"¿Llegan a ti, Señor, nuestros avisos? ¿O se pierden, acaso, entre las nubes?
¿No se te parte el corazón al escuchar los recados que te enviamos muchas veces:
«Señor, tu amigo Lázaro está enfermo»?
Pero por alguna razón que se me escapa
te entretienes, te retrasas, dejas pasar el tiempo...
y cuando Lázaro más te necesita... ¡no estás, no tienes prisa, das largas...!
«Lázaro» es el nombre de muchos niños
-decías que son tus favoritos, y que hay que ser como ellos-
niños que se compran y venden como si fueran mascotas,
que se mueren de hambre, rebuscando entre basureros demasiado rebuscados,
o de enfermedades perfectamente curables...
Otros, en cambio, aunque tienen sus necesidades cubiertas,
y no les falta ninguna «cosa», tienen todo tipo de chismes...
pero están necesitados de un poco de atención, de ternura, de compañía...
Si tú hubieras estado aquí habrías ido hacia ellos para acariciarlos,
bendecirlos y ayudarles a que fueran lo que son: niños,
y nos habrías repetido aquella misma orden que diste a tus discípulos:
«Dadles vosotros de comer».
Hay muchas Martas y Marías que lloran la ausencia de aquellos a los que tanto amaban,
y que les fueron demasiado pronto, llevándose con ellos un buen pedazo de sus corazones.
Si hubieras estado allí para curarles con alguno de tus milagros...
Pero no estabas. No llegaste a tiempo. Estabas ocupado en otras cosas.
Te necesitan muchos jóvenes Lázaros que se han dejado enredar y atar
por las vendas y sudarios de gentes sin escrúpulos que les engañan
vendiéndoles la felicidad a precio de pastilla o de botellón,
encerrándoles en oscuros sepulcros de los que no son capaces de salir...
Te enviaron recado los «Lázaros» que sobreviven, a duras penas,
en esos países envueltos en violencias y guerras interminables,
explotados a veces, ignorados otras, por parte de los poderosos...
Si hubieras estado aquí y te hubieran escuchado aquello
de que los que trabajan por la paz serán llamados hijos de Dios.
Muchos «Lázaros», acompañados de sus hermanas, mujeres, hijos...
sienten que les arrancan la vida
porque han tenido que huir de sus tierras -sin papeles-
buscando simplemente sobrevivir en tierras extrañas,
indefensos, oprimidos, sin voz, sin derechos,
con muchas lágrimas y recuerdos,
que han puesto su confianza y su deseo de justicia sólo en ti.
Pero, ¿dónde estás que no llegas, por qué dejas que pasen los días?
Tantos Lázaros gritaron y lloraron desesperadamente
en sus camas de las residencias de mayores, de los hospitales de campaña,
en las UCIS, llenos de tubos, de medicamentos (y no siempre),
y tantas veces tremendamente solos.
Qué bien si te hubieran visto, al menos derramar por ellos tus lágrimas,
mientras nos recordabas que son «bienaventurados los que lloran,
porque serán consolados
porque serán consolados» y «venid, benditos de mi Padre,
porque estuve enfermo y vinisteis a verme; o fui emigrante y me acogisteis
porque estuve enfermo y vinisteis a verme; o fui emigrante y me acogisteis».
Te está gritando la sangre derramada sobre la tierra, como la de Abel,
de aquellos que quisieron luchar por la justicia, por la verdad, por los derechos humanos,
por la libertad, por la igualdad de todos los hombres, por la defensa de la naturaleza...
¿Es que no pudiste hacer nada por ellos?
Desde lo hondo a ti gritan, Señor, desde lo hondo de sus sepulcros,
desde lo hondo de su rabia, desde lo hondo de su dolor y desesperanza,
desde lo hondo de su pecado, desde lo hondo de sus corazones desgarrados,
desde lo hondo de soledad, desde lo hondo de su oración nunca escuchada...
Pero parece que a ti no te importa el retraso.
No tuviste prisa en calmar la tempestad que amenazaba con hundir la barca de tus discípulos.
No tuviste prisa en llegar al banquete, aunque aquellas jóvenes se quedaran sin aceite.
No tuviste prisa por arrancar la cizaña que crecía mezclada con el trigo, asfixiándolo.
No tuviste prisa en echarte a los caminos,
y te retrasaste hasta 30 años en empezar a anunciar tu Buena Noticia.
Parece que nunca llegaba tu hora... y mientras tantos«Lázaros» se van muriendo.
Sí que recuerdo que te identificaste con ellos,
que te hiciste como ellos, que acabaste hecho una piltrafa colgado de un palo,
y que hiciste tuyo su grito desde la cruz:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Tu respuesta fue gritar con nosotros, hacer tuyos nuestros gritos y dolores,
hundirte con ellos, y ponerlo todo en las manos del Padre,
para que el Padre nos mostrara que «hay salida», «al tercer día».
Tenemos que aprender, como Marta, a dejar que tú elijas el momento.
Tenemos que dejar que corrijas nuestras palabras derrotadas:
el «está muerto» por el «está dormido»,
el «pobres desgraciados» por un «bienaventurados».
Tendremos que aprender que el grano de trigo que se está pudriendo
tú lo ves ya como espiga llena de grano.
Tendremos que aprender que nuestros dolores y sufrimientos
son como los de un parto, que trae una vida nueva y sorprendente.
Tiene sentido seguir aguardando siempre, con confianza,
porque tú eres la resurrección y la vida y un día pronunciarás nuestro nombre,
(aunque llevemos muertos ya cuatro días o cuatro milenios),
y nos dirás:¡Sal fuera! ¡Quitadles las ataduras, las vendas y sudarios!
¡Quitad las losas que los tienen enterrados y olvidados!
Sólo por esto nuestra esperanza y nuestra lucha tienen sentido
y resistirán el tiempo que sea necesario.
Ya sabemos que tu reloj y el nuestro no marcan la misma hora.
Pero que ya falta poco para que declares solemnemente:
«Ha llegado mi hora, subamos a Jerusalem a luchar el combate
contra los poderes de la muerte
contra los poderes de la muerte».
Todos los Lázaros subirán contigo...
Y a esa «hora» sonarán a volteo las campanas, y revolotearán los ángeles anunciando
que la injusticia, la muerte, el mal y el pecado ya van siendo vencidos.
Que la vida, la justicia, la bondad, la verdad y el amor tienen la última palabra.
Que tus «amigos», -todos los Lázaros-, saldrán de la tumba,
pero esta vez ya para siempre, para no sufrir ni morir más..
Será «la hora» definitiva de la Pascua.
"¿Crees esto?""
(Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf)