En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: "Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen el él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él."
El sentido de la cruz no es el del sufrimiento por el sufrimiento, ni la crueldad de un Padre que exige la sangre de su Hijo para perdonar al hombre.
La cruz, para el cristiano , no se entiende sin la Resurrección. Jesús se entregó totalmente. Esto le llevó a la muerte. Como tantas personas que, por su entrega total a los demás, acaban siendo perseguidos y ejecutados. Pero la sangre de Jesús es la sangre del Hijo. Su muerte no acaba en la Cruz. La Resurrección es la que da sentido a esa muerte y nos dice que, si seguimos el ejemplo de Jesús, nuestros sufrimientos no serán inútiles. La Exaltación de la Cruz es la elevación de ese suplicio ignominioso, a la muestra de Amor por todos los hombres. El sufrimiento, para un cristiano, no tiene sentido si no es consecuencia del Amor y la entrega a los demás.
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