viernes, 15 de marzo de 2013

LA INTIMIDAD CON DIOS


"Algún tiempo después andaba Jesús por la región de Galilea, pues no quería seguir en Judea porque los judíos lo buscaban para matarlo. Pero se acercaba la fiesta de las Enramadas, una de las fiestas de los judíos,

Sin embargo, cuando ya se habían ido sus hermanos, también Jesús fue a la fiesta, aunque no lo hizo públicamente sino casi en secreto.
Algunos de los que vivían en Jerusalén empezaron entonces a preguntar:
– ¿No es a este a quien andan buscando para matarle? Pues ahí está, hablando en público, y nadie le dice nada. ¿Será que verdaderamente las autoridades creen que este hombre es el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde viene; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde viene.
Al oir esto, Jesús, que estaba enseñando en el templo, dijo con voz fuerte:
– ¡Así que vosotros me conocéis y sabéis de dónde vengo! Pues yo no he venido por mi propia cuenta, sino enviado por aquel que es digno de confianza y a quien vosotros no conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él me ha enviado.
Entonces quisieron apresarle, pero nadie le echó mano porque todavía no había llegado su hora."

Jesús está en peligro por eso no se mueve de Galilea. La incomprensión de los judíos llega hasta el extremo de buscar su muerte. Se acerca la fiesta de las Tiendas. Una festividad colectiva que recordaba la estancia del Pueblo de Dios en el desierto. Todos van a Jerusalén. Parece que Jesús no irá, pero se va de incógnito. Lo reconocen y ya no tiene miedo. Se pone a predicar en el templo. Les dice de dónde saca la fuerza para luchar contra la incomprensión: de su intimidad con el Padre. Es Él quién lo ha enviado y Jesús lo conoce profundamente. 
Los cristianos, si lo somos de verdad, es probable que nos sintamos incomprendidos. Jesús nos indica dónde debemos encontrar la fuerza y el consuelo: en la intimidad con el Padre. Seguir a Jesús significa ir contra corriente. En el salmo de hoy leemos: "El Señor está cerca de los corazones que sufren." Quizá por ello, los que lo seguían, eran los pobres, los cojos, los ciegos, los impuros...los excluidos, aquellos que sufrían en su corazón. 

1 comentario:

  1. La verdad es que somos incomprendidos por nuestra propia familia, por los amigos y en muchas ocasiones incluso por personas con las que trabajamos codo con codo en la parroquia, pero en la oración encontramos la paciencia, el amor y el no sentir resentimiento o rencor.
    Y cuando nos sintamos de "bajona" es bueno recordar el salmo 120 "El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra..."
    Un abrazo

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