jueves, 31 de julio de 2025

PESCADORES DE HOMBRES



Puede compararse también el reino de los cielos a una red echada al mar, que recoge toda clase de peces. Cuando la red está llena, los pescadores la arrastran a la orilla y se sientan a escoger los peces: ponen los buenos en canastas y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos, y arrojarán a los malos al horno encendido, donde llorarán y les rechinarán los dientes.
Jesús preguntó:
– ¿Entendéis todo esto?
– Sí, Señor – contestaron ellos.
 Entonces Jesús añadió:
– Cuando un maestro de la ley está instruido acerca del reino de los cielos, se parece a un padre de familia que de lo que tiene guardado saca cosas nuevas y cosas viejas.
Cuando Jesús terminó de contar estas parábolas se fue de allí.
(Mt 13,47-53)

Jesús nos pide que seamos pescadores de hombres. Recogeremos buenos y malos. Pero nosotros no somos los que hemos de decidir quienes son los malos y quienes los buenos. Es más, debemos recordar que Jesús, también nos dijo, que son los enfermos, los débiles , los que necesitan la actuación del médico. Es Dios el único que puede juzgar, porque es el único que ve en el fondo de nuestro corazón. Nosotros debemos entregarnos a todo el mundo, sobre todo, a los más débiles.

"La parábola de hoy me hace recordar a mi infancia, cuando veía en la misma playa a los pescadores que revisaban las redes e iban separando a los peces que habían quedado atrapados en ellas en sus diversas clases. Unos para una cesta, otros para otra. Algunos los echaban de nuevo al mar –se les daba otra oportunidad–. Me hace pensar que esos ángeles de los que habla la parábola son en realidad Dios mismo que con mimo va repasando la red y haciendo esa clasificación. Sus manos vas separando lo bueno de lo malo. Pero –y aquí el pero es muy importante– sus manos son manos de misericordia y piedad, de comprensión y de conocimiento de lo que es cada pez y para lo que sirve.
Y a renglón seguido me hace pensar en las muchas veces que yo usurpo ese papel de Dios separando los peces en las diversas cestas o devolviendo algunos al mar. Me pongo en su lugar y me creo con el poder y la autoridad para juzgar a mis hermanos. Si soy sincero, las más de las veces no lo hago con la misma misericordia y piedad ni con la misma comprensión y paciencia que tiene Dios. A fuer de sincero he de reconocer que esa clasificación la hago muchas veces en el mismo mar, sin esperar a ese momento final en que los peces/mis hermanos o hermanas han caído ya en la cesta. Y siendo todavía más sincero he de reconocer también que no uso los mismos criterios de Dios para juzgarles y clasificarles. Más bien, identifico lo que a mí me parece bueno y malo con lo justo e injusto. Y siguiendo con la sinceridad he de reconocer que no tengo la misma paciencia de Dios con mis hermanos y hermanas. Casi nunca devuelvo a ningún pez al mar, casi nunca doy a mis hermanos y hermanas una segunda oportunidad. Y me apresuro a echarlos al horno encendido.
Creo que me tengo que arrepentir de ponerme demasiadas veces en el lugar de Dios. Y creo que le tengo que pedir a Dios que tenga misericordia de mí, la que, tantas veces, no tengo yo con mis hermanos."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 30 de julio de 2025

NUESTRO TESORO

 


El reino de los cielos se puede comparar a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y vuelve a esconderlo allí mismo; lleno de alegría, va, vende todo lo que posee y compra aquel campo.
 También se puede comparar el reino de los cielos a un comerciante que anda buscando perlas finas; cuando encuentra una de gran valor, va, vende todo lo que posee y compra la perla.

Jesús no está hablando de riqueza. Habla del verdadero tesoro. Y este tesoro está escondido...en nuestro corazón. Si descubrimos que lo que nos enriquece es la entrega, la lucha por la justicia, el AMOR, descubrimos el verdadero tesoro: DIOS. Un Dios que está presente en nuestro corazón y en el otro. Un Dios al que amamos amando al otro. Este es nuestro tesoro. 

"El texto evangélico de hoy es algo así como la “codicia reconducida”. Jesús no pone un ejemplo que nos habla del deseo que tenemos todos de sentirnos seguros. Y esa seguridad se encuentra muchas veces en un cierto nivel de riqueza. Algunos pueden pensar que no es verdad pero podríamos pensar en los pobres de nuestro mundo, los que no tienen tantas veces ni lo suficiente para asegurarse el día, tanto menos para asegurarse el mañana. Ellos darían todo por encontrarse con ese tesoro y poder descansar tranquilos sin la angustia de pensar si mañana tendrán lo suficiente para comer y seguir sobreviviendo.
Pues Jesús compara el reino precisamente a ese tesoro escondido en el campo, que se presenta como la solución a todos los problemas que pueda tener una persona o una familia a medio y largo plazo. ¿Todos los problemas? Es posible que no todos. Pero incluso cuando se tiene una enfermedad y dinero es una situación mucho más deseable que si solo se tiene la enfermedad.
¿Es entonces el reino ese tesoro que todo lo soluciona? ¿Ser cristiano ya basta para tenerlo todo? Depende del punto de vista. Si por ser cristiano entendemos ir a misa los domingos, cumplir básicamente los mandamientos y no cometer pecados graves, entonces está claro que mucho tesoro no es. Así se supone que nos aseguramos la salvación eterna pero durante esta vida estaremos pensando en otros tesoros que nos interesarán más.
Pero si miramos bien lo que es el reino y todo lo que él conlleva: relación con Dios, justicia, fraternidad, etc. entonces es posible que nos vayamos dando cuenta de que el reino es el verdadero tesoro, lo que realmente vale la pena en este mundo. Todo lo demás (cuentas corrientes, propiedades, etc.) empieza a ser visto desde otra perspectiva y puesto al servicio del reino, que es lo único por lo que vale la pena luchar y dar la vida. Todo, lo que somos y lo que tenemos, tiene valor en tanto en cuanto sirve al reino. Por eso, conviene abrir los ojos y darnos cuenta de lo que es de verdad el reino del que nos habló Jesús.
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 29 de julio de 2025

EN NUESTRO CORAZÓN

  

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»
Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»

"Casi siempre que hemos leído esta parábola de Jesús la hemos aplicado a nuestro mundo, a nuestra sociedad. El trigo y la cizaña nos han hecho pensar en que hay hombres y mujeres buenos y hay también, desgraciadamente, hombres y mujeres malos. Y pensamos que, como en el texto evangélico del día anterior, Jesús nos está invitando a tener paciencia. No hay que apresurarse en castigar o expulsar o excluir a esos malos, no vaya a ser que erremos el tiro y nos carguemos también a los buenos. Pero habrá un momento, el de la siega, el momento final, en que será el mismo Dios el que haga la recolección y separe el trigo de la cizaña. Ese será el momento en que se verá con claridad lo que es cada uno. Porque Dios ve el corazón de cada persona. Y unos irán al horno y otros, el trigo bueno, se llevarán el premio merecido.
Esta es, sin duda, una forma de leer la parábola. Pero yo prefiero verlo de otro modo. El campo donde se ha sembrado el trigo y donde también crece la cizaña no es el campo del mundo sino mi propio corazón. Ahí se nos cambia la perspectiva. Dejamos de mirar hacia fuera (a los otros) para tratar de identificar donde está la cizaña (lo que se nos da de maravilla) y volvemos la vista a nosotros mismos. Descubrimos entonces con sorpresa un poco fingida que también dentro de nosotros crece la cizaña. A veces donde menos lo esperamos. A veces tan mezclada con el trigo que no es fácil distinguirla bien. A veces nuestras mayores virtudes son también nuestros mayores defectos.
Entonces es fácil que agradezcamos esta paciencia de Dios que espera hasta el final, hasta la cosecha, para separar con destreza lo que en nosotros es trigo y lo que es cizaña. Porque sólo él conoce bien lo que es bueno y lo que es malo en nosotros. Sólo él conoce de verdad nuestras motivaciones, nuestros temores, nuestros deseos más profundos. Sólo él es capaz de ir más allá de las apariencias, de la imagen que nos construimos frente a los demás.
Por eso, conviene no juzgar con demasiada severidad a nuestros hermanos y hermanas, y acentuar con ellos y con nosotros mismos la misericordia. La misma paciencia y misericordia que Dios nos tiene.
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 28 de julio de 2025

HUMILDAD Y CONSTANCIA

 

Jesús les contó también esta parábola: “El reino de los cielos se puede comparar a una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. Es sin duda la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es más grande que las otras plantas del huerto; llega a hacerse como un árbol entre cuyas ramas van a anidar los pájaros.”
También les contó esta parábola: “El reino de los cielos se puede comparar a la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para que toda la masa fermente.”
Jesús habló de todo esto a la gente por medio de parábolas, y sin parábolas no les hablaba, para que se cumpliera lo que había dicho el profeta:
“Hablaré por medio de parábolas;
diré cosas que han estado en secreto
desde la creación del mundo.”

Lo grande nace de lo pequeño. Podemos creer que nuestro apostolado depende de los grandes actos y acontecimientos. Hoy Jesús nos enseña que es de los actos pequeños, pero hechos con perseverancia los que dan fruto. Desaparecer en la masa es lo que la hará fermentar. Es la vida de cada día, la constancia en nuestra entrega, aunque no se vea, la que nos dará el éxito. Además, es Dios quien hace fructificar, no nosotros.
  
"Los árboles son seres vivo de crecimiento muy lento, pero que muy lento. No tienen nada que ver con las prisas del mundo actual, siempre regidos por un horario y por una agenda, siempre buscando soluciones y respuestas y remedios rápidos. A nosotros nos va lo inmediato, el ya ahora, sin esperas ni demoras. Cuando vamos al médico preferimos que nos dé unas pastillas que nos quiten rápidamente el dolor o los síntomas molestos de nuestra enfermedad antes de que nos diga que lo que tenemos que hacer es cambiar de estilo de vida y que poco a poco iremos notando la mejoría. Si nos dice algo así, la mayoría de nosotros estamos más que dispuestos a cambiar de médico y buscar a otro que nos de soluciones ya.
Lo de los árboles es otra cosa. Empiezan por una semilla mínima y van creciendo poco a poco, año a año. Para ser realistas, de año en año prácticamente no se nota la diferencia. Pero cuando han pasado veinte o treinta o cuarenta años, entonces se ve que han crecido y que aquella semilla tan pequeña ha dado lugar a un ser vivo enorme, capaz de resistir las tempestades y las sequías.
Jesús compara en el texto evangélico de hoy el reino de los cielos con esa semilla pequeña, mínima, que se siembra y que poco a poco, año a año, va creciendo. O sea, que el reino de los cielos no es como los fuegos artificiales que en un momento explotan y echan todas las luces de colores por el cielo (claro que se apagan enseguida). El reino de los cielos es de crecimiento lento, que casi no se aprecia. Para ver su crecimiento hay que echarle mucho tiempo, una perspectiva de años. De entrada no se ve nada. Es como la vida de muchos cristianos, gente sencilla, laicos, sacerdotes, religiosos, religiosas, que, a primera vista se diría que no hacen nada, pero que van dejando caer esa semilla del reino con su vida, con su forma de vivir, y van cuidándola día a día, aunque no ven nada.
Conclusión: que el reino de los cielos es cuestión de mucha paciencia, es enemigo de las prisas. Y que lo último que podemos perder es la esperanza, porque Dios mismo es el que cuida esa semilla."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 27 de julio de 2025

DIOS NOS LO DA TODO

  

Estaba Jesús una vez orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le rogó:
– Señor, enséñanos a orar, lo mismo que Juan enseñaba a sus discípulos.
Jesús les contestó:
Cuando oréis, decid:
'Padre, santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Danos cada día el pan que necesitamos.
Perdónanos nuestros pecados,
porque también nosotros perdonamos
a todos los que nos han ofendido.
Y no nos expongas a la tentación.'
También les dijo Jesús:
– Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo, y que a medianoche va a su casa y le dice: 'Amigo, préstame tres panes, porque otro amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa y no tengo nada que ofrecerle.' Sin duda, aquel le contestará desde dentro: '¡No me molestes! La puerta está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme a darte nada.' Pues bien, os digo que aunque no se levante a dárselo por ser su amigo, se levantará por serle importuno y le dará cuanto necesite. Por esto os digo: Pedid y Dios os dará, buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá. Porque el que pide, recibe; el que busca, encuentra y al que llama a la puerta, se le abre.
¿Acaso algún padre entre vosotros sería capaz de darle a su hijo una culebra cuando le pide pescado? ¿O de darle un alacrán cuando le pide un huevo? Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre que está en el cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!
(Lc 11,1-13)

Jesús nos enseñó a orar. Y luego nos dijo que Dios nos dará todo lo que le pidamos. Es verdad. Él Padre nos dió a Jesús que es TODO. Si permanecemos a su lado, en su presencia, veremos que todo lo que tenemos es un regalo de Dios. Y si pedimos algo que nos parece que no nos concede, es porque Él sabe que eso no nos conviene.
Sigamos a Jesús. Imitemos su vida. Busquemos entregarnos a Él...y el padre nos lo dará TODO.
 
"(...) Cristo se inspira en su experiencia de vida para enseñar a sus Discípulos a orar. Siente a Dios como Padre. Además, ora siempre, a pesar de que no tienen tiempo ni para comer, en ocasiones. Antes de cada decisión importante, también se retira para orar. Busca en todo momento hacer la voluntad de su “Abba”. Con esas claves, recibimos la oración del Padre Nuestro. Una oración humilde, llena de confianza y sincera, como era la relación de Jesús con su Padre.
Comparado con las oraciones a las que estaban acostumbrados, seguramente la oración que Jesús les dio les parecería corta. Sabían de memoria largos salmos y otras plegarias de la tradición oral hebrea. El Maestro va a lo esencial: la experiencia de Dios como Padre, el clamor por el Reino, el perdón de todas las ofensas y el pan de cada día.
Con ser tan breve, nos da unas pistas sobre lo que tiene que ser lo central en nuestra vida. Por ejemplo, nos recuerda que todos somos familia. Decimos “Padre nuestro”, y no “Padre mío”. Porque todos somos hijos de Dios. Al llamarle Padre, reconocemos los lazos que unen a todos entre sí y con toda la humanidad. Como una gran familia. Los Discípulos reconocen los lazos que les unen entre sí y con todos los hombres. Todos hijos de Dios. Y de la alegría de saberse hijos del mismo Padre, nace el compromiso en el anuncio del Reino de ese Dios que es Padre de todos.
Todo lo que Jesús hizo y dijo buscaba únicamente hacer la voluntad del Padre. Él quiere que su Reino venga a nosotros, o sea: que su Nombre sea santificado por todos; que formemos el gran pueblo de Dios; que tengamos vida en abundancia, gracias a que podemos adquirir con nuestro esfuerzo lo que necesitamos para vivir con dignidad cada día (el pan); que crezcamos en la vida comunitaria y en la solidaridad (el perdón); que superemos individualismos y egoísmos (las tentaciones); que nos podamos librar de todo aquello que nos oprime (el mal).
Nos dice Jesús que la oración cristiana es siempre escuchada, aunque nuestra experiencia no parece confirmar esa afirmación. Para que no dejemos de rezar, y recemos como Dios quiere, Jesús usa tres imágenes: pedir, buscar y llamar a la puerta. Si perseveramos en la oración, produce siempre resultados inesperados, aunque no siempre como y cuando nos gustaría.
Es verdad que fuera de nosotros todo continuará igual, es decir, la enfermedad seguirá su curso, la ofensa sufrida no desaparecerá, las traiciones producirán dolor, pero algo irá cambiando poco a poco dentro de nosotros, si perseveramos en nuestra oración. Si nos vamos configurando con Cristo, si la mente y el corazón son cada vez más de Cristo, si los ojos con los que miramos al mundo y a los hermanos son más “divinos”, la oración ha dado su fruto, ha sido escuchada.
Si con la ayuda de la oración recuperamos la serenidad y la paz interior, poco a poco también se restañarán las heridas morales y psicológicas. Y, en ocasiones, las enfermedades del cuerpo se pueden curar más deprisa. Ésa es la fuerza de la oración. Ésa es nuestra fuerza. (...) "
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad redonda)

sábado, 26 de julio de 2025

TRIGO Y CIZAÑA

  


Jesús les contó esta otra parábola: El reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos estaban durmiendo, llegó un enemigo que sembró mala hierba entre el trigo, y se fue. Cuando creció el trigo y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. Entonces los labradores fueron a decirle al dueño: ‘Señor, si la semilla que sembraste en el campo era buena, ¿cómo es que ha salido mala hierba?’ El dueño les dijo: ‘Un enemigo ha hecho esto.’ Los labradores le preguntaron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancar la mala hierba?’ Pero él les dijo: ‘No, porque al arrancar la mala hierba podéis arrancar también el trigo. Es mejor dejarlos crecer juntos, hasta la siega; entonces mandaré a los segadores a recoger primero la mala hierba y atarla en manojos, para quemarla, y que luego guarden el trigo en mi granero.’ 

En el mundo hay trigo y cizaña. Buenos y malos. Nosotros nos creemos los buenos y los malos son siempre los otros. Pero lo cierto es, que nosotros somos trigo y también cizaña. Somos trigo cuando hacemos cosas buenas, nos entregamos a los demás, amamos...Somos cizaña cuando no somos buenos, somos egoístas, violentos, no pensamos en los demás. Por eso no debemos juzgar a nadie. Al final es Dios quien nos juzgará. Nosotros debemos esforzarnos para ser trigo, y por encima de todo, confiar en su misericordia.

"Nada se nos dice en los evangelios sobre los padres de María, la madre de Jesús. Pero si aparecen en los evangelios apócrifos. Está claro que María no apareció de la nada. Lógicamente tuvo padres. De ellos nos sabemos absolutamente nada pero, dado las virtudes que atribuimos a María, terminamos suponiendo que sus padres eran también buena gente. Incluso, muy buena gente. Por eso les hemos terminado declarando santos. Por pura intuición y suposición. Aunque la verdad es que no siempre los hijos salen a sus padres. A veces son realmente la versión opuesta. De buenos padres salen hijos desastre y de malos padres salen, casi parece un milagro, hijos honestos, decentes y buenas personas. No solo eso, a veces entre los hermanos hay diferencias abismales.
Pero con Joaquín y Ana estamos convencidos de que eran buenas personas. Y hasta los hemos convertido en santos a pesar de que no conocemos a ciencia cierta nada de ellos. Quizá por eso no hacemos más que proyectar en ellos la idea que tenemos actualmente de lo que debería ser una buena familia.
En ese no saber, es mejor pensar con sencillez que María nació en el seno de una familia normal de aquel tiempo. Allí creció y maduró como persona. Algo tuvo que aprender en el seno de aquella familia sobre cómo relacionarse con Dios. No podía ser de otra manera en aquel mundo. Así se iría preparando para asumir las sorpresas que le iba a dar su hijo Jesús a lo largo de su vida. Obviamente, sus padres no le pudieron preparar para todo lo que iba a vivir. Ningún padre puede hacer eso con sus hijos. Tienen que aceptar, para bien o para mal, que los hijos van a crecer y van a ir tomando sus propias decisiones y sus propios caminos, que no siempre coincidirán con los deseos de sus padres. María tuvo que asumir el desafío de criar a su hijo y de aceptar que su camino iba a ser realmente original. Pero, lo más importante, supo estar siempre a su lado, aun sin entender del todo, hasta su misma muerte en cruz. Quizá podamos pensar que había sido bien educada por sus padres para vivir en libertad y criar a su hijo en libertad."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 25 de julio de 2025

LA COPA AMARGA

 


 La madre de los hijos de Zebedeo se acercó con ellos a Jesús, y se arrodilló para pedirle un favor. Jesús le preguntó:
– ¿Qué quieres?
Ella le dijo:
– Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu reino uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Jesús contestó:
– No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa amarga que voy a beber yo?
Le dijeron:
– Podemos.
Jesús les respondió:
– Vosotros beberéis esa copa de amargura, pero el sentaros a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo. Será para quienes mi Padre lo ha preparado.
Cuando los otros diez discípulos oyeron todo esto, se enojaron con los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo:
– Sabéis que, entre los paganos, los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos y los grandes descargan sobre ellos el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que entre vosotros quiera ser grande, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea vuestro esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.

La madre de Santiago y Juan pide lo mejor para Santiago y Juan. los demás se enfadan. Y Jesús les da una lección. Lo importante es seguirle. Seguirle en todo. Beber la copa amarga. Entregarse totalmente. Lo otro es secundario.

"Hoy celebramos la fiesta de Santiago Apóstol. Es patrón de España y en muchos pueblos y ciudades de Latinoamérica también está presente su imagen en los altares de sus iglesias. De este apóstol hay dos imágenes que son las que más se repiten. En una se le ve subido a un caballo, espada en mano y liderando a las tropas castellanas contra las fuerzas musulmanas en la batalla de Clavijo. La otra es la del apóstol peregrino. Ya no lleva una espada en la mano ni va a caballo. Se le representa caminando, con el bordón en la mano.
Para ser sincero, me parece que la primera imagen es muy poco evangélica. Es más una construcción de la tradición, de aquellos cristianos que se sentían amenazados por la expansión musulmana, que una realidad. No me puedo imaginar ni a Santiago ni a ninguno de los apóstoles con espada en mano matando a los enemigos. Eso no tiene nada que ver con el Evangelio, con lo que fue el centro de la vida de Jesús. Hay que hacer mucha interpretación del Evangelio para llegar a ver a uno de los apóstoles matando moros, como se le representa en esas imágenes.
Me parece mucho más evangélica, mucho más estimulante para nuestra vida cristiana, la imagen del Santiago peregrino. Ya nos dice mucho el ver al apóstol sin caballo. A pie se está más cerca de las personas, de “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren”, como dice el documento del Concilio Vaticano II Gaudium et Spes. A pie fue como anduvo el mismo Jesús. A pie caminamos con nuestros hermanos y hermanas, los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Y a ellos les servimos tal como dice el Evangelio de hoy en sus frases finales. Porque para servir al reino, a la fraternidad y a la justicia es para lo que estamos. Como Jesús que no vino a ser servido sino a servir."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 24 de julio de 2025

ENTENDER LA PALABRA

 


Los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron por qué hablaba a la gente por medio de parábolas. Jesús les contestó: A vosotros, Dios os da a conocer los secretos de su reino; pero a ellos no. Pues al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará. Por eso les hablo por medio de parábolas; porque ellos miran, pero no ven; escuchan, pero no oyen ni entienden. En ellos se cumple lo que dijo el profeta Isaías:
Por mucho que escuchéis, no entenderéis;
por mucho que miréis, no veréis.
Pues la mente de este pueblo está embotada:
son duros de oído
y han cerrado sus ojos,
para no ver ni oir,
para no entender ni volverse a mí
y que yo los sane.
Pero dichosos vosotros, porque tenéis ojos que ven y oídos que oyen. Os aseguro que muchos profetas y gente buena desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon oir lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
(Mt 13,10-17)

Para entender a Jesús hay que ser conscientes de que Él está con nosotros. La Palabra está ahí, pero no todos la entienden. Entenderla es un don de Dios. Es una gracia que debemos pedir. 

"Los sentidos nos permiten captar lo que sucede a nuestro alrededor. Pero también es verdad que a veces nos ponemos las gafas de nuestros intereses, nuestros prejuicios, nuestros miedos y terminamos deformando la realidad. Es lo que en el refrán español se expresa diciendo que “no hay peor ciego que el que no quiere ver”. Parece ser que entre los que rodean a Jesús hay muchos de estos, que miran sin ver y escuchan sin oír ni entender”. Porque, para ser sinceros, no es que las parábolas ni los dichos de Jesús sean difíciles de entender. Más bien son historias sencillas que hablan de la bondad del Padre Dios, de la necesaria fraternidad y cuidado que nos debemos unos a otros, del perdón… Las palabras de Jesús están al alcance de todos. Y la gente sencilla las entendía sin problema.
Pero siempre están los que no quieren oír. O más bien solo quieren oír lo que ellos creen que el otro está diciendo, sin atender mucho a lo que dice en realidad. Son los que son duros de oído, los que han cerrado los ojos. Así consiguen no ver ni oír ni, lo que es más importante, entender con el corazón.
Jesús nos hace una llamada a abrir los sentidos para escuchar la realidad en torno nuestro. Porque en ella es Dios mismo el que nos está hablando. Si nos dejamos llevar por nuestros temores y prejuicios, entonces no veremos la realidad tal cual es. El hermano necesitado lo veremos inevitablemente como una amenaza y no como una llamada a construir la fraternidad y el Reino.
Posiblemente antes de mirar y oír, tendríamos que limpiar bien ojos y oídos, desterrar los prejuicios, los miedos, liberarnos de los intereses personales o de grupo, que nos impiden ver más allá de la punta de nuestra nariz, para lanzar la mirada al horizonte y mirar a lo que nos rodean, a los que nos rodean, con los ojos de Jesús y la perspectiva del Reino. Casi seguro que entonces la realidad cobrará otro color y veremos y oiremos cosas que antes ni veíamos ni oíamos. Y lo que veamos nos llegará al corazón y nos hará comportarnos de otra manera.
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 23 de julio de 2025

PERMANECER UNIDOS

 


Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Si uno de mis sarmientos no da fruto, lo corta; pero si da fruto, lo poda y lo limpia para que dé más. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado. Seguid unidos a mí como yo sigo unido a vosotros. Un sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid. De igual manera, vosotros no podéis dar fruto si no permanecéis unidos a mí.
Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer. El que no permanece unido a mí será echado fuera, y se secará como los sarmientos que se recogen y se queman en el fuego.
Si permanecéis unidos a mí, y si sois fieles a mis enseñanzas, pedid lo que queráis y se os dará. Mi Padre recibe honor cuando vosotros dais mucho fruto y llegáis así a ser verdaderos discípulos míos.

Si queremos dar fruto debemos permanecer unidos a Jesús. Él es la vid. Vivir recordando su presencia. Saberlo ver en los demás y en los más pobres. Esto hará que demos buenos frutos.

" (...) El texto evangélico de hoy nos recuerda que los sarmientos no darán ningún fruto si están separados de la vida. Traducido en cristiano: que si no estamos unidos a Jesús, que es la vid, es imposible que demos fruto. Si Brígida fue capaz de dar frutos de santidad para la vida del mundo es porque en toda su vida se mantuvo unida a la vid, a Jesús. Ahí encontró la fuerza para hacer todo lo que hizo, para enfrentarse a las dificultades que encontró y para vivir entregada a la oración y al servicio de los pobres. De todo ello fue capaz porque estuvo siempre bien unida a Jesús. Es suficiente para que pensemos un momento donde estamos nosotros."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 22 de julio de 2025

LA LLAMÓ POR SU NOMBRE

 


El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:

– ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!


María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles le preguntaron:
– Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
– Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él. Jesús le preguntó:
– Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:
– Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo vaya a buscarlo.
Jesús entonces le dijo:
– ¡María!
Ella se volvió y le respondió en hebreo:
– ¡Rabuni! (que quiere decir “Maestro”).
Jesús le dijo:
– Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios.
Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también lo que él le había dicho.

María Magdalena llora y no reconoce a Jesús hasta que la llama por su nombre. Nosotros lamentamos la ausencia de Dios. Sin embargo, Él nos llama por nuestro nombre. El problema es que no lo oímos. Estamos rodeados del ruido de mundo. Para escucharlo debemos hacer el silencio. Entrar en nuestro interior. Cuando estemos desanimados, nos sintamos fracasados...hagamos el silencio en nuestro espíritu y lo oiremos a Él. La Paz y la alegría llenaran nuestro ser.
 
"Aquí tenemos a la María Magdalena hecha una campeona. Porque no sólo es una santa que celebramos todos los años en la liturgia en este día. Es que además en el texto evangélico de hoy se nos muestra como la elegida por Jesús resucitado para ir a anunciar a los demás discípulos su resurrección. Vamos que es una santa de categoría.
Un castizo diría, y con mucha razón, que quien la ha visto y quien la ve. Porque de María Magdalena se dice en otra parte de los evangelios que Jesús había expulsado de ella siete demonios (Lc 8,2). Ni uno ni dos, siete demonios. Vamos que la chica había sido una rapaza de mucho cuidado. Y como siempre que pensamos en una mujer pecadora pues lo relacionamos generalmente con el sexo, terminamos pensando que había sido una prostituta de mucho cuidado. O quizá no hubiese sido una prostituta pero con esos siete demonios dentro está claro que había sido muy peligrosa.
Pues aquí la tenemos, una de las primeras personas elegidas por Jesús para ser testigo de su resurrección y, más tarde, elevada a los altares. Esto no quiere decir más que una cosa: que Dios siempre nos da una segunda oportunidad (y tercera y cuarta y quinta…). Esto es lo grande de un Dios que es amor infinito, que es Amor, acogida, misericordia, paciencia, ternura.
A nosotros nos cuesta dar esa segunda oportunidad (no digamos la tercera o la cuarta o la quinta… eso ya nos resulta imposible). Nos cuesta dar esa segunda oportunidad a los demás, cuando, por la razón que sea, nos han fallado. Y también nos cuesta darnos a nosotros mismos esa segunda oportunidad. Nos dejamos llevar por el desánimo, el desaliento, la pura depresión. ¡Menos mal que Dios no es así!
Hoy es día para alegrarnos con María Magdalena. No sabemos lo que fue antes de encontrarse con Jesús. Tampoco nos importa mucho. Lo cierto es que al encuentro con el Maestro aprendió a vivir de otra manera. Aprendió a amar y a amar mucho y sin medida. Ojalá nosotros también aprendamos lo mismo!"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 21 de julio de 2025

LOS SIGNOS DE DIOS

 


Algunos de los fariseos y maestros de la ley dijeron entonces a Jesús:
– Maestro, queremos verte hacer alguna señal milagrosa.
Jesús les contestó:
– Esta gente malvada e infiel pide una señal milagrosa, pero no se le dará más señal que la del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez, así también el Hijo del hombre estará tres días y tres noches dentro de la tierra. Los habitantes de Nínive se levantarán en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, y la condenarán; porque los de Nínive se convirtieron a Dios cuando oyeron el mensaje de Jonás, y lo que hay aquí es más que Jonás. También en el día del juicio, cuando se juzgue a la gente de este tiempo, la reina del Sur se levantará y la condenará; porque ella vino de lo más lejano de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y lo que hay aquí es más que Salomón.

Pedimos señales a Dios y estamos rodeados de ellas. En la naturaleza. En las personas sencillas que dan su vida por los demás. En personas que encontramos y nos ayuda aunque no las conocemos...Jesús está a nuestro lado. Se acerca a nosotros de muchas maneras. Si sabemos mirar, veremos estos signos.

"Esto de los signos es complicado. Lo que para unos es un signo clarísimo para otros es algo que carece de significado. Para otros incluso puede ser signo de lo contrario. No en vano hubo gente en el tiempo de Jesús que estaba convencida de que lo que Jesús hacía, lo hacía por el poder del demonio.
Ahora recuerdo que, cuando estábamos en el seminario, hablábamos mucho del testimonio. Decíamos que teníamos que dar testimonio con nuestro estilo de vida, con nuestra forma de hablar y comportarnos. Y criticábamos a la iglesia y a sus comunidades porque nos parecía que no daban testimonio del Evangelio, de la buena nueva de Jesús. Y no nos dábamos cuenta de que la realidad es la que es, de que el testimonio, los signos, son siempre ambiguos, dependen mucho de la situación del que los observa. Y que mucho más importante que el signo es hacer lo que creemos que tenemos que hacer. No vaya a ser que terminemos haciendo lo que hacemos para quedar bien, para que nos vean, para la galería.
Tenía razón Jesús. Los judíos que pedían un signo para creer en él, en el fondo no querían creer. Ningún signo les iba a llevar a la fe. Porque la fe es una decisión personal. Ni el signo de Jonás ni la sabiduría de Salomón, ni un milagro que haga ocultar el sol a mediodía, hará que crean los que no quieren creer. Ni por supuesto la vida ejemplar de muchos cristianos que en tantas partes se están dejando la piel para servir a sus hermanos, especialmente a los pobres y necesitados. Desviarán la atención hacia las riquezas de la iglesia o hacia los comportamientos pecaminosos de algunos cristianos, todo para darse una razón para no cambiar de vida, para no aceptar que el mensaje del Reino tiene tal fuerza en sí mismo, que va más allá de esta pobre Iglesia que lo difunde. Bien decía Pablo que “llevamos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (2 Cor 4,7).
Así que, como Jesús, menos preocuparnos del que dirán y de los signos y más dedicarnos a hacer lo que tenemos que hacer para construir el Reino. Como Jesús."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 20 de julio de 2025

ACCIÓN Y CONTEMPLACIÓN

  


Seguían ellos su camino. Jesús entró en una aldea, donde una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies de Jesús, escuchaba sus palabras. Pero Marta, atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo:
– Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.
Jesús le contestó:
– Marta, Marta, estás preocupada e inquieta por muchas cosas; sin embargo, solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará.
(Lc 10,38-42)

El evangelio de hoy, como tantos otros, nos puede causar extrañeza de entrada. Pobre Marta, después de que se está esforzando para atender a Jesús y sus apóstoles, Él le dice que estar simplemente escuchando a Jesús es más importante. La lección que se nos da hoy, es contra el activismo. Podemos estar haciendo todo el día mil y una acciones sociales estupendas...pero, Jesús nos pide, que las hagamos porque le hemos escuchado a Él. Porque las hacemos en su nombre. Por eso es tan importante que dedicamos cada día unos momentos a la meditación. A ser posible al principio del día. Esto dará sentido a todo lo que hagamos. Y como nos pidió S. Juan Bautista de la Salle, viviendo constantemente y conscientemente en la presencia Dios. Esto  lo convertirá todo en oración.
   
"(...) Es san Juan el que nos deja escrito: “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro”. Por ese orden. Y sin duda Marta lo sabía. Y por eso cuando ya se vio ahogada con la preparación de una comida para por lo menos trece huéspedes que se habían presentado de improviso (y las amas de casa que estáis saben lo que eso significa) no se dirige a María, sino a Jesús y como santa Teresa se encara con Él y le dice: “Pero Señor es que no te importa que mi hermana me haya dejado sola en el servicio. Dile que me eche una mano”. Con otras palabras: “basta ya de cháchara, Señor, que no doy abasto y os tengo que preparar de comer.”
Y en ese mismo ambiente familiar la contestación de Jesús: “una sola cosa es necesaria”. No son pocos los que la interpretan como si el Señor hubiera dicho: “Marta, vengo a pasar unas horas con vosotros y tú te metes en la cocina y no hay manera de verte y oírte. Por favor, déjalo todo que con cualquier cosa me contento. Un par de huevos fritos es suficiente”.
Jesús le dijo a Marta que las obras de caridad u hospitalidad han de ser consecuencia de la escucha de la Palabra. Escuchar la Palabra fructifica en acciones de caridad y generosidad. La hospitalidad convencional tiene unos límites. Pero hay una hospitalidad más profunda, que nace de la escucha de la Palabra de Dios.
De hecho, Marta aprendió la lección. El cuarto evangelio nos dice que cuando murió Lázaro Marta salió a recibir a Jesús fuera del pueblo de Betania. El diálogo entre ambos es bellísimo. Marta se revela como una excelente discípula de Jesús que ha comprendido de verdad su misterio. Es, de hecho, la mujer que confiesa por primera vez: «Sé que eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».
Así que, de una cosa, sí nos quiere avisar el Señor: del peligro de la rutina. A fuerza de trabajar, a fuerza de atender a los mil detalles que exige un hogar acabamos por no saber para qué trabajamos. El norte se nos niebla y no nos queda más que la monotonía desesperante de ese día a día. Siempre igual en la mayoría de nuestras ocupaciones y mucho más en el trabajo de la casa.
Hay que estar atento. El proceso de autoconocimiento puede ser lento. Pero hemos de madrugar cada mañana a ese encuentro con Cristo, al descubrimiento de su significado para nosotros. Al final, parece que Jesús no se equivocó en el Evangelio. María escogió la mejor parte. Y, aunque parezca lo contrario, las religiosas contemplativas tienen mucho que hacer en este mundo. Por de pronto, rezar por todos los que no rezamos lo que debiéramos. Lo dice muy bien la regla de san Benito: ora et labora. Pues eso."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 19 de julio de 2025

IMITAR A JESÚS



 Sin embargo, los fariseos, al salir, comenzaron a hacer planes para matar a Jesús.
Jesús, al saberlo, se marchó de allí; mucha gente le seguía, y él sanaba a todos los enfermos, pero les ordenaba que no hablaran de él públicamente. Esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el profeta Isaías:
“Este es mi siervo, a quien he escogido;
mi amado, en quien me deleito.
Pondré sobre él mi Espíritu
y proclamará justicia a las naciones.
No disputará ni gritará;
nadie oirá su voz en las calles.
No romperá la caña quebrada
ni apagará el pábilo que humea,
hasta que haga triunfar la justicia.
Y las naciones pondrán en él su esperanza.”
(Mt 12,14-21)

Jesús nos muestra cual es la forma de anunciar el Reino. No se hace condenando, obligando, exigiendo...Se hace ayudando, perdonando...No con grandes actos y movimientos, con propaganda, si no con sencillez. Amando, curando, ayudando... Viviendo coherentemente la Palabra. Lo que Él hizo durante su vida.

"¿Nunca habéis tenido un deseo, que ha tenido que pasar bastante tiempo para que se cumpliera?
Algo así es la historia de Israel. Desde los acontecimientos vividos, descubren al Dios que les libera de la esclavitud en Egipto. Ese Dios es el mismo que ha engendrado la vida. Y, como contrapartida, establece una Alianza con su pueblo, para hacer de ellos una semilla de su salvación para toda la humanidad.
Aunque la historia no fue tan sencilla: así como Dios siempre permaneció fiel a su Alianza, el pueblo se alejó muchas veces por otros caminos. Y sin embargo, no por ello Dios retiró su Palabra. El profeta Isaías intuye que esa Alianza se va a cumplir a través de “un siervo”, elegido y amado de Dios, que de manera misteriosa, en su debilidad, cumplirá las promesas.
Y he aquí que llegó Jesús. Muchos no fueron capaces de descubrir en Él nada distinto de otros tantos profetas que había habido. Sin embargo, algunos descubrieron en Él aquél que cumplía las palabras del profeta: “Mirad a mi siervo, mi elegido, mi amado, mi predilecto. Sobre él he puesto mi espíritu para que anuncie el derecho a las naciones. No porfiará, no gritará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará, hasta implantar el derecho; en su nombre esperarán las naciones”.
Ese es Jesús: la belleza de una figura que se da, en debilidad, renovando la Alianza de Dios con su pueblo y poniendo la semilla definitiva del mundo nuevo que el Padre tiene preparado para todos los pueblos.
Ese Jesús cuenta contigo para continuar esa historia. Por Él, con Él y en Él… caminando sinodalmente como Iglesia, para el mundo. ¿Qué le responderás?
Espíritu de Dios,
cuenta conmigo
para seguir a Jesús
en el camino hacia el Reino del Padre."
(Luis Manuel Suárez cmf, Ciudad Redonda)