martes, 23 de febrero de 2021

VOSOTROS ORAD ASÍ...



 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: "Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno." Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas."

"¿Qué le da entusiasmo a nuestra vida? El profeta mira la palabra de Dios como agua de lluvia, destinada a calar hondo, hasta hacer florecer la comunidad humana. La mejor lluvia es la mansa y constante, no hace corriente, sino que baja despacito, despacito para empapar la tierra y se queda allí hasta el sol de mediodía. Así ha de ser la palabra de Dios, en la sociedad nuestra. No requiere de alharaca ni programas grandiosos, sino de persistencia que venza las resistencias. ¿Cómo hacemos que la palabra irrigue todos los aspectos de la vida humana? Primero hacia dentro, luego hacia fuera, en una dinámica incesante, envolvente, fructífera. Parte de la fertilidad es transformar los insumos en savia. Ser agentes de transformación. ¿Somos capaces de reconocer la presencia de la palabra que otros han sembrado? El Documento de Aparecida solicita que los discípulos misioneros se sumen a los esfuerzos de otras entidades que trabajan por la paz y la justicia. Solo quien tiene esa conciencia puede hacer suyas las palabras de Jesús: Padre nuestro." (Koinonía) 

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