En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará."
La espiritualidad si no es sincera, es comedia. Por eso nos pide Jesús que no hagamos penitencia, o demos limosna, meditemos...para que los demás nos vean. La auténtica espiritualidad está en el interior, en nuestros corazones. Si buscáis la primera lectura de hoy, del profeta Joel, este nos pide que "rasguemos nuestros corazones". Es ahí donde se produce la verdadera conversión. Es a través del amor que llegamos a los demás y que, por tanto, llegamos a Dios.
Que en esta Cuaresma que comenzamos hoy, rasguemos nuestros corazones y nos convirtamos de verdad; porque la verdadera Cuaresma se vive desde el corazón.
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