miércoles, 6 de septiembre de 2017

UN DÍA DE LA VIDA DE JESÚS


"Jesús salió de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba enferma, con mucha fiebre, y rogaron a Jesús que la sanase. Jesús se inclinó sobre ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre la dejó. Al momento, ella se levantó y se puso a atenderlos.
Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diferentes enfermedades los llevaron a Jesús; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. De muchos enfermos salieron también demonios que gritaban:
– ¡Tú eres el Hijo de Dios!
Pero Jesús reprendía a los demonios y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. 
Al amanecer, Jesús salió de la ciudad y se dirigió a un lugar apartado. Pero la gente le buscó hasta encontrarle. Querían retenerlo para que no se marchase, pero Jesús les dijo:
– También tengo que anunciar las buenas noticias del reino de Dios a los otros pueblos, porque para esto he sido enviado. 
Así iba Jesús anunciando el mensaje en las sinagogas de Judea."

Este evangelio es continuación del de ayer y nos presenta un día de la vida de Jesús. Como nosotros queremos ser sus seguidores, así debería ser un día cotidiano de nuestra vida.
Jesús empieza curando a la suegra de Pedro; alguien de su entorno más próximo. Nos dice que debemos empezar por amar y ayudar a nuestra familia, los más cercanos. No tiene ningún sentido ayudar a los demás y olvidar a los que dependen directamente de nosotros.
Luego cura a todos los que le presentan. Un seguidor de Jesús debe entregarse a todos, hacer el bien a todos.
Descubrimos que Jesús empieza su jornada orando. Se retira a la soledad para meditar y contemplar; para unirse al Padre. Toda nuestra actividad se debe fundamentar en la oración, en la meditación, en la contemplación.
Quieren retener a Jesús, pero Él les dice que debe comunicar la Buena Nueva a todos. No debemos tener estrechez de miras. Nuestra misión se ha de extender a todos. No sólo a nuestros "amigos". 

martes, 5 de septiembre de 2017

UNA PALABRA QUE CURA


"Llegó Jesús a Cafarnaún, un pueblo de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente; y se admiraban de cómo les enseñaba, porque hablaba con plena autoridad. 
En la sinagoga había un hombre que tenía un demonio o espíritu impuro que gritaba con fuerza:
– ¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco: ¡Sé que eres el Santo de Dios! 
Jesús reprendió a aquel demonio diciéndole:
– ¡Cállate y deja a ese hombre!
Entonces el demonio arrojó al hombre al suelo delante de todos y salió de él sin hacerle ningún daño. Todos se asustaron y se decían unos a otros:
– ¿Qué palabras son esas? ¡Este hombre da órdenes con plena autoridad y poder a los espíritus impuros y los hace salir!
La fama de Jesús se extendía por todos los lugares de la región."

Los que escuchaban a Jesús, quedaban admirados por sus palabras. Decían que hablaba con autoridad. Es decir, que su vida era coherente con lo que decía. Hoy, además, vemos que su Palabra tiene fuerza. Su Palabra cura y purifica.
El hombre poseído por el demonio, es el símbolo de la persona poseída por el mal. Nosotros también nos resistimos a abandonar el mal. Pero si escuchamos la Palabra de Jesús, quedaremos puros, seremos sanados. Por eso debemos meditar cada día su Palabra. 

lunes, 4 de septiembre de 2017

EL HIJO DEL CARPINTERO


"Jesús fue a Nazaret, al pueblo donde se había criado. Un sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre, y se puso en pie para leer las Escrituras. Le dieron a leer el libro del profeta Isaías, y al abrirlo encontró el lugar donde estaba escrito: 
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado
para llevar la buena noticia a los pobres;
me ha enviado a anunciar libertad a los presos
y a dar vista a los ciegos;
a poner en libertad a los oprimidos;
a anunciar el año favorable del Señor. 
Luego Jesús cerró el libro, lo dio al ayudante de la sinagoga y se sentó. Todos los presentes le miraban atentamente. Él comenzó a hablar, diciendo:
– Hoy mismo se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 
Todos hablaban bien de Jesús y estaban admirados de la belleza de su palabra. Se preguntaban:
– ¿No es este el hijo de José? 
Jesús les respondió:
– Seguramente me aplicaréis el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo', y me diréis: 'Lo que oímos que hiciste en Cafarnaún, hazlo también aquí, en tu propia tierra.'
Y siguió diciendo:
– Os aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Verdaderamente había muchas viudas en Israel en tiempos del profeta Elías, cuando no llovió durante tres años y medio y hubo mucha hambre en todo el país. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de las viudas israelitas, sino a una de Sarepta, cerca de la ciudad de Sidón. También había en Israel muchos enfermos de lepra en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, que era de Siria. 
Al oir esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira. Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús. Lo llevaron a lo alto del monte sobre el que se alzaba el pueblo, para arrojarle abajo. Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue."

A los habitantes de Nazaret les sorprende lo que dice Jesús de sí mismo. Ellos lo conocen perfectamente. Es el hijo del carpintero. ¿Qué viene a decirles ahora, que en Él se cumplen las profecías de Isaías? Pero lo que más les molesta, es que les diga dos paganos eran mejores que ellos y Dios los prefiriese a ellos.
Uno de nuestros problemas es que no sabemos ver  Jesús junto a nosotros, en las personas que nos rodean, en aquellos que conocemos y sabemos de sus defectos. Nos cuesta ver más allá y entrar en su corazón. Y sobre todo nos cuesta reconocer, que como dice la profecía de Isaías, Jesús ha sido enviado a dar la buena noticia a los pobres, a liberar a los presos, dar la vista a los ciegos, liberar a los oprimidos, anunciar el año de Gracia... Nosotros querríamos que viniese a hacernos grandes a nosotros. No nos damos cuenta de que nosotros también, somos pobre, presos, ciegos, oprimidos...

domingo, 3 de septiembre de 2017

SALVAR LA VIDA


"A partir de entonces, Jesús comenzó a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén, y que los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley le harían sufrir mucho. Les dijo que lo iban a matar, pero que al tercer día resucitaría. Entonces Pedro le llevó aparte y comenzó a reprenderle, diciendo:
– ¡Dios no lo quiera, Señor! ¡Eso no te puede pasar!
Pero Jesús se volvió y dijo a Pedro:
– ¡Apártate de mí, Satanás, pues me pones en peligro de caer! ¡Tú no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres!
Luego Jesús dijo a sus discípulos:
– El que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la recobrará. ¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida? El Hijo del hombre va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos."

Hasta este momento los discípulos veían en Jesús un triunfador. Sin embargo, Él les anuncia su muerte cruenta. Pedro no puede aceptarlo. Él sigue a un Jesús triunfador, no a un fracasado. Y Jesús nos da todos una lección: si queremos triunfar, si queremos salvar nuestra vida, debemos arriesgarnos. Hay que seguirlo con todas las consecuencias.
Nuestra sociedad no acepta el sufrimiento y su presencia en este mundo es causa de incredulidad para algunos. Un tipo de religión ha "santificado" el sufrimiento, convirtiendo en masoquistas a los creyentes. Jesús, lo que nos dice, es que si queremos vivir con plenitud, debemos arriesgarnos, debemos serle fieles con todas las consecuencias. Esto significa tomar la cruz y seguirle. Tendremos que sufrir o no, pero lo que es seguro, es que no es fácil seguirlo. Muchas veces tendremos que ir a contracorriente de nuestra sociedad.
A nosotros, como a Pedro, nos gusta más triunfar que ser fieles a Jesús. Como Jeremías en la primera lectura queremos dejar de anunciar su Palabra. Pero si de verdad le amamos, esa Palabra será un fuego en nuestro interior, que hará que sigamos anunciándola.
Si queremos salvar nuestra vida, debemos arriesgarnos a perderla.




sábado, 2 de septiembre de 2017

HAY QUE ACTUAR SIN MIEDO


"El reino de los cielos es como un hombre que, a punto de viajar a otro país, llamó a sus criadose y los dejó al cargo de sus negocios. A uno le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada cual conforme a su capacidad. Luego emprendió el viaje. El criado que recibió las cinco mil monedas negoció con el dinero y ganó otras cinco mil. Del mismo modo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil. Pero el que recibió mil, fue y escondió el dinero de su señor en un hoyo que cavó en la tierra.
Al cabo de mucho tiempo regresó el señor de aquellos criados y se puso a hacer cuentas con ellos. Llegó primero el que había recibido las cinco mil monedas, y entregando a su señor otras cinco mil le dijo: ‘Señor, tú me entregaste cinco mil, y aquí tienes otras cinco mil que he ganado.’El señor le dijo: ‘Muy bien, eres un criado bueno y fiel. Y como has sido fiel en lo poco, yo te pondré al cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.’ Después llegó el criado que había recibido las dos mil monedas, y dijo: ‘Señor, tú me entregaste dos mil, y aquí tienes otras dos mil que he ganado.’ El señor le dijo: ‘Muy bien, eres un criado bueno y fiel. Y como has sido fiel en lo poco, yo te pondré al cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.’
Por último llegó el criado que había recibido mil monedas y dijo a su amo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste. Por eso tuve miedo; así que fui y escondí tu dinero en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo.’ El amo le contestó: ‘Tú eres un criado malo y holgazán. Puesto que sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí, debías haber llevado mi dinero al banco, y yo, a mi regreso, lo habría recibido junto con los intereses.’ Y dijo a los que allí estaban: ‘Quitadle a este las mil monedas y dádselas al que tiene diez mil. Porque al que tiene, se le dará más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo que tiene se le quitará. Y a este criado inútil arrojadlo fuera, a la oscuridad. Allí llorará y le rechinarán los dientes."

La parábola de hoy nos da dos enseñanzas importantes. La primera, que no debemos tener miedo a Dios. La segunda, que debemos actuar.
Demasiadas veces se nos ha predicado un Dios terrible, que castiga, que nos observa constantemente para juzgarnos. Jesús nos dice que Dios no es así y que el miedo no conduce a nada y no nos hace bien.
Todos tenemos más o menos cualidades. A Dios no le importa si tenemos muchas o pocas. Lo que importa es hacerlas fructificar. Y esto se hace viviendo una vida con sentido, una vida de entrega a los demás. No podemos quedarnos encerrados en nosotros mismos. No vale mirarnos a nosotros y aislarnos de los demás. Nuestra vida es para vivirla con los demás. Entregados a nuestra familia, a nuestros compañeros, a toda la sociedad.
En nuestra sociedad corremos el riesgo de, al ver los problemas e injusticias del mundo, tener miedo y encerrarnos en nosotros mismos. Buscar a solas nuestra felicidad. Es la forma más segura de ser infelices. Se trata de actuar sin miedo. De entregarse de verdad. 


viernes, 1 de septiembre de 2017

ALEGRÍA DEL ALMA


El lema de este curso en La Salle es: TU ALEGRÍA, LA MÍA.
Os dejo este vídeo que ayuda a reflexionar sobre ello. Buscad un sitio tranquilo y silencioso. Poneos en situación y miradlo.

LAS ANTORCHAS DE LA FIDELIDAD


"El reino de los cielos podrá entonces compararse a diez muchachas que, en una boda, tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no tomaron aceite de repuesto; en cambio, las previsoras llevaron frascos de aceite además de las lámparas. Como el novio tardaba en llegar, les entró sueño a todas y se durmieron. Cerca de medianoche se oyó gritar:
- ¡Ya viene el novio! ¡Salid a recibirle!
Entonces todas las muchachas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras:
- Dadnos un poco de vuestro aceite, porque nuestras lámparas van a apagarse.
Pero las muchachas previsoras contestaron:
- No, porque entonces no alcanzará para nosotras ni para vosotras. Más vale que vayáis a donde lo venden y compréis para vosotras mismas.
Pero mientras las cinco muchachas iban a comprar el aceite, llegó el novio; y las que habían sido previsoras entraron con él a la fiesta de la boda, y se cerró la puerta. Llegaron después las otras muchachas, diciendo:
- ¡Señor, señor, ábrenos!
Pero él les contestó:
- Os aseguro que no sé quiénes sois. 
Permaneced despiertos – añadió Jesús –, porque no sabéis el día ni la hora."

Ayer, el evangelio, nos invitaba a ser fieles. Hoy refuerza esta idea. Si queremos formar parte del Reino, debemos estar preparados, es decir, tener encendidas las antorchas de nuestra fidelidad.
El Servicio Bíblico Iberoamericano (Koinonia) nos deja esta reflexión:

"Se trata de un acontecimiento de la vida real, una boda que pide preparación y dejar todos los pendientes listos para que no nos echen a perder la participación de ese momento único e irrepetible. Captemos que lo importante es que las jóvenes necias no podrán participar de la boda. No participar en algo significativo para tu familia o tus amigos, algo que causa alegría y comunión y no estar ahí por descuido es terrible. Pues así es lo que pasa con el Reino de Dios que se te ofrece gratuitamente. Pide tu sensatez, tu atención para que no lo dejes pasar y quedes fuera de esta gran fiesta y acontecimiento para el que y por el que crees, esperas y te comprometes diariamente. Para estar preparado a la llegada del Reino debemos escuchar y poner en práctica la palabra del Señor que se resume en el mandamiento del amor. Que tu vida cotidiana muestre la sensatez de tu persona."