"Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierde el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos."
Jesús pronuncia estas palabras cuando vienen a preguntarle, por qué sus discípulos no ayunan como los fariseos y los seguidores de Juan. En el evangelio sólo vemos una vez a Jesús ayunando: en el retiro que realiza en el desierto al comenzar su misión. Luego, más bien lo vemos comiendo, hasta el punto que le llaman comilón y bebedor. Pero esta frase no se refiere quizá a los ayunos, a la penitencia, sino a la vida. Jesús nos está diciendo que para seguirle hemos de hacernos hombres nuevos. No podemos seguir su doctrina viviendo como antes. El vino nuevo, que veíamos ayer en las Bodas de Caná, el vino del Reino, no puede contenerse en ritos y costumbres antiguas. Jesús nos pide renovarnos continuamente, ser hombres nuevos. Su palabra no puede ser guardada en un corazón viejo. Necesita un corazón nuevo. Cada amanecer debemos hacer el esfuerzo de renovar nuestro corazón. Así podremos recibir el vino nuevo de la Palabra de Dios.
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