martes, 3 de septiembre de 2024

NOS LIBRA DEL MAL

 


Llegó Jesús a Cafarnaún, un pueblo de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente; y se admiraban de cómo les enseñaba, porque hablaba con plena autoridad.
En la sinagoga había un hombre que tenía un demonio o espíritu impuro que gritaba con fuerza:
– ¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco: ¡Sé que eres el Santo de Dios!
Jesús reprendió a aquel demonio diciéndole:
– ¡Cállate y deja a ese hombre!
Entonces el demonio arrojó al hombre al suelo delante de todos y salió de él sin hacerle ningún daño. Todos se asustaron y se decían unos a otros:
– ¿Qué palabras son esas? ¡Este hombre da órdenes con plena autoridad y poder a los espíritus impuros y los hace salir!
La fama de Jesús se extendía por todos los lugares de la región.

El texto de hoy nos enseña dos cosas. Primero, que Jesús enseñaba con autoridad. Es decir, no repetía palabras sino convicciones. Quienes lo escuchaban se sentían impregnados por lo que les decía.
Segundo, Jesús, como hizo con aquel hombre, nos libera del mal. Ese mal que nos lleva a ser egoístas, a pensar solamente en nosotros, al dinero, al poder. 
Debemos acercarnos a Jesús para que, con su Palabra llena de autoridad, nos libere del mal.
Y cuando nosotros proclamemos a Jesús a los demás, debemos hacerlo desde nuestras convicciones, desde nuestras acciones sinceras, no desde la palabrería inútil. 

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