En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra."
No es que Jesús no quiera la paz. Es que seguirlo, comporta necesariamente enfrentarnos a una sociedad egoísta y ciega. La paz de Jesús no es mirar hacia otro lado, ni buscar un conformismo estéril. Si seguimos Jesús, deberemos enfrentarnos necesariamente con la injusticia, el poder por el poder, el egoísmo. Viene a encender nuestros corazones
"Jesús, en el evangelio, trae dos figuras: la del fuego y la de la paz. El fuego en la Biblia ha tenido diversos significados desde devastación y castigo hasta purificación y protección. En este texto, a la diversidad de sentidos del fuego se le agrega la efusión del Espíritu Santo en el día de Pentecostés y el bautismo haciendo alusión al compromiso de Jesús que lo lleva hasta la muerte. La paz de Jesús es producto de un proceso de liberación, en las esferas personal y comunitaria, consecuencia del dinamismo del Reino. La Buena Nueva del Reino de Dios al ser opuesta al reinado de Cesar, implicaba no estar conforme con la violencia e injusticias. Jesús entra en conflicto con ese sistema porque su coherencia ética y su libertad profética rechaza ese modelo de sociedad sostenido con el poder y el dinero ¿la paz que busco es la paz de Jesús? ¿Qué papel juega la causa de Jesús en mi vida y en mi accionar en el mundo?" (Koinonía)
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