En aquel momento, Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer.
Volviéndose a los discípulos les dijo aparte: Dichosos quienes vean lo que estáis viendo vosotros, porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; desearon oir lo que vosotros oís, y no lo oyeron.
Vemos a Jesús lleno de alegría. El motivo: que los sencillos ven lo que los sabios no ven. Como tantas veces, Jesús elogia a los sencillos, a los que saben ver la realidad tal como es. Escribas y fariseos no veían, no lo reconocían. Eran los sencillos los que le seguían.
Ante nosotros se abre el Adviento. Si observamos con sencillez, con humildad a nuestro alrededor veremos al Señor que viene. Lo veremos en los que no tienen nada. Lo veremos en las madres que aman en silencio a sus hijos, en los voluntarios que ayudan en Valencia sin hacer ruido. Lo veremos en la gente que sufre en las guerras. Lo veremos en los misioneros que entregan su vida sin proclamarlo por todas partes, sin hacerse propaganda, sin buscar el reconocimiento...Lo veremos en nuestro corazón cuando amamos gratuitamente, cuando nos entregamos a los demás...
Els petits...mostren l'invisible.
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