Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Ellos contestaron: "Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?" Pedro tomó la palabra y dijo: "El Mesías de Dios." Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día."
Los apóstoles intuían quién era Jesús; pero no lo entendieron hasta después de la Resurrección. ¿Entendemos quién es Él? Si nuestra vida no es una vida de amor y total entrega, seguimos sin saber quién es.
"Lucas trasmite la percepción de que, incluso antes de la pascua, los discípulos tenían intuiciones sobre la identidad de Jesús. Esta fe incipiente será un cimiento para la recuperación de la memoria del Maestro en las comunidades postpascuales. El título mesiánico, «el Hijo de lo Humano», “revela la trascendencia de la humanidad de Jesús, en el entendido de que ahí, en lo propio de su praxis, sus palabras y su gestos, está mediando la revelación misma de Dios, su acción histórico-salvífica para con los pobres y descartados por la lógica imperial” como dice Rafael Luciani. Jesús de Nazaret es Mesías por la esperanza que tiene en el cambio de las condiciones de vida del pueblo referidas a la libertad política, convivencia ética, bienestar territorial y expresión de la espiritualidad de los pobres de la tierra. Las comunidades cristianas de hoy no pueden olvidar el talente profético de su identidad y el quehacer político que implica seguir a Jesús de Nazaret. ¿Nuestra fe está atravesada por este imaginario creador y alternativo? " (Koinonía)
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