miércoles, 30 de abril de 2025

UN DIOS QUE ES AMOR

 


Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo.
El que cree en el Hijo de Dios no está condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no creer en el Hijo único de Dios. Los que no creen ya han sido condenados, pues, como hacían cosas malas, cuando la luz vino al mundo prefirieron la oscuridad a la luz. Todos los que hacen lo malo odian la luz, y no se acercan a ella para que no se descubra lo que están haciendo. Pero los que viven conforme a la verdad, se acercan a la luz para que se vea que sus acciones están de acuerdo con la voluntad de Dios.

Algo que a veces olvidamos, es que Dios es Amor. Jesús no murió en la Cruz para calmar a un Dios enfurecido que quería condenar a los hombres. Cristo murió para mostrarnos el Amor del Padre. Dios no es vengativo, siempre dispuesto a condenar...sino todo lo contrario. Es una Padre-Madre que nos ama, que desea lo mejor para nosotros y por eso envió su Hijo al mundo; para que tengamos la Vida eterna.
 
"Seguimos con el nacer de nuevo. Lo primero a lo que nos invita Jesús es a cambiar nuestra forma de entender a Dios. Porque no a otra cosa nos lleva la primera frase del evangelio de hoy: “Tanto amó Dios al mundo…”. Vamos a pararnos ahí porque es a donde nos tiene que llevar ese nacer de nuevo.
Decíamos que nacer de nuevo era mira la realidad con ojos nuevos y libres de prejuicios. Pues eso se tiene que aplicar en primer lugar a nuestra forma de creer en Dios. La imagen de Dios que tenemos en nuestra mente no surgió de repente un día que escuchamos el Evangelio o a un predicador hablar. Se fue formando poco a poco. Quizá en lo que decían nuestros padres. Es posible que en muchos de nosotros resuenen en nuestros oídos aquello de ”No hagas eso que Dios te va a castigar”. Y así, con esas palabras y otras muchas fue como en nuestra mente y en nuestro corazón se fue formando la imagen de un Dios controlador, vigilante, juez dispuesto siempre a condenar, que guarda en detalle cada uno de nuestros actos y pensamientos para lucirlos en el momento del juicio y utilizarlos como armas en contra nuestra.
De todo eso es de lo que nos tenemos que desprender para entrar en una nueva conciencia: “Dios es amor” y “Tanto amó Dios al mundo…”. Un Dios que es amor no es ni puede ser condenador sino salvador, misericordioso, paciente. Es un Dios que es siempre capaz de ver posibilidades nuevas donde nosotros no vemos más que callejones sin salida. Es un Dios que está siempre con la puerta abierta, sin condiciones. Es un Dios que acoge a todos y no excluye a nadie. Otra cosa sea que seamos nosotros los que le rechazamos. Pero, incluso en ese caso, él sigue con las manos abiertas y tendidas hacia nosotros. Porque no puede ser de otra manera. Porque es amor. Y el amor no puede más que amar. “No mandó a su Hijo para condenar al mundo sino para que el mundo se salve por él”. Acoger y vivir así a Dios, eso es nacer de nuevo."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 29 de abril de 2025

SENCILLEZ Y HUMILDAD



 Por aquel tiempo, Jesús dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que ocultaste a los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce realmente al Hijo, sino el Padre; y nadie conoce realmente al Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar. Aceptad el yugo que os impongo, y aprended de mí, que soy paciente y de corazón humilde; así encontraréis descanso. Porque el yugo y la carga que yo os impongo son ligeros.
(Mt 11,25-30)


Ayer toda España se quedó sin corriente eléctrica. De golpe nos encontramos todos sin recursos. No teníamos forma de comunicarnos sin internet, los móviles sin cobertura, sin radio...Nosotros que nos creíamos poderosos, nos descubrimos débiles y sin recursos. No pude evitar recordar los años ochenta, cuando llegué a África. Si allí hubiese ocurrido lo mismo, ni me abría enterado; porque en Togoville no teníamos electricidad. Teníamos un grupo electrógenos que poníamos en marcha tres horas durante la noche. Y vivíamos felices sin las malas sensaciones de ayer. Por eso entiendo el elogio que hace hoy Jesús de la sencillez. Entiendo que Dios ama a los que confían en Él. Los que toman su yugo, el de la entrega a los demás, el del Amor...
Nos sobra mucho orgullo y prepotencia.

lunes, 28 de abril de 2025

RECOMENZAR

 


Un fariseo llamado Nicodemo, hombre importante entre los judíos, fue de noche a visitar a Jesús. Le dijo:
–Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios a enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces si Dios no está con él.
Jesús le dijo:
– Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le preguntó:
– Pero ¿cómo puede nacer un hombre que ya es viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez dentro de su madre para volver a nacer?
Jesús le contestó:
– Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de padres humanos es humano; lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes si te digo: ‘Tenéis que nacer de nuevo.’  El viento sopla donde quiere y, aunque oyes su sonido, no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así son todos los que nacen del Espíritu.
(Jn 3,1-8)

En Catalunya, hoy la liturgia es la de Nuestra señora de Montserrat, que al ser ayer domingo, no pudo celebrarse. Como la página está dirigida a todos, os presento el evangelio del lunes de la 2ª semana de Pasqua.

Jesús nos dice que debemos nacer de nuevo. Otro día nos dijo que debíamos hacernos como niños. Jesús quiere que volvamos a empezar, que recomencemos. Debemos mirar con otros ojos y cambiar nuestra vida. Hacerla una vida regida por el Espíritu. Una vida nacida de la Palabra. Es así como conseguiremos el Reino.

"Vamos a empezar dándole un poco la razón a Nicodemo. Porque es que a veces Jesús se pone imposible. De repente, sale con eso de que hay que nacer de nuevo. Parece que no es consciente de lo mucho que nos asusta cualquier cambio, de que lo que aprendimos de pequeños se nos quedó tan grabado en nuestro cerebro que es muy difícil, dificilísimo, borrarlo y comenzar de nuevo. Lo que aprendimos de pequeños fueron las palabras de nuestros padres pero también lo que vivimos en la escuela –en las aulas y en el patio, que es también un lugar importante de aprendizaje–, lo que nos fue regalando la sociedad en que vivíamos por medio de los comentarios y opiniones oídos al azar, en la calle, en los medios de comunicación. Todo eso nos fue haciendo y conformando nuestra forma de ver el mundo, de entenderlo. La cabeza, como es normal se nos llenó de prejuicios. Muchos de ellos en sentido moral: esto es malo y aquello es bueno. Y con esa carga y bagaje hemos ido caminando muchos años. Es lo que nos ha permitido orientarnos en nuestro mundo, ir saliendo adelante. Pero también ha sido como unas gafas que han limitado lo que veíamos, la perspectiva. Tenía un poco bastante de razón Nicodemo. No es fácil nacer de nuevo, volver a comenzar cuando ya llevamos mucho camino hecho.
Y ahí se planta Jesús y le dice a Nicodemo que es necesario nacer de nuevo, dejar todo eso atrás y recomenzar, quitarnos las gafas y mirar al mundo con ojos nuevos. Con lo que nos cuesta y con lo cómodos que nos sentimos en esa forma de ser y comprender la realidad.
Pero es que Jesús rompe moldes. Hay que ver, lo reconoce Nicodemo, los signos que hace Jesús. El reino está presente. Dios ya no es el juez vengador sino el Padre que quiere reunir a sus hijos en la mesa de la fraternidad, más allá de todos los prejuicios que nos han acompañado durante toda la vida. Hay que nacer de nuevo porque a vino nuevo, odres nuevos (cf. Lc 5,37-39). Es difícil pero se puede. Sólo así podremos empezar comprender y vivir la novedad de Jesús."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 27 de abril de 2025

CREER EN JESÚS



 Al llegar la noche de aquel mismo día, primero de la semana, los discípulos estaban reunidos y tenían las puertas cerradas por miedo a los judíos. Jesús entró y, poniéndose en medio de los discípulos, los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y ellos se alegraron de ver al Señor. Luego Jesús dijo de nuevo:
– ¡Paz a vosotros! Como el Padre me envió a mí, también yo os envío a vosotros.
Dicho esto, sopló sobre ellos y añadió:
– Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedarán perdonados; y a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar.
Tomás, uno de los doce discípulos, al que llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Después le dijeron los otros discípulos:
– Hemos visto al Señor.
Tomás les contestó:
– Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo creeré.
Ocho días después se hallaban los discípulos reunidos de nuevo en una casa, y esta vez también estaba Tomás. Tenían las puertas cerradas, pero Jesús entró, y poniéndose en medio de ellos los saludó diciendo:
– ¡Paz a vosotros!
Luego dijo a Tomás:
– Mete aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado. ¡No seas incrédulo, sino cree!
Tomás exclamó entonces:
– ¡Mi Señor y mi Dios!
Jesús le dijo:
– ¿Crees porque me has visto? ¡Dichosos los que creen sin haber visto!
Jesús hizo otras muchas señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en él.

Ayer Marcos nos decía que los discípulos no creyeron a María Magdalena y a los discípulos de Emaús. Hoy vemos a Tomás que no cree. Nosotros, aunque no lo reconozcamos, hacemos como él. Queremos ver, tocar para creer. Jesús nos pide que confiemos en Él. Saberlo ver en el otro, saberlo ver en la Palabra. Esto es creer en Jesús.

"Sobre la importancia de la comunidad nos habla el Evangelio. Fuera de ella, Tomás no se puede encontrar con el Resucitado. Reunido con ella, se produce el encuentro y la confesión de fe. Y, frente al miedo a los judíos y las dudas sobre la presencia del Resucitado, la paz que emana del Señor. Esa paz que permite incluso afrontar la muerte con armonía, como hacen los mártires.
Si lo pensamos bien, todos los Apóstoles dudaron, no sólo Tomás. En realidad, san Lucas, por medio de Tomás, quiere ayudarnos a dar respuesta a esas dudas que pueden afectar a todos los creyentes, a todos los que no han visto al Señor resucitado, ni siquiera a los Discípulos, porque vivieron numerosos años después de la muerte de éstos. Porque a muchos les costaba creer. Les hubiera gustado tocar las llagas del Resucitado, para comprobar que es Él. Como a muchos cristianos de hoy.
Con el relato de las apariciones, en el día primero de la semana – cuando también nosotros nos reunimos ahora – el evangelista Lucas nos da las claves para poder entender lo que significa creer en la resurrección del Maestro. No se trató de un hecho físico, sino de algo sobrenatural, invisible a los ojos, pero accesible a los que tienen fe. Por eso, “dichosos los que crean sin haber visto”. El cuerpo resucitado, glorificado, no está delimitado por el espacio y el tiempo; se extiende hasta donde el Espíritu se extiende; se hace presente en el tiempo en el que el Espíritu está presente.
Cuando nos preguntamos ¿qué vieron los discípulos?, podemos responder: su visión no fue óptica, con los ojos naturales. Vieron porque Dios les permitió ver, contemplar «misteriosamente» la realidad del Señor resucitado. Jesús resucitado no está en un solo lugar, sino en todo lugar; en un tiempo, sino en todos los tiempos; en una persona, sino en todas las personas. Le ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Ver al Señor es verlo todo. Es ver la humanidad y su historia «de otra manera», es ver la naturaleza «de otra manera», es verse a uno mismo «de otra manera», es ver a Dios «de otra manera».
La visión de Jesús resucitado responde a su aparición o sus apariciones. Sin aparición no se puede ver. Dios Padre tiene la iniciativa: él hace que podamos «ver», por eso, «nos muestra a Jesús, fruto bendito de su vientre», a «su Hijo unigénito». Hoy en día, somos cristianos si nos es concedida la gracia de una auténtica aparición pascual. El Señor Resucitado sigue apareciendo. Ver de esa forma es «creer». Es sentirse distinto, renacido, como una criatura nueva.
La verdadera fe no consiste en no ver físicamente, sino en «ver» de otra manera, dejar que la Revelación y Aparición del Señor nos saquen de nuestra ceguera, de nuestros límites estrechos. Por eso, quien así contempla y ve, es «bienaventurado». Tenemos el Evangelio, en el que resuena la voz de Cristo. Esa voz que las ovejas conocen, y por la que se sienten atraídos. Esa voz que nos sigue llamando, y hablando de la misericordia de Dios. Como lo hizo el Papa Francisco.
Esos benditos por creer sin haber visto somos nosotros. Al igual que los Discípulos, estamos invitados a ser portadores de la paz de Cristo, a sanar con nuestras acciones y palabras, y a anunciar con valentía la Buena Nueva de Jesús. Que así lo hagamos, Señor. Amén."
(Alejandro  cmf, Ciudad Redonda)

sábado, 26 de abril de 2025

EL DIOS DE LA VIDA

 


Jesús, después de resucitado, al amanecer el primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. Ella fue y lo comunicó a los que habían andado con Jesús, que entonces estaban tristes y llorando. Al oirla decir que Jesús vivía y que ella le había visto, no la creyeron.
Después se apareció Jesús, bajo otra forma, a dos de ellos que caminaban dirigiéndose al campo. Estos fueron y lo comunicaron a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron
Más tarde se apareció Jesús a los once discípulos, mientras estaban sentados a la mesa. Los reprendió por su falta de fe y su terquedad, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: “Id por todo el mundo y anunciad a todos la buena noticia.

Hoy no añado nada al comentario que hace Fernando Torres. Creo que debemos reflexionar profundamente lo que nos dice. Meditar el Dios que nos presenta. El Dios de la Vida.

"Va terminando la octava de Pascua. Ocho días para celebrar y asimilar la resurrección de Jesús, para darnos cuenta de que la historia no termina en la cruz sino que, a través del silencio del Sábado Santo, la historia culmina de verdad en la resurrección, algo misterioso, algo que se nos escapa, algo que va más allá de nuestra comprensión. Pero algo que nos devuelve la esperanza y nos hace mirar al futuro con serenidad. Más allá de la muerte está la vida que es Dios. Más allá del mal está el Reino, porque Dios, el Padre de Jesús y padre nuestro, no puede dejar que todo termine en la muerte.
Pero ni entonces ni ahora parece que esto de la resurrección haya sido fácil de asimilar. El texto evangélico de hoy, tomado del Evangelio de Marcos, parece un resumen de lo que hemos leído a lo largo de la semana. Pero con un añadido importante: la incredulidad de los discípulos. En el texto se hace alusión a la aparición de Jesús a María Magdalena y cómo ésta fue a contárselo a los discípulos pero estos “al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron”. Luego, el texto retoma el relato de los de Emaús, que también vivieron un encuentro muy especial con Jesús resucitado. “También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron”. Y culmina con una aparición de Jesús resucitado a los Once, que estaban (¡qué casualidad!) comiendo. Y lo que hace Jesús es precisamente echarles en cara su incredulidad.
No debió ser fácil para los discípulos comprender y asimilar que Jesús había resucitado, que había vuelto a la vida. No es fácil tampoco para nosotros por más que lo repitamos y que, al celebrarlo año tras año, nos parezca un hecho sabido y conocido y asimilado. Quizá nos sabemos la historia, pero no estoy tan seguro de que lo hayamos asimilado con todo lo que significa para nuestras vidas, para nuestra fe: el Dios de Jesús, el Abbá, ha devuelto a la vida a Jesús. No es una vida como la nuestra. Es la vida plena. Es la Vida. Ahora todo lo anterior cobra sentido. Dios no es el vengador ni el justiciero ni el fiscal, es el Dios de la Vida, que se preocupa por sus hijos e hijas, que nos abre un camino de esperanza, allá donde nosotros no vemos más que muerte y destrucción. Con Jesús resucitado podemos creer y confiar. Creer y confiar."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)


viernes, 25 de abril de 2025

ES EL SEÑOR

 


Después de esto, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del lago de Tiberias. Sucedió de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que llamaban el Gemelo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de Jesús. Simón Pedro les dijo:
– Me voy a pescar.
Ellos contestaron:
– Nosotros también vamos contigo.
Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada. Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que fuera él. Jesús les preguntó:
– Muchachos, ¿no habéis pescado nada?
– Nada - le contestaron.
Jesús les dijo:
– Echad la red a la derecha de la barca y pescaréis.
Así lo hicieron, y luego no podían sacar la red por los muchos peces que habían cogido. Entonces aquel discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro:
– ¡Es el Señor!
Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se lanzó al agua. Los otros discípulos llegaron a la playa con la barca, arrastrando la red llena de peces, pues estaban a cien metros escasos de la orilla. Al bajar a tierra encontraron un fuego encendido, con un pez encima, y pan. Jesús les dijo:
– Traed algunos peces de los que acabáis de sacar.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo:
– Venid a comer.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio; y lo mismo hizo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.

El discípulo amado es el primero en reconocerlo. Junto al lago, en el que vuelve a realizarse una pesca milagrosa, encuentran a Jesús. Como en todos los encuentros tras su Resurrección , comen juntos. El evangelio nos está indicando que nuestra Fe debe ser comunitaria, compartida. Nosotros hemos convertido la Eucaristia en un conjunto de ritos. Jesús nos indica que la Eucaristía es compartir, es Unión.

"No conocemos muy bien cómo fue la reacción de los discípulos ante la muerte de Jesús. Hay diversas versiones. Desde que se quedaron en Jerusalén pero encerrados en una casa por miedo a los judíos hasta que volvieron a sus tareas habituales. La mayoría a su Galilea natal, donde probablemente se sentían más seguros. La muerte de Jesús significaba en principio el fin de todas sus ilusiones. Quizá está vuelta a Galilea sea lo más probable. Pero allá les va a buscar Jesús.
El relato de hoy sitúa a un grupo de los apóstoles en Galilea. Han vuelto a la pesca porque la vida ha vuelto a sus inercias. Hay que pescar para sobrevivir. A veces la pesca es abundante y a veces no se encuentra nada. Trabajo inútil. Vuelta a empezar. Es la vida de los pobres.
Hasta ahí llega Jesús, el resucitado. Es otro encuentro más. No es un fantasma. No es una aparición terrible. Es alguien que habla sencillamente con ellos. No le reconocen al primer momento. Necesitan un tiempo para asimilar que es Jesús, el mismo al que seguían y que había despertado en sus corazones la promesa del reino, que les había hablado de Dios como un padre de amor y misericordia que cuida de sus hijos. El mismo con el que habían compartido la mesa tantas veces.
Y Jesús les invita a compartir lo que tienen: el pan y el pescado. Comen juntos. Se van dando cuenta poco a poco. “Es el Señor”. No tienen palabra. El asombro los deja mudos. ¿Cómo es posible? Murió en la cruz. Perdió la apuesta. Su confianza en el Padre no valió para nada. Ganaron los judíos que querían su eliminación. Y Dios no hizo nada. Todo el mundo lo sabe. Pero ahora está vivo. ¿Cómo? ¿De qué manera? La sorpresa, la extrañeza, la admiración… No hay palabras. No se atreven a hablar pero comen de lo que Jesús les da. Y se dan cuenta de que ahora todo lo vivido con Jesús recobra sentido, su muerte en la cruz también. Se abre ante ellos un nuevo mundo, un nuevo futuro, que va mucho más allá de su vida rutinaria de pescadores. El mundo les espera. Tienen una misión, una esperanza que anunciar a todos."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

jueves, 24 de abril de 2025

ESTABA ESCRITO

 


Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan
Todavía estaban hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo:
– Paz a vosotros.
Ellos, sobresaltados y muy asustados, pensaron que estaban viendo un espíritu.  Pero Jesús les dijo:
– ¿Por qué estáis tan asustados y por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tocadme y mirad: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.
Al decirles esto, les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó:
– ¿Tenéis aquí algo de comer?
Le dieron un trozo de pescado asado, y él lo tomó y lo comió en su presencia. Luego les dijo:
– A esto me refería cuando, estando aún con vosotros, os anuncié que todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos, tenía que cumplirse.
Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
– Está escrito que el Mesías tenía que morir y que resucitaría al tercer día; y que en su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas.

Estaba escrito. Los apóstoles no lo entendían y nosotros seguimos sin entenderlo. Jesús nos muestra sus llagas, los pobres, los perseguidos, los inmigrantes...y seguimos sin verlo. 
Sigue invitándonos a la Eucaristía y a que lo anunciemos a todo el mundo. Pero, como no acabamos de reconocerlo, anunciamos ritos, dogmas...pero no lo anunciamos a Él.

"Leo el texto evangélico de hoy y se me quedan algunas palabras o ideas resonando en la cabeza. Paz, comida compartida, escrituras explicadas y entendidas, testigos enviados. Y el resumen sería “Eucaristía”.
Lo primero es la paz. La presencia de Jesús resucitado no es como la de esos aparecidos de las películas de terror, muertos que amenazan a los vivos. Es una presencia de paz. Dios no es una amenaza para nosotros. En la vida hay muchas cosas que nos pueden inquietar, hay situaciones de conflicto, hay decisiones difíciles que debemos tomar. Todo eso nos inquieta y nos quita la paz. Pero Dios nos trae la paz. Nos anima a levantarnos, asumir nuestras responsabilidades y tomar las decisiones que haya que tomar. Pero él no es la causa de ningún conflicto. Él es siempre fuente de paz y vida.
Otra vez, tenemos una comida compartida. Porque en la mesa es donde se fraguan las amistades, los corazones se abren y la vida se hace más plena. La vida se hace en la fraternidad, no en la soledad egoísta. Por eso, la Eucaristía, aunque a veces tan ritualizada y estereotipada, sigue siendo el centro de la vida cristiana, el mejor símbolo del reino.
En la mesa no solo se come. Se habla, se dialoga, se explica. También vemos en el texto como Jesús explica el sentido de su vida y de su muerte a los discípulos. En la mesa, en el diálogo se abre el entendimiento y el corazón.
Pero los cristianos no estamos llamados a mirarnos el ombligo en una adoración perpetua. La Eucaristía, la vida cristiana, nos lanza al testimonio de vida y al anuncio del reino. El mensaje de Jesús no es para mí solo, es para todos. El amor –Dios es amor– es naturalmente expansivo y abierto a todos. El discípulo que siente la paz en su corazón, la paz de Jesús, que ha compartido la mesa de la fraternidad, que ha escuchado y dejado que la Palabra le llegue al corazón, se convierte en testigo de Jesús. Las paredes de nuestras Iglesias se quiebran y se hacen puertas abiertas por las que salimos al mundo y a la vida para anunciar la esperanza a todos los hombres y mujeres de nuestro mundo."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)



miércoles, 23 de abril de 2025

CAMINAR CON ÉL

 


Dos de los discípulos se dirigían aquel mismo día a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban hablando de todo lo que había pasado. Mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. Pero, aunque le veían, algo les impedía reconocerle. Jesús les preguntó:
– ¿De qué venís hablando por el camino?
Se detuvieron tristes, y uno de ellos llamado Cleofás contestó:
– Seguramente tú eres el único que, habiendo estado en Jerusalén, no sabe lo que allí ha sucedido estos días.
Les preguntó:
– ¿Qué ha sucedido?
Le dijeron:
– Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de los sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperanza de que él fuese el libertador de la nación de Israel, pero ya han pasado tres días desde entonces. Sin embargo, algunas de las mujeres que están con nosotros nos han asustado, pues fueron de madrugada al sepulcro y no encontraron el cuerpo; y volvieron a casa contando que unos ángeles se les habían aparecido y les habían dicho que Jesús está vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres habían dicho, pero no vieron a Jesús.
Jesús les dijo entonces:
– ¡Qué faltos de comprensión sois y cuánto os cuesta creer todo lo que dijeron los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado?
Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas.
Al llegar al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante; pero ellos le obligaron a quedarse, diciendo:
– Quédate con nosotros, porque ya es tarde y se está haciendo de noche.
Entró, pues, Jesús, y se quedó con ellos. Cuando estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero él desapareció. Se dijeron el uno al otro:
– ¿No es cierto que el corazón nos ardía en el pecho mientras nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras?
Sin esperar a más, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos. Estos les dijeron:
– Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan.

Jesús se deja encontrar por aquellos dos discípulos. Y mientras hacen camino juntos, les explica el sentido de las escrituras. Como ven que se hace de noche le invitan a quedarse en Emaús con ellos. Y es en la mesa, al partir el pan, cuando lo reconocen.
Jesús hace camino con nosotros, pero no lo reconocemos. Ese niños, es pobre, ese inmigrante...son Jesús que nos compaña, pero solamente cuando le invitamos a quedarse, cuando compartimos con ellos, al partir (y repartir) el pan, vemos que es Él.

"Hace unos años asistí a una boda. Los novios provenían de un grupo juvenil de una parroquia y allí estaban todos sus amigos. La celebración fue muy bien no solo porque el cura lo hizo bien, sencillo, cercano y breve, sino porque la participación de la comunidad en sus cantos, en sus respuestas, en su forma de estar fue muy alta. Recuerdo que a la salida uno de los familiares del novio, que no era de mucha misa, dijo que a él le gustaría que su boda fuese así. Estuvo muy claro que la celebración no fue un rito estereotipado sino una verdadera celebración, llena de calor humano y de espíritu. Fue una comunidad viva que celebraba en presencia de Jesús el amor y compromiso de los novios.
Viene esto a decir que, desgraciadamente, muchas de nuestras celebraciones sacramentales son frías y faltas de vida. Nada que ver con este texto del evangelio de hoy, el relato de los discípulos de Emaús, que si no es la descripción de una eucaristía de los primeros cristianos le falta muy poco. Leo el texto y me imagino aquellas primeras comunidades que, sin muchas alharacas ni inciensos pero llenos de fe, se reunían en la casa de alguno de ellos, recordaban las palabras de Jesús, las comentaban, se animaban unos a otros y compartían el pan y el vino, como había hecho Jesús en la última cena (y en tantas otras comidas de Jesús con los que le seguían, con los pecadores…). En aquellas celebraciones había pocas normas y mucha vida, mucha fe, mucha comunión. Y eso es lo que da verdadero valor a la celebración.
Dice el texto de Lucas que los de Emaús reconocieron a Jesús al partir el pan y que fue entonces cuando se dieron cuenta de cómo ardía su corazón mientras que les hablaba por el camino y les explicaba las Escrituras. Eso nos habla de la presencia real de Jesús en medio de la comunidad que celebra. Sin una comunidad viva, la Eucaristía se nos convierte en un rito sin mucho sentido o una devoción más. Y no es eso.
Quizá tendríamos que repensar nuestras Eucaristías y cómo las celebramos. Y cada uno pensar en cómo participamos. No se trata de que el cura lo haga mejor o peor. Por muy bien que lo haga sin una comunidad viva y celebrante…"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

martes, 22 de abril de 2025

LA LLAMÓ POR SU NOMBRE

  


María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Y llorando como estaba, se agachó a mirar dentro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies. Los ángeles le preguntaron:
– Mujer, ¿por qué lloras?
Ella les dijo:
– Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
 Apenas dicho esto, volvió la cara y vio allí a Jesús, aunque no sabía que fuera él. Jesús le preguntó:
– Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que era el que cuidaba el huerto, le dijo:
– Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, para que yo vaya a buscarlo.
Jesús entonces le dijo:
– ¡María!
Ella se volvió y le respondió en hebreo:
– ¡Rabuni! (que quiere decir “Maestro”).
Jesús le dijo:
– Suéltame, porque todavía no he ido a reunirme con mi Padre. Pero ve y di a mis hermanos que voy a reunirme con el que es mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios.
Entonces fue María Magdalena y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también lo que él le había dicho.

Para reconocer a Jesús, no sólo hay que girarse y mirarlo, sino escuchar que nos llama por nuestro nombre. Como Magdalena, Jesús está junto a nosotros en el niño, el pobre, el perseguido, el inmigrante...Lo miramos, pero no lo vemos. Para reconocerlo hay que escuchar en nuestro interior su voz que nos llama por nuestro nombre. Vemos al niño pesado, al pobre que pide y nos molesta, al perseguido que decimos, por algo será, al emigrante que queremos echarlo de nuestro país, olvidando que todos somos descendientes de emigrantes...Hasta que en nuestro interior, oímos que pronuncia nuestro nombre, nos dice que es Él y nos envía a anunciarlo a los demás. ¿Por qué, después de tantos años, seguimos sin reconocerlo?
 
"A veces me he preguntado si Dios ha hecho estudios no de marketing sino de anti-marketing. Porque realmente no se vende nada bien. Vamos por el segundo día de la octava de Pascua. Los evangelios de estos días nos ofrecen los relatos de las apariciones, es decir, de cómo Jesús se fue haciendo el encontradizo con su gente para devolverles la esperanza después de aquella semana terrible que había culminado con su muerte en la cruz. Pero no parece que este gran acontecimiento de la resurrección fuese bien planificado por Dios en el sentido de darlo a conocer, de que llegase a la mayor cantidad de gente posible. Más bien, lo contrario.
En el texto de hoy la protagonista es María Magdalena. Otra vez una mujer. Recordemos que el testimonio de una mujer no era válido en los tribunales de aquellos tiempos. En la práctica eso significaba que las opiniones de las mujeres no eran tenidas en cuenta. Así de sencillo. Ni en los tribunales ni fuera de los tribunales. Las mujeres eran consideradas como gente inferior. Pues Jesús se empeña en aparecerse a una mujer y precisamente a María Magdalena, que la tradición nos ha pintado siempre como una prostituta. ¿Qué valor podían tener sus palabras?
Además, parece que Jesús no es plenamente reconocible. María le confunde con el hortelano. Y María conocía bien a Jesús. Y le quería mucho como demuestran sus lágrimas. Menos mal que hay un momento de encuentro. Aquel “María” de Jesús hace que sus ojos se abran y le reconozca. Con los ojos y, más importante, con el corazón. No sólo eso. Le encarga que vaya a comunicar a sus otros discípulos que ha resucitado, que está vivo y que la relación con Dios, su Padre, su Abbá, no solo no se ha perdido con su condena y muerte en cruz sino que se ha reforzado.
¡Una mujer para comunicar mensaje tan importante! Realmente el marketing no es la especialidad de Dios. Pero también es verdad que nos habríamos perdido estos encuentros tú a tú con Jesús, capaces de transformar la vida de las personas. ¿Por qué no hacemos la prueba y dejamos que Jesús nos llame por nuestro nombre y que su voz nos llegue al corazón?"
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

lunes, 21 de abril de 2025

ID Y DECID A MIS HERMANOS

 


Las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero, a la vez, con mucha alegría, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En esto, Jesús se presentó ante ellas y las saludó. Ellas, acercándose a Jesús, le abrazaron los pies y le adoraron. Él les dijo:
– No tengáis miedo. Id a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y que allí me verán.
Mientras las mujeres iban de camino, algunos soldados de la guardia llegaron a la ciudad y contaron a los jefes de los sacerdotes todo lo que había sucedido. Estos jefes se reunieron con los ancianos para, de común acuerdo, dar mucho dinero a los soldados y advertirles:
– Decid que durante la noche, mientras dormíais, los discípulos de Jesús vinieron y robaron el cuerpo. Y si el gobernador se entera de esto, nosotros le convenceremos y os evitaremos dificultades.
Los soldados tomaron el dinero e hicieron como se les había dicho. Y esa es la explicación que hasta el día de hoy circula entre los judíos.


No tener miedo. Es la frase que dice Jesús cuando se parece a los discípulos tras su Resurrección. No acaban de reconocerlo. Ahora es con los ojos del Amor, con nuestro interior, que debemos mirarlo. 
Les dice a los mujeres que vayan a anunciarlo a sus hermanos. Luego, antes de la Ascensión, nos pedirá que vayamos a anunciarlo a todo el mundo. 
 
"Realmente esta historia de Jesús no empezó nada bien. A nosotros nos gustan las grandes celebraciones: mucha gente, muchos celebrantes, muchos cantos, mucho incienso… Todo muy solemne. Casi como si fuese una liturgia celestial. Pero la verdad es que la historia no empezó así.
Empezó, lo recordamos hace unos meses, en un pesebre, cueva o cuadra. Ese fue el palacio donde nació nuestro señor. A lo largo de su vida la historia no fue a mejor. Jesús se movió sobre todo por los caminos de Galilea, hablando y viviendo con la gente más sencilla, con los pecadores, con los enfermos. Era gente marginal. Nada que ver con el centro de poder o del mundo religioso de la época.
Y el final fue ya estruendosamente malo: crucificado y, todo un signo, fuera de los muros de Jerusalén, la ciudad santa. Ahora dicen, decimos, que resucitó. Pero ni con esas mejoramos. Para empezar, los primeros testigos de la resurrección no fueron ellos, los apóstoles, ni siquiera Pedro que era su líder, nombrado por el mismo Jesús. Los primeros testigos de la resurrección fueron “ellas”. Alguno ya pensará que este comentarista ya le está dando al feminismo tan en vigor hoy. Nada de eso. Es que, nos guste o no, en la época de Jesús el testimonio de las mujeres no tenía valor. Así de sencillo y de directo. Por eso resulta más chocante, y revolucionario si cabe, que Dios escoja a las mujeres para ser las primeras en dar testimonio de la resurrección de Jesús, que es y será siempre el fundamento, la piedra clave, el centro de nuestra fe.
Y para poner peor las cosas, los sacerdotes y los ancianos se encargan de manipular sin miedo ni vergüenza a la opinión pública divulgando una mentira: que los discípulos habían robado el cuerpo. Y muchos lo siguen pensando.
Conclusión: Dios está más allá de nuestras posibilidades. La resurrección no es cuestión de testigos. No se toca ni se ve. Es cuestión de fe. Creemos que Jesús ha resucitado y que así nos ha abierto a todos la puerta de la vida. Por eso, vale la pena seguir luchando por el reino. A pesar de los pesares."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

domingo, 20 de abril de 2025

LLENOS DE ESPERANZA

 

El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, y vio quitada la piedra que tapaba la entrada. Corrió entonces a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, aquel a quien Jesús quería mucho, y les dijo:
– ¡Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Se agachó a mirar y vio allí las vendas, pero no entró. Detrás de él llegó Simón Pedro, que entró en el sepulcro. Él también vio allí las vendas, y vio además que la tela que había servido para envolver la cabeza de Jesús no estaba junto a las vendas, sino enrollada y puesta aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio lo que había pasado y creyó. Y es que todavía no habían entendido lo que dice la Escritura, que él tenía que resucitar.

El año Jubilar tiene como lema "Peregrinos de Esperanza". Es Jesús resucitado el que nos llena de esperanza. Porque Él resucitó, nosotros podemos esperar la llegada del Reino, la vida eterna.
Nos encontramos en un mundo lleno de guerras, injusticias, en que parece que el mal triunfa por todas partes. Pero la Resurrección del Señor nos dice que Él sigue entre nosotros. Nos da la esperanza de que todo puede cambiar. Eso sí, debemos seguirle e imitarle. Debemos entregarnos y amar a los demás. Es esta entrega y este Amor los que pueden hacer que el Reino ya esté aquí. El Reino del Amor.

(...) El Evangelio comienza cuando todo está oscuro, sin vida, y termina con la sensación, mejor, con la certeza de que, verdaderamente, ha resucitado el Señor. Una mujer, movida por el amor, va a cumplir con los ritos, pero se encuentra con la tumba abierta. A la carrera, va a buscar a Pedro y al discípulo amado que, también a la carrera, van al sepulcro, a confirmar lo que les ha dicho la mujer.
En ese sepulcro vacío, los dos solos, viendo las vendas recogidas y el sudario enrollado, creyeron, entendieron todo lo que Cristo les había estado enseñando los últimos tres años. Delante de esos signos de muerte, empiezan a creer en la Vida. Pero, para ello, hay que hacer un proceso, un camino que tiene que estar iluminado por la Palabra y por la comunidad cristiana.
Hoy la vida vuelve a empezar, Dios la re-crea y nos re-crea, nos da una nueva oportunidad para hacer mejor las cosas, para ser mejores también nosotros, para hacer mejor el mundo en el que vivimos y tratar mejor a las personas con las que convivimos. Hoy, “el primer día de la semana”, Jesús resucitado nos dice que vivir de otra manera es posible, que la vida tiene sentido, a pesar de las dificultades, de las frustraciones y de los fracasos, que no nos dejemos vencer por el mal, por lo negativo, porque siempre es posible resucitar.
Vamos a acoger esta nueva oportunidad que Dios nos da y vamos a renovar nuestro Bautismo, nuestro compromiso con Él y con los que están a nuestro alrededor, especialmente con los más pobres y necesitados. Renunciemos a todo lo que se opone al estilo de vida que Jesús nos ofrece y hagamos opción por una vida vivida desde la fe en Jesús resucitado.
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)