domingo, 8 de marzo de 2015

INDIGNADO



"Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
- Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. 
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: "El celo de tu casa me devora." Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
- ¿Qué signos nos muestras para obrar así? 
Jesús contestó:
- Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
 Los judíos replicaron:
- Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
Pero hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre."


Jesús se indigna. Aquello ya no es el templo, sino un mercado. Aquello es el templo del dinero. Los judíos (cuando Juan en su evangelio habla de los judíos, siempre se refiere a escribas, fariseos y sacerdotes) no entienden lo que Jesús les dice: a partir de ahora es su cuerpo el que será el templo. En otro lugar del evangelio, Jesús nos dice que ha llegado el tiempo en que no se adorará a Dios en las montañas ni en los templos. Toda la creación es el templo y, sobre todo nuestro corazón es el templo.
Al igual que los judíos habían transformado el Templo de Jerusalén en un lugar de comercio, trapicheo y negocio, nosotros hacemos lo mismo con el Templo actual:
  • una religión que utilizamos para nuestro provecho.
  • un mundo que estamos destruyendo, sobre-explotandolo en beneficio de unos pocos.
  • un corazón del que hemos desterrado a Dios y en el que hemos colocado el dinero, el egoísmo, la injusticia.
Dios ni se compra ni se vende. Dios es gratuito. El camino que nos lleva hacia él, no es el del dinero, sino el del amor. Y el amor no se compra.
El tiempo de Cuaresma es un buen momento para recuperar nuestra interioridad, para darnos cuenta de que nuestro corazón, nuestros hermanos los hombres, la naturaleza, son templos de Dios. No los convirtamos en un mercado.   

1 comentario:

  1. Gracias, intentare, recuperar la interioridad, y ver en los otros, que son también templos de Dios.

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