jueves, 18 de octubre de 2012

LA VERDADERA ORACIÓN


Thomas Merton, en uno de sus diarios, escribió que admiraba al staretz Sylvan, que murió en monte Atos en 1938. Había sido monje del Rossikon desde 1892. Era "cillero" (administrador) del monasterio. Ese monje ortodoxo escribió:
"Soy administrador por un acto de obediencia bendecido por el abad, por lo que rezo mejor en mi tarea que antes en el Viejo Rossikon (donde tenía una cabaña solitaria), donde pedí ir, buscando el silencio interior. Si el alma ama y  compadece a la gente, no se interrumpe la oración".
Las verdaderas personas espirituales han comprendido que la verdadera oración puede ser ininterrumpida. Para ello hay que amar. Es conocido el momento que vivió el propio Thomas Merton en la ciudad de Louisville, en la esquina de la calle Fourth con Walnut, en medio del barrio comercial. Él mismo escribió:
"De pronto me sentí abrumado al caer en la cuenta de que amaba a toda aquella gente; de que todos ellos eran míos, y yo de ellos; de que no podíamos ser extraños unos a otros aunque nos desconociéramos por completo. Fue como despertar de un sueño de separación, de falso aislamiento en un mundo especial, el mundo de la renuncia y la supuesta santidad."
Thomas comprendió que la oración, la vida monástica, la soledad, no tienen ningún sentido si no nos llevan a unirnos a los demás, a amar de verdad.
Tanto la meditación, como la actividad social, por más comprometida que sea, no valen nada si no están inmersas en el fuego del amor. Por eso encontramos solitarios que, simplemente, son unos egoístas y trabajadores sociales, que acaban quemándose y abandonando su compromiso.
Necesitamos momentos de soledad, de silencio, de meditación profunda, pero no buscando un placer narcisista, sino para descubrir el amor, para llenarnos de amor. Un Amor, que es la fuerza que nos empujará a entregarnos, después, totalmente a los demás. Sólo entonces descubriremos, que no hay diferencia entre unos momentos y otros, que TODO es oración, porque TODO es Amor... 

2 comentarios:

  1. Ai el Thomas Merton de la nostra joventut, com l'havíem llegit...
    Totes les observacions, consells i pregàries dels difunts floten per l'univers inconegut, i pot ser que en algun moment acariciïn la nostra ànima i, com ara faig jo, exclamem: ¡caram, aquell Thomas Merton...!
    Em vas fer riure amb les cotorres que et tallaven la bandera... Jo no en dic senyera, sinó bandera. Sóc de les que vam aprendre el nom de cada cosa, i que vivim per conervar-lo.
    Una abraçada, Joan Josep.
    Olga

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  2. No lo había pensado así,pero como dice Tomás Merton,la oración es ininterrumpida.A cada paso que damos podemos hacer de la vida una oración.
    Saludos

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