sábado, 1 de noviembre de 2025

EL CAMINO DE LA SANTIDAD


 Dichosos los que reconocen su pobreza espiritual, porque suyo es el reino de los cielos.
Dichosos los que sufren, porque serán consolados.
Dichosos los humildes, porque heredarán la tierra que Dios les ha prometido.
 Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán satisfechos.
Dichosos los compasivos, porque Dios tendrá compasión de ellos.
Dichosos los de corazón limpio, porque verán a Dios.
 Dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos.
Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque suyo es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros, cuando la gente os insulte y os maltrate, y cuando por causa mía digan contra vosotros toda clase de mentiras. ¡Alegraos, estad contentos, porque en el cielo tenéis preparada una gran recompensa!
(Mt 5,1-12a)

Las bienaventuranzas nos marcan el camino hacia la santidad. Estos últimos días, en los evangelios que hemos leído en misa, se nos indicaba que los ritos, la ley sin amor, no nos llevaban a Dios. Hoy Jesús nos enseña el camino de los bienaventurados, aquello que verdaderamente nos acerca a Dios, nos hace santos.

" (...) Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos; toda esa extraña y paradójica multitud que nos habla de la identidad de Dios. Se nos dice mucho que todos los bautizados estamos llamados a la santidad, y quizá nos imaginemos como estatuas de más o menos calidad artística a las que venerar. Hoy se nos explica con una difícil claridad lo que de verdad es ser santos: aceptar una y otra vez el perdón y la reconciliación que solamente nos puede alcanzar la sangre de Cristo. Son los que pasan por las tribulaciones cotidianas con parecida entereza, paz y heroicidad como los que sufren los mayores tormentos por amor de Dios. Son los que mantienen su dignidad y defienden la de los demás como hijos de Dios. Son los que han descubierto la enorme riqueza de Dios Padre por la que pueden estar desprendidos de todo con la más absoluta confianza; son los que reconocen que la su fuerza viene de la alegría inacabable de Dios. Los mansos que, como coherederos con Cristo, heredarán la tierra. Son los amigos fuertes de Dios, herederos del Reino. Y son una enorme, universal y perfecta multitud entre la que esperamos contarnos."
(Carmen Fernández Aguinaco, Ciudad Redonda)

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