sábado, 2 de agosto de 2025

EL PRECURSOR

  


Por aquel mismo tiempo, Herodes, que gobernaba en Galilea, oyó hablar de Jesús y dijo a los que tenía a su servicio:
– Ese es Juan el Bautista. Ha resucitado, y por eso tiene poderes milagrosos.
Es que Herodes había hecho apresar a Juan, y lo había encadenado en la cárcel. Fue a causa de Herodías, esposa de su hermano Filipo, pues Juan decía a Herodes:
– No puedes tenerla por mujer.
Herodes quería matar a Juan, pero temía a la gente, porque todos tenían a Juan por profeta. En el cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías salió a bailar delante de los invitados, y le gustó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle cualquier cosa que le pidiera. Ella entonces, aconsejada por su madre, le dijo:
– Dame en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.
Esto entristeció al rey Herodes, pero como había hecho un juramento en presencia de sus invitados, mandó que se la dieran. Envió, pues, a que cortaran la cabeza a Juan en la cárcel. Luego la pusieron en una bandeja y se la dieron a la muchacha, y ella se la llevó a su madre.
Más tarde llegaron los seguidores de Juan, que tomaron el cuerpo y lo enterraron. Después fueron y dieron la noticia a Jesús.
(Mt 14,1-12)

La figura de Juan Bautista es la del precursor de Jesús. Juan entrega su vida por decir la Verdad, por anunciar la llegada del Salvador. Acaba ajusticiado por Herodes. Jesús nos anuncia al Padre, la Verdad, el camino de la Salvación y entrega su vida por nosotros, para que todo se cumpla. Siguiéndole a Él, es decir, entregándonos, lograremos que el Reino se haga presente ya en este mundo.

"Quizá nos podamos preguntar a qué viene esta historia de Juan el Bautista, Herodes y Herodías dentro de los Evangelios. A mí se me hace una clarísima forma de llevarnos a una mejor comprensión de lo que es el reino. Porque en la historia vemos precisamente la realidad más opuesta al reino que anuncia a Jesús que podamos imaginar.
Hay que ponerse un poco en situación. Herodes era un tirano. Como lo eran todos los reyes y gobernadores de naciones en aquel tiempo. Podía imponer su voluntad sin ningún límite. Esto de “sin ningún límite” es lo que pensamos. Pero en realidad no es verdad. Hasta el mayor tirano del mundo tiene límites. Su poder no es absoluto porque en su ejercicio del poder se apoya en muchas personas. Y tiene siempre miedo de que le dejen de respetar, de obedecer, de ser sumisos. En definitiva, tiene miedo de que le traicionen. El tirano se siente solo en su poder. Y en su soledad se siente amenazado. Hasta el más amigo y cercano se puede convertir en un traidor. Hasta su familia le puede obligar a hacer cosas que no quiere hacer. Y las hará porque es la condición para conservar el poder. O, dicho de otra manera, para sentirse seguro. En el caso de Herodes es claro que termina matando a Juan el Bautista por temor a su mujer y al qué dirán sus invitados.
El reino que anuncia Jesús es precisamente lo contrario. Se apoya en la fraternidad. En el reino los demás, los otros, no son una amenaza sino aquellos con los que compartimos la vida. No necesito buscar mi seguridad personal de una forma obsesiva sino que mi relación con los otros (y con Dios, por supuesto) se basa en la confianza, en el amor mutuo. El reino no genera muerte ni violencia sino lo contrario: vida, esperanza, fraternidad, justicia.
Herodes necesitaba la violencia para subsistir. Todos podían ser una amenaza para su poder. El resultado era destrucción y desolación. Jesús plantea el amor, el encuentro con los demás, la cooperación, la búsqueda juntos del camino, la ayuda mutua. El resultado es vida en plenitud. Contemplando a Herodes, entendemos mejor lo que es el reino de Dios."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)

viernes, 1 de agosto de 2025

PREJUICIOS



Y llegó a su propia tierra, donde comenzó a enseñar en la sinagoga del lugar. La gente, admirada, decía:
– ¿De dónde ha sacado este todo lo que sabe? ¿Cómo puede hacer tales milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? Y su madre, ¿no es María? ¿No son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas, y no viven sus hermanas también aquí, entre nosotros? ¿De dónde ha sacado todo esto?
Y no quisieron hacerle caso. Por eso, Jesús les dijo:
– En todas partes se honra a un profeta, menos en su propia tierra y en su propia casa.
Y no hizo allí muchos milagros, porque aquella gente no creía en él.

Nos cuesta escuchar y aprender de los demás. ¿Qué puede enseñarnos este? Perdemos así muchas ocasiones de crecer. Debemos estar abiertos a todos. Y muchas veces, aquellos que despreciamos o consideramos adversarios, pueden enseñarnos muchas cosas. 
Los de su tierra se perdieron las enseñanzas y los signos de Jesús por sus prejuicios. No hagamos nosotros lo mismo.

"Muchas veces me maravilla, en mi mismo y en los demás –aunque tengo que reconocer que me resulta más fácil verlo en los demás que en mi mismo– la dificultad que tenemos para salir de los de siempre, de lo que estamos acostumbrados, de abrir los ojos ante la novedad. Esto pasaba en tiempos de Jesús, ha sucedido a lo largo de la historia, pasa actualmente y me temo que va a seguir pasando en el futuro. Quizá sea porque somos así, porque nos sentimos muy bien en casa y nos resulta siempre muy incómodo que nos saquen de nuestras casillas. O, como dicen los modernos, que nos saquen de nuestra “zona de confort”.
Pongámonos por un momento en los tiempos de Jesús. El pueblo judío estaba inquieto ya desde hacía tiempo con la llegada del Mesías. Se esperaba con ansiedad ese momento que, se decía, iba a suponer la liberación del pueblo del yugo de la opresión, que entonces era la dominación romana. Se esperaba algo nuevo, diferente. El Mesías iba a suponer un corte en la historia, un antes y un después. Todos estaban expectantes ante el que iba a venir, el Mesías prometido.
Pues bien, aparece Jesús. Empieza a predicar. Habla de una forma diferente. Se acerca a los que más sufren, a los oprimidos por el mal. Cura a los enfermos, expulsa a los demonios,  hace milagros. ¿Cuál es el resultado?
Pues ya lo vemos en el texto evangélico de hoy: el rechazo. Los que le escuchan no pueden aceptar que Jesús sea el Mesías. Simplemente porque conocen a sus padres y a su familia. ¿Qué les puede enseñar Jesús a ellos? Nada. No se cuestionan lo que piensan. No están abiertos a la novedad que representa. “Se negaban a creer en él”.
Decía un profesor mío que Dios nos sorprende siempre, que nos espera a la vuelta de la esquina siguiente, que nos saca de nuestras casillas, que no es como le esperamos. Conclusión: no hay que seguir al primero que se nos aparece pero por lo menos tenemos que aprender a escuchar y discernir y no rechazar sin pensar, que Dios nos habla de muchas maneras."
(Fernando Torres cmf, Ciudad Redonda)