martes, 5 de marzo de 2013

LA LEY DEL EMBUDO


"Entonces Pedro fue y preguntó a Jesús:
– Señor, ¿cuántas veces he de perdonar a mi hermano, si me ofende? ¿Hasta siete?
Jesús le contestó:
– No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el reino de los cielos se puede comparar a un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. Había comenzado a hacerlas, cuando le llevaron a uno que le debía muchos millones. Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, a fin de saldar la deuda. El funcionario cayó de rodillas delante del rey, rogándole:
- Señor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.
El rey tuvo compasión de él, le perdonó la deuda y lo dejó ir en libertad.
Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y lo ahogaba, diciendo: 
- ¡Págame lo que me debes!
El compañero se echó a sus pies, rogándole: 
- Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.
Pero el otro no quiso, sino que le hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. Esto disgustó mucho a los demás compañeros, que fueron a contar al rey todo lo sucedido. El rey entonces le mandó llamar y le dijo: 
- ¡Malvado!, yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues también tú debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti. Tanto se indignó el rey, que ordenó castigarle hasta que pagara toda la deuda.
Jesús añadió:
– Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada uno no perdona de corazón a su hermano."

El texto de hoy es muy claro. Hay que perdonar setenta veces siete, es decir, siempre. Pero nosotros, como aquel funcionario, aplicamos la ley del embudo. La parte ancha para mí, la estrecha para los demás. Somos tremendamente indulgentes con nosotros y muy estrictos con los otros. Encontramos mil excusas para nuestros defectos y somos severos con los demás.
Vivir en comunidad, ya sea religiosa o una familia, nos exige el perdón continuo. Normalmente nuestras ofensas no serán graves, pero continuamente, aun sin darnos cuenta, molestamos a los demás.
Parémonos un momento a reflexionar. Si busco cosas que nos molestan de los demás, encontramos muchas. Pues, pensemos que esto es recíproco. Los demás también pueden hacer una lista de cosas nuestras que les molestan a ellos.
El perdón es la base de la vida en común. Si queremos que los demás nos perdonen, hemos de perdonarles  también nosotros.  Los embudos van bien para llenar botellas...no para relacionarnos con los demás.

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