domingo, 23 de noviembre de 2025

EL REINO DEL AMOR

  



La gente estaba allí mirando; y hasta las autoridades se burlaban de él diciendo:
– Salvó a otros; ¡que se salve a sí mismo ahora, si de veras es el Mesías de Dios y su escogido!
Los soldados también se burlaban de Jesús. Se acercaban a él y le daban a beber vino agrio, diciéndole:
– ¡Si eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo!
Y sobre su cabeza había un letrero que decía: “Este es el Rey de los judíos.”
Uno de los malhechores allí colgados le insultaba, diciéndole:
– ¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros!
Pero el otro reprendió a su compañero diciendo:
– ¿No temes a Dios, tú que estás sufriendo el mismo castigo? Nosotros padecemos con toda razón, pues recibimos el justo pago de nuestros actos; pero este no ha hecho nada malo.
Luego añadió:
– Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.
Jesús le contestó:
– Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Jesús es un rey diferente. Su trono es la Cruz. Su reino es el Reino del Amor. Nuestros reinoso y repúblicas buscan el poder, el dinero, la fuerza...Jesús se entrega totalmente, da su vida en la Cruz por nosotros. Nos invita a hacer lo mismo. A participar de su Reino: el Reino del Amor. Si nos entregamos a los demás, si amamos a todo el mundo, formamos parte de su reino.

" (...) Sabemos que reyes ha habido muchos a lo largo de la historia. Y la mayoría quisieron gobernar sobre bases erróneas. No puede subsistir mucho tiempo una sociedad humana construida sobre la mentira, la violencia, la fuerza bruta, la falta de respeto a los derechos de las personas, y en especial a los derechos de los más débiles, la destrucción de los disidentes, la desconfianza sistemática, la delación. Por mucho que la maquillemos con los medios de propaganda, es una sociedad mortalmente enferma. La antigua Unión Soviética, o muchas dictaduras de América Latina son buena prueba de ello. Hemos descubierto cómo los grandes estados de rostro inhumano eran en realidad monstruos con pies de barro.
Frente a esto, se nos presenta la vida de Jesús; un hombre insignificante a los ojos de la “carne” sin ningún otro poder que el poder de convicción de su palabra: ni poder económico, ni fuerzas armadas, sin fasto de ningún tipo. Un Rey atípico. Nació en un pesebre, no en un palacio; trabajó para ganarse el pan. Ejercía sólo una autoridad con rostro humano. No se basaba en la fuerza, sino en el “enamoramiento”, en el dejarse encontrar por todos. Zaqueo, la mujer samaritana, Mateo, María Magdalena… Muchos fueron convencidos por el ejemplo y el testimonio de Cristo. Un rey muy especial.
A ese Rey, los jefes del pueblo lo tientan con la tercera de las argumentaciones de Satanás, recordándole que es el protegido de Dios. Los soldados, por su parte, recuerdan el valor político del título de Mesías: un rey dispone de poder (como le dijo el demonio a Jesús en el desierto). Pero el Reino de Jesús no es de este mundo, como le replicó Cristo a Poncio Pilato. El malhechor colgado en la cruz representa la tentación más fuerte, porque está sufriendo en la cruz junto a Jesús. Es la más diabólica de las pruebas: ¿No eres Tú el Mesías? Hace falta estar muy arraigado en Dios Padre para no rendirse, para aceptar la voluntad de ese Padre Bueno.
En medio de la prueba, hay también un punto para la esperanza. En el mismo Calvario, se inaugura el Reino de Dios: al buen ladrón Jesús le dice que hoy compartirá la plena felicidad con Él. El que en el mundo no encontró la paz, la halló al final de sus días, hasta poder descansar con Cristo en el Paraíso.
De cada de uno de nosotros depende decidir. ¿Quieres ser parte de una historia llena de esperanza? Está terminando el año litúrgico. Revisa tu vida, y prepárate para que el Adviento, que está llamando a las puertas, no te sorprenda desprevenido. Puedes ser amigo de un Rey que no inspira miedo, sino dulzura; que no busca castigarte, sino hacerte feliz; que no limita tu libertad, sino que la desarrolla hasta el máximo… Un Rey distinto, que te invita a ser de los suyos. Él te espera. ¿Vas a ser como los jefes, como los soldados, como el ladrón que grita contra Jesús, o como el buen ladrón? Tú decides."
(Alejandro Carbajo cmf, Ciudad Redonda)

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