viernes, 17 de noviembre de 2023

SALVAR LA VIDA



 Como sucedió en tiempos de Noé, sucederá también en los días en que venga el Hijo del hombre. La gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca, cuando llegó el diluvio y todos murieron. Y lo mismo pasó en los tiempos de Lot: la gente comía y bebía, compraba y vendía, sembraba y construía casas; pero cuando Lot salió de la ciudad de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y todos murieron. Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre.
Aquel día, el que se encuentre en la azotea y tenga sus cosas dentro de la casa, que no baje a sacarlas; y el que esté en el campo, que no regrese a su casa. ¡Acordaos de la mujer de Lot! El que trate de salvar su vida la perderá, pero el que la pierda, vivirá.
Os digo que aquella noche estarán dos en una misma cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán. Dos mujeres estarán moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.
 Le preguntaron entonces:
– ¿Dónde ocurrirá eso, Señor?
Y él les contestó:
– Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres.

Jesús sigue con su lenguaje apocalíptico. Pero para cada uno de nosotros, el fin del mundo es el fin de nuestra vida. Nos está diciendo que encontraremos a Dios cuando menos lo esperemos. Y si no estamos preparados perderemos la oportunidad de estar con Él. Siempre se presenta de forma inesperada. Por eso hemos de mirar la vida con otros ojos, apreciar los signos de los tiempos. Entonces lo descubriremos y podremos recibirlo. Porque entregándonos, perdiendo la vida, es como la salvamos.
 
"Jesús no vino a amedrentar. Invitaba a buscar descanso en él, en su compañía. Pero no deseaba el descanso que lleva consigo la inconsciencia o la irreflexión, sino el de quien tiene su existencia debidamente orientada. Es frecuente encontrar a Jesús reprendiendo a auditorios amodarrados, no dispuestos a reaccionar ante nada: “tocamos la flautas y no bailasteis, cantamos elegías y no llorasteis” (Lc 7,32). Jesús detesta una sociedad despistada, adormecida, embriagada con las insignificancias de la cotidianeidad. Ni me imagino qué habría dicho en la actualidad sobre la narcosis colectiva del futbol o la insensibilidad producida por adicciones al sexo, al juego… o por la competitividad económica.   
Jesús está convencido de que viene un cambio de época, los tiempos mesiánicos, que llevan consigo inicialmente muchas rupturas, desgarros, tribulaciones: es la forma de abrirse paso el Reino de Dios. Las personas quedan como descolocadas. Él lo pinta con las imágenes de que dispone: una guerra cruel, con secuestros y separaciones, etc. Recurre además a las antiguas narraciones del diluvio anegador, del fuego devorador sobre las ciudades del Mar Muerto… Probablemente el evangelista Lucas, que tiene algo de información sobre la guerra judía en Palestina, completa el cuadro heredado de Jesús con otros rasgos que le son conocidos: no bajar de la azotea, no regresar del campo… El conjunto tiene imaginería apocalíptica, cuyo contenido profundo no es cosmológico (terremotos, maremotos…), sino antropológico: una convulsión interior de la persona que la hace pasar a una situación nueva, casi un proceso de muerte-resurrección. Esto puede vivirse en activo, con entrega y consciencia, o meramente como catástrofe sobrevenida; y esto es lo que Jesús quisiera evitar. Hay que entrar activamente en el Reino.
Cuando Lucas transmite este patrimonio jesuano, en su medio cultural no se cuenta con tales catástrofes cósmicas. Lo que preocupa al evangelista, como a Jesús, es una Iglesia “acostumbrada”, acomodada en el dinero y el bienestar, olvidada de inquietudes trascendentes, y, por supuesto, despistada y desprevenida ante el paso de Jesús. No es importante conocer el cuándo o el dónde, pues Jesús “se revela” (Lc 17,30) a la persona en cualquier lugar y momento, y origina en quien le acoja una época nueva: este es el “fin del mundo” que interesa. El evangelista no alude siquiera al momento de la muerte física; como a Jesús, le interesa otra “muerte”: dejar atrás una existencia sin sentido ni orientación. Cuando se acoge a la persona y la palabra de Jesús en fe, surge un mundo nuevo."
(Severiano Blanco cmf, Ciudad Redonda) 

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