En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos."
Jesús no quiere cambiar las leyes. Quiere darles su sentido profundo. Las leyes han de estar remitidas a la Ley de Dios: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Es decir todas deben estar referidas al Amor. Si no, son leyes injustas que hay que cambiar. Enseñar la Ley es enseñar a Amar.
"Al tratarse de normas y leyes, la cuestión no va de cumplir por cumplir; más bien se trata de ser corresponsables de la sana convivencia con las personas y el mundo que nos rodea. Ojalá todos nos esforzáramos por vivir con pasión cada día, con gratitud por las oportunidades y en armonía. Jesús reinterpreta el espíritu contenido en las leyes, que por sí solas no generan cambios profundos. Muchos somos meros cumplidores sin estar motivados y sin que esto nos haga buenas personas. Si conectamos con las leyes de la Creación, caeremos en la cuenta que estar vivos es un milagro y una oportunidad. No se trata de vivir de cualquier manera, porque somos una posibilidad entre millones más. Al pertenecer a un grupo humano, automáticamente nos encontraremos con normas o leyes que nos orientan y esperan que las acojamos con libertad. Ojala que aquello a lo que nos adherimos nos humanice y ayude a caminar en alegría y en verdad. No sigas las leyes injustas. " (Koinonía)
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