sábado, 18 de febrero de 2017

TRANSFIGURACIÓN



"Seis días después, Jesús se fue a un monte alto, llevando con él solamente a Pedro, Santiago y Juan. Allí, en presencia de ellos, cambió la apariencia de Jesús.  Sus ropas se volvieron brillantes y blancas, como nadie podría dejarlas por mucho que las lavara.  Y vieron a Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.  Pedro le dijo a Jesús:
– Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Es que los discípulos estaban asustados y Pedro no sabía qué decir.  En esto vino una nube que los envolvió en su sombra. Y de la nube salió una voz:
– Este es mi Hijo amado. Escuchadle.
Al momento, al mirar a su alrededor, ya no vieron a nadie con ellos, sino sólo a Jesús.
Mientras bajaban del monte les encargó Jesús que no contaran a nadieg lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado.  Así que guardaron el secreto entre ellos, aunque se preguntaban qué sería eso de resucitar.  Preguntaron a Jesús:
– ¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero?
Él les contestó:
– Es cierto que Elías ha de venir primero y ha de poner todas las cosas en orden. Pero ¿por qué dicen las Escrituras que el Hijo del hombre ha de sufrir y ser despreciado?  En cuanto a Elías, yo os digo que ya vino, y que le hicieron todo lo que quisieron, como dicen las Escrituras que le había de suceder."

Jesús sube al monte Tabor con tres discípulos y se "transfigura" ante ellos. Se muestra como Hijo de Dios. Ellos querrían quedarse allí para siempre.
Nosotros, si de verdad queremos ser sus discípulos, debemos vivir la vida como una "transfiguración". Deberíamos transformarnos poco a poco en Hijos de Dios.
Pero nosotros nos "figuramos". Creemos que somos buenos porque rezamos unes oraciones, practicamos unes ceremonias, creemos unos dogmas. Pero, ¿nos parecemos cada día más a Jesús, que dió su vida por todos?
O lo que es peor, nos "desfiguramos" en aquello que quiere el mundo que seamos. Seguimos la moda, aparentamos ser persones de éxito, buscamos la notoriedad. Actuamos de cara a la galeria para que los demás nos aplaudan. No hacemos lo que nos dicta nuestra conciencia, sino lo que la sociedad quiere que hagamos.
Transfigurarse en Hijos de Dios es convertirnos en don de amor. Es dar nuestra vida por los demás como hizo Jesús. Entonces, los que nos rodean, querrán quedarse con nosotros, para ser ellos también Hijos de Dios.

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