:
– ¿No habéis leído lo que hizo David en una ocasión en que él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios y tomó los panes consagrados, comió de ellos y dio también a sus compañeros, a pesar de que solamente a los sacerdotes les estaba permitido comer de aquel pan.
Y añadió:
– El Hijo del hombre tiene autoridad sobre el sábado.

Para los judíos no trabajar en sábado, lavarse las manos, no tocar personas consideradas impuras...era algo muy importante. Por eso se escandalizan de que los discípulos arranquen espigas  en sábado. Pero Jesús les dice que la ley no lo es todo. El bien está por encima de la ley. La ley está al servicio del hombre y no al revés. El Hijo del Hombre tiene autoridad sobre el sábado. Es decir, el Amor está por encima de las leyes.
 
"Competir por ver quién es el más fuerte, tanto militar como incluso mental o religiosamente, siempre ha sido una marca humana. Quienes creen ser los mejores critican, o persiguen abiertamente, a quienes no hacen las cosas como ellos o no piensan lo mismo. Hoy la primera lectura hace casi un catálogo de maneras de persecución y de superioridad. Y en el evangelio vemos a los discípulos criticados por saltarse una regla sabática.
Ante la persecución y la crítica es muy posible, y muy humano “arrugarse”. La persecución cruenta o física es el extremo, pero el “qué dirán” es lo más insidioso y a veces lo más dañino. Atenta contra la dignidad de la persona al obligarla a sentirse inferior al ser distinta ante la opinión generalizada o el pensamiento único. Siempre ha habido persecuciones, pero quizá pensábamos que en una civilización occidental, supuestamente de inspiración cristiana, sería imposible. Pero lo estamos viendo constantemente a nuestro alrededor; si no una persecución cruenta, sí la del insulto, difamación, crítica, ridiculización… Sin ir más lejos, la Ceremonia de Apertura de los Juegos Olímpicos de París, las expulsiones de religiosos de Nicaragua o el derribo de cruces por toda Europa.
Hoy se nos hace una invitación a una libertad difícil y un poco peligrosa. El afirmar que sólo Jesús es el Señor nos puede poner en situaciones complicadas incluso con los más cercanos. Podemos acabar siendo como los que describe san Pablo: insultados, ridiculizados humillados, perseguidos… O, cuando poco, criticados. Y sin embargo, la serena afirmación de soberanía de Cristo nos da esa fuerza que le daba a Pablo; ridiculizamos, bendecimos, perseguidos, aguantamos… Como solo Cristo es el Señor, toda esa fuerza es la que se nos ha dado, no por nuestros méritos ni por nuestra fortaleza personal, sino por la soberanía divina. Y no nos hace falta competir ni compararnos. Solo Dios es Dios. No lo es la moda, ni la norma establecida por los poderes, ni el pensamiento único, ni las corrientes prevalentes. Jesús es Señor, para gloria de Dios Padre. Y por eso, podemos ser libres."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

viernes, 6 de septiembre de 2024

UN CORAZÓN NUEVO

 


Le dijeron a Jesús:
– Los seguidores de Juan y los de los fariseos ayunan mucho y hacen muchas oraciones, pero tus discípulos no dejan de comer y beber.
Jesús les contestó:
– ¿Acaso podéis hacer que ayunen los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Ya llegará el momento en que se lleven al novio; cuando llegue ese día, ayunarán.
También les contó esta parábola:
– Nadie corta un trozo de un vestido nuevo para arreglar un vestido viejo. De hacerlo así, echará a perder el vestido nuevo; además el trozo nuevo no quedará bien en el vestido viejo. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace que los odres revienten, y tanto el vino como los odres se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en odres nuevos. Y nadie que beba vino añejo querrá después beber el nuevo, porque dirá que el añejo es mejor.

A Jesús no podemos recibirlo con rutina, desde el "siempre se ha hecho así". Jesús nos pide que nos renovemos cada día. Debemos recibirlo con un corazón nuevo. Preguntarnos cada mañana cómo seguiremos a Jesús hoy. Cada día debemos escuchar su voz, que nos llega a través de los otros, de las necesidades de los demás.
Seguir a Jesús no es estar tristes, sino alegres como quien asiste a una boda. Él está con nosotros, ¿cómo podemos estar tristes?


"¿Qué tiene que ver la práctica del ayuno con los odres, nuevos o viejos? El discurso de Jesús aquí parece un salto de lógica muy extraño. Tiene, sin embargo, un sentido muy profundo. La práctica del ayuno, o cualquier otra práctica religiosa, se puede convertir en acto mecánico y rutinario, sin pensamiento ni discernimiento. Se hace así porque siempre se ha hecho así y así se seguirá haciendo siempre.
Un odre nuevo (o una bota de vino de cuero) que recibe vino nuevo por un tiempo se va haciendo más elástica y se expande con los gases del alcohol y a medida que el vino va madurando. Pero llega un momento en que el vino ya ha madurado y entonces el cuero se endurece y queda rígido. Y eso mismo ocurre con la persona que comienza una práctica nueva o que adopta una regla religiosa. Al principio se expande, en su espíritu y entendimiento, pero llega un momento en que quizá no recuerde por qué comenzó a hacer eso y cuál es el sentido. Y entonces se hace rígida y dura y continúa practicando mecánicamente y sin sentido.
Hoy Jesús afirma que las circunstancias en que se encontraban los discípulos no aconsejaban la práctica del ayuno, porque estaban de fiesta, de boda, en compañía del novio y de la fuente de la alegría. No es que Jesús esté echando por tierra la tradición, sino la falta de “expansión” que da el discernimiento sobre las circunstancias y las motivaciones. Jesús había dicho que él hacía nuevas todas las cosas. Y para que esas cosas sean nuevas hay que vigilar que nuestros cueros, nuestras odres no se hayan endurecido. Se trata de recibir la palabra de Cristo, siempre antigua y siempre nueva, como singular para cada circunstancia, como algo que nos va a expandir en lugar de endurecernos. El vino nuevo que es el mensaje de Cristo para nuestra vida debe entrar cada mañana en nuestros odres cada día dispuestos, razonados, motivados y abiertos y expansivos en lugar de mecanizados y rutinarios. Quizá sea lo de siempre, pero será nuevo cada vez."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

jueves, 5 de septiembre de 2024

MAR ADENTRO EN SU NOMBRE


 
En una ocasión se encontraba Jesús a orillas del lago de Genesaret, y se sentía apretujado por la multitud que quería oir el mensaje de Dios. Vio Jesús dos barcas en la playa. Estaban vacías, porque los pescadores habían bajado de ellas a lavar sus redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó en la barca y comenzó a enseñar a la gente. Cuando terminó de hablar dijo a Simón:
– Lleva la barca lago adentro, y echad allí vuestras redes, para pescar.
Simón le contestó:
– Maestro, hemos estado trabajando toda la noche sin pescar nada; pero, puesto que tú lo mandas, echaré las redes.
Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros de la otra barca, para que fueran a ayudarlos. Ellos fueron, y llenaron tanto las dos barcas que les faltaba poco para hundirse. Al ver esto, Simón Pedro se puso de rodillas delante de Jesús y le dijo:
– ¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!
Porque Simón y todos los demás estaban asustados por aquella gran pesca que habían hecho. También lo estaban Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón:
– No tengas miedo. Desde ahora vas a pescar hombres.
Entonces llevaron las barcas a tierra, lo dejaron todo y se fueron con Jesús.

Debemos entregarnos totalmente. Fiarnos de Él y echar las redes, aunque parezca que no es ni el lugar ni el momento. Ellos habían trabajado toda la noche, que era el momento de la pesca; pero hacen caso de Jesús y siguen su consejo. El resultado es espectacular.
En nuestra vida, si queremos ser apóstoles, debemos arriesgarnos a ir mar adentro, dejar nuestras comodidades y actuar, aunque nos parezca inútil. Porque es Él quien da el fruto, no nuestro trabajo. 
 
"¿Qué sabrá un carpintero sobre la pesca? ¿Cómo es que Jesús se atreve a dar un consejo sobre la pesca a pescadores avezados que llevan toda la vida en estas labores? Cuando Jesús aconseja echar las redes al otro lado, Pedro argumenta, pero solo un poquito: llevamos toda la noche faenando y no hemos conseguido nada… Pero inmediatamente dice, “en tu nombre, Señor”. Un detalle que quizá parezca insignificante, pero que resulta ser vital. A menudo pensamos que sabemos muy bien lo que estamos haciendo porque llevamos haciéndolo toda la vida. Podemos ver que llega un momento en que nuestros esfuerzos son ineficaces, que no llegamos a ninguna parte. Si alguien, que no es de nuestro campo, nos aconseja hacer las cosas de otra manera quizá lo miremos con desdén, preguntándonos qué sabrá esa persona. Pero Pedro dice, “en tu nombre” y el resultado es asombroso. Si alguna vez hemos experimentado el éxito, es posible que luego olvidemos lo de “en tu nombre” y pensemos que todo se debió al propio esfuerzo. La reacción de Pedro es ejemplar: reconoce que él no ha tenido nada que ver con el resultado, que es un hombre pecador y que el fruto de cualquier esfuerzo se debe únicamente a Dios.
A veces me pregunto qué habría ocurrido si el esfuerzo “en tu nombre” no hubiera producido una pesca tan espectacular. ¿Qué nos ocurre cuando, a pesar de encomendar a Dios nuestros actos y trabajos parecen no tener resultado? Es posible que dijéramos que, lógicamente, Jesús (o la persona que, en su nombre nos haya podido aconsejar) no tiene idea de lo que es nuestra profesión… Es posible que perdamos la confianza. Quizá porque entonces sigamos pensando que el “en tu nombre” era únicamente una fórmula sin más alcance o efectividad.
El desafío que se nos presenta hoy es la fe inconmovible en que el “en tu nombre”, el ir más adentro, siempre produce resultados asombrosos… aunque no veamos los peces inmediatamente. Dios los ve, porque son suyos, no nuestros, y eso es lo importante. Lo nuestro es bogar más adentro y echar las redes, “en su nombre”."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)

miércoles, 4 de septiembre de 2024

SANA, LIBERA Y ANUNCIA

 


Jesús salió de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba enferma, con mucha fiebre, y rogaron a Jesús que la sanase. Jesús se inclinó sobre ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre la dejó. Al momento, ella se levantó y se puso a atenderlos.
Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diferentes enfermedades los llevaron a Jesús; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. De muchos enfermos salieron también demonios que gritaban:
– ¡Tú eres el Hijo de Dios!
Pero Jesús reprendía a los demonios y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al amanecer, Jesús salió de la ciudad y se dirigió a un lugar apartado. Pero la gente le buscó hasta encontrarle. Querían retenerlo para que no se marchase, pero Jesús les dijo:
– También tengo que anunciar las buenas noticias del reino de Dios a los otros pueblos, porque para esto he sido enviado.
Así iba Jesús anunciando el mensaje en las sinagogas de Judea.

"Sólo una vez aparece en el Evangelio esta mujer, la suegra de Pedro. Pedro, sin duda, tenía el deber de respetar y proteger a su suegra (que se supone era viuda, porque si no viviría con su esposo…) Pero esta suegrita debía ser bastante extraordinaria. Porque lo extraordinario es que se levante de una enfermedad (debía ser grave porque, al requerir la acción de Jesús, no sería un resfriado pasajero), y empieza a servir. El don recibido enseguida entra en acción de servicio. Es mujer extraordinaria porque lo más común hubiera sido tener unos días de convalecencia. Pero el agradecimiento es motor de acción. Es señal de desinterés y falta de egoísmo. Es reconocimiento humilde de lo recibido.
Lo mismo hacen quienes son liberados de sus demonios. Lo primero es proclamar el poder de Cristo. También se podían haber tomado unas vacaciones después de tanto sufrimiento al estar poseídos. Pero saben que no se han salvado por sí mismos, sino por el Hijo de Dios. El don se recibe con un fin. No es para desperdiciarlo.
Hemos recibido muchos dones de Dios. La cuestión es, primero, reconocerlos y luego saber qué hacemos con ellos. Cuando se nos hace un regalo, normalmente lo guardamos o lo exhibimos para celebrar el buen gusto o la bondad de quien nos lo dio. No se lo regalamos a otro, porque eso sería un insulto al donante. Pero, en el caso de la gracia, su esencia es seguir dando gracia. El donante, Dios mismo, da gratuitamente para que se dé gratuitamente. La gracia es una fuente que no se debe cortar. Recibir una gracia, una curación, una liberación de algo, es energía para el servicio. Negarse a entregarlo supone perderlo. Si se ha recibido, por ejemplo, el don de la generosidad o el espíritu de servicio, al no practicarlo, se agostaría. La suegra de Pedro no recibe la curación para seguir prostrada, como si siguiera enferma, porque entonces acabaría ciertamente gravemente enferma o muerta; recibe el don para que su salud beneficie a todos los de su alrededor. Lo mismo ocurre con todos los dones."
(Carmen Aguinaco, Ciudad Redonda)