En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron." Pero él repuso: "Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen."
"Según las indicaciones de Lucas se narra algo crucial para la vida de los interlocutores de Jesús de Nazaret, para nosotros lectores del Evangelio así como para las generaciones futuras que posibiliten la escucha y praxis de la Buena Nueva. La mujer que irrumpe y alaba la hospitalidad del seno de la Madre de Jesús, ve redimensionada su bienaventuranza, con la lógica del Maestro: somos hijos e hijas de Dios en el «Mesías-Hijo», somos hermanos y hermanas porque escuchamos su Palabra y la hacemos acontecer en la vida personal, comunitaria y sociocultural. En la medida que la Palabra acontezca en las relaciones y contextos humanos, será Palabra de Dios (Lc 8,21). En este sentido, todo ser humano tiene la posibilidad de habitar en la dinámica del Reino, recuperando la memoria creadora y el talante profético de la práctica de Jesús, en la que se nos invita a la construcción de la fraternidad (sororidad) universal. ¿Actuamos en consecuencia como hijos e hijas de Dios, y en el «Mesías-Hijo», como hermanos y hermanas?" (Koinonía)
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