martes, 11 de marzo de 2025

EN LOS BRAZOS DEL PADRE

 


Y al orar no repitas palabras inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha palabrería Dios les hará más caso. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido. Vosotros debéis orar así:
‘Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra
así como se hace en el cielo.
Danos hoy el pan que necesitamos.
Perdónanos nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos
a quienes nos han ofendido.
Y no nos expongas a la tentación,
sino líbranos del maligno.’
Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho, vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros; pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que vosotros hacéis.

Orar es acogerse entre los brazos del Padre. Es luchar para que el Reino ya empiece aquí haciendo su voluntad. Es agradecer todos sus dones. Orar es pedir perdón, pero para ello nosotros debemos perdonar. Orar es pedir que se nos libre del mal. Orar es hacer vida el Padrenuestro. 

"“Es cosa para alabar mucho al Señor cuán subida en perfección es esta oración evangélica, bien como ordenada de tan buen Maestro, y así podemos, hijas, cada una tomarla a su propósito. Espántame ver que en tan pocas palabras está toda la contemplación y perfección encerrada, que parece no hemos menester otro libro sino estudiar en éste. Porque hasta aquí nos ha enseñado el Señor todo el modo de oración y de alta contemplación, desde los principiantes a la oración mental y de quietud y unión, que a ser yo para saberlo decir, se podía hacer un gran libro de oración sobre tan verdadero fundamento.” (Sta. Teresa de Jesús. Camino 27,1)
No solo un gran libro sino millares y comentarios y glosas y las luminosas veintiseis páginas del Catecismo de la Iglesia Católica y hasta la aceptable entrada de Wikipedia… Así las cosas ¿Qué comentario podría hacerse desde esta página?
Invito a los lectores a hacer su propio comentario, su propia experiencia de orar con el Padrenuestro tal como lo recogió Mateo: apenas cinco renglones con siete peticiones esenciales. En el Padrenuestro está todo el compendio de la fe, la esperanza y la caridad. Todo lo que creemos, esperamos y amamos. Un solo Señor, y Padre a quien nos dirigimos todos como hermanos, hijos de un mismo Padre, una esperanza puesta en el Reino y en la santidad que alcanzaremos como hijos de Dios, unas relaciones humanas de hermandad, de compartir el pan cotidiano y de perdonar para poder ser perdonados… Y la aspiración y el deseo de que se cumpla la voluntad de Quien nos ha creado para su gloria y nuestra felicidad.
Está bien conocer algunas “técnicas” para prepararnos para orar. Cómo disponernos, centrar la atención, buscar el momento adecuado… Pero a lo mejor basta con una predisposición a renovar cada día el asombro, y la acción de gracias que brotan de la confianza en Jesucristo, de su belleza, bondad y verdad. Él es nuestra alegría.  Podemos rezar con la oración que nos enseñó en momentos felices y en las penas, con angustia o con entusiasmo, dichosos o tristes… Lo sintamos o no Él está. Está siempre."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda) 

lunes, 10 de marzo de 2025

SE NOS JUZGARÁ DEL AMOR

 


Cuando venga el Hijo del hombre rodeado de esplendor y de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones se reunirán delante de él, y él separará a unos de otros como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Y dirá el Rey a los de su derecha: ‘Venid vosotros, los que mi Padre ha bendecido: recibid el reino que se os ha preparado desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me recibisteis, anduve sin ropa y me vestisteis, caí enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y vinisteis a verme.’ Entonces los justos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos forastero y te recibimos, o falto de ropa y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?’ El Rey les contestará: ‘Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis.’
Luego dirá el Rey a los de su izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos: id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me recibisteis, anduve sin ropa y no me vestisteis, caí enfermo y estuve en la cárcel, y no me visitasteis.’ Entonces ellos preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o falto de ropa, o enfermo o en la cárcel, y no te ayudamos?’ El Rey les contestará: ‘Os aseguro que todo lo que no hicisteis por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicisteis.’ Estos irán al castigo eterno, y los justos, a la vida eterna.
(Mt 25,31-46)

Tanto unos como otros no habían entendido algo fundamental en el Evangelio: que a Jesús lo encontramos en el otro. Sobre todo si es necesitado. Y todos son necesitados: de cosas materiales, pero también de afecto, de amor...Ver a Jesús en el otro, en el pobre, humilde, el que nadie tiene en cuenta, es ser cristiano, es construir el Reino en este mundo. En el juicio no se nos preguntará cuántas oraciones hemos rezado, cuantos ritos hemos realizado, si no, cuánto hemos amado a los demás.

"Si leemos o escuchamos con atención las lecturas de la Liturgia Eucarística de hoy, encontraremos todo un plan de vida diseñado para los bienaventurados que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra. La lectura del Éxodo explica lo que «No hay que hacer». El Evangelio lo que «Sí hay que hacer». Un programa sencillo en la exposición y tremendamente difícil, bien lo sabemos, en la práctica.
En cuanto a los noes tal vez podamos resumirlos en uno solo: no harás daño a nadie, ni de obra, ni de palabra, ni de pensamiento. Se me antoja que eso de no odiar de corazón es lo más complicado porque somos muy dados a juzgar, condenar y sentenciar. Aquello de odiar el pecado y compadecerse del pecador es muy bonito pero bastante improbable. La repugnancia que provoca el mal es difícilmente separable de quien lo produce. Casi todos los días, en las peticiones o en las plegarias eucarísticas, con distintas fórmulas, hacemos, entre otras,  peticiones por los gobernantes… Yo pido pero me temo que con poca confianza. Desde luego con escasísima confianza en mí misma en lo que se refiere a eso de amar de corazón o más aun de no odiar de corazón. Pero quiero confiar en el Señor para quien nada es imposible.
El Evangelio en cambio proporciona un cambio de perspectiva que impulsa a la acción directa: ya no se trata de evitar hacer daño, sino de hacer el bien y un bien muy concreto como ofrecer pan, agua, vestido, ayuda, compañía, curación… Y si la motivación de los “noes” del Éxodo es el temor porque Dios es el Señor, la motivación del texto de Mateo es el amor, porque Dios mismo es cada uno de los pequeños humanos sufrientes: el hambriento, el encarcelado, el extranjero, el enfermo. Y puede ser que así se aproxime el no odiar de corazón al amar de corazón. La compasión, la comprensión y la acción cristianas brotan del misterio de Cristo, Dios hecho hombre, al mismo tiempo soberano y menesteroso."
(Virginia Fernández, Ciudad redonda)

domingo, 9 de marzo de 2025

LA LUCHA CONTRA EL MAL

 


Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del río Jordán, y el Espíritu lo llevó al desierto. Allí estuvo cuarenta días, y el diablo le puso a prueba. No comió nada durante aquellos días, y después sintió hambre. El diablo le dijo:
– Si de veras eres Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús le contestó:
– La Escritura dice: 'No solo de pan vivirá el hombre.'
Luego el diablo lo llevó a un lugar alto, y mostrándole en un momento todos los países del mundo le dijo:
– Yo te daré todo este poder y la grandeza de estos países, porque yo lo he recibido y se lo daré a quien quiera dárselo. Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo.
Jesús le contestó:
– La Escritura dice: 'Adora al Señor tu Dios y sírvele solo a él.'
Después el diablo lo llevó a la ciudad de Jerusalén, lo subió al alero del templo y le dijo:
– Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque la Escritura dice:
'Dios mandará a sus ángeles
para que cuiden de ti y te protejan.
Te levantarán con sus manos
para que no tropieces con piedra alguna.'
Jesús le contestó:
– También dice la Escritura: 'No pongas a prueba al Señor tu Dios.'
Cuando ya el diablo no encontró otra forma de poner a prueba a Jesús, se alejó de él por algún tiempo.
(Lc 4, 1-13)

Jesús se deja tentar por las mismas tentaciones que nos acosan a nosotros. Él las vence dándonos ejemplo de cómo las debemos vencer nosotros. Es una buena meditación que debemos hacer al empezar la Cuaresma.

"El evangelio de hoy sabe todo él a Pascua. Como en los días finales, Jesús conoce en su propia carne la prueba, la lucha, la fatiga. Pero conoce también la victoria. A primera vista, aparece a merced de otros poderes: el Espíritu lo va llevando por el desierto. Y el diablo lo trae y lo lleva a lo alto, o al alero del templo. Si leemos más despacio la historia descubrire­mos más elementos que acaso nos permitan comprenderla mejor. La escena nos parece extraña. Pero en ella no se hace otra cosa que esceni­ficar un combate que, cualquiera que sea el marco o contexto definido por las circunstancias exteriores, en definitiva, se produce en el interior de Jesús y se produce en el inte­rior de nosotros mismos.
La vida del Señor no fue un tranquilo paseo de tarde de domingo. Antes de la serena tarde del Domingo está la noche del Jueves y la mañana y la tarde del Viernes, cuando lo llevan del Sanedrín a Pilatos, y de Pilatos a Herodes y de Herodes a Pilatos, y finalmente de Pilatos a un monte pequeño desde donde se divisa Jerusalén y el alero del templo. El escenario exterior es distinto, pero la prueba interior es la misma. Estas tentaciones son el modelo de cualquier otra tentación. Por ese motivo, el diablo se retira, completadas todas las tentaciones, “hasta el momento oportuno”. Ese momento será la horas de la pasión, de las tinieblas, la hora de la prueba decisiva, la de la muerte en la cruz.
¿Qué descubrimos en estas escenas y estas pruebas? Jesús se ve traído y llevado por dos espíritus. El Espíritu Santo y el espíritu malo. Pero no es simplemente una cáscara de nuez sacudida por vientos contrarios. En él hay un timón: el timón de su libre voluntad. Y aún hay más: Jesús dispone de un mapa o guía de ese albedrío: la Palabra de Dios, que es el alimento de un Hijo de Dios, su estrella polar, la que le señala las direcciones prohibidas y los tramos peligrosos, la que le marca el verdadero, aunque difícil, rumbo. Le vemos optar entre los dos espíritus; le vemos hacer sus cuentas con el malo, porque en la vida tenemos que hacer nuestras cuentas con el malo.
Oye voces que tiran de él en una dirección: dile a esta piedra que se convierta en pan; tírate de aquí abajo, déjate servir.
1ª tentación: No sólo de pan vive el hombre. «No vayas a buscar pan. Crúzate de brazos, y convierte las piedras en panes». Porque son piedras lo que pretende que te comas. Son piedras (o manzanas con gusanos) lo que te empeñas en comerte. Y sabes muy bien que las piedras no alimentan. Pero se te van los ojos detrás de todo lo que ves, y te empeñas en coleccionar ropas y caprichos, como si así fueras más que otros, como si así pudieras tapar tu vacío interior. Y te alimentas con largas horas de televisión, para no tener tiempo de pensar, y de orar, y de escuchar a otros, y hacerte preguntas, y ocuparte en algo que merezca la pena. Y te enchufas todo tipo de ruidos en los cascos para no darte cuenta de que muchos te necesitan, para no oír el sufrimiento de los hombres, para seguir en tu oasis, que no es más que un simple espejismo. Y te tragas tus problemas sin querer resolverlos. Y te empachas de vulgaridad y sensaciones.
Pues Jesús, que también sabe de esto, viene a darte un aviso, a desenmascarar al Tentador, y te dice: – Haz un hueco en tu vida a la Palabra, mastica la Palabra, vive la Palabra, cambia de vida y ábrete mucho más a Dios. Yo busqué mi pan, no tenté a Dios, y tuve pan en abundancia. Yo mismo aprendí a convertirme en Pan.
2ª tentación: Servicio. El que quiera ser el primero de todos sea el servidor de todos. ¡Qué bien te conoce el diablo! Te complicas la vida, te marchas por caminos que no te llevan a ningún sitio; te dejas llevar por tus impulsos, por tus sentimientos, por lo más fácil… Y luego tiene que venir Dios a sacarte de tus líos. Vive diciéndole a Dios que se ponga a tu servicio y que haga caso a tus antojos… Vive pidiendo que tu vida sea un puro capricho y que Dios bendiga tu comodidad. Pide cosas para ti, que tú eres el importante. Si los demás tienen problemas: ¡asunto suyo! Que tu oración empiece por «yo» y siga con el «para mí», y no se te ocurra dejar la menor ocasión para que sea Dios quien te pida algo. Vive recurriendo a Él en cada pequeño bache y pídele un milagro para que te demuestre quién es. Que Él te lo resuelva todo, y tú: ni proyectos de vida, ni sacrificios ni renuncias: ¡Vive el presente!
Pero Jesús, de nuevo, viene a desenmascarar: «No pondrás a prueba al Señor tu Dios». Él no está a tu servicio. Él no está para resolver tus problemas. ¿Aprenderás, como yo, a decirle: «Hágase tu voluntad»? ¿Te atreverás a decirle: «Aquí estoy, envíame»? ¿Le meterás de una vez en tu vida? ¿O prefieres seguir haciendo caso al diablo?
3ª tentación: ¿Para qué sirve ser hijo de Dios? Para estar fuera de peligro. Es una gran tentación. Por ser hijo de Dios, creerse con derecho a estar por encima de los límites de nuestra condición humana. Gozar de inmunidad; ser un supermán; ser invulnerable; vivir rodeado de garantías y sin riesgos. Tirarse desde el alero del templo. O tirarse desde el alero de la cruz, con las heridas restañadas, asistido por una legión de ángeles que le impidan tropezar cuando carga con la cruz. Estar por encima del dolor y de la impoten­cia.
Pero la réplica de Jesús es neta: ser hijo de Dios no significa contar con eso, contar con Dios para eso, para estar aquí y ahora por encima de los límites de lo humano. Y eso supone renunciar a todo signo espectacular. Los signos del Reino de Dios, del verdadero mesia­nismo, son la cercanía a los marginados, aquellas curaciones algo artesanales de los enfermos, el servicio a la vida de la gente maltratada por la vida, enderezar la esperanza. Así mostró un rostro de Dios desconocida­mente bueno. Jesús apostó por los medios sencillos y pobres para hacer presen­te y mostrar ese rostro de Dios desconoci­damente bueno. La vitalidad de una Iglesia y el grado de su seguimiento del Señor no se miden por la riqueza de sus medios ni por sus triunfos terrestres. Se mide por la fidelidad.
Empieza la Cuaresma. Recibes unas invitaciones. A ser un servidor, no un aprovechado; a que venza la generosidad sobre el interés. A no doblegarte, a luchar por ser fiel a los valores superiores, más exigentes, pero más humanizadores. A la profundidad frente al espectáculo: una invitación al encuentro cotidia­no con Jesús. De cada uno depende aprovecharla o no."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)


sábado, 8 de marzo de 2025

SABER ACOGER AL QUE LO NECESITA

 


Después de esto, Jesús salió y se fijó en uno de los que cobraban impuestos para Roma. Se llamaba Leví y estaba sentado en el lugar donde cobraba los impuestos. Jesús le dijo:
– Sígueme.
Entonces Leví se levantó, y dejándolo todo siguió a Jesús.
Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús; y muchos de los que cobraban impuestos para Roma, junto con otras personas, estaban sentados con ellos a la mesa. Pero los fariseos y los maestros de la ley pertenecientes a este partido comenzaron a criticar a los discípulos de Jesús. Les decían:
– ¿Por qué coméis y bebéis con los cobradores de impuestos y los pecadores?
Jesús les contestó:
– Los que gozan de buena salud no necesitan médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan a Dios.
(Lc 5, 27-32)

Los educadores, a veces caemos en el defecto, de dedicarnos a los "buenos" alumnos e ignorar a los "malos". Si de alguien deberíamos ocuparnos es de aquellos alumnos que tienen dificultades, que tienen una mala conducta, que no nos caen bien. Seguramente detrás de ellos encontraremos una historia de dificultades, de problemas familiares...Son esos los que necesitan la total dedicación de los educadores. Los "buenos" aprenden solos. No nos necesitan.

"Jesús se reúne con todos. De hecho, rompe las normas de pureza tradicionales del mundo judío de aquellos tiempos cuando se sienta a comer (con todo el significado que tiene compartir la mesa y que para los cristianos se convertirá en la Eucaristía) con publicanos y pecadores. Todos son gente mala, personas con las que un buen judío procuraba evitar todo contacto. Su pecado podía manchar al que se sentaba a comer con ellos o simplemente le tocaba o tenía relación con él. Y en la mentalidad judía de aquel tiempo, Dios no podía admitir la impureza. Para relacionarse con él había que ser puro. Sólo los puros, los que cumplían todas las normas, podían acercarse a Dios sin temor a la muerte súbita.
Pero Jesús rompe con esa tradición. Dios se acerca a todos. Dios no excluye a nadie. Todos son hijos e hijas suyos. Todos son hechura de sus manos. Todos son amados por Él. Todos. Todos. Hay que repetirlo para convencernos de ello. Porque demasiadas veces en la historia de la Iglesia hemos buscado también esa pureza y hemos ido excluyendo a los que nos parecía, nos parece, que son malos. Porque pensamos que están en pecado (algo que curiosamente siempre en la historia de la Iglesia se ha dicho que pertenece a la conciencia de la persona, más allá de que lo que objetivamente se haya hecho pueda ser grave) o que tienen una determinada forma de pensar.
Recientemente he oído de un sacerdote que ha negado la comunión a un hombre homosexual. Y luego ha habido un obispo que ha defendido su postura diciendo que para comulgar hace falta estar en gracia de Dios. ¿Cómo puede alguien juzgar si otra persona está o no en gracia de Dios? ¿Qué tipo de examen habría que hacer a todos los que se acercan a comulgar? También me he encontrado con alguno que me dice que la Iglesia debería ayudar en caridad solamente a los suyos. Algo así como que para atender a una persona necesitada se le tuviese que pedir el certificado de fe cristiana. ¡Qué horror!
No podemos excluir a nadie sino acoger a todos. Como hizo Jesús. Lo de convertirse ya es un proceso personal que ninguno de nosotros tiene derecho a juzgar."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 7 de marzo de 2025

EL VERDADERO AYUNO

 


Los seguidores de Juan el Bautista se acercaron a Jesús y le preguntaron:
– Nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia: ¿Por qué tus discípulos no ayunan?
Jesús les contestó:
– ¿Acaso pueden estar tristes los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Pero llegará el momento en que se lleven al novio, y entonces ayunarán.
(Mt 9,14-15)

Como nos indica Fernando Torres en el comentario que sigue, el verdadero ayuno es el que nos indica Isaías. Es de ese ayuno del que seremos juzgados al final de los tiempos. Si hemos dado de comer y de beber. Si hemos luchado contra las injusticias. Si hemos acogido al inmigrante, al que no tiene casa...

"Cuando era pequeño y celebrábamos en el colegio de religiosos al que iba el mes de mayo, nos daban un pequeño cuadernillo donde teníamos que ir anotando los sacrificios que hacíamos cada día en honor de la Virgen. Llenar aquel cuadernillo era una manera de demostrar nuestro amor a la Virgen. También era una forma de acumular méritos ante ella y, dada su cercanía a Dios, ante el mismo Dios. Así se ha entendido este asunto del ayuno y de los sacrificios durante mucho tiempo en la Iglesia. Se trata de acumular actos que nos causan dolor o que nos cuesta hacerlos por su dificultad. De esa manera vamos llenando nuestro cuadernillo a lo largo de la vida. Expresamos así nuestra devoción. Es decir, si hacemos una peregrinación de rodillas, eso parece ser que tiene mucho más valor –es más sacrificado– que si lo hacemos caminando. Y así vamos acumulando méritos ante Dios para conseguir nuestra salvación o el perdón de los pecados.
Pero el mensaje de Jesús no va por ahí. El Evangelio nos habla del amor gratuito de Dios. No hay que hacer méritos para conseguir nada ante Dios. La salvación, el perdón, la vida, es un regalo gratuito de Dios (esto es algo que nos cuesta muchísimo creer). Ayunar no es la forma de conseguir nada ante Dios. Nosotros no tenemos que guardar luto porque el esposo, Jesús, está con nosotros. Lo tenemos presente en la Eucaristía.
Si queremos hacer algún ayuno, mejor le hacemos caso a Isaías en la primera lectura cuando dice que “este es el ayuno que yo quiero: / soltar las cadenas injustas, / desatar las correas del yugo, / liberar a los oprimidos, / quebrar todos los yugos, / partir tu pan con el hambriento, / hospedar a los pobres sin techo, / cubrir a quien ves desnudo / y no desentenderte de los tuyos.” Dicho de otra manera, menos sacrificios artificiales que no nos lleva a nada y más cultivar la fraternidad y acercarnos a los pobres y a los que sufren. Menos perdernos en tonterías y más centrarnos en lo fundamental: construir el Reino con Jesús y con nuestros hermanos y hermanas, sin dejar a nadie atrás."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 6 de marzo de 2025

DESCENTRARNOS

 


Les decía Jesús:
– El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.
Después dijo a todos:
– El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa mía, la salvará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se destruye a sí mismo?
(Lc 9,22-25)

Jesús nos pide hoy que dejemos de considerarnos el centro del mundo. Vivir es vivir para los demás. La forma de salvar nuestra vida es entregándola, es decir, compartiendo, amando...siguiendo a Jesús. Esto nos causará problemas e incomprensiones, pero es la auténtica forma de vivir.

"Cada momento de la historia tiene su peculiaridad. De este que vivimos podríamos decir que es el momento del “yo”. El individuo se ha colocado en el centro del universo. Lo más importante es su bienestar, su sentirse bien. Todo lo demás está en función del “yo”. Es como si la persona, cada persona, se  hubiese colocado en el centro del universo y todo lo demás, otras personas, mundo y todo lo que se pueda imaginar, fuesen planetas dando vueltas en torno a ella. Todo a su servicio. Todo para su bien. El “yo” se piensa así. El “yo” es lo importante, lo único importante, y todo lo demás está en función suya y de su bienestar. Como decía un sociólogo, todo lo que rodea al individuo es como si fueran prótesis. Vale en tanto en cuanto le ayuda. Cuando eso que le rodea no ayuda ni favorece el bienestar del “yo”, sencillamente se tira. Así sucede con unas gafas o con unos zapatos. Pero también sucede con una relación o con una amistad. Vale en tanto en cuanto me ayuda, me hace crecer, me hace sentirme bien. En el momento en que no es así, la relación se corta, se tira. Y se busca otra que me ayude a volver a sentirme bien. Exactamente igual que cambio de gafas cuando las que tengo ya no están ajustadas y no me hacen sentirme bien.
La propuesta de Jesús para este comienzo de la Cuaresma es precisamente “descentrarnos”:  dejar de considerarnos el centro del mundo, dejar de pensar que nuestro sentirnos bien es el objetivo fundamental de nuestra vida. Hay algo mucho más importante: la causa de Jesús, el Reino. Por el Reino hay que dejarlo todo, hay que negarse a uno mismo. Mis necesidades, mis problemas, mis angustias, pasan a un segundo plano porque el Reino es lo más importante. Y el Reino es fraternidad, es amor. Es pensar primero en el bienestar del otro. El Reino es precisamente colocar al otro, y en especial al pobre y necesitado, en el centro (y pasar a considerarse uno a sí mismo planeta o satélite). Solo el que pierda su vida por el Reino encontrará la vida plena y verdadera, la del Reino. Dicho en otras palabras: ¿de qué te sirve buscar tanto tu bienestar si al final te quedas más solo que la una? Seguir a Jesús es descentrarse y poner al “otro” en el centro de mi vida y mis preocupaciones."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 5 de marzo de 2025

LIMOSNA, ORACIÓN, AYUNO

 


No practiquéis vuestra religión delante de los demás solo para que os vean. Si hacéis eso, no obtendréis ninguna recompensa de vuestro Padre que está en el cie
Por tanto, cuando ayudes a los necesitados no lo publiques a los cuatro vientos, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que la gente los elogie. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Tú, por el contrario, cuando ayudes a los necesitados, no se lo cuentes ni siquiera a tu más íntimo amigo. Hazlo en secreto, y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que la gente los vea. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora en secreto a tu Padre. Y tu Padre, que ve lo que haces en secreto, te dará tu recompensa.
Cuando ayunéis, no pongáis el gesto compungido, como los hipócritas, que aparentan aflicción para que la gente vea que están ayunando. Os aseguro que con eso ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ayunes, lávate la cara y arréglate bien, para que la gente no advierta que estás ayunando. Solamente lo sabrá tu Padre, que está a solas contigo, y él te dará tu recompensa.
(Mt 6,1-6.16-18)

Asociamos la Cuaresma a la limosna, la oración y el ayuno; pero la realidad es que cada vez se vive menos este tiempo litúrgico. Quizá, porque hemos perdido el verdadero sentido de estas tres cosas. 
Limosna no es entregar más o menos dinero. Es luchar por la justicia. Es intentar que el mundo sea más igualitario. Es entregarse al otro totalmente.
Orar no es repetir textos, realizar ritos...Es hacer el silencio en nosotros y buscar a Dios en nuestro interior. Es mirar con ojos nuevos para ver a Dios en los demás.
Ayuno no es no comer. Es saber abstenernos de cosas para darlas a los demás, a los más necesitados.
Y todo esto, sin hacer ruido, sin llamar la atención, sin hacernos ver.

"Hoy comienza la Cuaresma. Hace muchos años en un día como éste, me toco ver cómo un sacerdote, al que por circunstancias que no vienen al caso, le tocó presidir esta celebración en una parroquia, comenzó su homilía diciendo: “Hermanos, ya estamos en Pascua”. Podemos decir que se pasó de adelantado. Pero algo de razón tenía. Hemos puesto tanto el acento en la Cuaresma como un tiempo penitencial, un tiempo para vestirnos de saco y ceniza y de pedir perdón por nuestros pecados, que se nos ha olvidado que el sentido central de la Cuaresma no es más que prepararnos para celebrar adecuadamente la pasión y resurrección de Jesús, su Pascua, su paso de la muerte al triunfo de la vida, que es nuestro triunfo.
Así que a ver si comenzamos bien esta Cuaresma. El acento no debe estar, no  puede estar, en nuestros pecados (tenemos una tendencia casi irresistible a pensar que nosotros somos el centro del universo y hasta nuestros pecados los colocamos en el centro). El acento hay que ponerlo en Jesús, en vivir con plena conciencia lo que fueron los últimos días de su vida mortal y, sobre todo, el misterio de la resurrección: la respuesta gloriosa del Padre a los que querían terminar con Jesús y con su mensaje del Reino para siempre.
El Evangelio de este día nos propone tres medios: la limosna, la oración y el ayuno. Son tres medios tradicionales. De hecho, este evangelio se lee el Miércoles de Ceniza desde hace siglos. De alguna manera concentra lo que debe ser más importante de este tiempo de Cuaresma, que se debe centrar en la conversión. Ésta no se refiere tanto a la confesión de los pecados como a tomar el camino del seguimiento de Jesús. Para ello hay que empezar compartiendo lo que se tiene (limosna), encontrándose con Jesús (oración, lectura de la Palabra) y dejando de lado tantas cosas que nos distraen de lo que es fundamental en nuestra vida cristiana (ayuno). Todo eso nos ayudará a celebrar con gozo verdadero y esperanza vivida la Pascua de Jesús. Y nuestra carne resucitará para la vida y para el Reino."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 4 de marzo de 2025

DEJAR NUESTRO "TODO"

  


Pedro comenzó a decirle:
– Nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido.
Jesús respondió:
– Os aseguro que todo el que por mi causa y por causa del evangelio deje casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras, recibirá ya en este mundo cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque con persecuciones; y en el mundo venidero recibirá la vida eterna. Pero muchos que ahora son los primeros, serán los últimos; y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros.

En el texto siguiente, Fernando Torres nos explica que era "todo" para los apóstoles. Pero, ¿qué es todo para nosotros? Es centrar nuestra vida en Dios. Nosotros estamos acostumbrados a centrarlo todo en nosotros. Buscamos realizarnos, decimos. Sin embargo centrarse en Dios, es centrarse en los demás. Es centrarse en el amor. Es buscar que el mundo sea más justo, que no haya pobreza, que no haya diferencias, que no haya guerras, que no haya gente perseguida... Y para ello, quizá debemos olvidarnos de nuestro "todo", de lo que consideramos nuestra posesión, y entregarse a los demás. 

"Dicen los apóstoles que lo habían dejado todo. Ese “todo” se puede comentar desde dos puntos de vista. El primero es que nos podemos parar a pensar en qué consistía ese “todo”. El mundo de unos pescadores de la Galilea del tiempo de Jesús debía ser enormemente pobre. Su vida, más que vivir, era un sobrevivir, un luchar por encontrar lo mínimo necesario para mantenerse en vida. El “todo” de aquellos pescadores o campesinos debía ser muy poco. Quizá Mateo, del que se dice que era publicano pudiese estar en un nivel económico un poco más alto. Los publicanos eran los recaudadores de los impuestos. Su beneficio era un porcentaje de lo que reuniesen. Pero no es creíble que el tal Mateo fuese de los grandes, de los que se quedaban con la tajada buena. Al fin y al cabo, Galilea era pobre y pobres debían ser los impuestos que allí se recogían. Así que su “todo” también era poco. Si no era apenas lo justo.
Pero también es verdad que, y es la otra perspectiva, por poco que tengamos eso que tenemos es un poco parte de nosotros, es lo que nos hace sentirnos seguros. Nuestra casa/cabaña/choza es nuestra. Algo de puerta tiene. Pobres pero viviendo en su pueblo, con su gente, contando con una cierta solidaridad, con familia, amigos y conocidos, todos formando una red de seguridad. Eso poco que tenemos, que tenían el grupo de los que seguían a Jesús antes de seguirle era “todo” lo que tenían. Era lo suyo, lo que les daba un sentido de pertenencia, un formar parte de algo, de un pueblo, de una tradición.
Así que sí, hay que valorar lo que dice Pedro a Jesús. Ellos lo habían dejado “todo” por el Reino. Con sus limitaciones, sus miserias, sus nostalgias. Es verdad. Pero también con mucho valor para dejar ese “todo” por seguir a aquel hombre. Algo tenían que haber visto en él, en su mensaje, en su forma de comportarse, que les hizo pensar que valía la pena dejarlo “todo”, por poco que fuese.
Pregunta: ¿Vemos algo así nosotros en Jesús? ¿Somos capaces de dejar nuestro “todo” por el Reino?"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 3 de marzo de 2025

DEJARLO TODO

 

Cuando Jesús iba a seguir su viaje, llegó un hombre corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó:
– Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le contestó:
– ¿Por qué me llamas bueno? Bueno solamente hay uno: Dios. Ya sabes los mandamientos: ‘No mates, no cometas adulterio, no robes, no mientas en perjuicio de nadie ni engañes, y honra a tu padre y a tu madre.’
El hombre le dijo:
– Maestro, todo eso lo he cumplido desde joven.
Jesús le miró con afecto y le contestó:
– Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego, ven y sígueme.
El hombre se afligió al oir esto; se fue triste, porque era muy rico.
Jesús entonces miró alrededor y dijo a sus discípulos:
– ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!
Estas palabras dejaron asombrados a los discípulos, pero Jesús volvió a decirles:
– Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
Al oírlo, se asombraron aún más, y se preguntaban unos a otros:
– ¿Y quién podrá salvarse?
Jesús los miró y les contestó:
– Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él no hay nada imposible.

Lo malo no es el dinero en sí mismo. Lo que es malo es cuando lo que tenemos de más les falta a los otros. Lo que es malo, es aplastar a los otros para obtenerlo. Lo que es malo, es hacerlo el centro de nuestra vida. Lo que es malo, es creer que en él se encuentra la felicidad. Lo que es malo, es que nos aparte de los demás, de seguir el Amor, por no saber renunciar.

"Lo primero que me llama la atención de este texto es la pregunta que hace el hombre a Jesús: “¿Qué haré para heredar la vida eterna?” Me hace pensar que a veces estamos tan preocupados por el futuro que no somos capaces de vivir el presente. Este hombre está pensando en qué va a ser de él después de la muerte. Pero parece que no está pensando mucho en lo que tiene ahora entre manos. Hubiese entendido mejor la pregunta si hubiese preguntado algo así como “¿Qué haré para vivir una vida plena?” Porque lo que tenemos entre manos es ya la vida, el mejor regalo que nos ha dado el Señor. Y hay que aprovechar a fondo este don, disfrutarlo, gozarlo, recrearse en él, deleitarse. La verdad es que no tenemos otra cosa. Como decía un sacerdote ya mayor: por mucho que apretemos los puños no vamos a lograr alargar ni un minuto más esta vida que se nos regala, este presente. Por eso hay que vivirlo a fondo."
Lo segundo que deberíamos pensar es en qué consiste para nosotros eso de disfrutar, gozar, deleitarnos en la vida que se nos ha regalado. Alguno ya estará pensando en tener muchas cosas, casas, coches, muchas otras cosas y, por supuesto, dinero en el banco para comprar muchas otras. ¡Error! Tengo muchas dudas que todas esas cosas nos ayuden a disfrutar de verdad de la vida. La verdad, la mera verdad, es que la vida solo se disfruta en el amor compartido. Eso sí que es verdadero gozo. El que brota de la fraternidad, de las manos abiertas, del encuentro gozoso con los otros, de la justicia que no excluye ni condena a nadie sino que salva y forma familia. ¿No es eso el Reino? ¿No es ese el significado más profundo de la Eucaristía? Ahí y solo ahí está nuestra salvación, la vida plena.
Lo de tener muchas cosas, mucho poder, mucha seguridad no lleva a nada más que a la soledad. Se ve muy claro en el final de la película “El Padrino II”. La película termina con una escena en la que el padrino, el protagonista, está solo en una enorme casa. Ha matado a todos sus enemigos. Tiene todo el poder. Pero está solo, solo. ¿Es eso disfrutar de la vida?
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 2 de marzo de 2025

DAR BUENOS FRUTOS

 


Jesús les puso esta comparación: ¿Acaso puede un ciego servir de guía a otro ciego? ¿No caerán los dos en algún hoyo? El discípulo no es más que su maestro: solo cuando termine su aprendizaje llegará a ser como su maestro.
¿Por qué miras la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en el tronco que tú tienes en el tuyo? Y si no te das cuenta del tronco que tienes en tu ojo, ¿cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en el ojo'? ¡Hipócrita!, saca primero el tronco de tu ojo y así podrás ver bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.
No hay árbol bueno que dé mal fruto ni árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto: no se recogen higos de los espinos ni se vendimian uvas de las zarzas. El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en su corazón, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en su corazón. Pues de lo que rebosa su corazón, habla su boca.

"Sigue Jesús dando consejos. Se podría traducir como «la caridad bien entendida comienza por uno mismo». Quizá parezca algo cínico este lenguaje; pero es probable que no le falte su parte de verdad. Parémonos unos instantes para analizarla: si uno no está reconciliado consigo, si no está a bien consigo, si no se acepta a sí mismo, si en el fondo se aborrece, es muy difícil que esté reconciliado con los demás, que esté a bien con ellos, que los acepte, que los ame. Pero, sea lo que sea de ese dicho, el que sí es verdadero, según la palabra de Jesús, es este otro: «la corrección bien entendida comienza por uno mismo». Esto quiere decir varias cosas.
Primera, que no seamos ciegos acerca de nuestros propios defectos y pecados, que sepamos medir su importancia y gravedad, que no seamos fáciles ni prontos en exculparnos a nosotros mismos.
Segunda: quizá sólo tengamos la sabiduría necesaria para corregir a los otros cuando hemos pasado nosotros antes por la experiencia de ser corregidos y hemos aprendido a aceptar la corrección. Es bueno que sepamos reconocer nuestros defectos cuando otros nos hacen caer en la cuenta de ellos. No nos escudemos, no abramos el paraguas inmediatamen­te. Sepamos ser vulnerables y dejarnos interpe­lar por las observa­ciones que nos puedan hacer los otros.
Tercera, y en ésta insiste particularmente Jesús: pongamos empeño en curarnos primero a nosotros mismos, en arreglar y poner orden en nuestra propia casa antes de meternos a curar a los otros, a reparar la casa de los demás.
Si se me permite una pequeña cita carismática, podríamos decir, con palabras de san Antonio María Claret: “tendré para con Dios, corazón de hijo; para conmigo mismo, corazón de juez, y para con el prójimo, corazón de madre.”
Una vez dados esos pasos, entonces podemos ayudar a los otros a que crezcan y eliminen aquellos defectos que puedan tener y que han de procurar extirpar. No hemos de decla­rarles esos males como quien ataca, como agresores. No hagamos el propósito de ponerlos a caldo. La verdad, y más esa verdad delicada de los defectos de una persona, no se asesta: hay que decirla con mucha delicadeza. Puede ser muy oportuno que antes sepamos descubrir y declarar todo lo bueno que hay en el otro, para luego aventurarnos a sugerirle aquello en que podría mejorarse.
¿Cómo saber en quién puedo confiar, cuáles son los consejos correctos y los incorrectos? Dicho de otra manera, ¿cómo saber quién está ciego y quién no? Con las dos últimas imágenes del evangelio de hoy Jesús ofrece los criterios para discernir entre quien sigue al Maestro y escucha la voz del Espíritu y quien, en cambio, no sigue al Maestro y escucha en cambio a la carne y no al Espíritu. Jesús nos ofrece ahora los criterios de discernimiento.
El primero de esos criterios es el de los frutos. Higos y racimos, parecen en el texto. De los racimos de uvas sale el vino, que da alegría y anima las reuniones. Si te acercas a un hermano y sus palabras te infunden alegría, esperanza, te hacen experimentar el amor y la misericordia del Padre, has encontrado a la persona adecuada que te puede ayudar. Jesús también nos dice que seamos cuidadosos, porque quizás un hermano que está desorientado en la vida se acerca a nuestra comunidad cristiana en busca de luz, de acogida, de comprensión, de amor y Jesús nos pide que no encuentre zarzas, que no se sienta herido, juzgado y condenado, sino que solo encuentre buenos frutos: dulzura, amor. Como los higos.
El segundo criterio, el de la conversación. Si uno habla sólo de dinero, de negocios, de deportes, de murmuraciones, significa que su corazón está lleno de esas cosas. Jesús también nos invita a evaluar a los maestros de acuerdo con sus palabras: «Porque de la abundancia del corazón habla la boca» Lo que anuncian debe ser confrontado siempre con el evangelio. Entonces podemos evaluar si lo que se propone es comida nutritiva o una fruta venenosa."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)


sábado, 1 de marzo de 2025

ACOGER A LOS NIÑOS

 


Llevaron unos niños a Jesús, para que los tocara; pero los discípulos reprendían a quienes los llevaban. Jesús, viendo esto, se enojó y les dijo:
– Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Os aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Tomó en sus brazos a los niños y los bendijo poniendo las manos sobre ellos.

Los niños, en tiempo de Jesús, era uno de los colectivos que no contaban para nada. Por eso los apóstoles los alejan de Jesús. Sin embargo Jesús, no sólo los acepta, sino que nos invita a ser como ellos, nos los pone como modelos. Nos está pidiendo que seamos sencillos, que no nos creamos importantes, que busquemos el cariño de los demás...Sólo así, nos dice, entraremos en el Reino. Se trata de aceptar a Dios como un don, como un regalo, con el corazón abierto.
Otra reflexión que me hago hoy es, ¿porqué impedimos que los niños vayan a catequesis, tengan clase de religión, conozcan a Jesús? Se dice que esto es adoctrinarlos (?) Sin embargo les dejamos todo el día con móviles, tabletas, internet...¿Estos no adoctrinan? Dejemos a los niños que se acerquen a Jesús.

"Vamos a reconocerlo de una vez y sin miedo: hombres y mujeres, por más que vayamos creciendo en años, que tengamos estudios y experiencia, seguimos siendo seres débiles, frágiles, vulnerables, necesitados de cariño y atención. Si somos realistas, lo que muchas veces nos ha enseñado la educación y la experiencia ha sido a hacernos una coraza que nos proteja de un mundo que nos parece amenazador. Es una coraza que nos permite mantener la apariencia de personas maduras, serias y responsables. Es una coraza que nos permite también, muchas veces, ocultar nuestros sentimientos porque el grupo, la sociedad, no ve bien que uno vaya manifestando sus sentimientos así como así. Es una coraza que nos da seguridad para movernos entre las vicisitudes y circunstancias de este mundo complicado y marrullero en el que nos ha tocado vivir (lo de “complicado y marrullero” está tomado de la canción Cambalache de Enrique Santos Discépolo, que completa lo dicho).
Pero, si somos valientes y nos miramos sin miedo al espejo, lo que encontramos es lo que he dicho al principio: un ser débil, frágil, vulnerable, necesitado de cariño y atención. Esa la mera verdad, por mucho que nos cueste aceptarlo y que nos hayamos acostumbrado tanto a la coraza que nos hemos puesto que nos hayamos terminado creyendo que es parte de nuestra piel.
Quizá lo que dice Jesús cuando nos invita a hacernos como niños para poder entrar en el reino de Dios, no es más que una invitación a quitarnos esa coraza que nos recubre y a mostrarnos como somos, desnudos de todo artificio, y necesitando siempre una mano amiga que nos acompañe, que nos ayude, que nos levante y camine con nosotros.
Desde ahí, quizá solo desde ahí, podremos reconocer y sentir y experimentar la enormidad del amor de Dios que nos ha creado y que mantiene nuestra vida y nuestro ser. Desde ahí, y solo desde ahí, el agradecimiento por tanto don gratuito se convertirá en el motor de nuestra vida. Desde ahí, y solo desde ahí, seremos capaces de mirar a los demás de otra manera, dejando que nuestros ojos vayan más allá de sus corazas."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)