lunes, 4 de octubre de 2021

HACERNOS PRÓJIMO




En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?" Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?" Él contestó: "Amarás al Señor, tu, Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo." Él le dijo: "Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida." Pero el maestro de la Ley queriendo justificarse, preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.
Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó en una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: "Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta." ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?" Él contestó: "El que practicó la misericordia con él." Díjole Jesús: "Anda, haz tu lo mismo."

"Jesús de Nazaret en la parábola del samaritano misericordioso resignifica, dinamiza y despliega la concepción de vida eterna y de prójimo con relación al Primer Testamento. La cuestión fundamental no es saber quién es mi prójimo para amarlo, sino en amar oblativamente haciéndose prójimo de cualquier ser y condición humana que anhele curación, rehabilitación y liberación; manifestándose, en esa medida, la forma en cómo Dios hace heredera de salvación a la persona: humanizándola y haciéndola capaz de humanizar. En este sentido, la auténtica «projimidad» y «humanización» no brota de la dimensión intelectual sino de la capacidad de moverse a compasión siendo honrados, haciéndose cargo, cargando, encargándose y dejándose cargar por la realidad sufriente, lo cual implica un desacomodo de los propios intereses, de las mentalidades y esquemas «egoístas» sean “religiosos o políticamente correctos”. A nosotros, lectores del Evangelio, se nos hace imperativo existencial responder a una parábola abierta: ¿Somos capaces de hacernos prójimos? o ¿Nos creemos con el “derecho” a huir del dolor del otro?" (Koinonía)





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