viernes, 19 de noviembre de 2021

EL TEMPLO DE DIOS

 


En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: "Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos"." Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

Hoy, el Templo de Dios, son los otros. Sobre todo los marginados, lo pobres, los perseguidos, los abandonados. Hoy Jesús nos diría, que lo profanamos cuando los dejamos morir de hambre y de frío junto a una frontera o en la calle. Cuando los abandonamos en medio del mar. Cuando miramos hacia otro lado al pasar junto a ellos...

"Antes de Jesús, muchos profetas habían denunciado la injusticia y las falsas liturgias del Templo. Jeremías, en su célebre discurso sobre el Tempo (Jer 7), acérrimamente criticaba el culto por ser idolátrico y no tener las obras de justicia. Ezequiel (aunque es sacerdote) narra con lujo de detalle como la gloria de Dios abandona el Tempo (Ez 10-13). Jesús, en esta misma línea profética, denuncia la religión idolátrica que está al servicio del Imperio, donde se compra y se vende. El templo debe ser, casa, intimidad, relación, perdón, acogida, aceptación. Un templo, iglesia, salón de culto, mezquita, sinagoga, que no sea lugar sagrado para todos, no puede ser lugar de la Divinidad. La función del “templo” es ser sitio de acogida, de encuentro entre el Creador y su criatura. Un templo que le falle a los pobres, a los marginados, a los migrantes, a los que no tienen tierra, a las minorías sexuales, le falla al mismo Dios que, desde toda la eternidad, ha establecido ser “casa de acogida” para todos." (Koinonía) 

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