sábado, 11 de febrero de 2017

SABER COMPARTIR


"Un día en que de nuevo se había juntado mucha gente y no tenían nada que comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
– Siento compasión de esta gente, porque ya hace tres días que están aquí conmigo y no tienen nada que comer. Y si los envío en ayunas a sus casas pueden desfallecer por el camino, porque algunos han venido de lejos.
Sus discípulos le contestaron:
– ¿Pero cómo se les puede dar de comer en un lugar como este, donde no vive nadie?
Jesús les preguntó:
– ¿Cuántos panes tenéis?
– Siete – dijeron ellos.
Mandó entonces que la gente se sentara en el suelo, tomó en sus manos los siete panes y, habiendo dado gracias a Dios, los partió, los dio a sus discípulos y ellos los repartieron entre la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús dio gracias a Dios por ellos, y también mandó repartirlos. Todos comieron hasta quedar satisfechos, y llenaron todavía siete canastas con los trozos sobrantes. Los que comieron eran cerca de cuatro mil. Después de esto, Jesús los despidió, subió a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta."

Jesús siente compasión ante la gente que no tienen que comer. Y les pide a los discípulos cuantos panes tienen. Hace sentar a la gente y "comparte" los siete panes. Esa es la clave contra el hambre: compartir.
Nosotros, como los discípulos, nos vemos impotentes ante la miseria en el mundo. Pensamos que con nuestros siete panes no podemos solucionar nada. Jesús nos enseña que compartiendo se soluciona todo.
La multiplicación de los panes la asocia la Iglesia a la Eucaristía. Ciertamente, porque Jesús, en la Última Cena, repartió el pan diciendo que era su cuerpo y nos mandó que repitiéramos ese gesto. La Eucaristía, además de presencia de Jesús, es un momento para sentirnos hermanos, solidarios, para repartir. Jesús la instituyó en una cena fraterna. Que la ceremonia no nos haga olvidar la esencia: Jesús que se reparte entre nosotros, para que nosotros hagamos lo mismo.

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