jueves, 16 de septiembre de 2021

PERDÓN Y AMOR

 


En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora." Jesús tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte." El respondió: "Dímelo, maestro." Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?" Simón contestó: "Supongo que aquel a quien le perdonó más." Jesús le dijo: "Has juzgado rectamente."
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama." Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados." Los demás convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es esté, que hasta perdona pecados?" Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz."

"Con cierta frecuencia, escuchamos decir a las personas que el perdón es de Dios, asumiendo con ello que entre las personas no existe la disposición para dicha acción. Pues bien, el evangelio de Lucas centra nuestra atención en este relato para hablarnos de la capacidad de amar y perdonar que tenemos. En medio de la escena de la mujer que se aferra a Jesús con sus atenciones, una parábola que reafirma una única idea: a quien mucho se le perdona, mucho se le ama. A la mujer, pues, se le está perdonando mucho, dado el amor que manifiesta. Su amor es un indicador de lo que se le está perdonando. Desde luego, esto muestra que Dios en su infinita misericordia perdona a quien se arrepiente y que los gestos de la mujer, exagerados y escandalosos para el grupo de fariseos ahí reunidos, son la muestra de amor auténtico en su proceso de conversión. Ante ello, Jesús perdona, ama, salva a esta mujer. Y nosotros, ¿seguiremos dejando a Dios nuestra capacidad de amar al otro totalmente?" (koinonía) 

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