martes, 5 de septiembre de 2017

UNA PALABRA QUE CURA


"Llegó Jesús a Cafarnaún, un pueblo de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente; y se admiraban de cómo les enseñaba, porque hablaba con plena autoridad. 
En la sinagoga había un hombre que tenía un demonio o espíritu impuro que gritaba con fuerza:
– ¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco: ¡Sé que eres el Santo de Dios! 
Jesús reprendió a aquel demonio diciéndole:
– ¡Cállate y deja a ese hombre!
Entonces el demonio arrojó al hombre al suelo delante de todos y salió de él sin hacerle ningún daño. Todos se asustaron y se decían unos a otros:
– ¿Qué palabras son esas? ¡Este hombre da órdenes con plena autoridad y poder a los espíritus impuros y los hace salir!
La fama de Jesús se extendía por todos los lugares de la región."

Los que escuchaban a Jesús, quedaban admirados por sus palabras. Decían que hablaba con autoridad. Es decir, que su vida era coherente con lo que decía. Hoy, además, vemos que su Palabra tiene fuerza. Su Palabra cura y purifica.
El hombre poseído por el demonio, es el símbolo de la persona poseída por el mal. Nosotros también nos resistimos a abandonar el mal. Pero si escuchamos la Palabra de Jesús, quedaremos puros, seremos sanados. Por eso debemos meditar cada día su Palabra. 

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