En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: "Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber." Jesús les contestó: "¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces ayunarán."
Y añadió esta parábola: "Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo.""
"Este pasaje no pretende orientarnos sobre la práctica del ayuno. Se trata, más bien, de lo apropiado del ayuno en las circunstancias del ministerio de Jesús y la respuesta compara la antigua con la nueva alianza. Para que la Palabra de Dios tenga significado y dé fruto abundante en nuestras vidas, nuestros corazones tienen que hacerse nuevos. Esta novedad no se refiere al tiempo o a la edad, sino al carácter y a la cualidad. Se pide docilidad y disponibilidad, agilidad unida a la flexibilidad además de la capacidad de adaptación. Un corazón envejecido se muestra ordinariamente en su rigidez y un estado de ánimo cerrado y con gran dificultad para aceptar ideas nuevas. Un corazón nuevo debe ser un corazón fácilmente acomodable sin complacencia. De esta manera, nuestro ser se une fácilmente con la siempre antigua y nueva Palabra de Dios y así, continua dando los frutos que se esperan de los hijos del Reino. ¿Estás dispuesto a aceptar la novedad de Jesús en todo momento y circunstancia?" (Koinonía)
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