domingo, 27 de octubre de 2024

AL BORDE DEL CAMINO

 

Llegaron a Jericó. Y cuando ya salía Jesús de la ciudad seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oir que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar:
– ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
Muchos le reprendían para que se callara, pero él gritaba más aún:
– ¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Jesús se detuvo y dijo:
– Llamadle.
Llamaron al ciego y le dijeron:
– Ánimo, levántate. Te está llamando.
El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó:
– ¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
– Maestro, quiero recobrar la vista.
Jesús le dijo:
– Puedes irte. Por tu fe has sido sanado.
En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús.

Estamos al borde del camino y no vemos. Frente a nosotros la gente sufre, pasa hambre, muere en el mar o en la guerra...y nosotros no hacemos nada. Pero Jesús pasa por el camino y nos llama. Si le pedimos recobrar la vista, veremos todo lo que hay a nuestro alrededor y le seguiremos. Porque Jesús está en aquellos que sufren, en los perseguidos, en los abandonados...Nuestra sociedad está ciega. Debemos acercarlos a Jesús. Entonces recobrará vista y luchará para cambiar las cosas.
" (...) Llevamos ya diez capítulos del texto de Marcos. A lo largo de ese camino, Jesús deja claro cuál es la meta de su viaje y expone los requisitos morales que deben asumir los que quieren seguir sus pasos: el amor gratuito, sin condiciones y sin límites, la renuncia a los bienes y a toda ambición, el servicio desinteresado a los demás. Pero…
Pero los Discípulos siguen preocupados por lo suyo. Están ciegos para ver más allá de su propio mundo de intereses y ambiciones. Por eso, este Bartimeo es un verdadero modelo para los Doce. Lo confiesa como hijo de David, le pide ayuda, recobra la vista y se transforma en un ferviente seguidor. Ese encuentro con Cristo se convierte en el primer paso hacia la luz. Como siempre, no es fácil. Hay que superar obstáculos, en este caso, los mismos acompañantes de Cristo, que demuestran su ceguera, al intentar impedir que se acerque al Señor.
Quizá lo mismo siga sucediendo hoy. Tendríamos que revisar si de verdad hemos entendido a Jesús, o si todavía nos falta luz para ver las necesidades de la gente que está a nuestro alrededor. Comprobar nuestra sensibilidad frente al grito del pobre que gime y pide ayuda, por ejemplo. ¿Escuchamos al que se tambalea porque no ve la luz, o fingimos no oírlo? ¿Lo silenciamos, quizá porque tengamos otras cosas más importantes que hacer?  El que cree que hay algo más importante que detenerse, escuchar, comprender y ayudar a quien desea encontrarse con el Señor, éste, incluso si cumple a la perfección todas las prácticas religiosas, sigue estando ciego.
Nosotros, discípulos más o menos veteranos, podemos ser también de los que no comprenden al Señor. No comprendemos su silencio, cuando lo invocamos y Él parece no oírnos. Nuestras peticiones no siempre van en la línea de lo que él quiere darnos. Lo que deberíamos pedir en el fondo es que nos dé la luz y el coraje para poder seguirle, y hacerlo hasta el final. El resto de cosas pueden ser ambiciones, que no nos convienen, o son pobrezas, personales o colectivas, que hemos de saber asumir y con la que tenemos que reconciliarnos, para ser compañeros de camino de Jesús.
Deberíamos, más bien, ser de los que ayudaron al ciego a acercarse al Maestro. No es fácil ir a Jesús, y hacen falta intermediarios, facilitadores del encuentro. Por eso, hay que estar atentos. Y hablar con claridad. Quien quiere encontrarse con Cristo debe saber que no le espera una vida cómoda y sin problemas. Bartimeo suelta el manto – probablemente lo único que tuviera en propiedad – y sale corriendo. En otras palabras, para poder ver, debe dejar lo que le ataba a las tinieblas. Y revisar actitudes, comportamientos, costumbres, amistades… Vivir de otra manera, usar los bienes de otra manera, pasar el tiempo de otra manera… Elegir entre el manto y la luz.
Por ir terminando, entonces, esperemos el paso de Jesús; sepamos vivir reconciliados con las limitaciones o pobrezas que tenemos que sobrellevar, por nuestra misma condición humana. Pongamos nuestra esperanza en Jesús, que nos sabrá dar la luz y ánimo para ser sus compañeros permanentes de camino. Pidámosle en cada Eucaristía esa ración de pan que es Él mismo, para poder ser verdaderos seguidores suyos."
(Alejandro Carvajo cmf, Ciudad  Redonda)

2 comentarios: