domingo, 28 de septiembre de 2025

RICOS Y POBRES

 

Había una vez un hombre rico, que vestía ropas espléndidas y todos los días celebraba brillantes fiestas. Había también un mendigo llamado Lázaro, el cual, lleno de llagas, se sentaba en el suelo a la puerta del rico. Este mendigo deseaba llenar su estómago de lo que caía de la mesa del rico; y los perros se acercaban a lamerle las llagas. Un día murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron junto a Abraham, al paraíso. Y el rico también murió, y lo enterraron.
El rico, padeciendo en el lugar al que van los muertos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro con él. Entonces gritó: ‘¡Padre Abraham, ten compasión de mí! Envía a Lázaro, a que moje la punta de su dedo en agua y venga a refrescar mi lengua, porque estoy sufriendo mucho entre estas llamas.’ Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que a ti te fue muy bien en la vida y que a Lázaro le fue muy mal. Ahora él recibe consuelo aquí, y tú en cambio estás sufriendo. Pero además hay un gran abismo abierto entre nosotros y vosotros; de modo que los que quieren pasar de aquí ahí, no pueden, ni los de ahí tampoco pueden pasar aquí.’
El rico dijo: ‘Te suplico entonces, padre Abraham, que envíes a Lázaro a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos. Que les hable, para que no vengan también ellos a este lugar de tormento.’ Abraham respondió: ‘Ellos ya tienen lo que escribieron Moisés y los profetas: ¡que les hagan caso!’ El rico contestó: ‘No se lo harán, padre Abraham. En cambio, sí que se convertirán si se les aparece alguno de los que ya han muerto.’ Pero Abraham le dijo: ‘Si no quieren hacer caso a Moisés y a los profetas, tampoco creerán aunque algún muerto resucite.’ 

Las diferencias sociales se hacen cada día más evidentes. Las vemos cada día cuando paseamos por la ciudad, cuando vemos la televisión...Y seguimos mirando para otro lado, si no es que directamente los atacamos acusándoles de criminales y de que hacen que los servicios que nosotros utilizamos se vean frenados...Personas que no tienen dónde vivir. Personas a los que no se les da trabajo porque no tienen papeles y no se les dan los papeles porque no tienen trabajo. ¿Alguien lo entiende? Personas que mueren ahogadas en el mar buscando una vida mejor. Personas de las que abusan bandas que les piden dinero para dejarlas morir en el mar...Podríamos decir tantas cosas. Son los Lázaro de hoy. El rico no tenía nombre, porque somos todos nosotros.

"Si recordáis, el Evangelio del domingo pasado terminaba con unas palabras de Jesús: “no podéis servir a Dios y al dinero”. Ese Evangelio enlaza con el que acabamos de escuchar. Pero entre medias hay unos versículos que nos ayudan a situar el contexto en el que Jesús habla. El versículo siguiente dice que “oyeron esto unos fariseos, amigos del dinero, y se burlaban de Él”. Estos personajes se tienen por justos y se burlan de Jesús. De ahí que Jesús, con esta parábola, responda a sus burlas y les muestre una imagen de Dios muy distinta a la que ellos tienen: la de un Dios que no soporta la indolencia del rico hacia el pobre Lázaro, la de un Dios que está de parte de los pobres.
Decía también Jesús que “lo que hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis”. Y es que si Dios se ha identificado con alguien totalmente es y será con los más pobres y necesitados de nuestro mundo. Como veis, este Evangelio no está tan lejos de nuestra realidad, ni nos ha de parecer tan exagerado, porque el drama del hambre sigue siendo una lacra que arrastramos sin solución, y seguimos rodeados de “lázaros” que, con suerte, comen de las migajas que caen de nuestras mesas. En su mensaje para la Jornada Mundial de la Alimentación, hace 21 años, san Juan Pablo II escribió: “¿Cómo juzgará la historia a una generación que cuenta con todos los medios necesarios para alimentar a la población del planeta y que rechaza el hacerlo por una ceguera fratricida?” No hemos avanzado mucho, parece, en este aspecto.
Y esto no sólo tiene que mover nuestro corazón, sino también nuestra acción y nuestro compromiso. Y la Palabra de Dios sigue siendo el criterio de discernimiento para una auténtica conversión de nuestro corazón y de nuestras actitudes hacia los más pobres. “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, aunque resucite un muerto”.
Muchos comentaristas coinciden en llamar a esta parábola la de los cinco hermanos. El rico se preocupa porque ha sentido en sus carnes lo que significa el infierno. Lo ha dicho este miércoles León XIV: “El infierno, en la concepción bíblica, no es tanto un lugar como una condición existencial. Una condición en la que la vida se debilita y reinan el dolor, la soledad, la culpa y la separación de Dios y de los demás”, comentó el Papa. El hermano que había experimentado en sus carnes el dolor de la ausencia de Dios no quería que sus hermanos cometieran su mismo error, no pensar en los demás. Pero…
Pero ya era tarde, su vida en la tierra había concluido. Quizá esa sea una de las lecciones de hoy, que hay que escuchar a Moisés y a los profetas, y, sobre todo al Profeta máximo, a Jesús de Nazaret, mientras tenemos posibilidades. No sabemos si los hermanos del rico fueron capaces de hacerlo. Pero a nosotros, cada día, se nos da la oportunidad de encontrarnos con la Palabra de Dios, para escucharla, meditarla y hacerla vida. Siempre estamos a tiempo. Antes de que nos visite la muerte, y se decida nuestro futuro para toda la eternidad, a un lado u otro del abismo. La cosa es para pensárselo."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 27 de septiembre de 2025

SEGUNDO ANUNCIO DE LA PASIÓN

 


Mientras todos seguían asombrados por lo que Jesús había hecho, dijo él a sus discípulos:
– Oíd bien esto y no lo olvidéis: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.
Pero ellos no entendían estas palabras, pues Dios no les había permitido entenderlo. Además tenían miedo de pedirle a Jesús que se las explicase.
(Lc 9, 43b-45)

Ni los discípulos ni los fariseos entendías estos anuncios de Jesús. Para salvarnos debía entregarse totalmente. ¿Tampoco lo entendemos hoy? Parece ser que no. Si lo entendiésemos nuestra vida sería distinta. Sería una entrega total al necesitado, al pobre, al humilde, al inmigrante...

"Sería interesante saber qué frase aramea usa Jesús al decir eso de “meteos en la cabeza” y qué sentido tenía, tal vez parecido al que tiene entre nosotros, cuando le decimos a alguien que se meta algo en la cabeza. La expresión denota un cierto hartazgo y lleva consigo un reproche a los que, al parecer, no acaban de aprender, y resultan ser en verdad duros de mollera.
Jesús ha insistido en repetidas ocasiones en que su mesianismo no es de fuerza y de triunfo, sino de entrega y de cruz. Pero los discípulos no se convencen, no entienden o no quieren entender y están, además, atenazados por el miedo. Cuando Lucas dice que “no entendían este lenguaje”, indica que estaban en otra onda, que vivían según otra lógica, tal vez esa que abre hoy el texto del Eclesiastés.
Debemos reconocer que a nosotros nos sucede algo similar. No acabamos de meternos en la cabeza ese misterio de la cruz, sobre todo cuando se hace presente de modo concreto en nuestra vida. No entendemos este leguaje, esta lógica, no le cogemos el sentido, nos atenaza el miedo, preferimos no preguntar, no hablar del asunto.
Es decir, estamos necesitados de conversión. ¿A qué? A esa lógica de Jesús, que no es, por cierto, una lógica del sufrimiento por el sufrimiento, no es una especie de masoquismo espiritual, enemigo de las alegrías de la vida. La de Jesús es una lógica del amor, que no ama el dolor, pero está dispuesto a sufrir por los que ama. Así lo ha hecho él mismo, y a eso nos llama a nosotros. No está prohibido disfrutar de la vida, como aconseja el Qohelet (y el mismo Jesús enseña, comiendo y bebiendo, y gozando de la compañía de sus amigos). Pero sin olvidar que esos gozos son efímeros, y se hacen vanos, si nos olvidamos de que estamos llamados a gozos superiores, a la plena comunión en el Amor de Dios, que es algo que ya ha empezado a actuar en este mundo, porque Jesús, vive entre nosotros, y con su palabra y su ejemplo nos enseña (nos mete en la cabeza) la exigente lógica del amor."
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 26 de septiembre de 2025

¿QUIÉN ES JESÚS?

 


 Un día estaba Jesús orando, él solo. Luego sus discípulos se le reunieron, y él les preguntó:
– ¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
– Unos dicen que Juan el Bautista; otros dicen que Elías, y otros, que uno de los antiguos profetas, que ha resucitado.
– Y vosotros, ¿quién decís que soy? – les preguntó.
Pedro le respondió:
– El Mesías de Dios.
Pero Jesús les encargó mucho que no se lo dijeran a nadie.
Les decía Jesús:
– El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.
(Lc 9,18-22)

Puede extrañarnos que Jesús no deje decir a sus apóstoles que Él era el Mesías; pero es que la gente tenía una idea muy equivocada del papel del Mesías. Lo veían como un guerrero que les libraría de los romanos y haría de ellos una gran potencia. No entendían que Jesús debía sufrir, que lo matarían. Que su poder radicaba en curar a los enfermos, ayudar a los débiles, perdonar nuestros pecados. Entregarse totalmente a todos, salvarnos del mal.

"Frente a las opiniones más o menos favorables sobre Jesús, que pueden provocar cierto interés hacia su persona, está la respuesta de fe, que Pedro apalabra hoy en nombre de todos los apóstoles y de todos los creyentes en Cristo Jesús: no es un profeta más, sino el que cumple todas las profecías.
Puede sorprender que Jesús, en vez de mandar proclamar esta verdad, prohíba a los apóstoles decírselo a nadie. Pero es que creer que Jesús es el Cristo no es suficiente, no significa todavía la madurez de la fe. Porque este mesianismo se interpretaba, incluso por los discípulos, de manera equivocada, como un mesianismo de poder, imposición y sometimiento, mientras que Jesús encarna un mesianismo de sufrimiento y entrega de la propia vida, que a los ojos humanos supone una derrota, aunque finalmente (al tercer día, es decir, no enseguida, aunque sí dentro de este tiempo en que vivimos) sea el triunfo del amor y de la vida nueva. Y para proclamar esta verdad es necesario que los que han creído en Jesús como Mesías asimilen y hagan suya esta forma difícil de mesianismo, de humildad y servicio, y no de fuerza y victoria.(...)"
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 25 de septiembre de 2025

ANUNCIAR A JESÚS


  
El rey Herodes oyó hablar de Jesús y de todo lo que hacía. Y no sabía qué pensar, porque unos decían que era Juan, que había resucitado; otros, que había aparecido el profeta Elías, y otros, que era alguno de los antiguos profetas que había resucitado. Pero Herodes dijo:
– Yo mismo mandé que cortaran la cabeza a Juan. ¿Quién, pues, será este de quien oigo contar tantas cosas?
Por eso Herodes tenía ganas de ver a Jesús.
(Lc 9,7-9)

Herodes pregunta por Jesús. Ignoraba quien era. Hoy también nos pueden preguntar quién es Jesús. Nuestra respuesta no debe ser con palabras, sino con actos. Actuando como la hacía Jesús, es como debemos anunciarlo a los demás. Nuestras palabras son inútiles si nuestra vida no es reflejo de la de Jesús. Si no amamos a todo el mundo, a los pobres , a los necesitados, a los perseguidos...todo lo que digamos no tendrá sentido.

"El breve cuadro que pinta Lucas en torno a la identidad de Jesús, que hasta interesa a Herodes, es una buena muestra de hasta qué punto casi todos estaban en la inopia. Atisban en Jesús algo extraordinario, y por eso lo identifican con grandes personajes del pasado, como Elías y otros profetas, o del presente, como Juan. A todos estos les faltaba el paso de la fe, que descubría que lo extraordinario de Jesús no está en prolongar la tradición profética, sino en cumplir todo lo que los profetas de ayer y de hoy han dicho, lo que Dios ha revelado por medio de ellos. Herodes, que parece que había sentido respeto por Juan, aunque otros respetos (humanos, demasiado humanos) le habían llevado a convertirse en su verdugo, también se interesa por ese Jesús, del que oía grandes cosas. Y quería verlo. Y lo vio, ya prisionero y acusado. Aunque su único interés en Jesús era curiosidad malsana. De ahí el silencio total con que Jesús le responde.
Más que oír chismes sobre Jesús y querer verlo por curiosidad, hay que escuchar lo que dice y contemplarlo con fe. Sólo así la escucha y el contacto adquieren valor salvífico. Sin ello, vivimos nuestra vida y orillamos a Dios, que, creemos, siempre puede esperar, y de este modo hacemos nuestra vida estéril. Si queremos dar frutos tenemos que ponernos manos a la obra de construir el templo de Dios. Ya sabemos que ese templo es la humanidad de Jesús. Escuchar su palabra y verlo con los ojos de la fe es el modo concreto de empezar a construir el verdadero templo de Dios, de hacer presente a Cristo en nuestro mundo, en nuestro momento histórico, allí donde nos ha tocado vivir."
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)

miércoles, 24 de septiembre de 2025

ANUNCIAR Y CURAR

 


 Reunió Jesús a sus doce discípulos y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y sanar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Les dijo:
– No llevéis nada para el camino: ni bastón ni bolsa ni pan ni dinero ni ropa de repuesto. En cualquier casa donde entréis, quedaos hasta que os vayáis del lugar. Y si en algún pueblo no os quieren recibir, salid de él y sacudíos el polvo de los pies, para que les sirva de advertencia.
Salieron, pues, y fueron por todas las aldeas anunciando la buena noticia y sanando enfermo
(Lc 9, 1-6)

Jesús nos pide que anunciemos su Reino y que curemos a los demás. Y para hacerlo nos pide que lo hagamos desde la sencillez. No son los medios lo que convertirán a los otros. Es nuestro ejemplo de vida entregada, sencilla, humilde. Y siempre debemos ayudar a los demás, no condenar. Ayudarles a apartarse del mal. Curarlos espiritualmente y físicamente. Es decir, haciendo lo que Él hizo. Amando a todo el mundo.

"Todos experimentamos momentos altos y bajos, de depresión y de entusiasmo. Los vivimos con diferente intensidad, dependiendo de nuestro carácter y de las circunstancias de la vida. Esta alternancia psicológica tiene también su versión religiosa: a veces nos sentimos agraciados y agradecidos, reconciliados con Dios y con los hermanos; y en otros momentos sentimos, sobre todo, nuestra condición pecadora, nuestra infidelidad, que nos aleja de Dios, de los demás, pero también de nosotros mismos, de nuestra verdad vital, en una suerte de exilio interior. Cada una de esas situaciones tiene sus bondades y sus peligros (sus tentaciones). En los buenos momentos, en los que nos gustaría quedarnos para siempre, como Pedro en el monte Tabor, tenemos el peligro de olvidar nuestra fragilidad, nuestra inclinación al pecado, y caer en el orgullo de creer que el bien del que disfrutamos lo hemos conquistado por nuestras propias fuerzas. En los malos momentos de depresión, tentación y pecado, podemos desesperar de la posibilidad del perdón y la reconciliación, olvidando que la reacción de Dios al pecado es salir en búsqueda de la oveja perdida.
Esdras es un buen ejemplo de cómo evitar esas tentaciones y peligros. En un momento de restauración del pueblo de Dios, de reconciliación y de fidelidad, Esdras recuerda los pecados pasados de Israel, esto es, su y nuestra condición pecadora, y que los bienes de los que disfruta ahora son pura gracia de Dios.
No otras son las condiciones de los apóstoles enviados por Jesús a abrirle camino anunciando el Evangelio. Se trata de pecadores perdonados, de enfermos curados, que viven reconciliados y agradecidos, y que no hacen otra cosa que transmitir y compartir con sencillez su propia experiencia de haber sido liberados por Cristo. Y lo que decimos de los apóstoles podemos decirlo que todo cristiano, porque todos participamos de la apostolicidad de la Iglesia."
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)

martes, 23 de septiembre de 2025

ESCUCHAR Y ACTUAR


 
 La madre y los hermanos de Jesús acudieron a donde él estaba, pero no pudieron acercársele porque había mucha gente. Alguien avisó a Jesús:
– Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte.
Él contestó:
– Los que oyen el mensaje de Dios y lo ponen en práctica, esos son mi madre y mis hermanos.

María es modelo para nosotros. Ella escuchaba y guardaba todo lo que veía de Jesús en su corazón. Ella exclamó "hágase en mi según tu palabra". Se declaró esclava del Señor. Siempre cumplió su voluntad.
Nosotros debemos hacer lo mismo y seremos los hermanos de Jesús. No sólo escuchar su Palabra, sino también ponerla en práctica. Actuar como Él actuó.

"(...) Nos resulta algo extraño, escandaloso incluso, que la verdadera madre de Jesús, María, se encuentre “fuera” del círculo, en la periferia. En realidad, no sabemos con precisión cómo mantuvo Jesús su relación con su madre durante su vida pública. Es de suponer que María siguió viviendo en Nazaret, con sus familiares más cercanos y por eso se encuentra con ellos. Lo que no suponemos, y sí sabemos, porque el mismo Lucas nos informa, es que María acogió en fe la palabra de Dios sin reservas: “hágase en mí según tu palabra”; que esa palabra se encarnó en su seno, y que por ella esa Palabra hecha carne puede ser escuchada por todos. María es para todos el ejemplo perfecto de lo que significa escuchar, acoger y poner en práctica la palabra de Dios. Escuchando y poniendo en práctica la palabra de Dios nos hacemos parecidos a Jesús, hermanos suyos; pero, al encarnar esa palabra, nos hacemos también parecidos a María, su madre."
(José María Vegas cmf, Ciudad Redonda)


lunes, 22 de septiembre de 2025

¿SOMOS LUZ?

 


Nadie enciende una lámpara para taparla con una olla o ponerla debajo de la cama, sino que la pone en alto para que tengan luz los que entran. De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a conocerse y ponerse en claro.
Así que oíd bien, pues al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo poco que cree tener se le quitará.

Hemos de ser luz para los que nos rodean. Nos quejamos de la falta de Fe de nuestra sociedad, de que las iglesias están vacías. Pero, ¿somos luz para los demás? Ven a Cristo en nosotros?

"Jesús es el Cristo, el Ungido del Señor, el Salvador único y definitivo de toda la humanidad que nos rescata del pecado y de la muerte y nos abre el camino a Dios. Pero a la sombra del único Cristo, hay otros “ungidos”, que por su función institucional o por su carisma personal, también cooperan a la obra de la salvación. A veces se trata de “pequeñas salvaciones”, dentro de los límites de este mundo, pero que también son importantes y abren horizontes de esperanza, de la que estamos tan necesitados. En Israel los sacerdotes, los reyes y los profetas eran ungidos, pequeños cristos, por su función mediadora. Pero también aparecían otros ungidos, incluso ajenos al Pueblo elegido, que, como instrumentos de Dios, realizaban acciones salvadoras, acordes con la voluntad de Dios. Así, por ejemplo, Ciro, sensible y abierto a la religión de Israel, y que propicia con su apertura un nuevo éxodo, tras la dura experiencia del destierro.
Jesús, el Cristo y luz del mundo, derrama el aceite de su unción y su luz sobre aquellos que están abiertos a la voluntad de Dios. Es importante tener la capacidad de ver esa unción y esa luz allí donde se encuentre, incluso, como en el caso de Ciro, fuera de los límites del Pueblo de Dios, la Iglesia. Pero los que hemos recibido la luz de la fe y la unción del bautismo estamos llamados de manera especial a ser luz, a dar testimonio de la salvación en Cristo. Es una gracia, pero también una responsabilidad: Jesús nos llama hoy con especial insistencia a asumir esa responsabilidad: no podemos ocultar la luz de la fe como si fuera un asunto privado; hemos recibido mucho, mucho tenemos que dar, no sea que nos acaben quitando lo que creemos tener
(José Mª Vegas cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 21 de septiembre de 2025

DIOS ES NUESTRA RIQUEZA

  


Jesús contó también esto a sus discípulos: Un hombre rico tenía un administrador que fue acusado de malversación de bienes. El amo le llamó y le dijo: ‘¿Qué es eso que me dicen de ti? Dame cuenta de tu trabajo porque no puedes seguir siendo mi administrador.’ El administrador se puso a pensar: ‘¿Qué haré ahora que el amo me deja sin empleo? No tengo fuerzas para cavar la tierra, y me da vergüenza pedir limosna... Ah, ya sé qué hacer para que haya quienes me reciban en sus casas cuando me quede sin trabajo.’ Llamó entonces uno por uno a los que tenían alguna deuda con el amo, y preguntó al primero: ‘¿Cuánto debes a mi amo?’ Le contestó: ‘Cien barriles de aceite.’ El administrador le dijo: ‘Aquí está tu recibo. Siéntate en seguida y apunta sólo cincuenta.’ Después preguntó a otro: ‘Y tú, ¿cuánto le debes?’ Este le contestó: ‘Cien medidas de trigo.’ Le dijo: ‘Aquí está tu recibo. Apunta sólo ochenta.’ El amo reconoció que aquel administrador deshonesto había actuado con astucia. Y es que, tratándose de sus propios negocios, los que pertenecen al mundo son más listos que los que pertenecen a la luz.
Os aconsejo que uséis las riquezas de este mundo malo para ganaros amigos, para que cuando esas riquezas se acaben haya quien os reciba en las moradas eternas.
El que se porta honradamente en lo poco, también se porta honradamente en lo mucho; y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. De manera que, si con las riquezas de este mundo malo no os portáis honradamente, ¿quién os confiará las verdaderas riquezas? Y si no os portáis honradamente con lo ajeno, ¿quién os dará lo que os pertenece?
Ningún criado puede servir a dos amos, porque odiará a uno y querrá al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero.
(Lc 16,1-13)

"El dinero genera en torno a sí un culto idolátrico. Es la idolatría de nuestro tiempo. Quien ofrece dinero, obtiene votos; quien se presenta adinerado recibe honor, gloria. Quien facilita el crecimiento económico es bien visto en cualquier institución. En la iglesia no llegamos a esos excesos. Pero sí que nos tienta el modelo empresarial de nuestra sociedad y no tenemos imaginación y creatividad suficiente para ensayar otro modelo alternativo, en el que no quedemos atrapados en las redes de esta religión idolátrica del dinero. Es una religión sin corazón. Dentro del sistema injusto nos vemos obligados a colaborar y a reproducir en pequeña escala el macrosistema. Un mundo, cuya economía funcionase según el proyecto de Dios, sería muy distinto del que ahora es. Porque todos seríamos hermanos, y habría suficiente para cada uno.
Hoy los comerciantes no hacen trampas, generalmente, pero la advertencia puede ser útil para muchos que viven su fe con una doble vara de medir, o como compartimentada: de lunes a sábado, como si Dios no existiera, con una jerarquía de valores “mundana” (el tener, el poder, el ser más que los otros), y el domingo, a Misa, para ser cristiano de diez a once de la mañana o de seis a siete de la tarde. Lo que dure la Eucaristía dominical.
Un dicho muy común en otro tiempo era éste: «la religión es la religión; los negocios son los negocios». También lo podríamos decir con otras palabras: «el templo es el templo; el mercado es el mercado (la Bolsa es la Bolsa)». No; Dios no es el fisco, pero nos pide cuentas de nuestras relaciones con los otros. Si eres empresario, ¿cómo tratas al obrero?; si eres rico, ¿cómo tratas al pobre? ¿Son para ti una mercancía con la que comercias a tu gusto? ¿Eres injusto en la vida mercantil y laboral?
Parece claro que el Señor nos quiere cristianos siete días a la semana, veinticuatro horas al día. Agradecidos por el don de la fe, con ganas de entrar en contacto con Él, y deseosos de ver a la comunidad cristiana en la que celebramos nuestra fe. Un aviso muy importante.
También es muy oportuno el recordatorio que hace san Pablo sobre la necesidad de la oración. En todas partes, recalca, y libres de enojos y discusiones, o sea, en paz. Orar por todos, pidiendo a Dios por los amigos y por los enemigos, para intentar parecernos un poco más cada día a nuestro Padre Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y quiere que todos se salven.
En la antigüedad el esclavo podía servir sólo a un único señor, y esto mismo vale en relación con Dios y el dinero. Son como dos adversarios en eterno conflicto. Aunque la lucha no se desarrolla directamente entre ellos, sino que ocurre en el interior del hombre, que es llamado a optar por servir a uno o a otro. El peligro de la riqueza es que puede llegar a ocupar el lugar de Dios, generando en forma misteriosa e inconsciente una forma de esclavitud y de culto. Los dos “servicios”, a Dios y al dinero, se mueven en planos de lógica opuestos. El servicio a Dios genera la lógica del amor y de la fraternidad, del dar y de la generosidad; el servicio al dinero, en cambio, la lógica del provecho personal, de la competencia, del tener y de la ambición. Con razón Jesús afirma que: “Ningún criado puede servir a dos señores, pues odiará a uno y amará al otro, o será fiel a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero”.
Nos gustaría favorecer a los dos: dar a Dios el domingo y al dinero los días ordinarios. No es posible porque ambos son maestros exigentes y excluyentes. No toleran que haya un lugar para otro en el corazón de una persona y, sobre todo, sus órdenes son opuestas. Uno dice “Compartir los bienes, ayudar a los hermanos, perdonar la deuda de los pobres…”. El otro se dice a sí mismo: “Piensa en tus propios intereses, estudia bien todas las maneras posibles de ganancias… cómo acumular dinero… quedarte todo para ti…’” Es imposible complacer a los dos.
Nuestro Dios quiere que todos los hombres se salven. Es posible vivir mucho mejor en la tierra. Por eso, hay que orar. Que las promesas de Dios no implican que abandonemos esta tierra, para cobijarnos en un supuesto cielo. Las peticiones son éstas: ¡Venga a nosotros tu Reino! ¡En la tierra como en el cielo! ¡Danos el pan! ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Espíritu Santo! Dios quiere hacer aquí su morada. La nueva Jerusalén baja. La vieja Jerusalén quería subir hasta el cielo y se convirtió en morada de demonios. La nueva Jerusalén instaura aquí en la tierra un nuevo sistema de comunión y solidaridad. Va bajando poco a poco y en algunos lugares de la tierra se hace presente. Dios hace nuevas las cosas. Ya lo notamos. Con nuestra ayuda."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)


sábado, 20 de septiembre de 2025

SER TIERRA FECUNDA

  

Mucha gente que estaba allí, más otra llegada de los pueblos, se reunió junto a Jesús, y él les contó esta parábola: “Un sembrador salió a sembrar su semilla. Y al sembrar, una parte de ella cayó en el camino, y fue pisoteada y las aves se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras, y brotó, pero se secó por falta de humedad. Otra parte cayó entre espinos, y al nacer juntamente los espinos, la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra, y creció y dio una buena cosecha, hasta de cien granos por semilla.”
Esto dijo Jesús, y añadió con voz fuerte: “¡Los que tienen oídos, oigan!”
Los discípulos preguntaron a Jesús qué significaba aquella parábola. Él les dijo: A vosotros, Dios os da a conocer los secretos de su reino; pero a los otros les hablo por medio de parábolas, para que por mucho que miren no vean y por mucho que oigan no entiendan.
Esto significa la parábola: La semilla representa el mensaje de Dios. La parte que cayó por el camino representa a los que oyen el mensaje, pero viene el diablo y se lo quita del corazón para que no crean y se salven. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y lo reciben con gusto, pero luego, a la hora de la prueba, fallan. La semilla que cayó entre espinos representa a los que oyen, pero poco a poco se dejan ahogar por las preocupaciones, las riquezas y los placeres, de modo que no llegan a dar fruto. Pero la semilla que cayó en buena tierra representa a las personas que con corazón bueno y dispuesto oyen el mensaje y lo guardan, y permaneciendo firmes dan una buena cosecha.
(Lc 8,4-15)

En esta parábola Jesús nos pide que seamos tierra fecunda. Y aunque seamos tierra fecunda, debemos cuidar la semilla de la parábola. Los que cuidamos plantas sabemos, que aunque la tierra sea buena, si no regamos, si no eliminamos otras hierbas que crecen alrededor, nuestra planta morirá. Si queremos ser tierra fecunda, debemos regarnos con la oración, rodearnos de buenas personas.

"Cuando escucho el pasaje del Evangelio que se nos propone hoy, recuerdo aquel de Mateo en el que Juan el Bautista afirma que Dios puede sacar hijos de Abraham de las piedras.
En esta parábola Jesús describe una especie de tipología de los seres humanos, confrontados con su respuesta al anuncio del mensaje y su capacidad o incapacidad para responder a tal anuncio.
La parábola presenta a un sembrador bastante descuidado o tal vez inexperto. Parece que echa la buena semilla a voleo y, como resultado, buen parte cae donde no es posible que germine. Quizás por eso los discípulos le ruegan que explique el significado de lo que acaban de oír. Y es por eso que recuerdo lo de los hijos de Abraham… Tal vez porque me identifico con el terreno pedregoso donde nada puede arraigar aunque también con los otros: el lleno de espinos y abrojos o el camino hacia el que vuelan los pájaros para comer las semillas. Rara vez con la buena tierra. Es posible que eso les pase a muchos. Y no me alegro por el “mal de muchos”, más bien siento pena por esta condición humana tan extendida. Los que hemos sido limpiados del pecado por el Bautismo no estamos del todo libres.
Le he preguntado a la IA por qué y esta es la respuesta: El Bautismo no borra todos los efectos del pecado original porque, si bien restaura la relación con Dios y elimina la culpa del pecado original, no elimina la inclinación al mal (concupiscencia), la debilidad de la naturaleza ni la condición de ser mortal, que son consecuencias persistentes del pecado que requieren un combate espiritual y la intervención divina para su superación final. (Se nota que IA ha consultado el Catecismo).
Siempre que recuerdo la parábola pido al Señor que tome este terreno estéril de mi alma y lo trasforme en tierra fecunda que produzca fruto. Os invito a hacer lo mismo.
Juan Pablo II canonizó a Andrés Kim Taegon junto a otros 103 mártires de Corea. En la oración colecta de hoy se dice: “Oh Dios […] que hiciste que la sangre de los santos […] fuera semilla fecunda de cristianos […] concédenos que fortalecidos por su ayuda avancemos continuamente siguiendo su ejemplo”. Que así sea."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

viernes, 19 de septiembre de 2025

TAMBIÉN SEGUÍAN A JESÚS

 


 Después de esto, Jesús anduvo por muchos pueblos y aldeas proclamando y anunciando el reino de Dios. Le acompañaban los doce apóstoles y algunas mujeres que él había librado de espíritus malignos y enfermedades. Entre ellas estaba María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; también Juana, esposa de Cuza, el administrador de Herodes; y Susana, y otras muchas que los ayudaban con lo que tenían.

Algunos, al leer o escuchar este evangelio, calificarán a Jesús y sus discípulos de machistas. Nada más alejado de la realidad. Nos hemos de situar en la época de Jesús. La mujer no contaba nada. Sin embargo Jesús las incorpora a su grupo de seguidores, cosa que no había hecho ningún profeta. A lo largo de todo el evangelio vemos la atención especial que tenía hacia ellas. Y, en el momento de la Resurrección, es a ellas a las primeras que se aparece y las manda comunicárselo a los apóstoles.
En la Iglesia, debemos plantearnos seriamente el papel de la mujer en ella. 

"Se ha dicho de Lucas que es el evangelista de las mujeres porque describe con sensibilidad cuánto se preocupó Jesús de ellas y cómo se incorporaron al grupo de sus discípulos, pero esas mujeres, muchas, aparecen también en los demás evangelios y están presentes desde el principio de la vida de la Iglesia hasta nuestros días.
En nuestra época esta presencia de las mujeres en la Iglesia es tema de debate dentro de las reivindicaciones feministas, con posturas muy diferentes y casi irreconciliables, pero no es este el espacio para el tema.
Lo cierto, a mi parecer, es que en los evangelios las mujeres tienen un papel más que relevante: empezando por Nuestra Señora. Ellas son testigos de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. También en su condición de mujer, ellas no compiten con los varones, colaboran y complementan. Tal es el enfoque de Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), Ida Görres, Gertrud von Le Fort y Alice von Hildebrand, entre otras. Según Stein, la mujer posee una vocación intrínseca a la maternidad y el cuidado, pero estas cualidades no deben entenderse de manera reductiva. Más bien se refieren a una capacidad de empatía, de acoger y acompañar al otro, que puede expresarse en múltiples ámbitos de la vida social.
Todos estamos llamados a llevar a cabo con la palabra y con la vida el mandato de Jesucristo: id y predicad a todas las gentes, anunciad la buena noticia, que llegue a todos la salvación… Y seguir a Jesús en comunión con la Iglesia es la misma llamada para todos. Allí donde estemos, con nuestras características y cualidades y también con nuestros defectos y limitaciones.
Hay que rogar incesantemente ser fieles, amar a Dios sobre todas las cosas y que Él nos llene de valentía y audacia para anunciar el Evangelio."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

jueves, 18 de septiembre de 2025

AMAR MUCHO

 


 Un fariseo invitó a Jesús a comer, y Jesús fue a su casa. Estaba sentado a la mesa, cuando una mujer de mala fama que vivía en el mismo pueblo y que supo que Jesús había ido a comer a casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume. Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con sus lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume. Al ver esto, el fariseo que había invitado a Jesús pensó: “Si este hombre fuera verdaderamente un profeta se daría cuenta de quién y qué clase de mujer es esta pecadora que le está tocando.” Entonces Jesús dijo al fariseo:
–Simón, tengo algo que decirte.
– Dímelo, Maestro – contestó el fariseo.
Jesús siguió:
– Dos hombres debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta: pero, como no le podían pagar, el prestamista perdonó la deuda a los dos. Ahora dime: ¿cuál de ellos le amará más?
Simón le contestó:
– Me parece que aquel a quien más perdonó.
Jesús le dijo:
– Tienes razón.
Y volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
– ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. No derramaste aceite sobre mi cabeza, pero ella ha derramado perfume sobre mis pies. Por esto te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien poco se perdona, poco amor manifiesta.
Luego dijo a la mujer:
– Tus pecados te son perdonados.
Los otros invitados que estaban allí comenzaron a preguntarse:
– ¿Quién es este que hasta perdona pecados?
Pero Jesús añadió, dirigiéndose a la mujer:
– Por tu fe has sido salvada. Vete tranquila.

Jesús le da una gran lección al fariseo. Lo importante no es el cumplimiento de normas y ritos. Lo importante es amar. Si hacemos las cosas por amor, llegan con toda seguridad a Dios. Lo que únicamente hacemos por obligación, posiblemente ni se lo mira.
Si pedimos perdón, si somos agradecidos, Jesús nos dirá que estamos salvados. Y no olvidemos que a Jesús lo encontramos en el pobre, el perseguido, el enfermo, el incomprendido...Debemos amarlos como al mismo Jesús.
 
"Hemos escuchado muchas veces lo que Lucas nos cuenta de la pecadora que lava con sus lágrimas y unge con un carísimo perfume los pies de Jesús. Seguramente tenemos en la mente la escena con todos sus detalles y es posible que nos preguntemos cómo se produjo algo tan insólito como que una mujer, cuyas andanzas eran bien conocidas, accediera a la casa del fariseo Simón y se acercara a Jesús… Y el anfitrión quedara mudo y quieto. Según Lucas, pensó que Jesús no podía ser un profeta. Y Jesús lee sus pensamientos y le propone la parábola del prestamista con dos deudores cuyas deudas son muy desiguales: cincuenta y quinientos denarios. Perdonados los dos, pregunta Jesús a Simón cuál de ellos le mostrará más amor y la respuesta es obvia: aquel a quien se le perdonó la deuda más alta.
Sigue hablando Jesús y compara con detalle la diferencia en el trato que ha recibido de Simón y el recibido de la pecadora. Desconsiderado y frío en un caso y amoroso hasta la exageración en el otro. ¿Lo entendería el fariseo? ¿Lo entendemos nosotros?
¿Qué significa que la pecadora había amado mucho? A lo mejor ese desbordamiento de amor es nostalgia del Bien, deseo de volver a un verdadero amor. Podemos llamarlo dolor de los pecados, arrepentimiento, ansia de ser sanados… Sin duda, la mujer supo que Jesucristo -hombre y Dios- conocía lo que guardaba en su corazón. Tal vez había escuchado alguna predicación de Jesús. Relatos como el del Hijo pródigo o el del Buen Samaritano, precisamente los que aparecen en el Evangelio de Lucas.
El poeta Dante le dio a San Lucas este apelativo: “el que describe la amabilidad de Cristo”. Muchos estudios se refieren al Evangelio de Lucas como al Evangelio de la misericordia, un relato que presenta a un Jesús muy cercano a los pecadores, enfermos, pobres y necesitados. Su obra refleja a Jesús como el Hijo de Dios que vino a salvar lo que estaba perdido. San Lucas quiere insistir en que el amor de Dios no tiene límites ni rechaza a quien desea arrepentirse y cambiar de vida.
Sería bueno que cuando acudamos a confesar nuestros pecados lo hagamos habiendo amado mucho la misericordia del Señor que no deja de querernos.
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

miércoles, 17 de septiembre de 2025

DEBEMOS COMPROMETERNOS

 


¿A qué compararé la gente de este tiempo? ¿A qué se parece? Se parece a los niños que se sientan a jugar en la plaza y gritan a sus compañeros: ‘Tocamos la flauta y no bailasteis; cantamos canciones tristes y no llorasteis.’ Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís que tiene un demonio. Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís que es un glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran los impuestos para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por todos sus resultados.
(Lc 7,31-35)

A veces hacemos todo lo posible para no comprometernos. Buscamos excusas para no seguir a Jesús. Como los niños, hacemos lo contrario de lo que toca. No seguimos a unos porque decimos que son "preconciliares". Tampoco seguimos a otros porque decimos que son demasiado avanzados. El resultado es que no nos movemos de nuestras rutinas y convertimos el seguimiento de Jesús en cuatro actos rutinarios hechos sin amor. 
Nos falta compromiso. Cambiar nuestra vida. Avanzar para cambiar el mundo acercándolo a los valores del Evangelio. Intentar seguir de veras a Jesús, entregándonos y amando a todos.

"Este es uno de los relatos evangélicos que hacen sonreír por la carga de ironía y humor que resultan un atractivo más de Jesús. El más hermoso de los hombres, el más sabio, el más exigente, el más cariñoso y el más bienhumorado.
Lucas pone en boca del Señor una especie de asombro algo teatral ante la gente que, o no sabe lo que quiere o que rechaza por principio cualquier autoridad que venga a proponer algo incómodo o nuevo. Y así, reprochan primero a Juan el Bautista su austeridad y reprochan a Jesús todo lo contrario. Ni la conducta de Juan, ni la de Jesús son aceptables para ellos. Los ayunos de Juan crean la sospecha de una acción demoníaca, el aprecio de Jesús por la buena mesa lo hace asemejarse a publicanos y pecadores. Las curaciones, el mensaje de liberación, su bondad en el trato… nada les convence. De entrada, parecen decir: hagas lo que hagas no te aceptamos.
Es evidente que al hablar de esa generación que se opone a Juan primero y luego a Jesús hay una referencia a los doctores de la ley, escribas y fariseos, aferrados a sus criterios y seguridades, que rechazan, por principio, toda novedad que, de alguna manera, venga a sacarles de sus casillas.
En otros momentos Jesús alabó la fe de los sencillos y pequeños a quienes Dios se ha revelado. Ahora dice de ellos que son hijos de la Sabiduría y le han dado la razón. Es decir se han puesto de su parte.
Que seamos humildes y sencillos es la condición para llegar a recibir la luz. Pidamos a nuestro Señor Jesucristo un limpio corazón capaz de abrirse a la salvación que viene de El. Que nos haga hijos de la sabiduría."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)

martes, 16 de septiembre de 2025

JESÚS NOS LEVANTA



 Después de esto se dirigió Jesús a un pueblo llamado Naín. Iba acompañado de sus discípulos y de mucha otra gente. Al acercarse al pueblo vio que llevaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo:
– No llores.
En seguida se acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús dijo al muerto:
– Muchacho, a ti te digo, ¡levántate!
Entonces el muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios diciendo:
– Un gran profeta ha aparecido entre nosotros.
También decían:
– Dios ha venido a ayudar a su pueblo.
Y por toda Judea y sus alrededores corrió la noticia de lo que había hecho Jesús.

Jesús, con este milagro, "levanta" a dos personas. A la viuda. Devolverle el hijo era devolverle la vida. Las viudas no tenían nada, no contaban nada. Ella dependía totalmente de su hijo.
Devuelve la vida a su hijo, como nos la devuelve a nosotros. Nos perdona nuestras faltas. Pero también nos ayuda a levantarnos en los momentos difíciles de nuestra vida. Jesús siempre levanta, porque Él es Amor.

"Si ayer meditábamos en el dolor de María, hoy el Evangelio nos presenta las lágrimas de una madre viuda que llora a su hijo muerto. Tal vez la viuda de Naím pueda pueda ser imagen de Santa María o de la Iglesia llorando por sus hijos “muertos”. Tal vez tu y yo y muchos estemos necesitados de una Voz soberana que nos diga con fuerza: ¡A ti te lo digo, levántate! Una Voz que nos levante de la tumba. Porque, casi sin darnos cuenta, igual estemos mas muertos que vivos. Dormidos tan profundamente que parecemos muertos porque en algún momento perdimos la gracia a fuerza de cesiones en detalles que estimamos poco importantes, caímos en cierto fariseísmo, nos acostumbramos a unas prácticas rutinarias, confundimos la libertad de los hijos de Dios con la pretensión de autosuficiencia, nos contaminamos con supuestos derechos humanos que no son tales…
Es posible que, con apariencia de vida, muchos que nos tenemos por creyentes e incluso hasta por cristianos ejemplares estemos muy necesitados de que Jesucristo nos levante de esa especie de muerte espiritual experimentada como un plácido estar. Un plácido estar… con una fe muerta o medio muerta, una esperanza no operante y activa y una caridad cómoda que siempre empieza por uno mismo y sigue en uno mismo.
La historia de la viuda de Naín nos enseña que, incluso en los momentos más difíciles y de mayor pérdida que son aquellos en los que ni siquiera nos paramos a pensar, Jesús está presente para restaurarnos. Como en Naín puede tocarnos sin temor por nuestra impureza. Él es el Señor de la vida y tiene el poder para transformar situaciones de desesperación no sentida como tal, en momentos de renovación y esperanza. Las súplicas de la Santísima Virgen y los ruegos de la Iglesia pueden alcanzarnos la misericordia de esa Voz poderosa que nos ordene con vigor a cada uno: a ti te lo digo, levántate."
(Virginia Fernández, Ciudad Redonda)